domingo, 29 de marzo de 2009

Hojas verdes en Primavera

El jueves acudí a la presentación en El Club La Opinión-El Correo de Zamora del complejo enológico, turístico y de salud “Valbusenda”. El proyecto como a estas alturas conocen prácticamente todos los zamoranos lo lidera Simón García Taboada. Durante las intervenciones del promotor, arquitecto y enólogos y en la cata posterior pensaba yo en el orgullo con el que defendía su nuevo proyecto empresarial, pero sobre todo en la satisfacción y la felicidad que irradiaba su rostro al describir una actuación que muchos en otros lares y casi todos en Zamora tacharían de excesivamente arriesgada desde el punto de vista económico en épocas normales, así que imagínense en estos momentos de crisis e incertidumbres. Es más, me gustó especialmente cómo presumía de no tener inversión alguna fuera de nuestra provincia. Está visto que en Zamora, donde no se favorece por la propia sociedad el espíritu emprendedor, hay que ser una “rara avis” para apostar. Simón lo es, quizás por eso no parece de estas tierras. Quizás también por eso su rostro transmite bonhomía y felicidad. Quizás por eso han querido el azar, el destino o la providencia que el lugar elegido para su inversión se llame el Valle de la Buena Senda. De él, como de otros, que los hay, empresarios de pro, emprendedores atrevidos, rompedores de hábitos funcionariales y pasivos, estaría bien que tomáramos ejemplo como sociedad. Pero qué difícil es emprender en Zamora. No hay nada que en conjunto nos moleste más que el que a alguien se le ocurra alterar nuestro dulce letargo. Como nos consolamos siempre, será que somos así. Como segundo consuelo, me dirán algunos, gracias a ello, la crisis no ataca tanto a nuestra provincia como a los que viven en otros territorios. Porque es evidente (aunque no siempre cierto) que cuanto más alto se sube, más dura será la caída. Así que ya sabemos, aquí con carácter general es posible que nos hagamos un chichoncito, pero no pasará a mayores. Claro está, salvo para los que aún así pierdan el puesto de trabajo, para los que aún no lo han tenido nunca o para los que siempre tuvieron que buscarse el garbanzo, aunque sea el de Fuentesaúco, fuera de nuestras fronteras. En todo caso, bien está que además de las polémicas semanasanteras y el coro de plañideras en que con frecuencia nos quedamos, de vez en cuando tratemos de rectificar y ponernos del lado del progreso y del futuro. Como con el aparcamiento de las Tres Cruces que ahora ya no sólo reivindicamos unos pocos o con el ejemplo de Valbusenda. Está bien que como al machadiano viejo olmo seco en la primavera de Soria, algunas hojas verdes nos vayan saliendo aquí, por donde también riega el Duero.

miércoles, 25 de marzo de 2009

Ondea la evidencia

Ha decidido el Ayuntamiento volver sobre sus pasos. Tras la inicial amenaza del concejal de Seguridad Ciudadana, ha optado sin embargo por mantener izada la bandera de España en la Plaza de la Marina. La verdad es que si se unieran todas las anécdotas, microhistorias, rumores y leyendas generadas alrededor de este acontecimiento desde que hace año y medio se instaló el mástil, resultaría un guión cinematográfico de lo más surrealista. Nada extraño, teniendo en cuenta que los zamoranos y los españoles en conjunto, somos un tanto surrealistas. La recreación de todo lo que en la calle hemos ido escuchando al respecto, nos distraería sin duda de las tribulaciones que en vísperas siempre rodean la celebración de la Semana Santa y hasta es posible que fuera un éxito de taquilla. Al menos mejor que el de noventa y nueve de cada cien películas españolas que sólo existen para la subvención. Cómo se puso el mástil y por qué no la bandera cuando estaba previsto. A quién se atribuía en determinados mentideros de la ciudad la oposición a su instalación. Cómo transcurrió la cena en la que según se dice, unos cuantos zamoranos atrevidos determinaron que era hora más que cumplida de que la bandera ondeara al viento. Las reacciones de cafetería ante la amenaza de su arriado inmediato. Los rumores sobre por qué nadie se atrevió a ponerle el cascabel al gato, incluidas supuestas intervenciones policiales con advertencias legales. Ya sabes, amigo lector, que en Zamora las cuestiones más insignificantes dan un enorme juego para la tertulia que germina fácilmente en la pausada vida de la ciudad. He de reconocer que he seguido con expectación todos los avatares en torno a la bandera y que no tenía nada claro cuál iba a ser el desenlace final. Pero me alegro de que haya imperado la cordura. No por el hecho de que nuestro principal símbolo ocupe ese lugar. No éramos menos españoles hace unos meses de lo que lo somos hoy, pero es verdad que era absurdo lucir mástil sin bandera y que hubiera sido un lamentable síntoma de esquizofrenia retirarla por no sé qué cuestiones formales. Me alegro además por algunas de las contestaciones al sondeo que publicaba el lunes Tania Sutil en estas mismas páginas. Que la presencia de la bandera que a todos nos identifica como pueblo y como nación pueda ser interpretada como algo de “fachas” y no como símbolo de unión y compromiso de solidaridad o que aún queden imbéciles que la vean ofensiva porque tratan de asociarla con un régimen que murió hace más de treinta años, debería ratificarnos al resto en la conveniencia y la oportunidad de su presencia como algo simplemente natural. También para recordarnos una vez más que malos tiempos corren cuando se hace preciso explicar lo evidente.

domingo, 22 de marzo de 2009

La afilada daga

La ministra Carmen Chacón y más desde que se casó con el ex -jefe de gabinete y de estrategia de Zapatero, avanza en política con paso medido y actuaciones calculadas. Como quien sabe que el destino de su ambición será alcanzar cotas de poder y notoriedad mucho más altas. Que el paso sea calculado, discreto y cauteloso no quiere decir que no sea firme y su jefe, que de Bambi demostró hace mucho no tener más que el impostado semblante, es consciente de ello. En la anterior legislatura, dos ministros con fuertes aspiraciones y autoridad dentro del gobierno fueron enviados al ostracismo con la misma limpieza con la que la daga afilada hendía la espalda y troceaba el corazón de aquellos cuya cercanía y prestigio eran incómodos para césares y emperadores. Jordi Sevilla, artífice del diseño del programa económico con el que ZP llegó al gobierno en el año 2004 se hizo famoso cuando un indiscreto micrófono lo descubrió hiriendo el orgullo del líder. Le dijo que había metido la pata hablando de economía pero que eso, en dos tardes lo arreglaba. Fue enviado contra su voluntad a la Siberia socialista en la que el Plan Hidrológico y Zaplana y Camps han convertido a la Comunidad Valenciana. De él nunca más se supo. Otro tanto le ocurrió a López Aguilar, ministro que fue de Justicia, buen orador, hombre dialogante y de palabra fina fue sustituido cuando ganaba altura por el perfil bronco y grosero del dimitido Bermejo. Aguilar fue desterrado a Canarias para no gobernar y ahora lo recupera para las elecciones europeas porque en Estrasburgo será aún menos peligroso para el jefe, que en territorio guanche. Chacón, hasta ahora siempre ascendente y estrella protegida de los medios afines al socialismo, empieza a sonar con fuerza de cara a la presumiblemente próxima remodelación ministerial. Incluso, con el desastre económico y el terror del paro, las fuerzas que sostienen a los socialistas han empezado a pensar, comentar y publicar en las últimas semanas sus opciones de relevo del supuestamente agotado Zapatero para las próximas aunque aún lejanas generales. En este contexto, resulta curioso que la primera situación que coloca a la ministra catalana en medio de un campo político minado haya sido la decisión, evidentemente del Presidente del Gobierno, de retirar las tropas españolas de Kosovo provocando la inmediata protesta de la OTAN, el primer desencuentro con Obama y la dura crítica incluso del diario El País. Cuando la retirada de Irak, Bono dijo haber recibido la orden del Presidente, Chacón ha sido más prudente y lo ha callado, pero salvo que la situación económica sea tan mala como para que no quede más remedio que recortar bruscamente los más de 700 millones de Euros que cuestan nuestros militares desplazados a los distintos frentes, quizás la única explicación a esta decisión unilateral sea que la daga ha comenzado a adentrarse en la carne de la ministra.

miércoles, 18 de marzo de 2009

Contra la crisis

No es que una manifestación vaya a cambiar las cosas, ni unos cuantos lemas a resolver la crisis. No es eso, aunque la cruda realidad es que estamos en un camino acelerado hacia los cuatro millones de parados. Que en este proceso de cuenta y aumenta, nos avisan desde dentro y alarman desde fuera, la cifra no parará ahí sino que llegará en pocos meses a los cinco millones. Que la crisis ha acabado ya con un 5% de las empresas en España y que entre el año pasado y éste, al menos uno de cada diez autónomos se va a quedar en la calle. Y en el caso de los autónomos, la expresión además es literal, sin paro, sin ayudas prácticamente de ningún tipo y sin defensa ante acreedores (en muchos casos otros autónomos) y bancos. Si vivimos en el segundo país de Europa donde más rápidamente se destruye el empleo, sólo superados por Letonia, no precisamente un histórico de la “Champions League de la economía mundial”. Si las perspectivas son funestas. Si el Premio Nobel de Economía más citado por Zapatero, Paul Krugman, gurú de los demócratas americanos ha dicho que está aterrado por la situación española. Si el periódico internacional The Herald Tribune, aunque con ese toque sensacionalista que habitualmente nos aplican a los españoles desde el exterior, ha titulado ayer una información “los andaluces se "pelean" con los inmigrantes por un puesto de trabajo en el campo”. No es que una protesta pública vaya a resolver eso. Ni a vaciar los comedores de Caritas y otras organizaciones, por cierto, casi siempre vinculadas a la Iglesia y que son el último refugio antes de llegar, como se denuncia en muchas ciudades, también en Benavente, a buscar el alimento en los contenedores de basuras a la puerta de los supermercados. Nada de eso cambiará porque en Zamora nos manifestemos de la mano de los sindicatos el próximo día 30. Ni siquiera para los más de doce mil integrantes de la lista del paro en nuestra provincia. Claro que no es el despido una solución frente a la crisis, tienen razón los sindicatos. Ni lo es aprovecharse de situaciones de necesidad y desamparo para infringir la ley. Pero tampoco se puede coger el rábano por las hojas y escudándose en ciertos abusos de desaprensivos, condenar a los empresarios en general por los perniciosos efectos de la actual crisis. No son voluntarias las quiebras de miles de pequeñas y medianas empresas, ni las decenas de miles de autónomos volatilizados. Unas y otros en su desgracia son los que más paro crean porque han sido quienes más empleo han generado siempre. Nada resolverá, pero será bueno salir a la calle si es a pedir medidas que actúen de raíz contra la crisis. Que el dinero no sea sólo para los bancos y para tapar la mala gestión política de algunas cajas. Y si entendemos que en esta ocasión empresarios y trabajadores tienen exactamente los mismos objetivos aunque hayan de ponerse de acuerdo para elegir el camino que lleve a alcanzarlos.

domingo, 15 de marzo de 2009

Ciudad sin adoquines

Escribí hace ya unos cuantos meses y a propósito de mi postura favorable a la construcción del aparcamiento subterráneo de las Tres Cruces que promovía el equipo municipal de gobierno, que la única consideración que matizaba ese apoyo era que en la urbanización posterior de la calle se conservara el adoquinado tan característico de esta parte de la ciudad. Sigo creyendo en la oportunidad, conveniencia y necesidad del aparcamiento y al igual que en el de Carlos Pinilla sigue sin ocurrírseme una mejor pavimentación de la calzada que los adoquines de cuarcita que desde hace setenta años le aportan esa personalidad tan acusada y diferenciadora a la zona. En ese momento mi criterio, al menos por lo que escribieron otros colaboradores de este periódico, pareció ser minoritaria. Ahora, tiempo después, veo que aún sin aparcamiento, el Ayuntamiento ha optado por enterrar los adoquines bajo el asfalto, cosa que ya ha empezado a ejecutar en las dos avenidas que confluyen en la estación del ferrocarril, que pronto con la llegada del AVE será la entrada principal a Zamora. Tienen nuestra alcaldesa y su gobierno la legitimidad para diseñar la ciudad de la forma que mejor les parezca, esa confianza les hemos dado en las urnas para que actúen durante cuatro años, tras los cuales habrán de examinarse de nuevo. Otros la tuvimos y ejercitamos en el pasado con mayor o menor acierto. Pensarán que la de los adoquines, con la que está cayendo en otros ámbitos, es una cuestión baladí, meramente anecdótica. Pero hay elementos urbanos con especial simbolismo que conviene preservar. El asfalto iguala todo cuanto rodea con su manto negro. Dicen que es más cómodo porque los coches pueden ir más deprisa sin traqueteo y los peatones que lo cruzan no se resbalan y sienten su tacto más acolchado. Dicen, desconozco bajo qué estadísticas, que evita accidentes. Pero los adoquines del ensanche son el tapiz en el que se tejió el crecimiento de una ciudad histórica y de valiosa arquitectura que a pesar de ciertas aberraciones, quería ser moderna sin renunciar a su propia personalidad. No son más incómodas aquellas ciudades europeas que alfombran con adoquines los rincones más románticos de su alma. Y los mismos que en el París del 68 los levantaban buscando bajo ellos la playa, volvieron después a colocarlos con mimo. Como la actuación es reversible, dentro de algún tiempo alguien volverá a sacarlos a la luz. Otras veces ya ocurrió. Mientras tanto, me conformo con que junto al alquitrán a la puerta de la estación del ferrocarril, no nos coloquen señales como las que en la de Warrington Bank Quay en Inglaterra prohíben besarse con el argumento de que se obstaculiza el acceso de otros viajeros y se causan incómodas aglomeraciones. Sepan los munícipes que sólo cuando la poesía es arrinconada por la mala prosa, puede ser una ciudad sin sus adoquines o una estación sin su beso.

miércoles, 4 de marzo de 2009

Tendremos Plan

Ahora parece que sí. Zamora va a tener nuevo Plan General de Urbanismo. Por fin, tras meses de espera, el documento propuesta del equipo municipal de gobierno ha visto la luz, o la ha visto oficialmente, tras los anticipos que habían ido publicitando los concejales de IU en medio de la polémica sobre la legalidad o ilegalidad de su divulgación. Como no conozco el documento en profundidad, no cometeré la osadía de alabarlo o criticarlo. Tiempo habrá para ello durante el plazo de su tramitación administrativa. No obstante y a priori, nada me hace pensar que no sea un buen documento, sabiendo de la profesionalidad tanto de los técnicos del Ayuntamiento de Zamora como del experimentado equipo externo perteneciente al Instituto de Urbanística de la Universidad de Valladolid. Pero no entrar al detalle, no empece para que tanto yo, como cualquier ciudadano, nos pronunciemos sobre determinados aspectos relevantes. En primer lugar, sea mejor o peor, lo importante es contar ya con un documento sobre el que todos los interesados puedan trabajar, alegar y aportar aquello que crean conveniente u oportuno. Al hablar de todos, abro conscientemente el abanico. Porque el PGOU no incumbe sólo a propietarios de terrenos, promotores, arquitectos o políticos. El apellido General implica que afecta a toda la ciudad a corto, medio y largo plazo. A su consolidación y a su crecimiento. Incumbe por tanto a todos los ciudadanos. Es por eso, que uno se sonríe cuando desde algunos sectores se pretende excluir su discusión del ámbito del debate político y limitarlo a las alegaciones que pueda hacer, por ejemplo, el Colegio de Arquitectos. Sin duda sus aportaciones técnicas deberán ser tenidas en cuenta por la Corporación municipal, pero no como único elemento, ni siquiera como el más importante. Quienes se la tienen que jugar, estudiando todas las alegaciones, son los concejales a los que hemos elegido en las urnas. Todos los grupos, eso sí, han de hacer un especial ejercicio de responsabilidad, máxime en las circunstancias socioeconómicas actuales, para que huyendo de discusiones bizantinas se logre un amplio y rápido grado de consenso. El comienzo no ha sido bueno, con la táctica de francotirador empleada una vez más por Izquierda Unida. Tampoco con la, desde mi punto de vista equivocada y abocada al fracaso, querella de la Alcaldía contra dos concejales de esta formación política (aunque no deje de sorprender que se escandalicen por la judicialización de la vida política aquellos que han incidido en ese vicio en reiteradas ocasiones). Y tampoco con la línea de bloqueo y juego cortoplacista que se atisba en los movimientos del PSOE de Carlos Hernández. Como casi siempre, queda la duda de saber qué hará ADEIZA, aunque en esta ocasión no se me ocurre otra opción diferente a que, quizás con algunas concesiones, este grupo apoyará tras un tiempo razonable para su estudio, el documento puesto sobre la mesa. Que ninguno olvide que Zamora precisa un nuevo PGOU y lo precisa ya.

domingo, 1 de marzo de 2009

Con dos bolas y una maza

Ahora que el deporte es un fenómeno de masas, resulta que ya allá por el siglo XII la aristocracia francesa de la región del Languedoc, se divertía jugando al croquet. Entonces se llamaba paille-malle y se transformó en pall-mall al extenderse por Inglaterra. El nombre de este juego significa bola y mazo, pues consiste en golpear bolas de madera que han de ir pasando a través de unos aros fijados al suelo. Pall Mall es también el nombre de una calle en la Ciudad de Westminster, un distrito de Londres famoso por albergar los más importantes clubes de caballeros (que para los malpensados, nada tiene que ver con lo que aquí llamamos “clubes de señoritas”), entre ellos el Reform que vimos en la escena de lucha de esgrima de la película de James Bond, Muere otro día. Mucho antes de la invención de la esgrima y de aquella utilización lúdica, la maza fue una de las primeras armas de la historia. Para la caza y para la lucha, qué mejor instrumento y más al alcance de la mano que un buen garrote. A lo largo de los siglos y en todas las latitudes, las mazas de armas tuvieron distintas formas y nombres, clava, goedendag, macana, mangual, mayal y el poético, lucero del alba, una variedad famosa y reputada que tenía por cabeza una bola llena de púas y con la que al parecer resultaba sencillo y rápido solucionar rencillas y hacer que los más agudos razonamientos propios penetraran a conciencia en cabeza ajena. En el país de los vascos, Emilio Gutiérrez, vasco de pura cepa, raíz noble, tronco fuerte y carácter aguerrido, ha añadido un nuevo deporte al catálogo de juegos autóctonos que ni son tan refinados como el croquet, ni sutiles como la esgrima. A la pelota mano, retos de traineras, corte de troncos de los aizkolaris, arrijasoketa o levantamiento de piedras, sega apustua o siega en laderas de los segalaris, idi dema con la que arrastran piedras con bueyes o sokatira, el juego de la cuerda, Emilio, quien a diferencia de las bolas de croquet se niega a pasar por el aro de tener que aguantar se rían a la puerta de tu casa los que acaban de destrozártela con una bomba, incorpora uno nuevo. Consiste básicamente en echarle un par de bolas a la vida, sujetar con fuerza una maza y liarse a mandobles con las instalaciones de un club que ni es de caballeros, ni de señoritas y que legalmente no debería existir. Con los antecedentes señalados, hay que agradecer a Emilio su aportación a la historia, la cultura y el deporte vascos. Aunque decirlo sea políticamente incorrecto. Aunque moleste a macarras, malnacidos y a los que miran para otro lado ante víctimas y verdugos. Y aunque haya sido tomándose la justicia por su maza. ¡Con un par, Emilio!