miércoles, 30 de mayo de 2012

(Sin) licencia para bloquear

Conversaba durante el fin de semana con un empresario al que unos cuantos funcionarios y algún político se han empeñado en complicarle la vida todo lo posible. En su incapacidad para alcanzar el por qué de ciertas actuaciones, ponía el acento en lo imposible que le resultaba comprender que funcionarios públicos, y asimilados, olvidaran con tanta facilidad (si es que alguna vez habían tenido la mínima intención de aprenderlo, me añadía), que su función está en servir al administrado, no en servir en exclusiva al supuesto interés de ese ente abstracto al que denominamos, la Administración.

Quien se lamentaba sobre ello no es un gran empresario establecido de los que arenga sobre macroeconomía en tertulia de café. Se trata de un pequeño empresario pero gran emprendedor, pegado al terreno y a su negocio como tantos y acostumbrado a arriesgar todo en cada uno de sus proyectos. Dinero, tiempo, esfuerzo.

Como estuve durante doce años en el lado de lo público, soy muy consciente de lo injusto de generalizar. Hay muchos magníficos funcionarios con vocación de servicio público, de atención al ciudadano y cuyo ánimo cotidiano es el de solucionar problemas, no crearlos. Pero no se puede negar que hay otros que no piensan ni actúan en función de esos parámetros. A éstos se refería mi amigo y los hay en todos los estamentos y niveles de desempeño.

Ellos son el problema y más en situaciones como la crisis actual. Poseen una concepción patrimonial de lo público. La Administración es un fin en sí misma y es a ella a la que hay que proteger frente al ciudadano. Sus competencias y funciones no son deberes sino patentes con las que actuar cargados de subjetividad, cuando no de arbitrariedad. Son, aunque no les guste saberlo, herederos de los siervos del Leviatán, el monstruo clásico en el que Hobbes personificó al Estado autoritario y omnipotente. Y son además los que perjudican la imagen y el buen quehacer de todos los demás.

Por eso, en un momento en el que los poderes públicos (de la Administración, que no de todos, como indicaría la palabra públicos) se lanzan a intentar recaudar a diestro y siniestro, en ocasiones poco menos que extorsionando a las empresas (cuanto más débiles, mejor presa), es algo muy positivo el hecho de que entre las medidas de lucha contra la crisis se propongan algunas que lleven a reducir la burocracia, los tiempos y los beneplácitos que debe superar quien quiere emprender una aventura empresarial.

El Consejo de ministros aprobó el viernes la eliminación del requisito de la licencia previa para abrir una pequeña empresa, un comercio o un establecimiento. Perfecto. No resta capacidad de control, que se hará a posteriori pero sí se reduce la capacidad de entorpecer, retrasar y perjudicar del anterior estatus legal. Por fin una buena noticia para la sociedad civil, mal que les pese a algunos tener que renunciar a un poder ilegítimamente adquirido.

domingo, 27 de mayo de 2012

Y si todo es mentira…

¿Y si un día los ciudadanos empezamos a no creernos lo que nos cuentan? No hablo de los aquellos que por sistema no se creen nada, ni de los distintos grupos que se integran en esa nebulosa llamada de los indignados; ni siquiera de los que empiezan a generalizarse en las redes sociales al grito de “indignado estarás tú, yo lo que estoy es hasta los… atributos masculinos”.

Hablo de la gente común, más o menos iniciada, mínimamente informada de los aconteceres políticos, económicos y mediáticos, que por otro lado, se han convertido en la nueva y poderosa trinidad laica que tanto decide y cuenta u oculta en función de determinados, opacos y dudosos intereses particulares aunque en muchas ocasiones se trate de disfrazarlos de intereses generales.

En la era de la aldea global, de la posibilidad tecnológica de acceso en tiempo real a cualquier información, existen sin embargo, cada vez más grandes áreas de la información vedadas de acceso para el común de los mortales y amplios ámbitos en los que la mayor parte de la información que llega a los ciudadanos es información manipulada, sesgada, cuando no directamente falsa. Orwell sigue siendo referencia años después de su muerte, cuando ha quedado ya muy atrás el 1984 de su novela que conviene leer y, cada cierto tiempo, releer.

Ya lo he reflejado alguna vez más en este espejo, como en Orwell, también aquí parecemos regidos por un Ministerio de la Verdad que sirve para lo contrario y vamos construyendo una “neolengua”, la del lenguaje políticamente correcto, que simula enfrentamiento dialéctico entre los que defienden unas y otras posturas ideológicas (en el más amplio sentido del concepto ideológico, no sólo el político), y en el que sin embargo, apenas se cambia el adjetivo, no el sustantivo que es cada vez más común para todos. El que se mueve no sale en la foto, dijo Alfonso Guerra, el que se sale de las pautas del discurso institucionalizado por la connivencia de los poderes económico, político y periodístico, se queda fuera de juego.

En millones de euros, 23.000 equivale a casi cuatro billones de pesetas. Esa es la cantidad a detraer de los recursos de todos sólo para que la última entidad financiera “tocada” no termine en hundida. Y uno se pregunta -más cualificado que yo, también lo hace el economista Nouriel Roubini, el más certero anunciador de la crisis que nos llegaba-, para qué inyectar tanto dinero en las cajas y por qué no dejar caer a aquellas que tengan que caer y que sea el mercado el que ajuste las cuentas. Las económicas y las de las responsabilidades, que aquí nadie parece darse por aludido.

Y es que, si todo lo que se nos ha venido diciendo por unos y otros sobre nuestro sistema financiero era mentira, nada induce de momento a pensar que lo que ahora nos dicen sea verdad. De momento están tranquilos, sólo unos cuantos locos gritan que vestidos con mentiras vamos desnudos.

miércoles, 23 de mayo de 2012

“Sex and the Copa”

Carrie Bradshaw, protagonista de la serie televisiva “Sex and the City”, traducida para España como Sexo en Nueva York, estructura sus columnas periodísticas sobre las relaciones sentimentales entre hombres y mujeres en Manhattan, alrededor de preguntas a las que trata de dar respuestas basadas en sus experiencias y las de otras tres protagonistas.

Extrapolado de la gran manzana a nuestra piel de toro, un día habrá que escribir no una retahíla de columnas, sino una enciclopedia que recoja los cotidianos desvaríos de los nacionalistas con respecto a España. Y la primera pregunta de esa enciclopedia ya no es por qué se producen, dónde tuvieron su origen o qué errores se cometieron para llegar a donde estamos. Cuál sea la respuesta a todas esas preguntas empieza a dar un poco igual.

Estando las cosas como están, tampoco es preguntarnos hasta dónde quieren llegar los independentistas, antes con disfraz, cada vez más sin él, eso está claro siempre que paguemos otros. La primera pregunta a estas alturas debería ser hasta dónde estamos dispuestos a aguantar la mayoría, que no somos independentistas de ningún trozo de tierra. La segunda si es legítimo todo lo hacen contra la realidad, los símbolos y las instituciones que representan nuestra unión.

No sé las respuestas. Como la periodista neoyorkina, debería contestar con otras preguntas y a éstas con otras más. Pero algún día como nación tendremos que ir contestándonos tan incómodas cuestiones. ¿Es una tontería que le demos importancia a que se organice una campaña contra el himno, la bandera y la presencia del Príncipe de Asturias en la final de la Copa del Rey? ¿La contestación a esa pregunta debe estar supeditada a qué sea mejor o peor para los que organizan tal payasada? ¿En algún otro país del mundo realmente civilizado quedaría impune la actuación de diputados y partidos políticos con representación parlamentaria si éstos fueran quienes promovieran actos como los que se anuncian aquí o se convirtieran en sus máximos apologetas?

En los federales Estados Unidos es inimaginable algo así y eso que allí el deporte de elite es más espectáculo que deporte. Tampoco en Alemania o en Italia, unificadas ya avanzado el siglo XIX; en los países nórdicos, en Holanda o en el Reino Unido de Inglaterra, de Escocia, de Gales, de Irlanda. En Francia hubo un conato de silbidos al himno por parte de hijos de inmigrantes que no se sentían integrados. Fue hace unos años y se modificó la ley para amenazar con la suspensión del evento y su posterior celebración a puerta cerrada. Nunca más volvió a ocurrir.

No sé si que ellos confundan el culo con las témporas debe hacer que los que nunca pitaríamos a ninguna bandera o himno miremos para otro lado o si, por el contrario, es hora de decir basta ya. Sí sé que ellos suelen conseguir sus objetivos, y que como alguno de los personajes de la serie de Carrie Bradshaw, casi todo lo hacen por j...

domingo, 20 de mayo de 2012

El que rompe no paga

Leo que el Fiscal General del Estado Eduardo Torres Dulce, ha encomendado al fiscal jefe de la Fiscalía Anticorrupción, que proceda a investigar y depurar todo tipo de responsabilidades penales que pudieran derivarse de la gestión de las cajas de ahorro. Después de las conocidas experiencias de Caja Castilla La Mancha, CAM, CajaSur, Bancaja-Bankia, Caixa Catalunya y otras cuantas… casi todas, uno imaginaba que esa orden de depuración penal ya estaría dada o, mejor, que no hiciera falta una instrucción específica para que esa investigación se llevara a cabo ante los primeros indicios de quiebra manifiesta.

Claro que quizás esa depuración tendría que empezar por el propio gobernador del Banco de España que ha aprobado balances y resultados falsos de toda falsedad y ha ayudado a camuflar otros. También por haber permitido que decenas de miles de pequeños ahorradores hayan sido directamente estafados por cajas y bancos con las famosas preferentes y otros productos del mismo tipo, que en ningún caso se consideran, de acuerdo a la normativa que regula las relaciones entidad-ahorrador, susceptibles tan siquiera de ser ofertados a clientes sin una vasta cultura financiera.
Pero más aún que el hecho del retraso en la depuración de las responsabilidades penales por la nefasta gestión, por la percepción de cantidades no justificables, por el otorgamiento de créditos más que dudosos y en condiciones de saldo a los directivos, o por la financiación gratis o a fondo perdido de partidos políticos y sindicatos, lo que sorprende –si es que en este mundo peculiar que es la intersección entre la política y las cajas queda algo que pueda sorprender- es que aún no se haya exigido responsabilidad alguna, no ya penal sino política (y sindical), a aquellos que en número francamente superior al necesario han venido desempeñando “responsabilidades” directas de gestión y control en los Consejos de Administración y otros órganos de las cajas de ahorro, cobrando legítimamente por ello.

Antes incluso que la vía penal, debería haber una exigencia clara de responsabilidades a aquellos que cuando todo iba bien presumían de ser el alma de las cajas y ahora se ocultan, pero sin renunciar a nada. Sin ir más lejos, aquí en Castilla y León, donde nos contaban que estábamos creando el famoso “músculo financiero” de la Comunidad con las fusiones de las cajas regionales y al final resulta que ha tenido que venir una caja de Andalucía a quedarse con ellas para intentar sacarlas del vergonzante fondo cenagoso en el que se hundían sin remisión.
La mayoría de los responsables siguen aún en sus asientos de consejo, casi todos siguen en política o son liberados sindicales, como si nada hubiera pasado. Es más, incumpliendo una obligación legal y en contra de lo que pasa en otras cajas, a los ciudadanos ni siquiera nos cuentan cuánto percibe cada uno de ellos (legalmente pero sin transparencia) por su presencia en Caja España o Caja Duero, por poner un ejemplo no más.

miércoles, 16 de mayo de 2012

Rayos, truenos y centellas

¡Mil millones de rayos, truenos y centellas! Vociferaría malhumorado el Capitán Haddock, compañero de Tintin. El viajero más que reportero personaje creado por Hergé. Mil millones de rayos truenos y centellas, hubiera repetido, acompañado de una retahíla de palabras comunes o inventadas convertidas en invectiva por la ametralladora boca del barbudo capitán. Probablemente el más prolífico creador de insultos de la historia.

Un rayo. Un rayo perdido cayó sobre el avión del nuevo presidente francés apenas investido, cuando emprendía su primera misión. Solo unos minutos hacía que su avión había despegado de París, la mitad del corazón de Europa que diría nuestro anterior presidente del Gobierno, al que muchos comparan con Hollande en menosprecio a éste, para dirigirse a Berlín, la otra mitad de la víscera cordial, donde lo esperaba el primer toro que lidiar, disfrazado de Angela Merkel. Será tal vez un aviso de los astros.

Será tal vez que todo se confabula contra Europa, a la que ya en la antigua mitología griega secuestró Zeus, transformado en bellísimo toro, quizás tan bello como el que simboliza el mercado de los mercados. Wall Street. El dios de los dioses griegos se la llevó a Creta donde la hizo suya para siempre. Se desangra Europa, se hunde Europa, se putrefacta Europa y de ella empiezan a surgir como gusanos, amenazas totalitarias.

Grecia, abocada a ir otra vez a las urnas, cada vez más desengañada, defraudada por los políticos al uso, parece buscar con fe ciega traicionarse a sí misma, cuna de la democracia, palabra y obra, poder del pueblo, para entregarse a los extremos. Neonazis por un lado, comunistas por el otro. Son las dos fuerzas que emergen, demostrando una vez más que los extremos se tocan y que es el mismo y único su caldo de cultivo. El humus en el que germinar, la descomposición de los principios democráticos. El rapto de la libertad individual por el “establishment”, las elites político-económicas que todo lo acaparan. François Hollande pertenece a ellas, nació en ellas, a diferencia de Sarkozy que era un intruso, no es previsible que de él llegue la solución.

El euro que se rompe, las bolsas que tiemblan, el barco que zozobra. En las bodegas anegadas una grieta, Grecia. Un boquete, España. Otros que amenazan, Italia… Menuda travesía. Lo que un mes antes parece impensable, un mes después apunta a realidad. Ya nadie apuesta más que al negro y los números salen rojos como en mitológica metáfora. Rojos los números. Negro el futuro.

Y sin embargo algunos se salvan. Alemania que crece. El Reino Unido que nunca fue euro. Finlandia que es transparente. Muchos otros en el mundo. Tiene que haber una salida para la Europa secuestrada y para España que está a la cola. Hay que encontrarla. La escultura de Wall Street representa a un toro, el símbolo del optimismo, agresividad y prosperidad financiera. No nos quedemos solo en la piel. Mil millones de rayos, truenos y centellas.

domingo, 13 de mayo de 2012

Investigar en España es llorar

Según un estudio del Departamento de Estudios Sociales y Opinión Pública de la Fundación BBVA, el 46% de los españoles no es capaz de nombrar un solo científico de cualquier época y nacionalidad. Ahí es nada, la mitad de los españoles no es capaz de recordar un solo nombre. Dicen que las estadísticas no son más que una moderna y refinada forma de la mentira, pero en este caso, peor que los datos arrojados por las 1.500 entrevistas realizadas, es que el resultado no sorprende.

Es verdad que, en esta sociedad de presente corto y olvido rápido, hace ya demasiado tiempo que no generamos muchos científicos de relumbrón y con reconocimiento, a pesar del esfuerzo de cientos de investigadores que, sin medios prácticamente, intentan cada día aportar algo nuevo y algo bueno a la humanidad. Es cierto que nuestros dos únicos científicos que lograron hacerse con el premio Nobel, ya no viven. Pero no deja de ser dramático que sólo un 5% de los encuestados nombrara a Santiago Ramón y Cajal autor del lamento que titula este “Espejo” y un 2,5% a Severo Ochoa.
Uno es consciente de cómo somos en España y no vamos a pedir la misma popularidad para los científicos que la que tienen Cristiano Ronaldo, Messi, Kubala o Di Stefano, pero vaya si es grave que ni siquiera la imagen de Einstein sacando la lengua en la famosa fotografía de Arthur Sasse, que se convirtió en icono mundial y de la que no debe quedar un objeto sobre el que no haya sido impresa, viniera a la mente de los entrevistados. O Newton con la manzana cayendo sobre él como la inspiración que viene del cielo. O Fleming, cuya penicilina inició la era de los antibióticos salvando millones de vidas en todo el mundo y que en España se convirtió desde su llegada en 1944 y a lo largo de esa y la siguiente década en uno de los productos más codiciados por el estraperlo. O Marie Curie, dos veces Nobel con toda una vida trabajando en torno a la radiactividad, o Edison y sus más de mil inventos entre ellos la bombilla. Como para recordar a Barbacid o Grisolía.

El trabajo abarca 10 países europeos (España, Italia, Francia, Países Bajos, Alemania, Austria, República Checa, Polonia, Reino Unido y Dinamarca) además de los EEUU y los peores resultados en cuanto a conocimiento objetivo de cuestiones científicas han sido los nuestros, detrás de Polonia e Italia, con datos que sitúan a la España actual a la altura de los EEUU de hace ¡70 años!
Más allá que un simple resultado estadístico circunscrito a la ciencia, el dato es significativo pues cuanto más formada esté una sociedad y más cultura científica atesoren sus ciudadanos, más se estimulará el pensamiento crítico y el libre albedrío. Claro que eso no es algo que en España haya interesado nunca demasiado a sus elites dirigentes políticas, sociales e incluso académicas.

jueves, 10 de mayo de 2012

Las formas y el fondo

Acababa mi columna del pasado domingo hablando de cómo es posible que siendo los partidos políticos el instrumento básico de articulación de nuestra democracia representativa sean éstos a su vez y en su funcionamiento interno, el menos democrático de los instrumentos institucionales. Decía y recuerdo que es difícilmente presentable y desde luego nada justificable que un partido celebre su congreso provincial (teórico máximo órgano de gobierno) con la participación real de menos de cuatrocientos (de ellos menos de trescientos por elección) de los más de cinco mil afiliados con los que cuenta.

Podrían citarse muchos otros ejemplos similares en toda España en los que un reducido grupo de militantes se hace cargo de la dirección de una formación política y a partir de ahí son poco menos que inamovibles pues se convierten en juez y parte. En legislativo y judicial. Se ven muy ayudados, eso sí porque si en los partidos políticos anida un irredento miedo a la libertad y a la participación en muchos de sus dirigentes, casi en la misma proporción anida en muchos afiliados representativos, el temor a perder el estatus obtenido o a no alcanzar el que se desea en caso de manifestar su opinión libremente.
Se dice que en democracia, como en derecho, tan importantes son las formas como el fondo. O quizás más, porque si las formas se pudren por el despotismo o el nepotismo, será imposible que el fondo de los asuntos verdaderamente trascendentes para la convivencia social se libren de la contaminación. No es baladí. Cuanto más arriba está una nación en los índices de transparencia en la actividad pública mayor estabilidad social y económica mantiene y mayor resistencia opone ante cualquier episodio de crisis.

España en esto sigue estando demasiado encasillada en el grupo de los países mediterráneos. Los del sur de Europa y los del norte de África. Con Italia, Grecia o Marruecos, ninguno de ellos un ejemplo de respeto democrático en sus instituciones frente al centro y ya no digamos el norte de Europa o los Estados Unidos. Ninguno de ellos es, tampoco, un ejemplo de fortaleza económica, de cohesión social, de país de vanguardia.
Por eso, cuando algunos se toman poco menos que a pitorreo eso de las formas y muchos les ríen la gracia o callan para no “señalarse”, no sabe uno quiénes de los integrantes de ambas divisiones son más culpables de todo lo que luego ocurre, ni quiénes los que salen más beneficiados de un clima marcado por tanta podredumbre.

Es lo que hay. Cambiará aunque no será pronto. Mientras tanto, España no es sino el espejo de los españoles, en lo bueno y en lo malo, como nuestras instituciones, nuestros partidos, nuestros sindicatos, son simple y llanamente nuestro reflejo, el de los que formamos parte de ellos y el del conjunto de los ciudadanos que permitimos que las formas nos lleven al fondo.

domingo, 6 de mayo de 2012

Un hombre un voto

Si no supiéramos sobradamente las causas, resultaría sorprendente y paradójico comprobar cómo a pesar de la normalización en los hábitos democráticos que trae el paso del tiempo y del avance tecnológico que permite de manera cada vez más sencilla cumplir el viejo sueño de los demócratas de un hombre un voto, la propuesta sigue siendo utopía en aquel ámbito en que más deberían lucir las formas democráticas.

Choca -y no porque lo haya escrito ya en multitud de ocasiones voy a dejar de reiterarlo-, que sea en los modos internos de los partidos políticos donde mayor déficit democrático se mantiene. No en la letra o el mero formalismo, que en esto los estatutos de unos y otros son un prodigio de respeto democrático y garantía participativa. Es el fondo, la sustancia real, lo que falla escandalosamente. Y aquí volvemos al repetitivo un hombre un voto que no sólo no promueven sino que ponen todo el empeño en prohibir en estatutos y reglamentos.

Solo hay un problema para que cada militante pueda emitir su voto libre, secreto y directo hacia aquellos que desee tener por dirigentes. Hacia aquellos con los que sienta una mayor afinidad ideológica, una mejor empatía o en cuya capacidad, trayectoria o forma de ser y actuar confíe. Esto ocurre precisamente en el contexto político, donde se disputa para algunos un medio de vida y se juegan en primera línea las fichas del poder.

Interesa a unos pocos el control absoluto de los movimientos del conjunto de los afiliados para que nada pueda alterarse en el orden establecido por esos pocos. Que el conjunto se mueva uniformemente, como un fluido se desplaza por una tubería, encauzados, sin versos sueltos que defiendan que las opiniones pueden ser más o menos significativas en función de quién provengan, pero que el voto debe valer lo mismo.

El filósofo alemán Jürgen Habermas, que ha servido de inspiración a más de un dirigente destacado del centro derecha español –aunque más bien para otras cosas-, habla con carácter general en el mundo de la política de partido, institucional e incluso internacional, de la confrontación élites opacas contra pueblos demócratas, el “sistema” contra el mundo de la vida. El aparato contra las bases hemos oído decir también en múltiples ocasiones. El control o la tutela con ciertos tintes caciquiles frente a la libertad individual, la autonomía de criterio, el libre albedrío en suma.

El partido popular de Zamora acaba de convocar su congreso provincial, el teórico punto de encuentro de los cinco mil zamoranos que militamos en él y donde corresponde elegir a aquellos que hayan de dirigir la formación para los próximos –y muy complejos- años. Pero sólo menos de 400 serán los que podrán efectivamente introducir su papeleta en la urna con el nombre de su candidato a presidir el partido hegemónico de nuestra provincia. Menos, por ejemplo, que los que pueden votar a sus dirigentes en cualquiera de las cofradías de nuestra Semana Santa.

miércoles, 2 de mayo de 2012

Cuando la equidistancia es ofensa

Anda el Gobierno enredado en una práctica muy peligrosa en materia antiterrorista y con la que debe tener sumo cuidado si no quiere dar las alas del triunfo a quienes sólo han dejado de matar, secuestrar y coaccionar por estar presos o derrotados.

No siempre es fácil para el gobernante evadirse a la peligrosa tentación de jugar con las víctimas como si fuesen simplemente piezas a las que se puede manejar libremente sobre el tablero de la estrategia política. El maquiavélico ejercicio de dar confianza al enemigo para que se avenga al acuerdo a costa de alejarse de los postulados del amigo da, en muchas ocasiones, grandes frutos pero no por ello deja de ser moralmente reprobable en según y qué casos.

En este terreno, siempre que ETA ha sufrido algún duro golpe o como ahora por su debilidad manifiesta se ha visto obligada a plantear una tregua –como si de un conflicto entre dos bandos equivalentes se tratara-, los cantos de sirena de nacionalistas y buenistas han tratado de llevar al Gobierno de turno hacia la flexibilidad con los terroristas a los que con imprudente rapidez se les empieza a tratar de ex terroristas. Se asume entonces, al menos de manera tácita, por amplias capas de la sociedad y casi todos los creadores de opinión que tienen que hacer gala de ser políticamente correctos en sus tribunas, que es un mérito dejar de asesinar y que ese mérito debe ser premiado, ya con beneficios penitenciarios, ya suavizando la acción de las fuerzas del orden, ya con la laxitud de la Justicia.

Cualquier Gobierno, que lo que quiere es que desaparezca esta lacra, siente entonces la tentación de abandonar la firmeza de la respuesta, no siendo que por ser demasiado rígidos puedan poner en riesgo el recién abierto sendero hacia la paz. Lo hemos visto una y mil veces, aquí y en decenas de lugares en el mundo y en la historia y se abdica de lo que ha servido para poner contra las cuerdas a quienes atentan contra la convivencia social, por la razón principal de que ahora han cambiado las cosas.

No tengo ni la más mínima duda de que nuestro Gobierno quiere acabar con el terrorismo definitivamente, tampoco de que busca que los terroristas paguen por ello, pero con algunos de sus últimos pasos –de momento sólo amagos, afortunadamente- las víctimas temen que se las quiera situar en el mismo plano que a quienes las han agredido. Hablar tanto y tan pronto, cuando ni siquiera ha habido una entrega formal de las armas, de poner al asesino frente a su víctima para que muestre arrepentimiento a cambio de beneficios para aquél, suena demasiado a trampa y a nueva ofensa para éstas.

En esto y en otras cosas, la peor de las injusticias es situar el fiel de la balanza equidistante entre lo justo y lo injusto. Entre el culpable y el inocente.