domingo, 13 de marzo de 2022

Castillo para Lobo. Fortaleza para Zamora

El dos de febrero de 2020 escribí en esta misma sección: “En la última asamblea de los Amigos de Lobo se aprobó plantear para el diálogo y el debate tres opciones razonables y válidas. En orden inverso al respaldo allí manifestado, el antiguo palacio de la Diputación, en Ramos Carrión. Buen edificio para Lobo aunque no en la mejor ubicación para impulsar Zamora. El edificio del Consejo Consultivo con arquitectura y enclave adecuados, aunque con la dificultad de ser un edificio construido “ad hoc” para sede de esa institución de ámbito autonómico. Y, la que algunos hemos defendido siempre, la construcción del Centro de Arte en el Castillo, técnicamente plausible, económicamente asumible y la mejor opción para el impulso turístico, transformador y revitalizador de la ciudad y su Casco Histórico. Que la única fuerza política que respaldara la propuesta del Castillo en su programa electoral fuera Por Zamora sin éxito en las urnas no debería hacer olvidar que Zamora y Lobo deben de trascender a la mera coyuntura política. Aún está a tiempo el alcalde de rectificar su menosprecio a Lobo y a Zamora”. 

Antes de ese comentario, al menos en siete ocasiones desde que comenzó esta columna en 2007 me he referido a la necesidad  y el lujo para la ciudad y para la obra de Lobo que debe suponer la óptima conjunción de la obra del escultor y el Castillo de Zamora. En la asamblea de este año de la Asociación de Amigos de Baltasar Lobo por fin aprobamos que el Castillo debe ser la sede definitiva del Centro de Arte dedicado a la memoria y la obra de Lobo, como centro expositivo, de estudio e investigación y también para entender y dar capacidad de diálogo con el resto de artistas contemporáneos zamoranos que se nos han ido como hace tan solo unas horas el magnífico Fernando Pennetier o con los que seguimos  contando como Mezquita, Coomonte, Pedrero, San Esteban y el resto de nuestro buen catálogo artístico provincial.

Si en las elecciones de 2019 solo desde “Por Zamora” defendimos esa propuesta, estoy seguro de que dentro de un año en la nueva cita electoral habrá otros partidos y candidatos que acojan esta propuesta. Ojalá todos, incluido nuestro cerril alcalde, en esto como en tantas cosas sordo a las demandas de sus ciudadanos, que sigue sin querer escuchar a nadie y planteando como parche lo que nadie en Zamora ve como la solución o el trato digno que Lobo y la ciudad exigen y requieren.

En la vida de las ciudades a veces los caminos más obvios son los que más se tardan en recorrer. Sin embargo estoy seguro de la inevitabilidad de que lo que un día algunos empezamos y luego se truncó, se encarrile y, aunque con demasiados años de retraso, Lobo, la cultura y el arte contemporáneos sirvan para recuperar uno de los emblemas de nuestro pasado histórico y ayudar a dar el impulso que necesitamos para nuestro futuro. Un castillo para Lobo. Una fortaleza para Zamora.


domingo, 6 de marzo de 2022

El peluche y el misil. De vez en cuando la vida

De vez en cuando la vida, a la inversa que en la canción de Serrat, nos da un palo y nos recuerda que nada es inmutable y que todo se puede romper como el cristal. En la última década del siglo XX parecía imposible que la guerra llegara a Europa una vez que el imperio soviético del mal se había desmoronado sin apenas violencia. Sin embargo estalló Yugoslavia en una atroz carnicería de vecino contra vecino, amigo contra amigo durante años.

En este principio de la tercera década del siglo XXI resultaba impensable atisbar que el primero de los jinetes del Apocalipsis iba a volver a golpear en Europa y sin embargo aquí está de la mano de un presidente ruso que a los 25 años ya era un comunista asesino miembro del KGB. Ahora nos estremecen las imágenes de ciudades modernas, europeas y fruto de un estado avanzado de civilización agujereadas por el impacto de los misiles y las bombas cuando quizás solo unos días antes estábamos pensando en escogerlas como destino turístico, de estudios o de trabajo.

Suenan en el alma de cualquiera que no sea un desalmado las explosiones, los disparos y los lamentos de quiénes de un día para otro, en una madrugada como otra cualquiera vieron el mundo entero hundirse bajo sus pies. Una madrugada en la que las rutinas se acabaron y la vida les recordó que todo lo que era estable desaparecía ante el temor seguro a perder la normalidad, la convivencia, la libertad y, quizás, incluso la vida.

De vez en cuando la vida nos recuerda, al igual que la canción de Serrat o la terrible película de Roberto Benigni, que hasta en el peor de los momentos podemos hacer que sea bella. No negando lo dramático de la realidad sino demostrando la grandeza del corazón humano. Se acerca al millón y sigue aumentando, la cifra de los refugiados, sobre todo mujeres y niños, que han huido de Ucrania, del terror, de la guerra y del peligro de opresión y muerte, hacia otros países de Europa. Nos hierve la sangre a algunos y a otros se les saltan las lágrimas, cuando vemos las imágenes de las colas infinitas de quienes dejándolo todo atrás huyen con las manos abiertas y vacías mientras miran hacia atrás para ver, tal vez por última vez, a quienes se quedan para empuñar las armas de la dignidad.

Y entran en Polonia y los más pequeños son recibidos con un peluche de regalo que espante sus miedos y les ayude a conciliar el sueño que a ningún niño debería ser vedado. Y no hay campos de refugiados porque las familias polacas, siguiendo la estirpe de Juan Pablo II, el Papa que hizo caer sin violencia el muro del totalitarismo, acuden a la frontera para ofrecerles su casa, su cama y su pan, demostrando con hechos, no con palabras a quienes solo unos días antes los tildaban de xenófobos que entre el peluche y el misil sólo uno es el lado de los buenos.