domingo, 26 de abril de 2020

Sensato, coherente y eficaz

A la espera de que la línea descendente de contagios refuerce su pendiente, se consoliden los avances en su tratamiento y se complete el desarrollo de la vacuna, se deberían acelerar los pasos para la reconstrucción social y económica. Para ello, lo primero sobre lo que políticos y ciudadanos deberíamos reflexionar es sobre cuál es el mejor gobierno que España puede tener en función de los resultados electorales. 

En la cita del pasado noviembre los españoles decidieron otorgar la confianza mayoritaria al PSOE de Pedro Sánchez, mayoría escasa, pero mayoría indiscutible al fin y al cabo, seguido del Partido Popular a corta distancia, pero por detrás. Escribo este párrafo con estas dos verdades de perogrullo porque en el resultado individual de cada fuerza política se acaban las obviedades. A partir de ahí el terreno de juego estaba y está abierto a los pactos, los apoyos y las líneas políticas, sociales y económicas que se quieran adoptar para sacar a España adelante. 

El actual gobierno, surgió de una mutua necesidad de autodefensa entre dos partidos y dos líderes que perdían cada uno setecientos mil votos frente al resultado obtenido en abril. Un gobierno de coalición muy tendido a la izquierda, previsto para transformaciones de corte ideológico más que práctico, en tiempos de estabilidad y bonanza y apoyado por aquellos otros partidos que más que a construir el bien general, buscan hacerse fuertes en la debilidad del apoyado. El Covid 19 ha cambiado el escenario con la fuerza del viento surgido de una explosión nuclear y sus devastadores efectos, más allá del dolor por las decenas de miles de muertos, se mantendrán y agravarán durante semanas, meses o, dependiendo de cómo se gestionen, quizá años. Para una situación tan radicalmente distinta no puede servir, nunca sirve, la misma opción de gobierno, la misma aritmética parlamentaria, algo que vamos viendo a marchas forzadas cada día que pasa.

Para un verdadero plan de reconstrucción de las bases de nuestra convivencia, economía y bienestar, urge un gran pacto que no sea de trileros o ventajistas, sino verdaderamente de Estado, entre las dos fuerzas que mayoritaria e históricamente representan al centro izquierda y al centro derecha. La socialdemocracia y el liberalismo. Con mutua lealtad y sobre todo lealtad a los españoles, no debería tenerse por descabellado un gran gobierno de coalición PSOE-PP al que sumaran su respaldo otras fuerzas parlamentarias. 

Presidido por el propio Sánchez o quien el PSOE designe y que tome en cuenta el contexto histórico y geográfico, siglo XXI y dentro de la Unión Europea, sin veleidades de utopía totalitaria o postulados que nos retrotraigan y nos aíslen en un mundo ya indefectiblemente global. Un gobierno con seriedad y disciplina en el cumplimiento presupuestario que dé confianza a nuestros socios europeos y a las grandes corrientes de capitales internacionales y que se vuelque en las prioridades reales, con especial esfuerzo en el sostenimiento social, del empleo y la recuperación del tejido productivo. Para uno o dos años, un gobierno sensato, coherente y eficaz.

domingo, 19 de abril de 2020

Al huerto no vamos en metro

Pese a seguir sin llevarse a cabo la única medida que otorgaría certidumbre: la realización de test, test y más test, se habla ya de la salida del confinamiento al que el estado de excepción, encubierto como estado de alarma, nos ha obligado. Restricciones aceptadas unánimemente, con disciplina y responsabilidad encomiables, tanto en los focos más potentes de la extensión de la enfermedad como en aquellos en los que fundamentalmente se conocía por los medios de comunicación.

Ahora, tras un mes y lo que falte por venir, con la misma lealtad con la que en zonas como la despoblada provincia de Zamora hemos aceptado la tabla rasa, es decir, que se se hayan marcado las mismas cortapisas a la libertad de movimientos y de actividad que a focos de contacto tan potentes como las grandes ciudades, debemos recordar desde Zamora, y todo eso que se ha dado en llamar con el horrible nombre de “la España vaciada”, que la peor de las injusticias estriba en tratar exactamente por igual situaciones que son muy distintas.

A la periferia, y más a la periferia inhabitada y escuálida en actividad económica, nos perjudica estar alejados de los centros políticos de decisión y más aún de los lugares en que los medios de comunicación nacionales tienen sus sedes principales. Si el centro de la pandemia en España, en lugar de en Madrid, se hubiera situado en una comarca de Zamora, en el conjunto de la provincia, o incluso en una comunidad autónoma como por ejemplo Extremadura o Aragón, el confinamiento, el cierre del comercio y la paralización de otras actividades económicas y vías de comunicación se hubiera circunscrito a ese territorio y no al conjunto de España.

Dicho eso, cuando corresponde planificar la “desescalada”, no es justo ni estaría justificado que ésta se dé por igual en los centenares de pequeños pueblos rurales que no tienen (muchos ni han tenido) ningún caso activo, en los que hablar de multitudes o concentraciones de personas es un imposible en sí mismo, que en lugares en los que cada día siguen siendo hospitalizados decenas o centenares de nuevos contagiados y cada habitante, a diario, tiene contacto con muchos otros, simplemente desplazándose en metro a su centro de trabajo o estudios, saliendo a comprar o disfrutando de zonas de ocio y esparcimiento o deportivas. En ámbitos más amplios, no es lo mismo la vuelta a la actividad en el conjunto de la provincia de Zamora, con la menor afectación de Castilla y León, que en las ciudades de Madrid, Barcelona, Valladolid o Salamanca.

En los territorios menos fuertes económicamente las crisis empiezan en el mismo momento que en los más desarrollados pero, por el menor dinamismo, sus efectos se prolongan durante más tiempo. Políticos y agentes sociales deberían ir planteando esta postura, sin arriesgar la salud de los zamoranos pero defendiendo nuestro tejido económico. Porque aquí en el pueblo (también Zamora lo es), para ir al huerto, al trabajo, al colegio o a la tienda, ni usamos mucho el metro ni lo hacemos amontonados.

domingo, 12 de abril de 2020

Los sanitarios primero

Que de 161.000 afectados reconocidos oficialmente en España, 28.000 sean personal de centros sanitarios constituye la más indecente cifra de todas las lamentables cifras que la pandemia nos está dejando. Casi dos de cada diez contagiados forman parte del ámbito profesional que más deberíamos haber protegido, porque su indemnidad es nuestra mejor defensa. 

Que al comienzo de los ingresos hospitalario los profesionales de la sanidad carecieran de medios de protección adecuados tiene poca justificación cuando lo de China se supo a finales del pasado año, la OMS advirtió reiteradamente en enero y febrero o cuando en los propios ministerios, ya antes del famoso y fatídico 8 de marzo, se habían comunicado medidas de protección para lo que se sabía ya oficialmente (aunque no públicamente) que se nos venía encima. Italia nos llevaba un par de semanas de ventaja y, quizás por eso, se había recomendado y procedido a cancelar todos los congresos y convenciones médicos previstos desde primeros días de marzo, ¿alguien puede defender aún que no hubo tiempo para prever la dotación de material suficiente?

Pero que un mes después de decretarse el estado de alarma nuestros profesionales sigan careciendo de los imprescindibles medios de protección es, y así lo están diciendo los tribunales, susceptible de exigencia de responsabilidades administrativas y penales. Mientras sabemos de políticos, algunos de los cuales lo han dicho públicamente, que se han hecho varios test para determinar el contagio ya desde el minuto uno y conocemos que, probablemente, ningún parlamentario nacional, miembros de los gobiernos nacional y autonómicos o altos cargos de la administración se ha quedado sin su test, nuestros sanitarios siguen en muchas ocasiones sin podérselos hacer ni tan siquiera cuando  se confirman los contagios de compañeros con los que trabajan codo con codo durante jornadas de 12 horas en ambiente de máximo riesgo.

Quizá por deformación profesional como abogado, pienso que no basta aplaudir todos los días a las ocho de la tarde. Está bien hacerlo, porque tranquiliza nuestras conciencias y transmite el calor y el agradecimiento a quienes cada hora están arriesgando su salud y la de sus familias por todos nosotros. Los que sacrifican su tiempo y salud para que el resto recuperemos los nuestros lo más rápidamente posible. Hablo fundamentalmente de los profesionales de la medicina, enfermería y resto de personal auxiliar. Podría hacerlo también de los miembros de los cuerpos y fuerzas de seguridad. Los homenajes están muy bien para los muertos o para los supervivientes una vez terminada la batalla. También para reconocer la labor y el valor en tiempos de normalidad. Pero cuando estamos en mitad de la batalla, el único homenaje que de verdad sirve es el apoyo material y la exigencia del mismo a los poderes públicos. 

Como sociedad tenemos la obligación moral de impulsar la determinación de responsabilidades por el riesgo al que injustamente han sido sometidos estos profesionales y, como nación, de respaldar la compensación por los daños físicos (en no pocos casos hasta la muerte) y morales producidos. Sin o con tribunales de por medio, es lo mínimo que les debemos. Además de un infinito agradecimiento.

domingo, 5 de abril de 2020

El hombre que no quiso ser ministro (II)

El viernes hubiera sido su cumpleaños. Pepe Folgado contaba con infinito agradecimiento cómo, al igual que ocurrió con tantos en los míseros pueblos de la España rural, un día el maestro y el cura de su pueblo fueron a su casa para decirle a sus padres: “Este niño debe estudiar, tiene la capacidad para seguir adelante más allá de la educación que en este pueblo puede recibir”. De dar posibilidades a los hijos de quienes carecían de medios suficientes se encargaban por aquel entonces los seminarios de la Iglesia y las becas del Estado.

Creyente siempre, nunca olvidó la oportunidad brindada y siempre procuró devolver a la sociedad el bien recibido con el esfuerzo y la voluntad en forma de trabajo, y dedicación. Quizá por eso su puerta siempre estaba abierta y su teléfono accesible. Así fue cuando desde el Ayuntamiento de Zamora, gracias a la conexión de la gran alcaldesa de Morales del Rey, Ana Riesco, el alcalde Antonio Vázquez contactó con él, demostrando una vez más que a Zamora no se la defiende encerrado en un despacho sino moviéndose, porque hasta lo que se quiere regalado suele requerir importantes esfuerzos.

A Folgado y por él a unos cuantos altos cargos de la Administración debe Zamora en una medida importante haber sido junto a Cartagena, la capital de España que más fondos europeos gestionó per cápita en un determinado momento. Y le debemos proyectos concretos y determinantes en la transformación urbana que han hecho su trama actual rescatando toda la fuerza de su historia y patrimonio. 

Pero siempre se alejaba del protagonismo y atribuía el mérito en exclusiva de conseguir fondos para los proyectos del Casco Histórico, de los Barrios Bajos y La Horta, del barrio de La Lana, de la recuperación e integración paisajística y natural de las márgenes del Duero, de Santa Clara o San Torcuato, de la ampliación de la Ciudad Deportiva, de los múltiples proyectos de integración social y de empleo para personas en riesgo de exclusión, para mujeres y jóvenes o de la construcción de los aparcamientos subterráneos de Constitución y San Martín, a que eran proyectos bien elaborados, técnicamente impecables y que habían sabido encajar las necesidades de la ciudad en la filosofía que la Unión Europea buscaba en sus programas de desarrollo y cohesión regional.

Pero también en política, obras son amores y no buenas razones y sin la orientación y el cariño de Pepe hacia una ciudad a la que prácticamente no conocía con antelación, poco de aquello hubiera sido posible. Cierro con algo más anecdótico pero descriptivo de su forma de ser. Cuando el hombre que prefirió ser Secretario de Estado a Ministro fue designado candidato a diputado por Zamora, tras elegirme para dirigir su campaña en la provincia junto a una de sus personas de confianza en Madrid, Ana Cuevas, y le pregunté cuál era su idea inicial, su respuesta inmediata fue “quiero conocer cada rincón de la provincia, a cada alcalde y cada necesidad”, ésa es mi prioridad. Y una vez más cumplió, porque José Folgado siempre cumplía. Algún día Zamora corresponderá y dedicará una calle, una plaza o un rincón a su memoria. Desde aquí, y desde hoy lo dejo propuesto. Gracias, don José.