A la espera de que la línea descendente de contagios refuerce su pendiente, se consoliden los avances en su tratamiento y se complete el desarrollo de la vacuna, se deberían acelerar los pasos para la reconstrucción social y económica. Para ello, lo primero sobre lo que políticos y ciudadanos deberíamos reflexionar es sobre cuál es el mejor gobierno que España puede tener en función de los resultados electorales.
En la cita del pasado noviembre los españoles decidieron otorgar la confianza mayoritaria al PSOE de Pedro Sánchez, mayoría escasa, pero mayoría indiscutible al fin y al cabo, seguido del Partido Popular a corta distancia, pero por detrás. Escribo este párrafo con estas dos verdades de perogrullo porque en el resultado individual de cada fuerza política se acaban las obviedades. A partir de ahí el terreno de juego estaba y está abierto a los pactos, los apoyos y las líneas políticas, sociales y económicas que se quieran adoptar para sacar a España adelante.
El actual gobierno, surgió de una mutua necesidad de autodefensa entre dos partidos y dos líderes que perdían cada uno setecientos mil votos frente al resultado obtenido en abril. Un gobierno de coalición muy tendido a la izquierda, previsto para transformaciones de corte ideológico más que práctico, en tiempos de estabilidad y bonanza y apoyado por aquellos otros partidos que más que a construir el bien general, buscan hacerse fuertes en la debilidad del apoyado. El Covid 19 ha cambiado el escenario con la fuerza del viento surgido de una explosión nuclear y sus devastadores efectos, más allá del dolor por las decenas de miles de muertos, se mantendrán y agravarán durante semanas, meses o, dependiendo de cómo se gestionen, quizá años. Para una situación tan radicalmente distinta no puede servir, nunca sirve, la misma opción de gobierno, la misma aritmética parlamentaria, algo que vamos viendo a marchas forzadas cada día que pasa.
Para un verdadero plan de reconstrucción de las bases de nuestra convivencia, economía y bienestar, urge un gran pacto que no sea de trileros o ventajistas, sino verdaderamente de Estado, entre las dos fuerzas que mayoritaria e históricamente representan al centro izquierda y al centro derecha. La socialdemocracia y el liberalismo. Con mutua lealtad y sobre todo lealtad a los españoles, no debería tenerse por descabellado un gran gobierno de coalición PSOE-PP al que sumaran su respaldo otras fuerzas parlamentarias.
Presidido por el propio Sánchez o quien el PSOE designe y que tome en cuenta el contexto histórico y geográfico, siglo XXI y dentro de la Unión Europea, sin veleidades de utopía totalitaria o postulados que nos retrotraigan y nos aíslen en un mundo ya indefectiblemente global. Un gobierno con seriedad y disciplina en el cumplimiento presupuestario que dé confianza a nuestros socios europeos y a las grandes corrientes de capitales internacionales y que se vuelque en las prioridades reales, con especial esfuerzo en el sostenimiento social, del empleo y la recuperación del tejido productivo. Para uno o dos años, un gobierno sensato, coherente y eficaz.