domingo, 26 de junio de 2022

El incendio del nunca más

Desolación es la palabra más escuchada estos días tras la tragedia medioambiental del incendio de la Sierra de la Culebra. El incalculable alcance del daño producido a la fauna y la vegetación en las treinta mil hectáreas arrasadas por el fuego nos deben llevar a la reflexión pausada pero profunda. Huyendo del llanto estéril y la vencida resignación en la que con tanta facilidad caemos los zamoranos y sin, por otro lado soliviantarnos de cara a la galería en el grito por el grito, el insulto o la irracionalidad.

Es necesario reflexionar sobre el origen, el desarrollo y los efectos del fuego. Para ello, si lo permite la política, esa mancha que parece inevitable que se extienda como el manto de ceniza sobre todo y sobre todos, debería darse transparencia, luz y taquígrafos para todos los informes técnicos que se emitan por parte de los funcionarios y responsables de la Junta de Castilla y León. No para que unos se los arrojen a otros a la cabeza, en la interminable guerra de los buenos y los malos que cambian según el lado desde el que se mire, sino para que pongamos los medios técnicos, humanos y, sobre todo, de sentido común, para que no vuelva a ocurrir ni en la provincia ni en la Comunidad Autónoma una hecatombe de tal magnitud.

Deben llegar dimisiones o ceses. Pero antes de pedirlos disparando hacia arriba sin más, lo que suele terminar con la caída de alguna cabeza de rango intermedio a la que pronto se ubica en otro lugar mientras se aprovecha para cerrar en falso cualquier investigación en profundidad, conviene que exijamos conocer con detalle cuáles han sido los fallos que han impedido una mejor prevención (no del incendio si se confirma que fue fortuito, sino de la intolerable escala que adquirió), los errores que impidieron un despliegue más rápido, efectivo y coordinado, si es que este era posible, de los medios existentes de las administraciones regional y central. Y, a pesar de que las condiciones meteorológicas eran las peores posibles, con muy altas temperaturas y vientos fuertes, es necesario conocer casi hora a hora por qué se adoptaron las decisiones que se tomaron y no otras porque 30.000 hectáreas después es evidente que las cosas no se hicieron bien y el daño es ya irreparable.

Después de la catástrofe debe llegar una redefinición de la estrategia de protección y lucha contra los incendios, sobre todo en las áreas especialmente sensibles. La gestión de lo público consiste en el establecimiento de prioridades para la asignación de los recursos presupuestarios disponibles y, quizás, estamos en unos tiempos en los que el dinero se dedica con demasiada soltura a nuevas necesidades no tan esenciales como algunas otras que políticamente son menos vistosas hasta que llega el desastre.

Por último, menos fotos y desplazamientos de los políticos y más apoyo para recuperar y relanzar el entorno natural y la actividad económica en todo el área afectada. Las cifras mencionadas hasta ahora no dejan de ser ridículas y algunas directamente insultantes. Que nunca más, no se quede en dos palabras.


domingo, 19 de junio de 2022

Llamaradas y Enlaces

Ante el drama y la desolación que causan las imágenes y los testimonios de los habitantes de los municipios afectados por el descomunal incendio que mantiene en vilo a la provincia faltan las palabras y a la vez sobran. Es muy difícil o casi imposible apoyar los dedos sobre el teclado y escribir con optimismo de algo que no consiga tapar el humo del terror rojo del fuego. Días habrá, no obstante, para el análisis y evaluación de los daños, muy difícilmente reparables de una catástrofe de tal magnitud. Para abordar si las políticas de prevención son adecuadas o suficientes. Para determinar si el modelo de gestión del medio ambiente o, mejor aún, del medio rural y la coexistencia entre el hombre y la naturaleza mantienen el justo equilibrio para que los pobladores sean los máximos defensores de su entorno y no que se sientan atacados por un enjambre de normas que más bien parecen dirigidas a expulsarlo del territorio que a regular el uso, disfrute y explotación de nuestros campos y montes.

Hoy tenía previsto escribir y así lo hago, de otras llamaradas. Estas positivas y esperanzadoras para la depauperada y despoblada provincia de Zamora. “Siempre la claridad viene del cielo”, nos regaló en verso nuestro poeta Claudio Rodríguez. Siempre la luz viene del pensamiento, de la ciencia, la investigación y el conocimiento. Tomar distancia y ganar perspectiva facilita encontrar la salida del laberinto. 

Búsqueda de una salida a la despoblación, al envejecimiento, a la caída de la actividad económica, es lo que pretende, como el mitológico hilo de Ariadna, ser el programa de actuaciones que durante los cuatro próximos años va a desarrollar la Universidad Complutense de Madrid en la provincia de Zamora de la mano del Círculo de Autónomos y Emprendedores de Castilla y León (CyLCAE), en el que participo al frente de un magnífico equipo directivo y de gestión y con la acogida y respaldo decidido e inmediato de la Fundación Rei Afonso Henriques y la vicepresidencia segunda de la Diputación. 

Un proyecto que, este año en forma de experiencia piloto con 35 participantes, la mayor parte profesorado e integrantes de los vicerrectorados de Estudiantes y de Emprendimiento e Innovación, explora posibilidades de inmersión de alumnos de múltiples disciplinas universitarias en el entorno, el terreno y con los habitantes de nuestra provincia y la zona transfronteriza con Portugal. Estudiantes que aprenden a conocer y valorar esa otra España tan alejada socioeconómicamente de la capital del reino y que, realizando trabajos de investigación científica, creación artística y  emprendimiento nos traen llamaradas de futuro, no con grandes proyectos sino con acciones tan de escala humana y adaptadas al entorno que son las que verdaderamente permiten la transformación de las expectativas de desarrollo humano y territorial.

La iniciativa, que empezó a germinar en tertulia de noche de verano, tenderá puentes, enlaces entre la más importante universidad española y una Zamora que no se resigna estar vacía sino llena de oportunidades y de futuro para sus habitantes, por igual urbanos y rurales. Aprender de quienes estudian y de quienes saben.


domingo, 12 de junio de 2022

Contenedores y contenidos

Es digno de estudio -mucho más amplio que las pinceladas que caben en una columna de menos de quinientas palabras- el grado de desmantelamiento de la calidad de los servicios municipales en el que, entiendo que más por omisión o desidia que por acción consciente, está inmerso el desnortado equipo de gobierno del Ayuntamiento de la ciudad de Zamora.

En estas mismas páginas concurrían esta semana dos informaciones indicativas de la incapacidad del alcalde Guarido y su guardia de corps más cercana para gestionar con un mínimo de dignidad las necesidades de una capital de provincia que por pequeña que sea requiere trabajo, esfuerzo, dedicación y voluntad de hacer las cosas bien para que a la decadencia de su vida y actividad socioeconómica no se sume como las termitas a la madera endeble la nulidad de nuestro ejecutivo local. Se hablaba por un lado de la pérdida por abandono, parece que definitivo con este gobierno municipal, del Centro de Interpretación de las Ciudades Mediavales. Concebido como punto neurálgico para la recepción de visitantes y de partida para la visita del casco histórico, tras un breve pero necesario y estimulante recorrido teórico-práctico por la estructura y el desarrollo de los cascos históricos de las ciudades medievales y concretamente por la singularidad del de Zamora

Siete años lleva de alcalde Guarido y salvo decirnos que las mariposas polinizan por si alguien quiere venir a verlas en acción, no se conoce ninguna iniciativa alguna para potenciar un sector, el turístico, que debería ser el principal generador de recursos para la economía de la capital. Así lo sería si la línea ascendente en datos de ocupación hotelera y creación de nuevas plazas no se hubiera truncado a partir de 2008 y no se mantuviera aparcada en estos siete últimos años. El del centro de interpretación es solo un aldabonazo más junto al rechazo absurdo a la potenciación conjunta de la obra de Lobo y el Castillo y a tantos otros pequeños o grandes atropellos fruto del desconocimiento, la soberbia y la desidia.

En paralelo, los medios se hacían eco del comienzo de actividad de la nueva contrata de la recogida de basuras con la llegada de los nuevos contenedores de recogida. “Por fin”, añadían algunos. Pues sí, por fin, porque hacerlo a unos meses del final de su segundo mandato como alcalde supone más demérito que mérito en alguien que ya hace 7 años, y también hace 22, estaba en el ayuntamiento. Demérito porque él mejor que nadie tenía que saber que el contrato que hasta estos días ha estado vigente provenía del año 2.000 y estaba vencido sin posibilidad de prórroga justo desde el año en que llegó a la alcaldía. Siete años para poner contenedores (y no de los de mejor calidad del mercado) y adjudicar el nuevo contrato nos dan buena muestra de cómo el ritmo de trabajo y acierto de nuestros munícipes es infinitamente menor que el de la caída al vacío de una ciudad que, sin embargo, durante algunos años demostró que podía avanzar y transformarse para generar progreso y oportunidades para sus ciudadanos.


domingo, 5 de junio de 2022

Ladridos de los perros a la luna

El posible cese de actividad de la fábrica de Siro en Toro, una de las fábricas más importantes de la provincia por número de empleados es otro aldabonazo a la confianza en el futuro de nuestra provincia y la enésima llamada de atención para todos los zamoranos que siguen resignados o miran para otro lado cuando de ver la  desastrosa situación de una provincia en la que los máximos representantes institucionales -y me da igual el partido político- ya ni se molestan en fingir que saben cómo sacarnos del declive o en aparentar que están trabajando en algún tipo de estrategia de desarrollo.


Llueve tanto sobre mojado sobre el terreno de nuestra decadencia provincial que asumimos que el pantanoso es nuestro estado natural. Quizás nos salva que no tenemos las calles llenas de zamoranos buscando empleo, no porque haya ocupación laboral para nuestras gentes sino porque los jubilados y prejubilados ocupan los espacios y porque nuestros jóvenes no provocan tensión laboral porque se marchan y ya no vuelven más que al ruido del Duero en Semana Santa y Navidades o a llenar de vida y nostalgia nuestros pueblos en verano.


Algunos, aún procuramos poner el grito en el cielo para denunciar ante la sociedad y los dirigentes políticos que aún siguen aquí y no de los más espabilados, que han buscado refugio y acomodo en Madrid o Valladolid, que esta provincia se hunde y a cada golpe resulta más difícil que vuelva a salir a flote. Unos lo hacen por valientes, otros posiblemente lo hagamos por estúpidos. En cualquier caso da lo mismo, predicamos en el desierto. Gritamos que el rey está desnudo, que Zamora languidece y quienes tienen la obligación de preocuparse y actuar sestean y solo piensan en las siguientes elecciones y en que en una sociedad adormecida nada va a cambiar significativamente. Nuestros gritos no dejan de ser, en verso de Bécquer, ladridos de los perros a la luna.


Mientras tanto unos exaltan el comunismo -que hace falta estar zumbados y ser malas personas para adorar y propugnar el régimen más opresor y asesino de la historia de la humanidad- y ocultan tras palabras huecas, trampantojos en fachadas y festivales “de militancia” su incapacidad, dejadez y desidia, otros dejan que el tiempo transcurra, como las aguas del Duero, hacia abajo, lenta pero incansablemente. Otros no se dan cuenta de que la solución del día a día para Zamora no va a venir de tres o cuatro lemas de corte patriótico como si nuestros problemas socioeconómicos y productivos se salvaran con un conjuro. Y el resto hacen de su ubicación dentro del clan partidista el objeto de su batallar y no dedican las fuerzas a arañar y morder por Zamora.


No, con todo lo que de dramático supone el posible cierre de Siro para sus trabajadores y familias, no es el devenir de una empresa concreta lo que define nuestro futuro, sino la falta de alternativas. De impulso institucional y social para que cuando unas empresas caigan otras germinen, crezcan y hagan que el saldo del crecimiento del empleo y la actividad sea positivo. Ladridos, en fin.