domingo, 18 de diciembre de 2016

Relevo en la Semana Santa

La primera mujer en ostentar la presidencia de la Junta Pro Semana Santa de Zamora se llama Isabel García Prieto tras una elección tan pacífica, a simple vista, que sorprende y brilla con luz propia en una institución tan sistemáticamente dada a los enfrentamientos, la polémica y las no menos absurdas que vergonzantes luchas de poder entre cofradías, entre los miembros de cada cofradía y entre esos grupos transversales “multicofradía” que habitualmente bailan en el curioso y siempre latente juego de tronos que tan bien caracteriza a Zamora y los zamoranos.

Sin estar habituado a navegar por los entresijos de la organización de la Pasión zamorana, tengo para mí que su predecesor ha sido un buen presidente, un hombre paciente, calmo y con mano izquierda enfundada en el guante de su sencillez de carácter. Un pacificador, me dijo alguien, según parece con acierto. Por el bien de nuestra principal manifestación cultural y recurso turístico, más allá de la propia expresión religiosa, de la que nace y para la que en esencia se hace, o debería, confío en que su sucesora conserve y mejore el legado que recibe. Se abre, pues, sin ruido, que es la mejor de las músicas, una etapa esperanzadora y, a juzgar por intenciones y equipo, transformadora.

La Semana Santa esta vez ha dado un paso al frente y, en una institución tan históricamente “masculina”, sin necesidad del establecimiento de cuotas ni de grandes artificios o demostraciones, ha optado muy mayoritariamente por depositar el báculo de mando en manos de una mujer. Tras años de lucha por abrir brecha en muchas cofradías, viene a ser el broche a la conquista, sí aún inacabada, de la presencia de pleno derecho de la mujer en el primer plano de la gran semana de nuestra ciudad.

De los retos que tienen por delante ella y su equipo, otros con más conocimiento les contarán. No faltará la información, el análisis y también la inevitable intoxicación en una ciudad en la que, para bien o para mal, somos más dados a lamentarnos por la muerte que a luchar por la vida; en la que durante un mínimo de nueve meses al año no hay ideal, empresa o frontera más importante para muchos de sus cidudadanos que la Semana Santa, lo cual respeto, por mucho que crea que es menos virtud que pecado.

La última buena nueva del cambio habido viene de valorar que si importante es saber llegar, más difícil es saber irse. Y así parece estar haciéndolo el presidente saliente, Antonio Martín Alén. Con normalidad, otra vez sin ruido ni estridencia, reconociéndose perfectamente sustituible. Guadando el orgullo por el trabajo hecho y sin temores de que con libertad, quienes vengan después puedan variar la trayectoria.  


Creo del irónico Chesterton, primero convertido del agnosticismo al cristianismo anglicano y posteriormente al catolicismo, la siguiente cita: “La humildad es una virtud tan práctica, que los hombres se figuran que debe ser un vicio”. Feliz Navidad, amigos.

domingo, 11 de diciembre de 2016

Tontolaba

En todo roscón de Reyes que se precie se esconden un regalo y un haba. Quien encuentra aquél es afortunado mientras que quien se topa con ésta, queda investido como el tonto del haba, o tontolaba, que ha de pagar el roscón.

A un cómico nacido en Reus, de madre murciana, le parece mal que en Sanabria haya una pequeña estación para dar servicio al AVE. Aunque le viene bien porque le ha permitido hace unos días montar sobre ello una parodia con la que dar inicio a su programa de televisión. Es un cómico de estos que va de moderno, viste de moderno y habla con el desprecio con el que algunos de estos que van de modernos y visten como se supone que deben ir uniformados los modernos lo hacen de las cosas que están un poco más allá de la punta de sus narices y los números de su cuenta corriente.

Visto el perfil, me parece bien que le parezca mal. Las cuestiones técnicas que hacen necesario ese punto intermedio entre otros dos, alejados en el recorrido no le importan. Tampoco el hecho de que permita la llegada y la salida de viajeros de una amplia área geográfica a través del que hoy en España es el mejor medio de comunicación o lo que ello modestamente pueda aportar al desarrollo de algunas de las zonas y provincias más deprimidas de España.

Como cómico su trabajo consiste en hacer reír a los espectadores. Como Landa o López Vázquez, como Arévalo, Tip o Coll o Chiquito de la Calzada. ¿Que esas comparaciones quizás no le gusten?, pues qué le vamos a hacer, no los veo yo peores actores ni humoristas que Andreu Buenafuente. También ellos, hace treinta o cuarenta años parodiaban a las gentes de la España rural. Con una diferencia, en ellos se apreciaba cariño y limpieza. En los Buenafuentes o Wyomings el desprecio clasista del engolado ricacho que presume de no serlo. Hemos de reconocerle eso sí al de Reus lo valiente e ingeniosa que fue la forma en que cerró el monólogo de marras; que pronto sabremos, dice, de qué político son los terrenos en los que se va a construir. Valiente el tío, no lo he seguido nunca, pero llevo tres días buscando sus parodias sobre los Pujol, los Prenafeta, Mas y otros cuantos. No los encuentro, pero sigo buscando.

El problema no está en él, sino en nosotros, que damos más eco al “showman” que al filósofo o al académico. Ahora que el informe PISA dice que en Zamora, con menos medios, se está impartiendo a los estudiantes de primaria la mejor educación de España, confiemos en que los buenos maestros enseñen a nuestros hijos y éstos a nosotros, a distinguir entre la palabra de un sabio y la de un tontolaba. Por mucho que este último pueda venir de la tierra a la que, en dictadura o democracia, siempre tocó el regalo mientras nosotros  pagábamos el roscón.

domingo, 4 de diciembre de 2016

De nuevo un "montoro"

Corría el año 1983 cuando en el primer gobierno de Felipe González, el ministro Javier Moscoso dictaba una instrucción por la cual los funcionarios públicos en lugar de beneficiarse de la subida salarial del doce por ciento que les correspondía de acuerdo al incremento del índice de precios al consumo (IPC) de aquel año, obtendrían seis días de libre disposición para asuntos particulares. La fórmula no tuvo menos éxito que el nombre, ya que esos días han permanecido y aumentado en cantidad con el paso del tiempo y se han consagrado -hasta en el diccionario de la Real Academia- con el nombre de “moscosos”.

Con el sinvivir de estos años en los que según Zapatero la crisis nunca empezó y según Rajoy acabará por sí misma, nuestro recién prorrogado gobierno empieza a hacernos añorar el año que hemos vivido con ministros en funciones, presidente de mitin, parlamentos intermitentes y nuevas legislaciones paralizadas. No es por volver a recordar el optimista augurio de Borges de que algún día mereceremos no tener gobierno o por seguir los aplausos de algunos de los más ortodoxos liberales que veían, el lado bueno de la inestabilidad político-electoral en el hecho de que mientras no hubiera gobierno en plenitud de facultades no nos subirían los impuestos y la economía podría respirar por sí misma.

Mirando los datos con distancia y frialdad, el año transcurrido, de otoño a otoño, desde la convocatoria electoral de 2015 a la investidura del nuevo gobierno Rajoy, ha sido un próspero período. Mejora de la actividad industrial, crecimiento del producto interior bruto y reducción del desempleo. Ha sido también el único periodo de doce meses desde que hace cinco años tomara posesión el actual presidente en que los tributos han descansado en su escalada.

Ahora hemos vuelto al duro y crudo invierno y aquí con capa y colmillo renovados, vampiro Montoro, antiguo liberal (se decía), vuelve a ser el amo de la pista. Ataca, sangrando obsesivamente a autónomos, empresas y contribuyentes en general mientras sonríe en televisión con esa mueca cinematográfica que merece título de película de terror de serie B.

Sociedades, impuestos especiales, catastrazo y a las bebidas azucaradas componen solo el inicio de la larga ristra que nos espera entre la conformidad de unas izquierdas que, ancladas en el anacronismo, siguen defendiendo que el dinero de cada uno de nosotros es mejor que nos lo administren otros, no siendo que cayendo en el egoísmo nos dé por empezar a crear riqueza, generar empleo y sembrar prosperidad en lugar de permitir la supervivencia de unas administraciones públicas hipertrofiadas y alimentadas con el suero intravenoso del gasto incontrolado. De unos recursos que, por ser de todos, no son de nadie. Con esto España no va a ir mejor. Aunque, el ministro quizás alcance , como Moscoso, la inmortalidad para su nombre y a sablazo, saqueo, asalto o pillaje, podamos unir otro sinónimo de abusivo incremento de la carga fiscal. “Hagamos otro montoro", podrán decir sus sucesores.