Cuando Bono, cantante del grupo U2 crea una fundación para captar fondos
con los que ayudar al tercer mundo, la progresía mundial pide para él el Nobel
de la paz. Cuando se descubre que su gestión es todo menos clara, que el
destino de los fondos básicamente se divide en un uno por ciento para programas
de ayuda y un noventa y nueve por ciento para pagar los sueldos de quienes
trabajan en ella, publicidad y obsequios diversos, no sólo no le retiran su
apoyo, sino que tratan de acallar cualquier crítica y evitar que se difunda.
Cuando en España un emprendedor ejemplar, nuestro empresario de más
éxito internacional, decide donar veinte millones de euros, no de otros sino
propios, para que Caritas pueda seguir desarrollando su incomparable e
insustituible labor social, a lo más granado de nuestra progresía les brota un
sarpullido en la piel que parece va a provocarles la asfixia de un momento a
otro.
De nada sirve que atravesemos uno de los momentos más duros en lo
económico y lo social en muchas décadas. Hay que seguir siendo sectarios, no
siendo que el ejemplo de Ortega cunda y se empiece a demostrar que son
organizaciones como Caritas las únicas que de verdad están al lado de los más
desfavorecidos. No el Estado a pesar de abrasarnos a impuestos a ciudadanos y
empresas. No los sindicatos a pesar de llenárseles la boca de discursos trasnochados
y los estómagos de subvenciones públicas.
Es Caritas la que consigue evitar que se den muchos más casos como el
del hombre que se suicidó esta misma semana, minutos antes de que fuera a ser
desalojado de su vivienda tras un desahucio bancario. Es Caritas la que da
alimento en los comedores sociales que no se habilitan en las sedes sindicales,
ni en las de los partidos políticos por mucho que presuman de sociales y
solidarios. La que viste a aquellos a los que este Estado del Bienestar caro e
ineficiente no evita dejar en pelotas.
Una vez más, Amancio
Ortega ha demostrado su tino, su capacidad para saber discernir en medio del
bosque oscuro cuál es el sendero por el que puede entrar algo de luz. Eso sí,
Ortega es sospechoso para las Etxebarrías de turno porque se ha hecho rico a
base de trabajar y no de subvenciones. A base de pensar las cosas y hacerlas bien
y no de ocurrencias llamativas. De tener mentalidad avanzada y visión global y no
de ir de avanzados y ser en realidad unos retrógrados como la mayoría de esos
progres a los que su gesto, que es mucho más que un gesto, ha irritado
sobremanera.
Ortega trabaja y arriesga.
Crea riqueza y empleo cada día durante toda su trayectoria empresarial y hasta
es capaz de ver cuándo tiene que ir apartándose porque ya su empresa necesita
otros bríos. Hace con su dinero lo que quiere y además con lucidez.