domingo, 28 de octubre de 2012

Sarpullido Etxebarría


Cuando Bono, cantante del grupo U2 crea una fundación para captar fondos con los que ayudar al tercer mundo, la progresía mundial pide para él el Nobel de la paz. Cuando se descubre que su gestión es todo menos clara, que el destino de los fondos básicamente se divide en un uno por ciento para programas de ayuda y un noventa y nueve por ciento para pagar los sueldos de quienes trabajan en ella, publicidad y obsequios diversos, no sólo no le retiran su apoyo, sino que tratan de acallar cualquier crítica y evitar que se difunda.  

Cuando en España un emprendedor ejemplar, nuestro empresario de más éxito internacional, decide donar veinte millones de euros, no de otros sino propios, para que Caritas pueda seguir desarrollando su incomparable e insustituible labor social, a lo más granado de nuestra progresía les brota un sarpullido en la piel que parece va a provocarles la asfixia de un momento a otro.

De nada sirve que atravesemos uno de los momentos más duros en lo económico y lo social en muchas décadas. Hay que seguir siendo sectarios, no siendo que el ejemplo de Ortega cunda y se empiece a demostrar que son organizaciones como Caritas las únicas que de verdad están al lado de los más desfavorecidos. No el Estado a pesar de abrasarnos a impuestos a ciudadanos y empresas. No los sindicatos a pesar de llenárseles la boca de discursos trasnochados y los estómagos de subvenciones públicas.

Es Caritas la que consigue evitar que se den muchos más casos como el del hombre que se suicidó esta misma semana, minutos antes de que fuera a ser desalojado de su vivienda tras un desahucio bancario. Es Caritas la que da alimento en los comedores sociales que no se habilitan en las sedes sindicales, ni en las de los partidos políticos por mucho que presuman de sociales y solidarios. La que viste a aquellos a los que este Estado del Bienestar caro e ineficiente no evita dejar en pelotas.

Una vez más, Amancio Ortega ha demostrado su tino, su capacidad para saber discernir en medio del bosque oscuro cuál es el sendero por el que puede entrar algo de luz. Eso sí, Ortega es sospechoso para las Etxebarrías de turno porque se ha hecho rico a base de trabajar y no de subvenciones. A base de pensar las cosas y hacerlas bien y no de ocurrencias llamativas. De tener mentalidad avanzada y visión global y no de ir de avanzados y ser en realidad unos retrógrados como la mayoría de esos progres a los que su gesto, que es mucho más que un gesto, ha irritado sobremanera.

Ortega trabaja y arriesga. Crea riqueza y empleo cada día durante toda su trayectoria empresarial y hasta es capaz de ver cuándo tiene que ir apartándose porque ya su empresa necesita otros bríos. Hace con su dinero lo que quiere y además con lucidez.

miércoles, 24 de octubre de 2012

48 a 26

No hace tanto de que en una noche de domingo de elecciones vascas, se esperaba el resultado con inusitada expectación. El resultado estaba abierto a la incógnita. Más abierto de lo que lo estuvo nunca. Más de lo que nunca volvió a estarlo. Había dos frentes de partidos y el resultado final, todas las encuestas lo decían, iba a marcarse por décimas, por muy contados escaños.

Por un lado estaban los nacionalistas en sus diversas acepciones, liderados por el PNV, un partido que en el ámbito del País Vasco es mucho más que un partido, es casta, tribu, hiedra cuyas extensiones han ido a lo largo de muchas décadas tomando el control de las posiciones políticas, económicas y empresariales, sociales y académicas, e incluso religiosas de aquel territorio y agrupando a una buena parte de lo más representativo de una sociedad transformada por el desarrollo industrial.
Por el otro los constitucionalistas, el PSOE y el PP, encabezados respectivamente por Redondo Terreros y Mayor Oreja. En pacto no escrito pero sí firme de compromiso explícito para asfixiar a la serpiente etarra y cortar las redes con las que el nacionalismo se blindaba y se blinda. Un pacto que puso de los nervios a las huestes de Arzallus, porque por primera vez parecía que podían obtener la mayoría aquellos que no eran “de los nuestros”, en la terminología que no sin fuertes dosis de soberbia utilizaba el patriarca de todo lo que se movía en aquello para lo que inventaron el nombre Euzkadi.

El fiel de la balanza de las urnas acabó con el sueño y se decantó por muy estrecho margen del lado nacionalista -reconozco que esa noche sufrí como pocas en mi vida el estoposo peso de la amargura- y, lo que a pesar de no ganar había sido el mejor resultado del constitucionalismo, lejos de ser aprovechado para construir la alternativa desde la oposición, fue inmisericordemente decapitado. Redondo Terreros, que había alcanzado el liderazgo enfrentándose a Rosa Díez, se quedó con el único apoyo de ésta misma, cuando Zapatero ya en Madrid decidió que era intolerable ir de la mano con el PP incluso en una comunidad tan singular como la vasca. Su sustituto, Patxi López, cortó los puentes para ser cómodo al nacionalismo.
Tiempo después, los héroes que habían mantenido al PP en la era del plomo y lo habían llevado a ser referente alternativo, también fueron apartados desde Madrid a la búsqueda de perfiles más suaves, “menos radicales frente a otras sensibilidades”.

Pocos años después, este domingo, en la noche electoral la única expectativa era saber cuál de los dos nacionalismos, el radical o el más extremo, se convertían en la primera fuerza política y tomaban para sí el Árbol de Guernica y arrasaron. El PP miraba a Galicia. El PSOE al vacío. Redondo Terreros en el ostracismo. Rosa Díez en UPyD. Mayor Oreja muy lejos. María San Gil y otros, con principios y dignidad pero despojados de lo demás. No. Algo no se ha hecho bien.

domingo, 21 de octubre de 2012

Los comecuras

Reconozco que no me asustan nada los memos estos que empiezan aprovechando la retahíla de manifestaciones, concentraciones y demás tipos de protestas para gritar soflamas llamativas pero más pasadas que el sonido de un gramófono. No comparto el alarmismo que algunos medios de comunicación y muchos ciudadanos de bien han transmitido a raíz de circunstancias que no son más que estupideces.

Esta semana, unos cuantos de Izquierda Unida han entrado en su particular pasillo de la fama encabezando las manifestaciones de estudiantes y supuestos estudiantes tras abrir el baúl de los malos recuerdos de la Segunda República y desempolvar rancios lemas. Dónde están los curas que los vamos a quemar.

Si ese es todo el ingenio que pueden demostrar, sólo vienen a dar más alas a la razón del ministro Wert sobre la necesidad imperiosa de reforma del sistema educativo vigente. Criaturas con diecimuchos o veintitantos, que cometen faltas de ortografía hasta cuando hablan y de sintaxis hasta cuando están callados.

Pero una cosa es que no nos deba asustar y otra que haya que celebrar, como han hecho otros medios y bastantes “progres” unas ocurrencias de ese calibre. Vienen meses calientes, tórridos probablemente, en los que una vez más las izquierdas van a tratar de lograr, por la vía de abuso, la hegemonía que las urnas les niegan. No es otra cosa sino un “déjà vu” excesivamente familiar en España. Tampoco novedoso en el ámbito europeo. A Sarkozy trataron de acorralarlo los más radicales desde las barriadas y las huelgas generales. No llevamos aquí distinto camino, aunque aquí los más antisistema no surgen en el extrarradio de las grandes ciudades sino en familias acomodadas con hijos muchas veces consentidos en exceso.

Del sofá, la consola, el porro y el mando de la tele a la huelga sistemática para reclamar el mantenimiento de un sistema educativo que lleva generaciones causando estragos en las posibilidades para nuestros jóvenes de enfrentarse a los retos del presente que no es local, sino global. No son la mayoría, aunque sí es a los que más se ve en los cortes de imágenes que riegan los telediarios.

Esperemos que en esto, el gobierno tan timorato en otras cosas, sea capaz de mantener el pulso firme para llevar a cabo una reforma tan en profundidad como la que necesita nuestro sistema educativo y como la que merece el futuro de todos nuestros niños, adolescentes y jóvenes en esta España socialmente necrosada.

En esto último soy menos optimista, porque la experiencia demuestra que hasta ahora todos los gobiernos de la democracia han terminado achantándose tras unas cuantas manifestaciones estudiantiles. Como si el ruido de las cacerolas o la muleta del cojo manteca pudieran ser argumento de más peso que la exigencia histórica de unas reformas que nunca terminan de llegar.

Será nuestro sino. También por eso España está hoy como está y lo que aún nos falta por venir, a juzgar por estos modernos comecuras.

miércoles, 17 de octubre de 2012

No de la mejor forma

Que son tiempos convulsos, nadie lo duda a estas alturas. Que todo se mezcla y se entremezcla hasta que el laberíntico alambique de la realidad destila licores insospechados, empieza a ser el pan nuestro de cada día, pero aún así, siempre queda la capacidad para la sorpresa.

Sin ir más lejos, con el surrealista proceso por el que se ha producido la sustitución en la dirección de la principal organización empresarial de Zamora. Hace unos años hubiéramos dicho que estas cosas sólo podían pasar en Zamora. Hoy sin embargo, pensamos que esta anormal normalidad en la que deambulamos, lo habría hecho posible en cualquier lugar. Desgraciadamente, no porque Zamora haya avanzado pasos de gigante en su acercamiento a la forma de hacer las cosas en otras latitudes del territorio nacional, sino al contrario, porque toda España está inmersa en una zozobra similar.

La lástima es que en un momento en que la unidad de acción de los empresarios es más necesaria que nunca, que el compromiso de todos por apostar por el desarrollo, por la generación de empleo y la creación de oportunidades para evitar la diáspora que en los últimos tiempos se acelera y agrava entre jóvenes y no tan jóvenes, nos encontremos con situaciones tan kafkianas como ésta.

Quizás haya que tomar los acontecimientos como síntoma de una enfermedad a la que parece estamos ya acostumbrados. Tal vez porque nos vemos en situación terminal. Aunque esto no debería ser así.

Zamora tiene que abrirse al futuro y para ello tiene que romper con buena parte de los viejos hábitos tan socialmente enraizados entre los grupos que tienen un papel en mayor o menor medida preponderante en nuestra sociedad. Políticos, empresarios, sindicatos, organizaciones de todo tipo. Es necesario aire nuevo, aire limpio y transparente. Romper con aquella fatídica sentencia de que cuanto más pequeños más ruines.

No hablo de sustituir unos nombres por otros, de cambiar las caras o los cargos. Hablo de cambio de actitudes, de comportamientos. La escenografía de estos últimos días en el ámbito de la elite empresarial-institucional de nuestra provincia no ha sido muy distinta de un mal guión de vodevil y quiero creer que los empresarios de Zamora, el conjunto de los ciudadanos y la provincia en sí, merecemos y somos capaces de hacer una mejor película.

No se trata de buscar culpables. He hablado con bastantes de los protagonistas tanto de uno como de otro lado y todos están convencidos de que han actuado como debían, con corrección y legitimidad. Al final el resultado es el que ha sido y así parece aceptarse por todos. Ahora toca que también entre todos procedan, procedamos, a restañar las heridas. A generar un nuevo proyecto. Independiente de injerencias políticas y económicas, personalistas e interesadas. Si se quiere, se conseguirá. No será fácil. Y la gestación no ha podido ser peor. Ni era la forma de irse, ni es la forma de llegar.

domingo, 14 de octubre de 2012

Tabú España

Del concepto discutido y discutible con el que se refirió a España el expresidente ZP, que en paz contemple el paso de las nubes, hemos pasado a que, según parece, hasta la primera autoridad del Estado, abronque al actual presidente del Gobierno porque su ministro de Educación haya cometido la osadía de sumarse a lo que piensan buena parte de los españoles y es una evidencia. La Zarzuela lo ha desmentido, por lo que quizás no haya ocurrido, o quizás sí. Pero lo cierto y dramático, es que resulta verosímil. Así están las cosas en España.

El Título Octavo de la Constitución se refiere a la organización territorial del Estado, al régimen autonómico y al reparto de las competencias. Este título quedó deliberadamente abierto en el periodo constituyente para permitir el suficiente consenso cuando la democracia aún era frágil y quebradiza. Pero lo que respondía a una buena causa en aquel momento, ha sido también el inicio que ha llevado a la deriva que vivimos en estos momentos.
Ya no se habla de comunidades, palabra surgida para romper con la antigua pero más correcta de “regiones”. Tampoco es suficiente ya hacerlo de nacionalidades, que fue ese avance que permitió a algunas distinguirse del resto. Hace unos años fueron países, más recientemente naciones sin Estado y ahora ya se requieren “estructuras de Estado”. Ya no es autonomía o autogobierno. Ahora lo que toca es independencia, soberanía y otras ficciones. Y pobre de quien se oponga a eso.

De los no pocos errores colectivos cometidos en el desarrollo constitucional, el peor sin duda ha sido la cesión absoluta de las competencias en materia educativa a los intereses políticos y partidistas de quienes gobernando en las Autonomías sabían, como en aquella película, que la mano que mece la cuna es la que gobernará el mundo. O lo que es lo mismo, que en los niños de entonces, estaría la cantera de los independentistas de hoy. Ese es el quid, ceder a terceros la educación es ceder el control del futuro, que en regiones como Cataluña, ya es hoy.
Cuando llevamos décadas de catalanización de la escuela, de leyes excluyentes, de incumplimiento de las sentencias de los tribunales que prohíben la preterición del español, de acoso lingüístico en muchos ámbitos, llega un ministro de España al que se le ocurre hablar de la necesidad de hacer un esfuerzo por volver a españolizar la educación en Cataluña y otras comunidades y le cae encima un chaparrón.

El día de la Hispanidad, en el que ya no nos atrevemos a celebrar nada –no vayamos a pensar que somos franceses el 14 de julio, por ejemplo- estuvo bien Wert, ratificando en catalán sus palabras e intenciones. Y estuvieron muy bien los catalanes y por ello españoles que salieron a la calle rompiendo el tabú de que en Cataluña solo unos pueden manifestar lo que sienten. Cuando todo está en juego, callar sólo sirve para que los que no callan consigan sus objetivos.

jueves, 11 de octubre de 2012

El problema o la solución

La Comisión Europea ha elaborado un informe sobre las diferencias de competitividad y de innovación industrial entre los países de la Unión Europea. De los factores que pueden hacer que cada economía se recupere o siga cayendo.

En las seis páginas monográficas sobre España y en los análisis comparativos del conjunto de Europa se destaca la baja productividad y la falta de innovación e internacionalización en nuestro sector industrial, así como el tamaño y la lentitud de funcionamiento de nuestra burocracia. Se señala, en este sentido, que el marco jurídico y reglamentario para las empresas en España es uno de los más onerosos de la UE y que el tiempo necesario para poner en marcha una empresa sea el doble de la media de la UE.

Teniendo en cuenta que el personal al servicio de las administraciones públicas es proporcionalmente más numeroso en España, se vendría a demostrar lo que en el fondo todos sabemos. Que tener una administración más grande no garantiza ni más servicios ni que éstos se presten mejor. Más bien al contrario, acredita que nuestra administración, resultado de la acumulación de muchas administraciones, no sólo es tan cara de mantener que nos está llevando a la ruina y haciendo que nos cosan a impuestos, sino que además es profundamente ineficiente.

Bruselas resalta la gravedad que supone el hecho de que la proliferación de reglamentaciones divergentes procedentes de niveles regionales y locales complica aún más el problema de la falta de competitividad de nuestra economía y obliga a las empresas a cumplir criterios diferentes para ejercer la misma actividad en distintas regiones o municipios. “La fragmentación regional está acompañada por un aumento del acervo reglamentario en el país en términos absolutos, que podría estar dificultando seriamente el crecimiento de la productividad"

Aquí volvemos a la polémica de moda en la que mayor discrepancia existe entre la España oficial y la España real. Lo acaba de decir el CIS en su última encuesta, la mayoría de los ciudadanos apostamos por una reducción del peso y las competencias de las Comunidades Autónomas (bastantes directamente por su desaparición) frente a las del Estado. No sólo es España. Alemania hace ya una década dio inicio a un proceso recentralizador que diera oxígeno a su economía y racionalidad a su legislación y mercado interior. Monti acaba de anunciar lo mismo en Italia y se da la circunstancia de que ni los landers alemanes ni las regiones italianas tienen el grado de autogobierno que nuestras comunidades.

Sin embargo, nuestros políticos nacionales siguen haciendo caso omiso y los autonómicos, con independencia de las siglas, repiten sin cesar y habitualmente sin argumentación, que las Autonomías no son el problema sino la solución. Con lo visto, es evidente que sí son una parte nuclear del problema. Lo que está por verse es si son capaces de cambiar para convertirse también una parte de la solución, o no. Disculpen si me declaro políticamente escéptico.

jueves, 4 de octubre de 2012

Es fácil irse

Ahora que ya ha pasado la vorágine de los primeros días, los suspiros de alivio de unos y los recelos de otros, es cuando más me apetece escribir de la marcha de Esperanza Aguirre.

En primer lugar para recordar a políticos y dirigentes de otros ámbitos que a veces se creen tan insustituibles, que Aguirre ha demostrado, que no pasa nada por ceder el testigo por mucho liderazgo y protagonismo que se ostenten.
A continuación, para echar en cara a tantos otros que se pasan la vida anunciando su pronta retirada (cuando termine mi desempeño del puesto actual, es decir dentro de varios años, suelen repetir) y son capaces de matar, metafóricamente hablando, por continuar en el machito legislatura tras legislatura. Irse es fácil y rápido. Lo he escrito en otras ocasiones, cuanto más y con más antelación anuncia un político su intención de irse (otra cosa es su decisión con fecha establecida como hiciera Aznar, 8 años y nada más), más hay que sospechar que nos está mintiendo.

Por último, después de los ríos de tinta que han corrido al respecto, para dar mi opinión personal e intransferible sobre las causas del adiós de la gran dama de la política española por la que cualquiera que me siga conoce sobradamente, siento gran admiración. No tengo ningún dato especialmente significativo que me pueda servir para presumir de información privilegiada y, aunque he procurado escudriñar aquí y allá sobre las causas, lo más probable es que me equivoque completamente en mi hipótesis.
Creo, que en contra de las simplificaciones a las que somos tan aficionados, no es una sola razón la que ha dado el impulso, sino una conjunción de varias entre las cuales probablemente sea estéril buscar cuál ha sido la preponderante. En este sentido, unas son las relacionadas con su salud tras su reciente enfermedad y, según parece, las anímicas derivadas del fallecimiento de algunas personas cercanas por idéntico mal. Ella lo ha dicho, tras treinta años de entrega a la vida pública, llega el momento de valorar en mayor medida la vida privada y familiar.

Otras sin duda proceden de su percepción de que sólo haciéndolo ahora, podía dejar el relevo a quien ella eligiera, que no es otro sino quien durante muchos años lleva siendo su principal colaborador y dique de contención, quien día a día llevaba el peso de la gestión y que, por eso mismo, paradojas de los partidos, lo hubiera tenido imposible para sucederla al final de la legislatura.
Pero tengo la impresión de que la guinda ha sido llegar al pleno convencimiento de que, siendo la mejor gestora de entre los presidentes autonómicos y quien más fiel ha permanecido a los principios de su partido y su pensamiento liberal, la más apreciada, valorada y seguida por afiliados y votantes, no merece la pena haberse convertido para los que más mandan de entre los suyos poco menos que en la enemiga pública número uno. Y dijo adiós.