domingo, 28 de marzo de 2021
Turismo es salud
domingo, 21 de marzo de 2021
Susto o muerte
domingo, 14 de marzo de 2021
Con Zamora 10
Que el humo que vemos a lo lejos no nos despiste del fuego que arde bajo nuestros pies. Entre las llamaradas en múltiples direcciones de las mociones de censura y los fervores electorales que, al menos de momento, no parece que nos toquen muy directamente, Zamora 10, la mejor iniciativa que desde la sociedad civil se haya tomado nunca en nuestra provincia, convoca para mañana lunes reunión de su Consejo General. Porque mientras nuestras instituciones políticas siguen sesteando entre poco explicables bostezos de aburrimiento, Zamora 10 y más en concreto sus protagonistas principales deciden, una vez más, poner el dedo en la llaga.
Sin dejar de trabajar por la consecución del vital proyecto de reutilización militar de Monte La Reina, en esta ocasión la diana debe estar en garantizar que el reparto de los dineros destinados a la reconstrucción económica tras la pandemia tenga en cuenta los criterios que permitan a Zamora beneficiarse en proporción a su necesidad y no a su población o su peso político. Al desequilibrio de sus datos socioeconómicos frente a otras provincias menos deterioradas de Castilla y León y frente a otras zonas del territorio nacional en las que, por ser más o reivindicar mejor, siempre se han llevado la lana en tiempos de prosperidad y las compensaciones cuando vienen mal dadas.
No hay que cansarse de reiterar que Zamora se descuelga cada vez más a la cola en tasa de población activa, en los datos de empleo y en la actividad económica en general. No hay que dejar de insistir en cómo las fallidas políticas de lucha contra la pandemia han traído para nuestra provincia un daño tan irreparable a nuestro tejido económico, a nuestra pequeña y mediana empresa -prácticamente la única que tenemos- y, sobre todo, a nuestros autónomos que han caído, están cayendo y van a caer aún en mayor medida en los próximos meses.
Porque es casi verdad universal que el que no llora no mama y al que no exige con coherencia y contundencia no se le respeta. Esto en un país en el que, al margen del enfrentamiento político y tribal, la esquizofrenia lleva a que tras más de 100.000 muertos y los peores datos de recesión económica del mundo occidental, una de nuestras prioridades legislativas de la última semana haya estado en la aprobación por parte del Congreso de los Diputados y a propuesta de Bildu, de la oficialidad del bable.
No podemos cejar en exhibir nuestros datos de envejecimiento poblacional; de tasas negativas, agravadas año tras año, de crecimiento vegetativo -es decir, de recordar que nos morimos en mayor número de los que somos capaces de traer al mundo-; de un histórico de emigración que se ceba de nuevo especialmente en nuestros jóvenes de entre 18 y 35 años. Por eso, que ante el primer atisbo de llegada de recursos, Zamora 10 se active, movilice a nuestras instituciones y tome la bandera de la exigencia frente a los gobiernos regional y nacional es la mejor noticia y el esfuerzo que más debemos apoyar los zamoranos, aunque -o precisamente por ello- suponga una china en el cómodo zapato de nuestros dirigentes políticos actuales.
domingo, 7 de marzo de 2021
Juzgar o prejuzgar
Titulaba el viernes el diario El País: “Un cuarto de siglo entre rejas por un crimen que no habían cometido en Nueva York”, acompañando a una información de esas que hielan la sangre y cortan el aliento, relativa a tres hombres cuyas condenas se han anulando veinticinco años después de su entrada en prisión por un juez del distrito de Queens.
Desde antiguo representamos a la justicia con los ojos vendados, una balanza en una mano y la espada en la otra. Para que merezca tal nombre la justicia ha de ser ciega e imparcial, debe ponderar -pesar- los argumentos y pruebas a favor y en contra y, con el poder de la razón y la ley, imponer su dictado con la fuerza de una espada que, en el ámbito penal, puede conllevar la privación de libertad, el más sagrado derecho, junto a la vida, que nos asiste como humanos y civilizados.
Prejuzgar es según el Diccionario panhispánico del español jurídico “dictaminar sobre un particular antes de tiempo o sin la concurrencia de los necesarios elementos de juicio”. En nuestra naturaleza está ínsito el deseo de aventurar el futuro, de ser augures, de especular sobre lo que va a ocurrir en cualquier orden de la vida y en función de ello prejuzgamos, no ciegos e imparciales como la justicia, sino desde nuestra óptica parcial.
En la era de la inmediatez informativa, en la que una noticia llega de un extremo del mundo a otro en décimas de segundo, la competición por tratar de ser el primero o el más espectacular en la presentación de una noticia, hace que se resientan la ecuanimidad, la profundidad en el análisis y, para triunfo del prejuicio, el buen juicio. Lo llamamos la pena de telediario y con frecuencia pesa más y va más allá, que la pena que finalmente impone la justicia. La exposición del supuesto culpable de la realización de presuntos hechos, como si estos ya hubieran sido contrastados de manera irrefutable y el autor sentenciado, sin defensa ni presunción de inocencia. Que desde instancias políticas se incentive, anime o se trate de aprovechar en propio beneficio es aún más obsceno.
No hace falta siquiera remontarse al aforismo que Benjamin Franklin hizo universalmente conocido y que, proveniente del jurista británico Blackstone, postula moralmente que son preferibles cien culpables en la calle a un solo inocente privado de libertad. La justicia es lenta pero, con todos sus defectos, la mejor garantía para nuestra convivencia en paz y en libertad, lejos de la opresión, la arbitrariedad y la tiranía porque consagra como piedras angulares el derecho a la defensa y la exigencia de que se demuestre la culpabilidad, no la inocencia. A veces, pocas como en el caso de Nueva York, yerra. Muchas menos de las que erramos cuando caemos en visiones incompletas, precipitadas o sesgadas.
Alexander Solzhenitsyn, premio Nobel de literatura, víctima y quien mejor desveló al mundo el atroz horror de la injusticia, la prisión y el Gulag comunista, dejó dicho que “precipitación y superficialidad son las enfermedades psíquicas del siglo XX, y más que en cualquier otro lugar, esta enfermedad se refleja en la prensa”. Lo cual -podría haber añadido- no suele ser más que otro reflejo de la sociedad a la que pertenece y de algunos políticos que la rigen.