miércoles, 27 de junio de 2012

Reconversión

El lunes se presentaba en Madrid una iniciativa capitaneada por intelectuales, políticos y personalidades de otros ámbitos sociales que ha venido a poner negro sobre blanco lo que muchos ciudadanos pensamos, de lo que se habla tanto en la sociedad y de lo que tanto miedo parecen tener los partidos políticos y las instituciones por ellos comandadas. Que la crisis en la que estamos inmersos no es solo económica o de gestión, sino que es de estructura y de sistema de valores.

A la iniciativa ha sido bautizada como “Reconversión” por sus promotores, entre los que están el filósofo Gustavo Bueno, el político Vidal Quadras, Amando de Miguel, José Antonio Lara, Mikel Buesa, Gonzalo Santonja o Fernando Savater y su primera actuación ha sido una carta abierta al presidente del Gobierno haciendo una llamada de atención sobre lo que es una evidencia palmaria, ahora más que nunca, que aun habiendo problemas urgentes que resolver en el ámbito económico, en la lucha contra la crisis y el desmoronamiento de nuestra economía, sería imperdonable e irreversible en sus consecuencias que esto nos hiciera olvidar lo fundamental, lo que ha destapado con virulencia la crisis, que la viabilidad de nuestro sistema y de nuestra propia nación precisan de la renovación del conjunto del sistema.

Dentro del sistema, y a mis lectores les resultará conocido el argumento, la estructura institucional, el peso de los partidos políticos en ella y el secuestro en cierta medida de nuestra democracia por las reducidas elites que los controlan y desde los cuales según los firmantes de la carta abierta “han colonizado la sociedad de una forma a veces perversa”. En la presentación, Vidal Quadras, político en activo como parlamentario europeo, señaló que pese a que "dentro de los partidos hay gente honrada y patriótica", en líneas generales el sistema salido de la Constitución del 78 "ha degenerado en una partitocracia ineficaz, clientelar y corrupta".

Reconversión plantea la necesidad de abrir el debate político, institucional y social sobre el modelo y la estructura del Estado y pone con ello el dedo en la llaga del más grave problema, junto con los cinco millones de parados, para la viabilidad de España, su desproporcionada estructura administrativa con escalones y más escalones que, lejos de acercar al ciudadano a la toma de decisiones y a la resolución eficaz y eficiente de sus necesidades, lo que hace es encarecer el funcionamiento de los servicios públicos y detraer recursos de la economía productiva para enterrarlos en el peso de la burocracia.

El debate sobre la existencia, funcionamiento y composición de muchos órganos constitucionales de escasa operatividad como el Senado, el Consejo General del Poder Judicial o el Tribunal Constitucional. Sobre la organización, competencias y financiación de los niveles territoriales administrativos, Estado, Comunidades Autónomas, Diputaciones y Ayuntamientos y sobre los instrumentos de participación y representación política de los ciudadanos (partidos políticos, sistema electoral y control parlamentario).

Algo se mueve, esta es la esperanza de que la crisis pueda servir para algo bueno. Ya firmé.

domingo, 24 de junio de 2012

Los buenos y los malos

En sólo unos minutos, Consuelo Ordóñez ha desmontado toda la pantomima, el teatro, la burla, el engaño al que nos están intentando llevar los etarras con la inestimable colaboración de algunas de las más altas instituciones del Estado y demasiados políticos, de esos tan al uso, cortoplacistas.

En sólo unos minutos, ha sabido rendir un gran homenaje a su hermano asesinado por ETA hace un número de años no suficiente como para que ningún ciudadano de bien pueda olvidar. No hablo de perdonar, porque como Consuelo ha dicho, el único que podía perdonar está muerto y sepultado después de que una bala asesina acabara con su joven y fértil vida.

La misma semana en la que la política volvía a decidir en cuestiones judiciales y el político Tribunal Constitucional lleno de magistrados que no lo son en puridad, como se ha encargado de recordarnos la presidenta de la Comunidad de Madrid, ha fallado a favor de la legalidad (qué extraña palabra para mezclar con la sangre de los inocentes) de manera bastante contradictoria con los hechos declarados probados, con la realidad incuestionable, con lo que todos sabemos pero muchos callan.

Que Sortu, es Batasuna, es ETA, no creo que a estas alturas lo dude ni un solo ciudadano. Tampoco ninguno de los miembros del Constitucional ni el etarra con el que se entrevistó la hermana del asesinado Gregorio Ordóñez. Qué pasa entonces. ¿Hay tantas ganas de decir que el terrorismo se ha acabado y ETA se ha extinguido que hemos de disfrazarnos todos y decir lo que no pensamos?

Consuelo Ordóñez no necesitó puñetas ni elaborar grandes teorías, ni basarse en mediadores internacionales. Le bastó sentarse en frente de uno de los asesinos de Gregorio y dejarle hablar. Y no habló. De qué arrepentimientos nos quieren convencer, entonces, aquellos que pocos segundos después de la triste sentencia ya pedían la suelta del encarcelado Otegui para que pueda encabezar la candidatura etarra a las elecciones.

Malos tiempos corren cuando se quiere hacer entender que es cuestión de ideologías o de talantes más o menos moderados o intransigentes, el saber que unos han muerto y otros matado y que no puede ponerse a ambos sobre la misma balanza.

No es lo mismo, claro que no es lo mismo Gregorio Ordóñez o Consuelo que Lasarte o que Otegui. No es lo mismo, claro que no es lo mismo estar en el lado de los buenos que en el de los malos. Porque aunque vaya contra la política corrección que se ha impuesto a nuestro lenguaje y se busca para nuestro pensamiento, aquí sí hay unos que son los buenos y otros que son los malos. Y lo serán de por vida. Los unos porque están muertos o con un sufrimiento que nada ni nadie podrá quitarles nunca. Los otros porque, salvo muy contadas excepciones, siguen en lo mismo de siempre aunque entre rejas no puedan seguir matando.

domingo, 17 de junio de 2012

No el partido sino el sistema

Llevo durante toda mi vida defendiendo que no es para nada lo mismo uno de los grandes partidos que el otro, aunque cada vez estoy menos convencido de la veracidad de tal postulado en demasiados aspectos. Los dos grandes partidos han hecho un buen papel durante años, como hizo un inmejorable papel la UCD, crisol de corrientes llegadas desde múltiples espectros ideológicos y estratos sociales. UCD permitió la concordia en una nación con las heridas aún frescas de una etapa revolucionaria y guerra-civilista.

UCD nació y vivió para unas circunstancias muy concretas y especiales y cuando éstas desaparecieron, acabó su tiempo y dejó paso a los dos grandes partidos hegemónicos desde entonces. Pero el bien que hizo UCD en lo institucional, dejó una mala herencia que aún sufre nuestra democracia a consecuencia de cómo se volatilizó, el miedo a la discrepancia dentro de los partidos. Ese recuerdo es sistemáticamente aprovechado por quienes se hacen en un determinado momento con el control del aparato del partido de que se trate, con aquella cantilena –nunca demostrada- de que el electorado castiga las divisiones internas.

Hoy no son lo mismo ideológicamente uno y otro partido, tampoco en las políticas que suelen aplicar, aunque sí empiezan a ser calcos en sus modos de actuar, frente a la sociedad y frente a sus propios afiliados. Más pendientes de las encuestas que de sus principios teóricamente inspiradores y controlados hasta la asfixia por grupúsculos convertidos en burocracias del poder por el poder –no sólo político, en buena medida económico-, cada vez están más obscenamente alejados de los ciudadanos y por eso mismo cada vez se sienten más necesitados de controlar todas y cada una de las conexiones sociales porque, en el mundo de la mediocridad, cuanto más poderoso se vuelve alguien más inseguro y amenazado se siente.

Así, los militantes pasan a ser cupo que ni siquiera importa que crezca o disminuya, los electores instrumento para los propios fines. Una sola persona o un reducido sanedrín, casi nunca de sabios, decide el rumbo, las propuestas y las sucesiones. Son esos mismos políticos los que nos demuestran cada día que, en lo sustancial, cada vez más uno y otro partido son lo mismo, utilizan las mismas armas, persiguen idénticos fines y acallan a sus huestes directivas con los mismos cebos a los que casi nadie se resiste.

UCD, se debilitó y murió por la excesiva división interna. A PP y PSOE la debilidad les vendrá de su falseamiento de la democracia. La crisis aumenta las diferencias entre los que están bien y los que están mal, exacerba los ánimos, desentierra los deseos de justicia y de castigar la mentira.

La democracia es el mejor de los sistemas de gobierno conocidos, pero hay que preguntarse hasta qué punto la de la sociedad civil secuestrada, es democracia. No es uno u otro partido. Es el sistema lo prostituido. Veremos lo que resiste.

jueves, 14 de junio de 2012

La reforma administrativa

Al título que encabeza esta columna le falta una palabra más. La reforma administrativa “pendiente”, o quizás dos “incomprensiblemente” y quizás una frase más actualizando un viejo dicho “y lo que te rondaré morena”. Así es, tras lustros en que deberíamos haber ido pensando en estas cosas (caras cosas, ineficientes cosas), se cierne sobre nosotros la amenaza de que ni la madre de todas las crisis vaya a conseguir una verdadera reordenación de las múltiples administraciones que administran básicamente las mismas cuestiones a los mismos administrados.

Es verdad que eso pensábamos también y no hace tanto del ecosistema de las cajas de ahorro y ya ven el camino por el que vamos, que a poco que las cosas sigan parecidas en poco tiempo puede hacerse realidad lo que hace unos días manifestaba el presidente de uno de los dos grandes bancos españoles, que hace nada eran sesenta las entidades financieras de un cierto tamaño y pronto quedarán sólo seis.

Con las administraciones pasa algo parecido. No hay político que no haya dicho ya varias veces que es necesario “reestructurar la estructura administrativa” española. Muchos van más lejos y hablan de las administraciones que deben desaparecer y las que no. Lo que aún no he escuchado es a ninguno postulando que la que debe desaparecer o reducir su tamaño, su influencia o sus presupuestos es aquella en la que él está.

Es lo que tiene la política. Le coges tanto cariño a la responsabilidad que te toca desempeñar que no hay quien imagine un mundo sin el puesto concreto que uno ocupa. Como para que no miren poco menos que como un extraterrestre a aquel que opta por alejarse de esas lides voluntariamente.

Pero el caso es que algo habrá que hacer, o no, que diría el presidente del Gobierno. El caso es que todo el que, desde fuera, analiza el modelo español de superposición de administraciones sin que ninguna desaparezca, dictamina que son lujos asiáticos que no podemos permitirnos y que, lo que es casi tan malo, ni siquiera siendo caro sirve para ser más eficaz y dar mejor servicio al ciudadano. El caso es que ya no hay debate en profundidad sobre casi ningún asunto políticamente trascendente. El caso es que el presente más inmediato está presidido por la estadística de los sondeos y la aritmética electoral. El caso es que el futuro no existe en la mente de los nuevos estadistas más allá de un par de bienios.

El caso es que, ricos o pobres, en tiempos de dispendio o de crisis extendida como metástasis, somos un caso. Hoy sólo lo introduzco, tiempo y columnas habrá para pensar y escribir sobre ello, pero reformar la administración no es un mal a evitar sino una necesidad para que provincias como Zamora sobrevivan. Fíjense si será difícil todo aquí que ni siquiera está legalizado algo cuyo nombre es el “Salto del Porvenir”.

domingo, 10 de junio de 2012

Hipótesis y certidumbres

Cuando se vuelve a ratificar que los neutrinos del CERN no viajaron a velocidad superior a la de la luz, son los acontecimientos económico-políticos los que están metidos de lleno en el acelerador de partículas. Tan relativo es el tiempo que en este artículo es a la vez domingo para el lector y sábado por la mañana para quien lo escribió y, entre medias, puede perfectamente resultar que España haya sido intervenida en esa primera fase a la que se llama “el rescate bancario”.

Vivimos sumergidos hasta el cuello en tiempos de tribulación en los que, según Ignacio de Loyola, es mejor no hacer mudanza. No sabemos qué es lo que pasa en realidad. Lo que es peor, aún no sabemos lo que ha pasado para que estemos como estamos. Aún peor, más que empeño en que conozcamos situación real y causas, el mayor esfuerzo parece dedicarse a que no lo sepamos. El lenguaje críptico de la macroeconomía, los conceptos etéreos y las conexiones indescifrables entre los distintos elementos que conforman el desastre, son las paredes del laberinto perfecto en el que vagamos perdidos mientras el minotauro de la crisis nos acosa y se adueña por completo de nuestro albedrío individual, de nuestro camino colectivo.

Predicaba el fundador de la Compañía de Jesús resistir frente a los embates de la adversidad que vienen de los poderes terrenales. Aunque resulta difícil resistir cuando no se pueden anticipar ni el origen ni la fuerza de los ataques y cuando las causas de la debilidad no vienen de fuera sino que están dentro. La realidad es permanentemente cambiante, en un par de horas lo que iba a ser suficiente para calmar la fiebre, deja de serlo y hay que volver a empezar.

Esa es la macroeconomía, la micro es mucho más concreta. La micro es cada uno de los casi seis millones de parados. Cada uno de los autónomos y emprendedores que lo han perdido todo. Cada uno de los millones de españoles (sólo en Zamora 22.000) que necesitan cada día de la ayuda de Caritas para vivir, vestir, comer. La verdadera economía no es saber si el sábado a las 4 se va a rescatar de sí mismas a un montón de entidades financieras y en realidad a España entera sino garantizar que todos los ciudadanos van a tener algo que cenar.

Qué paradoja, las ricas cajas de ahorro en las que sobraba el dinero aunque sólo dedicaran una ínfima parte de su negocio a obra social, precisan decenas de miles de millones de euros para no desaparecer, como si su pervivencia fuera un bien de tales proporciones en sí mismo. Mientras tanto, Caritas, la hermana pobre, madre de los pobres, y su legión de voluntarios multiplican con su esfuerzo panes y peces para llegar allí donde nadie llega.

La economía son hipótesis y certidumbres. Unos trabajan sobre las primeras, otros viven y se desviven por mejorar las segundas.

miércoles, 6 de junio de 2012

Empresas frente al mundo

Puede parecer demagógico preguntarse, o al menos hacerlo en voz alta, si hay futuro para las empresas. Tal vez incluso lo sea. Es muy difícil en ocasiones distinguir la demagogia del pensamiento crítico, en todo caso, algo demuestra ya el mismo hecho de que pueda formularse esta pregunta.

Es verdad que no hay un solo representante público, nacional o internacional, dirigente político o referencia social en el mundo económico que no insista una y otra vez en que sin empresas no hay empleo, sin empresarios no hay crecimiento, sin emprendedores no hay futuro que no sea negro ni forma de reducir el sangrante drama del desempleo. Pero en esta, que es la hora más crítica de todas las que la mayoría hayamos conocido a lo largo de nuestras vidas, todo parece quedarse sólo en eso, palabras, declaraciones públicas más o menos institucionales, cortadas todas por el mismo patrón. El patrón del formalismo, de la corrección política, de los puntos comunes o los términos académicos y teóricos.

Vivimos junto a ello, el momento de la historia reciente en el que menos respaldo reciben nuestras empresas y menos comprensión nuestros empresarios. Ni desde el conjunto de los ciudadanos, ni desde los medios de comunicación, cuya misión es fundamental, ni desde la imprescindible cobertura de las instituciones financieras. Tampoco y esto es quizás lo más delicado, desde el ámbito de la Administración Pública, convertida en una máquina tan hambrienta de recursos económicos que no sólo entra en competencia con las empresas, sino que en los momentos más delicados poco menos que las expolia a través de la coacción de los instrumentos tributarios cuyos tentáculos aparecen más irracionalmente exacerbados que nunca.

Por todo ello, podemos cansarnos de repetir eslóganes llamativos, manifestaciones ilusionantes de apoyo y discursos repletos de buenas intenciones, pero una sociedad que en lugar de lamentar colectivamente la desaparición de las más grandes de sus empresas o las de más prolongada trayectoria, esboza casi una sonrisa de satisfacción mórbida cuando se anuncia su caída, no puede contribuir a rebajar los daños de la crisis o a construir un futuro de bonanza para ella misma.

En la misma dirección, una administración que compite por los mismos escasos fondos con los que deberían contar las empresas para crecer, generar riqueza y crear empleo, que no reduce su tamaño y con ello su necesidad de alimento económico, que no amolda sus normas y procedimientos para permitir que el tejido empresarial sea más ágil, dinámico y flexible, no va a colaborar a que la caída se detenga y empiece la recuperación.

Ayer nació en Zamora un nuevo foro empresarial en el que, al menos de principio, se pretende estén representadas todas las organizaciones empresariales de nuestra provincia. No basta, pero buen paso que los empresarios entiendan también que todo ha de empezar por ellos mismos.

domingo, 3 de junio de 2012

Emblema Bankia

La crisis de Bankia puede convertirse en un campo de minas de consecuencias políticas difícilmente controlables para los dos partidos mayoritarios en España y para aquellos que han regido antes o rigen ahora la economía política y la política económica, que son parecidas pero no lo mismo, en nuestro país. Y eso que su situación es básicamente la misma que la de otras entidades, fundamentalmente una, Catalunya Caixa.

Quizás sea porque la centralidad geográfica, quizás por su tamaño, quizás por su enorme cuota de mercado en Madrid y Valencia donde radicaban sus fundadoras Caja Madrid y Bancaja a las que se sumaron, entre otras, dos cajas “outsiders” de Castilla y León, Ávila y Segovia, en las que a pesar del fuerte peso del PP, o quizás precisamente por ello, no cuajó la consigna del gobierno regional de participar en la creación de la frustrada gran caja de la Comunidad.

El caso es que en Bankia están tan imbricados los intereses y responsabilidades de PSOE y PP (además de los de CC.OO. y UGT), que sin que se haya abierto en ningún momento la batalla entre socialistas y populares, sí hay ya frentes en el seno de cada uno de los dos partidos. Estos suelen ser los frentes que más juego dan para que se abran vías de agua, democráticamente saludables, en la opacidad que ha venido cubriendo la gestión de unas entidades financieras que por ser supuestamente de todos, parecía que no lo eran de nadie y, en realidad, lo eran sólo de unos pocos que han hecho con ellas de su capa un sayo.

Quizás gracias a la extraña operación de quiebra oficial y fortalecimiento (¿blindaje?) con la que Rodrigo Rato ha descrito, con toda la razón, como brutal inyección de dinero público, sean capaces de explicarnos qué pasa y qué ha pasado en la gestión de las cajas de ahorro. Porque teniéndome por alguien medianamente cualificado jurídica y económicamente para entenderlo y también por básicamente informado sobre lo que pasa en el mundo, sigo sin entender prácticamente nada de lo que está ocurriendo.

Imagino que a muchos otros ciudadanos les pasará lo mismo y para algunos será mucho peor. El gobierno se la está jugando con su lenguaje críptico más dirigido a los expertos y a los mercados que a los ciudadanos y aunque la oposición institucionalizada no puede ir en contra sin que afloren todas sus vergüenzas que son muchas, la quiebra entre el mundo de lo oficial y la sociedad civil puede terminar en ruptura.

Eso no es ni bueno ni malo por definición, dependerá más bien del camino que luego tomemos. De momento, por primera vez hemos sabido, según Izquierda Unida, que el presidente de la Diputación y del PP de Zamora cobra 30.000 euros al año de Caja España (de media salen 2.500 al mes). No digo que sea mucho ni poco, dependerá del resultado de su trabajo, aunque el empeño por mantener oculto el dato, digamos, que da que pensar.