domingo, 27 de diciembre de 2020

Un mal alcalde

Conste para “trolls” y para los lectores de bien que no hablo de la persona, sino del ejercicio del cargo de alcalde de Zamora. Aclaración previa porque es la primera vez en la historia de la democracia local en nuestra ciudad en que cualquier crítica a la gestión política de la alcaldía genera automáticamente el insulto de algunos entregados seguidores que se olvidan del argumento, en pro de la aniquilación del argumentante al que, indefectiblemente mueve la envidia, la frustración o el rencor.

Sin embargo, el de Zamora, es un mal alcalde cuando se cierra el sexto año natural en el cargo y por mucho que la mayoría de los votantes zamoranos le otorgaran su confianza hace un año y medio. No puede ser considerado un buen alcalde aquel que dirige -sin reacción- los destinos de una ciudad que acelera su caída, cada vez más sin freno, desde que ostenta la alcaldía. Una ciudad en la que la actividad económica cierra puertas cada día para no volverse a abrir. San Torcuato ha muerto, Santa Clara -les invito a hecer el ejercicio de contar- tiene más locales comerciales cerrados de los que haya tenido en los últimos sesenta o setenta años. El Riego y otras zonas de la ciudad languidecen o se sostienen a duras penas y en el conjunto de los barrios la debacle es antológica. ¿La Covid? Sin duda afecta, pero los cierres ya venían de antes y desde la alcaldía se sigue mirando a los empresarios con recelo, no se bajan impuestos ni se reforma la burocracia para favorecer la actividad.

No puede ser buen alcalde aquel que observa impávido, se expresa como si no fuera con él, y no busca el menor estímulo para frenarla, cómo la pérdida de habitantes desangra nuestras posibilidades de futuro mientras da la espalda al proyecto de Monte la Reina porque los militares no molan ideológicamente. No puede ser buen alcalde quien no solo se ejercita en no salir del despacho sino que presume de no mover el coche oficial cuando, siendo una de las capitales de España más necesitadas de respaldo de otras administraciones, su alcalde debería estar día sí y día también visitando y exigiendo a ministros y consejeros, a secretarios de Estado y directores generales no ya un trato igualitario, sino la discriminación positiva que por justicia nos corresponde.

No es buen alcalde quien deja que la ciudad esté más sucia de lo que lo ha estado en décadas, los contenedores en los barrios den pena cuando no asco, porque en cinco años ha sido incapaz de renovar ninguno de los contratos de los servicios públicos esenciales, todos caducados. No lo es quien no tiene equipo pero tampoco se encarga de crearlo. No lo es quien persigue a los funcionarios que no se pliegan a sus deseos y se empeñan en defender la legalidad frente a la arbitrariedad. No es buen alcalde quien desprecia y niega una sede digna a la valiosa obra de Lobo. O quien, amparándose en el silencio otorgado de antemano por algunos periodistas, rige la institución con las maneras más despóticas y autoritarias que se recuerdan el la Casa de las Panaderas. Sí, Zamora tiene un mal alcalde. 

domingo, 13 de diciembre de 2020

Culpables y cómplices

Desde que nació esta columna en 2007, hay mínimo una por año dedicada expresamente -y referencias en muchas otras- a la debacle demográfica de la provincia de Zamora. El drama de la despoblación con su gemelo el envejecimiento de nuestra pirámide poblacional. Que por cada mil fallecimientos el tobogán del número de nacimientos haya descendido por debajo de los quinientos y esté ya en los datos de 2019 al borde de caer de trescientos, debería ser y no lo es, el principal y casi exclusivo argumento rector de todas y cada una de las acciones de gobierno. De todos los gobiernos. Porque no se trata solo de la muerte vegetativa de nuestra provincia por la diferencia entre fallecimientos y nacimientos, sino de la diáspora en bloque de generaciones enteras por la falta de expectativas, de actividad económica y de empleo.

Cuando un problema no es nuevo sino crónico y se agrava de año en año, cualquier solución es mejor que mantenerse en la inacción del espectador idiota que ni entiende ni analiza lo que pasa delante de sus narices. No es solución sino problema que el político más conservador de nuestra provincia y alcalde de Zamora se niegue sistemáticamente a aplicar cualquier reducción de tributos que favorezca a la economía productiva, bajo excusas infantiles y, en el fondo, porque le repele la propia existencia de la actividad privada aunque sea tan de andar por casa, tan de trabajadores, familias, autónomos o pequeñísimos empresarios como la hostelería o el comercio local. O que pase olímpicamente de Monte La Reina, no sea capaz de conseguir y gestionar un triste proyecto con financiación europea o se diluya entre la incapacidad y la mediocridad.

No es solución sino problema que la Diputación provincial no pegue un puñetazo en la mesa institucional aunque con eso enfade a su vicepresidente regional. No es lo uno sino lo otro que el gobierno regional solo se acuerde de exigir al gobierno central el cambio de los criterios de financiación autonómica cuando gobierna el PSOE y no su propio partido. O que a la hora de distribuir sus propios recursos lo haga con los mismos criterios poblacionales inversos a lo que necesitamos. O que se mantenga un criminal toque de queda a las diez de la noche destrozando aún más la economía y el empleo. Lo mismo cabe decir de quienes desde sus propias filas, en lugar de exigir al gobierno PSOE-Podemos recursos y respaldo para Zamora, vociferan contra la Junta y callan sin vergüenza ante los jefes de los que sus sueldos dependen, que se burlan de nosotros y se lo dan a los de siempre o lo malversan en basura ideológica.

Si hay culpables, callar es ser cómplices. Falta saber cuántos estamos dispuestos a no serlo, a sumar, trabajar y crear opinión por esa “revolución” en positivo. Volcarse con la economía productiva y la exigencia de políticas rupturistas por el desarrollo. Con la fijación poblacional que viene de atraer inversión y profesionales, mantener a los jóvenes, apoyar a la mujer en el empleo y el emprendimiento. Rompemos la dinámica o nos vamos al guano. Hagámoslo por Zamora.

domingo, 6 de diciembre de 2020

·El silencio de los corderos


Dicen en el PP de Zamora, y dicen bien, que los Presupuestos Generales del Estado abandonan a Zamora y son una burla. Dicen en el PSOE de Zamora, y dicen bien, que los presupuestos de la Junta de Castilla y León traicionan a Zamora y son una tomadura de pelo. Y dicen, dicen, porque ni unos ni otros callan a la hora de criticar, mirando a la galería, cada uno al gobierno en el que está el otro. Y si escuchamos, escuchamos, con atención veremos que ambos tienen razón y, a falta de otra harina que no sea la desvergüenza, con la suma de sus tortas haríamos un buen pan.


Así, el gobierno de la nación y los parlamentarios socialistas por Zamora -Antidio Fagúndez y José Fernández- no sufren ninguna vergüenza por pasar olímpicamente de promesas electorales tan fáciles y baratas de cumplir, pero trascendentales para nuestro intento de supervivencia como el asentamiento militar en Monte La Reina o tan necesarias y urgentes como la conversión en autovía hasta la frontera, de la N-122  (lo de Ana Sánchez cifrando precisamente en esos dígitos la deuda histórica de la Junta con Zamora, es como lo de Sánchez con el paraguas o Simón e Illa con sus predicciones y medidas en la Covid). Así tenemos que no hay en las cuentas ni en su acción política, tan  de izquierdas, tan propagandística para “que nadie quede atrás” y tan plagada de guiños a los independentistas catalanes y vascos, el más mínimo gesto hacia la provincia en conjunto más envejecida, con menor tasa de actividad económica y que más población pierde en la última década y año a año.


Así, el gobierno regional con la consejera zamorana Isabel Blanco y los procuradores populares por Zamora -José Alberto Castro, Leticia García, Óscar Reguera- y de Ciudadanos -María Teresa Gago-, no tienen ningún empacho en tapar incumplimientos flagrantes de promesas electorales como la eliminación del impuesto de sucesiones o la nula discriminación positiva en favor de la provincia más en caída libre de la comunidad, con reiterados llamamientos a que el gobierno central haga lo que Castilla y León no hace pese a tener también competencias y recursos, planes de choque, programas para incentivar realmente la actividad económica y empresarial o inversiones para frenar la despoblación.


Podemos también preguntarnos dónde están la reivindicación y la lucha de la Diputación que gobiernan PP y Ciudadanos. Dónde las del ayuntamiento del partido comunista de Guarido. Quién habla por los hosteleros, autónomos y pequeños empresarios condenados caprichosamente a cerrar. Quién señala a Igea, vicepresidente del gobierno que preside Mañueco, cuando nos recuerda que provincias como Zamora están ante la última oportunidad de beneficiarse de los fondos europeos mientras los que llegan a la comunidad se siguen distribuyendo por población y no por necesidad o estrategia de reequilibrio. Silencian que los que han llegado se han debido sobre todo a provincias como Zamora, a su situación fronteriza, a su baja renta. Unos, otros y otros nos prefieren callados. Pero como nos recuerda la película que titula esta columna, los corderos gritan cuando van al matadero, cuando hay silencio, es porque han muerto.


domingo, 29 de noviembre de 2020

Autónomos. Cerrando lo fácil

Por falta de espacio, a la columna del domingo pasado le faltaron los dos párrafos finales que son con los que quiero comenzar mi reflexión en tinta de hoy.

Cuando sus datos eran peores que los nuestros, la presidenta de Madrid -en contra de su vicepresidente Aguado- arriesgaba y fijaba estrategia en función de sus características singulares, equilibrando actuación sanitaria y preservación de la actividad económica y el empleo. No son caminos incompatibles. Mientras, aquí, el gobierno del vicepresidente Igea -ya preocupante la ausencia del presidente Mañueco cuando hay que tomar decisiones con riesgo de erosión política-, decidía hacer seguidismo aventajado de los fracasos de Sánchez, Illa y Simón. 

Que el azar influya y determine la evolución del ordenado caos que es el universo, no implica que las cosas ocurran por casualidad. Siempre hay una causalidad detrás, hablemos de política, de sanidad o de los premios Grammy. Se atribuye a Einstein la frase “locura es hacer la misma cosa una y otra vez esperando obtener resultados diferentes”. Locos estamos, o idiotizados, cada uno en nuestro lado de la barra que separa a administradores y administrados. Ningún motivo para cerrar la hostelería. Ningún resultado que acredite ventaja de mantenerla cerrada. Sin economía no hay vida, tampoco para ti funcionario o para ti pensionista. ¿Por qué callamos?

Una semana después, Igea ha pedido disculpas públicas por haber sido de los que atacó la línea madrileña, eso le honra. Ahora falta que empiece a aplicar en Castilla y León la experiencia demostrada exitosa. Porque ya no todos callamos ni parece que estemos dispuestos a tolerar daños económicos que no repercutan en beneficio para atajar la pandemia. Una caravana de autónomos esta semana en Zamora y otras ciudades. Cien hosteleros en Burgos saltándose organizadamente la restricción administrativa y abriendo sus establecimientos. Cuatrocientos en Palencia que anuncian que, sí o sí, abrirán el día cuatro, anticipándose a una posible nueva prórroga. Todo ello a raíz de que unos días antes, en reunión con representantes empresariales leoneses, desde el gobierno regional se diera por hecho que durante el puente de la Constitución la hostelería seguiría cerrada. Los autónomos son la parte más débil y desasistida del tejido económico pese a ser la más numerosa. La más fácil de castigar con impuestos, arbitrariedad normativa o restricciones sin mayor justificación.

Uno de los dilemas siempre abiertos en Teoría del Derecho es el de la legitimidad de la desobediencia frente a las leyes injustas. Sobre leyes justas se asienta el Estado de derecho, sobre leyes injustas solo cabe la tiranía en cualquiera de sus formas y grados. Que en democracia no debamos alentar acciones de incumplimiento de las normas legalmente aprobadas, por muy en desacuerdo que estemos con ellas, no obsta para que el legislador -o el ejecutivo en su posición de creador normativo- extremen las cautelas y la proporcionalidad a la hora de limitar derechos, algo que claramente en la actual situación no se ha hecho.

domingo, 22 de noviembre de 2020

Contra el cierre de la hostelería

En Madrid la hostelería funciona -con medidas de prevención, pero sin mayor problema- hasta las doce de la noche los siete días de la semana. Pero en Castilla y León hay que mantener cerrada la hostelería porque se aglomera la gente que no existe. Ayuso y Madrid eran el peligro, también para nuestros gobernantes regionales. Hoy Madrid registra la menor incidencia de casos por 100.000 habitantes de la península mientras Castilla y León sigue disparada en ascenso y duplica la media nacional. Nadie dimite, pide disculpas o rectifica.

Eran quince días, justificados en que se reducirían los contagios, ahora se prorroga por otros quince porque siguen aumentando. Todo apunta a que luego serán otros quince y previsiblemente después otras dos semanas con independencia de la evolución. Se ha demostrado que existe un modelo que funciona; falta explicar qué baile neuronal impide a nuestros dirigentes seguirlo y aplicarlo, adaptado a las características de nuestros pueblos y ciudades. Falta explicar por qué seguimos sin gastar unos cientos de miles de euros públicos en hacer test de antígenos que han demostrado ser el más rápido y eficaz método de control y a cambio hacemos perder millones de euros a nuestra economía productiva, cerrar definitivamente cientos de pequeños negocios y destruir decenas de miles de puestos de trabajo urbanos y rurales.

Pintar en los escaparates que la hostelería somos todos sirve tanto como escuchar el “Imagine” de Lennon cuando hay un atentado terrorista, o como los ladridos a la luna del verso de Bécquer. Detrás del hostelero, están la distribución, el panadero, frutero, carnicero y pescadero. El agricultor y el ganadero. Detrás las tiendas de ropa y calzado que nadie compra porque no hay ocasión de lucirlos. Detrás todo lo demás en Zamora, una provincia escasa de vida y de vidas, machadianamente hendida por el rayo y en su mitad podrida por la parálisis y la resignación.

Cuando sus datos eran peores que los nuestros, la presidenta de Madrid -en contra de su vicepresidente Aguado- arriesgaba y fijaba estrategia en función de sus características singulares, equilibrando actuación sanitaria y preservación de la actividad económica y el empleo. No son caminos incompatibles. Mientras, aquí, el gobierno del vicepresidente Igea -ya preocupante la ausencia del presidente Mañueco cuando hay que tomar decisiones con riesgo de erosión política-, decidía hacer seguidismo aventajado de los fracasos de Sánchez, Illa y Simón. 

Que el azar influya y determine la evolución del ordenado caos que es el universo, no implica que las cosas ocurran por casualidad. Siempre hay una causalidad detrás, hablemos de política, de sanidad o de los premios Grammy. Se atribuye a Einstein la frase “locura es hacer la misma cosa una y otra vez esperando obtener resultados diferentes”. Locos estamos, o idiotizados, cada uno en nuestro lado de la barra que separa a administradores y administrados. Ningún motivo para cerrar la hostelería. Ningún resultado que acredite ventaja de mantenerla cerrada. Sin economía no hay vida, tampoco para ti funcionario o para ti pensionista. ¿Por qué callamos?

domingo, 15 de noviembre de 2020

Sangre, Sudor y lágrimaS

Con “S” de Sánchez se escribe el presente. Se distorsiona y manipula el pasado. Se destruye el futuro. No es Iglesias sino Sánchez quien está decidiendo el camino a seguir, forzando todas las costuras de nuestro vestido constitucional, fijando prioridades,  línea de acción y objetivos de un gobierno para el que no existe más que el propio interés.

Con la “S” de sangre con la que mandando al vertedero de la ignominia el acuerdo de concordia suscrito por la unánime voluntad de los españoles entre la muerte en la cama y en pleno ejercicio de su poder del dictador y la aprobación de la Constitución democrática de 1978. Se pinta el abrazo con los terroristas y los cómplices de los terroristas en una operación de lavado y blanqueo de la sangre derramada -prácticamente toda en democracia-. Un abrazo en el que la aprobación de los presupuestos no es el fin en sí mismo, sino la excusa perfecta para hacer en toda España lo que, sin necesidad aritmética, Sánchez ya hizo en Navarra y quiere hacer en el País Vasco, configurar una permanente mayoría de izquierdas en la que agrupar todo lo que está fuera del ámbito de la derecha, el centro y la izquierda moderada o socialdemócrata (también estos últimos le sobran aunque le siguen haciendo de parapeto por mucho que anuncien náuseas y vómitos-

Con la “S” del sudor de las clases medias, de los pequeños, medianos y no muy grandes empresarios, de los emprendedores, los autónomos, los profesionales. De quienes no saben sino trabajar para sacar adelante vida y familia. Todos ellos fácil carne de cañón para las subidas indiscriminadas de impuestos por la vía del aumento de tipos, de la invención de nuevas causas por las que ser gravados, de la persecución casi policial, cuando no cercana a mafiosa, con la multiplicación de normas, desarrollos reglamentarios, circulares interpretativas y arbitrariedades limitativas de derechos, libertades y seguridad jurídica. Se salvarán de inicio las empresas verdaderamente grandes, el sátrapa siempre necesita su respaldo o al menos su presencia para obtener recursos con los que alimentar publicitariamente a los medios de comunicación que  interesen al poder y porque, como están regidos por directivos que juegan con dinero ajeno su consigna el siempre llevarse bien con aquel del que pueden obtener prebendas.

Con la “S” en que culminan las lágrimas de quienes, al albur de una mala política de lucha contra una pandemia y una igualmente mala concepción de la economía y la creación de riqueza, se ven obligados a cesar en sus negocios, se van a la quiebra o al paro. Las de aquellos que ven rotas sus familias, sus entornos sociales o de amigos. Su ámbito de vida y actividad profesional. Las de aquellos, finalmente todos salvo los pocos disidentes que vayan quedando y sobreviviendo, que van sintiendo cómo el empeño liberticida va terminando con las libertades individuales, con los derechos fundamentales, con los grandes consensos que hacen avanzar a las sociedades por el desarrollo de sus individuos. 

Con “S” de Sánchez, lo opuesto al Churchill autor de la frase, estamos empezando a escribir las más siniestras páginas de nuestra historia reciente. Y no vamos a mejor.

domingo, 8 de noviembre de 2020

Leña al mono

- ¡Es que me cae fatal!
- Trajo aviones con material médico antes que todos los demás en la primera ola. Repartió gratuitamente, también antes que nadie y a través de las farmacias y la tarjeta sanitaria, para que no hubiera problemas de distribución, mascarillas, de las  FPP2, que son las que de verdad protegen a los demás y también a uno mismo. 
- ¡Bah, no tiene ni idea de nada! ¡Está loca!
- Su gobierno habilitó en menos de una semana un hospital ejemplar en IFEMA que ha sido reconocido internacionalmente. Se adelantó en la toma de medidas en marzo con el cierre de colegios cuando el gobierno central no tomaba medidas porque aún tenía en la nuca el aliento del 8-M.
- ¡Pero si siempre va a su puñetera bola, pasa de los demás!
- Lleva pidiendo desde el principio -incluido el verano, cuando Sánchez decía que habíamos vencido y que tocaba disfrutar, mientras veraneaba un mes en Lanzarote y Doñana-, pruebas PCR en el aeropuerto, que es de las medidas que mejor han funcionado en otros países. Sin éxito, porque aunque el gobierno central que es de quien depende, anunció en primavera que las iba a hacer, ha pasado olímpicamente.
- ¡Solo actúa por interés político!
- Ha hecho más test que nadie en la segunda oleada. Masivamente los de antígenos, cuyo resultado se conoce en minutos y permite anticiparse, arriesgándose políticamente a que se cargaran las tintas contra ella y Madrid porque daba cifras más altas que otras comunidades en las que “pasan” de hacer muchas pruebas para que sus políticos no se “quemen” y den bien en la tele y las encuestas.
- ¡Solo quiere desmantelar lo público!
- Ha terminado la ejecución de un hospital con mil camas en solo tres meses, cuando estaba previsto en dos años. Tiene la mejor sanidad pública, privada y concertada, de España. Madrid es la única comunidad en la que se hizo el test al cien por cien del profesorado antes del inicio del curso y donde más se ha invertido en dotar de ordenadores y conexión a los alumnos para la continuidad del curso.
- ¡Es siniestra! ¡Va a hundir Madrid!
- Otras comunidades con menos actividad y recursos se ceban con la hostelería, le echan la culpa y la cierran a las diez de la noche o directamente prohíben abrir, trabajar y dar servicio; en Madrid el cierre es a las doce de la noche con lo que protege el empleo de decenas de miles de trabajadores y la pervivencia de autónomos y pequeñas empresas. Baja impuestos. Se ha opuesto a los confinamientos y cierres y defendido el mantenimiento de la actividad.
- ¡Todo es llevar la contraria al gobierno! ¡Le importa una “m” la vida de la gente!
- Pues el resultado es que desde que se desmarcó y Madrid optó por su propia estrategia, las cifras no hacen más que bajar mientras las del resto se disparan. Hoy los datos de incidencia acumulada de Madrid están en 360 por cien mil (los quintos mejores tras las islas, Valencia y Galicia), los de Cataluña en el doble, 720 y los de Castilla y León (los quintos peores) superan los 800. Claro que lo política y periodísticamente digno de aplauso es darle leña al mono Ayuso. También para estas cosas necesitan el “ministerio de la Verdad”. Y que sigamos tragando mentiras endulzadas, claro.

domingo, 1 de noviembre de 2020

Excepciones a la excepción

Si la presidenta de Baleares es “pillada” a las dos de la madrugada (sola y borracha quiero estar fuera de casa), con amigos en un bar, es suficiente con que diga “me sabe muy mal, aunque haya sido de manera involuntaria”. Si la ministra de cultura escapa a toda prisa en avión de Madrid, donde reside por ser ministra, a Bilbao, donde tiene su casa familiar, minutos antes de que entre en vigor la prohibición de salir de la capital que ella misma ha aprobado de urgencia esa mañana, bastará con que diga que era para ir al médico (viernes tarde, sábado o domingo) por un posible cólico y aquí no ha pasado nada. Si ochenta personas se reúnen en una cena con entrega de premios, convocados para celebrar el quinto aniversario, que no es precisamente el centenario, de un periódico digital, todo se queda en que es plenamente legal e incluso ejemplar, porque las mesas eran de seis comensales -aunque la reunión completa de ochenta- y se guardaron, nos dicen, las medidas de seguridad, por mucho que hayamos visto un buen puñado de fotos en las que, con platos y copas aún vacíos, los participantes observan y escuchan la intervención del convocante, la mayoría sin mascarilla. Es suficiente para ello que entre los asistentes estén varios ministros además del de Sanidad, presidentes autonómicos, líderes de varios partidos políticos (no Vox ni Podemos, hay que reconocerlo, aunque no sabemos si voluntariamente o por no ser invitados), y sin mascarilla también, la Fiscal General del Estado, máxima autoridad constitucional para la promoción de la acción de la justicia en defensa de la legalidad. Si la vicepresidenta Carmen Calvo publica en su agenda oficial que en este puente en que nos han prohibido a todos movernos de nuestra región, visitará las obras de una biblioteca en Córdoba y se descubre que esa biblioteca está situada a trescientos metros de su casa familiar cordobesa, basta con cancelar la visita y aquí todos buenos y ejemplares, porque lo importante cuando eres gobernante, sobre todo de izquierdas, no es cómo actúes sino que no te descubran, que tengas bien sometidos financieramente a la mayoría de los medios de comunicación y que puedas llamar “facha” a alguien con rapidez para desviar la atención. Ni multa, ni dimisión.

Pero si el gobierno de España y algunos autonómicos aún más restrictivos (pero igual de exitosos en la lucha contra la pandemia), como el de Castilla y León, te dicen que no puedes estar en la calle a las 22:01 ni para desplazarte de una casa a otra porque eres un peligro andante, salvo que, arbitrariamente, tu justificación le parezca razonable al pobre policía que te pare. O que hay que impedir a bares y restaurantes que te den la cena o una cerveza a esa hora O que no puedas organizar un acto o una reunión con más de 6 asistentes. O que no puedas cambiar de región en esta España de nuevas fronteras para pasar el fin de semana con tu familia o llevar unas flores a la sepultura de tus seres queridos, entonces, ciudadano de a pie, callar y obedecer, o multa. Es lo que tienen los estados de excepción aunque sean, como el actual, más que presumiblemente inconstitucionales, que las excepciones son solo para algunos.


domingo, 18 de octubre de 2020

Censura de la moción

Un buen amigo, que ahora milita en las filas de Vox, me decía esta semana “a ver si convencen de una vez a Casado de que vote sí en la moción de censura y podemos ganar”. Cuando se es joven e impulsivo, Vox lo es como partido, ocurren esas cosas, que el corazón pesa más que la cabeza, los impulsos se transforman en ensoñaciones y éstas, a veces, se confunden con la realidad. Así que da igual lo que voten los diputados del PP o de Ciudadanos tras el debate que comienza el miércoles. La moción no puede prosperar porque no puede sumar más votos a favor que los que tendrá en contra.

¡Si hay que ir se va, pero ir pa ná!, dice un chascarrillo. Es cierto que en ocasiones, en nuestra democracia hasta ahora todas menos una, las mociones de censura no se presentan porque se piensen ganar, sino para posicionar una alternativa, desgastar a quien gobierna o dar una llamada de atención que haga que el gobernante cambie en algún aspecto esencial su política. El problema es que en esta ocasión no se da ninguno de esos factores, por lo que la impresión es que efectivamente se va pa ná, o lo que es peor, es perjudicial para la configuración de una alternativa de centro derecha al despropósito izquierdista y destructivo que se alía en torno a Sánchez.

Salvo por el interés en una falsa puesta en evidencia de las otras dos fuerzas políticas del centro derecha y por agitar a los más efervescentes en las propias filas, con la ensoñación de que las elecciones y el gobierno se ganan unilateralmente con fuegos de artificio en el parlamento durante 24 horas, no se entiende una moción que lo que va a mostrar es la unidad de destino de las fuerzas que sostienen al gobierno. 

Esto con el agravante de que esa escenificación del mantenimiento de la alianza Frankenstein llega justo en el momento en el que, previsiblemente, íbamos a empezar a ver sus primeras quiebras. Con la desastrosa gestión de la pandemia. La acumulación de compromisos contrarios entre sí incumplidos por Sánchez. El plante de Europa ante el asalto político a la separación de poderes. Y con la negociación de unos presupuestos, con retraso ya anunciado, imposibles de casar entre lo que queda de partido de Estado en el PSOE y los compromisos y obligaciones de la Unión Europea frente a la secta podemita-chavista, la deslealtad independentista y el eterno mentir por la cara y la cruz de la misma moneda, del presidente del Gobierno.

A cambio, tendremos florituras para los ya convencidos en el ataque al gobierno más censurable de nuestra etapa democrática y un prietas las filas en el lado contrario frente a ese falso, pero eficaz para la huestes de la izquierda, fantasma del fascismo y del franquismo que políticos y prensa buscan personalizar en Vox. No es esto lo que España necesita. No es lo que ayuda a cambiar el extremismo del gobierno por una alternativa constitucional, moderada, liberal, occidental y moderna de progreso. Vanitas vanitatis.

domingo, 11 de octubre de 2020

Advertencia de seguridad

“Columna no apta para quienes defienden a ultranza a un gobierno haga lo que haga porque es de su partido, de los suyos o porque el presidente es guapo. Su lectura puede provocar irritación, inflamar el ánimo, acelerar el ritmo cardiaco y provocar espasmos diarréicos contra el firmante, que no serán menores aunque se sepa que el mismo articulista también escribió duras críticas contra el anterior presidente del gobierno incluso estando afiliado a su mismo partido político. Si está en ese grupo de riesgo hay miles de libros esperándole, numerosos articulistas en los que leer versiones distintas o contrarias y varios canales de televisión con los que profundizar en el sentimiento crítico de la vida, sin complicarse meninges y existencia.”

Al gobierno de España no le importan los muertos de la pandemia. Al presidente del gobierno de España no le importan ni los muertos de la pandemia ni los vivos que, en conjunto y mal que les pese a algunos, nos llamamos España. A Pedro Sánchez le importa Pedro Sánchez Castejón. Al mítico Narciso se le pasaban los días mirándose en el lago, obnubilado ante la belleza de su rostro reflejado en las aguas calmas. Nada ni nadie podía distraer su atención del único objeto que la merecía, su propia imagen. A Sánchez no le importan los muertos más allá que en cuanto a su cualidad de números. En momentos, para ocultarlos -veinte mil de la “primera ola” esperan reconocimiento oficial-, en momentos, para arrojarlos selectivamente contra el enemigo político. Contra Madrid sí, contra Navarra no. Contra Cataluña nunca. 

A Sánchez no le importan los vivos. Ni cuando su Comité de seguridad nacional, dirigido por su hombre de confianza, Iván Redondo alertó hasta en once ocasiones antes del ocho de marzo de la gravedad de lo que venía. Ni cuando en la semana siguiente la situación se desbordó. A Sánchez no le importan los médicos, enfermeros y demás personas que se dejan el esfuerzo, la salud y la vida en luchar contra la pandemia. El Tribunal Supremo acaba de sentenciar eso que ellos habían sufrido y el resto ya sabíamos. No le importan más expertos que los que no existen, que es con los que forma su “comité” de la justificación de lo que en cada momento se le ocurre porque le conviene. La pandemia, en sí misma, es solo una aprovechable parte más de esa estrategia más amplia que rige su acción de gobierno. 

Tampoco la quiebra o el paro de los españoles salvo para que a Begoña no le falte su puesto “ad hoc” e injustificado en el Instituto de Empresa y a él el trono monclovita. A Sánchez la pandemia le preocupó en lo estrictamente necesario para que no impidiera sus semanas de vacaciones. En la que posiblemente sea la mejor representación artística del mito de Narciso, Caravaggio nos muestra una imagen en el lago mucho menos bella que la del mito que se mira en él. En la España de hoy, ocurre lo contrario. La estampa de Sánchez es infinitamente peor que la imagen que él ve y la que se empeñan en transmitirnos sus extensiones mediáticas y políticas. ¿Soy duro e injusto? Mucho menos que lo que llevamos y lo que se nos viene.

domingo, 4 de octubre de 2020

Empieza a no gustarme España

Empieza a no gustarme España y eso me duele. Empieza a no gustarme mi país, el de mis ancestros y el que quiero que siga siendo el de mis hijas. Empieza a no gustarme el fervor con el que una y otra vez desenterramos los errores del pasado para volver a echárnoslos en cara, como si los de ahora fuéramos solo un hilo directo, sin mezcolanza, aprendizaje, influencia y mestizaje de lo que otrora fueron quienes nos antecedieron. 


Unos basándolo en la estirpe familiar, como si el árbol familiar constara solo de una rama y no fuera en sí mismo, en metáfora borgiana, un jardín de senderos por los que la savia se bifurca eterna e infinitamente en su creación de vida. Otros partiendo de una interpretación ideológica del pasado bajo mirada con ojos de corta vida y cerebro de aún menor ilustración. Unos y otros aparecen cíclicamente a lo largo de nuestra historia patria, básicamente para jodernos la vida como nación y sociedad. Como país, paisaje y paisanaje, en el lúcido título de aquel lúcido, por descriptivo y premonitorio, artículo que publicó en 1933 el lúcido, por español, por sabio y por escéptico, de Don Miguel de Unamuno.


En momentos de nuestra historia se nos advinieron para recuperar el absolutismo caduco y frenar los avances liberales hacia la modernidad, la libertad y la razón. En otros para retrotraernos a revoluciones sociales de opresión y servidumbre. Romper constituciones que promulgan libertad para gritar “Vivan las cadenas”. Si ese fuera el ADN preponderante en nuestra piel de toro reseca y resquebrajada diría “no me gusta España”. Si solo digo que empieza a no gustarme es porque no creo que, aquí y ahora, como tampoco antes, la mayoría de los españoles seamos así ni queramos la ruptura de la convivencia o la imposición hasta la aniquilación o la expulsión de unos sobre otros. Porque este enfrentamiento nunca fue entre un extremo y otro, sino entre los extremistas -que en unos siglos tienen un pelaje y en otros otro- y los que no lo somos.


Entre totalitarismo y Estado de derecho. Entre absolutismo e imperio de la ley. Entre arbitrariedad y orden democrático. Estos son los planos del enfrentamiento, no entre extremos que nacen y se expanden unos al albur de los otros, retroalimentándose en espiral de irracionalidad. ¿O es que alguien piensa que al 80% de los españoles de los años 30 les importaban una “m” el  marxismo o el fascismo? Sin embargo esa inmensa mayoría se vio arrastrada por unos cuantos visionarios hundepatrias como los que vuelven a aflorar hoy, pensando que venciendo y no convenciendo se puede doblegar  a una sociedad entera para conseguir su Arcadia feliz. Una utopía que básicamente consiste en tener una dacha en las afueras y en igualarnos a todos (salvo ellos) por abajo, no por arriba. Por la miseria, no la prosperidad. Por la servidumbre, no por la libertad. Ha dicho Felipe González que en 78 años de vida nunca ha visto una incertidumbre de la magnitud de la que estamos viendo. Empieza a no gustarme, pero aún nos pertenece a todos. 


domingo, 27 de septiembre de 2020

Tampoco es la república

Llevamos meses preguntándonos si detrás de muchas de las actuaciones, determinaciones y manifestaciones del gobierno de coalición PSOE-Podemos, lo que subyace es la apuesta por la abolición de la monarquía para implantar la idealizada república. Lo que parecía mera ocurrencia de unos cuantos pensadores, opinadores o políticos es hoy propósito oficialmente declarado por una de las fuerzas políticas que forman el gobierno y el propio vicepresidente de la nación, sin el rechazo, la corrección o siquiera la matización por parte del presidente.

Ambos, y también el muñidor de su alianza, el todo-influyente Iván Redondo, conocen lo inestable de una coalición de este tipo. También son conscientes de lo desleales y volubles que son el resto de fuerzas políticas que apoyaron la investidura y de las cuales dependen para su primer gran reto, la aprobación de los presupuestos con los que respaldar el empeño por transformar nuestra democracia. De un régimen liberal, representativamente plural y de alternancia, a un régimen hemipléjico donde solo la izquierda empapada de cochambre ideológica totalitaria gobierne, entre el silencio de la izquierda sensata, tolerante, abierta y moderna; la incredulidad y la protesta debidamente achicada por las televisiones y otros medios, de un centro derecha estigmatizado por un supuesto pecado original; y el enfrentamiento visceral de una derecha que se vaya tan al extremo que les permita justificar frentismo y ruptura.

Ante esa inestabilidad en la que ni Sánchez se fía de Iglesias ni Iglesias de Sánchez y ante esos objetivos, ocurre como en esos números de circo en los que alguien se desplaza con una inverosímil cantidad de platos sobre sus manos y sabe que ha de seguir moviéndose o toda la vajilla se romperá estrepitosamente contra el suelo. Así, lo que empezaron siendo gestos dejados a la interpretación de cada uno, contra el Rey, contra la Constitución o contra la separación de poderes, son ya exhibiciones directas de veto al Rey, de cambio de facto del modelo constitucional de convivencia y de purga y control del poder judicial por parte del ejecutivo.

Esto va muy rápido. Tanto que lo impensable hace menos de un año es hoy evidencia. Ahora ya sabemos que tampoco es la república lo que quienes marcan la senda del gobierno quieren, sino “su república” en la que como en la revolución del 34 y el gobierno del Frente Popular del 36, resulta que ya no cabemos todos. Días tristes cuando se ensalza a Largo Caballero, Negrín, La Pasionaria, ETA o el FRAP y se arrincona el espíritu socialista de paz y concordia de Julián Besteiro y de la Transición del 78. Días tristes en los que, en esta Zamora moribunda y sin rumbo, -dramática metáfora- dos corazones socialistas de profundas convicciones no reñidas con la tolerancia, han dejado de latir. Dos personas buenas. Dos amigos con los que uno compartiría cualquier cosa. De los que tanta falta harán en estos tiempos que se nos vienen. Hace unos días Emilio Petisco. En este triste fin de semana, tan prematuramente, Manu Arribas. Que su recuerdo nos ilumine para que seamos capaces de parar a tiempo a los iluminados. Mi afecto a sus esposas y familias.

domingo, 20 de septiembre de 2020

La metamorfosis

Cuando el alcalde de aquella pequeña capital se despertó una mañana tras un sueño intranquilo, se encontró en su cama convertido en la resultante de que su verdadero yo, tras años intentando ocultarlo, se hubiera rebelado. Cuidadosamente giró sobre sí mismo hasta conseguir apoyar el pie izquierdo sobre la alfombra acolchada. Decididamente -sintió mientras se desperezaba- hoy no va a ser un buen domingo.

Tras revisar someramente la prensa del día y echar un vistazo a las redes sociales  empezó a teclear en su perfil en una de ellas con ánimo enfebrecido y espíritu inmoderado mientras pensaba -esta vez en voz alta- ¡Bendita dictadura del proletariado! Cuánta libertad sobra y cómo faltan unas miles de habitaciones sin Estado de derecho. 

Aún con el regusto amargo del café y la democracia hiriéndole en el paladar, se convenció de que no había sido una buena idea atreverse con las primeras páginas de aquel libro de Kafka que desde hacía tantos años acechaba, incógnito, bajo la luminosa biografía de Dolores Ibárruri.

* * *

Sobre mi Espejo de Tinta del pasado domingo, escribió el alcalde Guarido en su perfil de Facebook una sutil y educada reflexión que reproduzco a continuación (él, sin embargo, no reprodujo mi columna): “EL RENCOR DEL SR. MACÍAS. Una vez más el ex teniente de alcalde falangista Ángel Macías escribe hoy en La Opinión de Zamora un articulito contra el “matrimonio Guarido Rivera” (el Alcalde Guarido y la teniente de alcalde Laura Rivera) y el también teniente de alcalde Miguel Ángel Viñas al que le pone todos los calificativos de las diversas tendencias comunistas, creyendo que con eso le vitupera. ¿Pero realmente el Sr. Macías, cree que nosotros damos miedo a los zamoranos? ¿Cree el señor de la mano en el pecho que concurrió a las elecciones municipales con “Por Zamora”, con el apoyo de algunas entidades financieras, y que se llevó un “hostión electoral”, que sus ataques hacen mella en el honor del Sr. Viñas?. Más bien demuestra el rencor político que tiene. La derecha siempre gobernó con espionajes mafiosos (Kitchen), con corrupción (Gürtel), con despilfarro (edificio inexistente en Zamora promovido por Macías que nos costó 5 millones)…¡qué diferencia con la izquierda de Zamora! Por mucho que intenten lanzarnos calificativos comunistas solo conseguirán reforzarnos. Y es que vale más el ejemplo de cada uno y lo que ha hecho en la vida, que todo lo demás. Y en Zamora, Sr. Macías, nos conocemos todos. A Miguel Ángel, el de las camisetas, como dice vd., también.”

Después de leerlo, me preguntó mi amigo Ezequiel “¿está nervioso o lo pones nervioso?. Es su naturaleza -le contesté- no soy yo. Ezequiel me recordó que el primer capítulo del totalitario es no permitir que la verdad se interponga ante su manipulación de la realidad. La misma mentira repetida muchas veces se transforma en arma revolucionaria. El segundo, estigmatizar, “aniquilar civilmente” a cualquiera que no sea de su cuerda. ¿Falangista tú? ¡Me troncho! Más Kafka y menos kafkianos.

domingo, 13 de septiembre de 2020

¿Estalinista o maoísta, señor Viñas?

Dice el tercero que junto con el matrimonio Guarido-Rivera conforma la tríada que gobierna el ayuntamiento de la capital: “Ya me gustaría a mí la dictadura del proletariado, pero no la tenemos, tenemos una democracia”. Lo hizo esta semana en el Pleno municipal contestando a la concejal Cruz Lucas. Confío en que el secretario de la institución, continuando con su fiel prestación de servicios, recoja la frase literalmente en el acta de la sesión. Indudablemente merece pasar a la historia una afirmación tan profunda como sincera de la identidad ideológica del equipo al que los zamoranos hemos otorgado, de forma tan mayoritaria, la facultad de gobernarnos durante estos ocho años.


En lo que no ha caído el concejal Viñas, poco dado según parece a profundidades intelectuales, es en la cuenta de que las dictaduras del proletariado tienen un leve defecto conceptual y práctico a la hora de su ejecución (como macabro anillo al dedo le va este término). Lo decía en abril de 2019 en una entrevista en El País, Yan Rachinski, director de la ONG rusa Memorial: Más de un millón de personas fueron fusiladas. Cuatro millones, enviados a campos de trabajo. Cerca de 6,5 millones, deportados durante las purgas de la dictadura de Josef Stalin. Socialistas, anarquistas, miembros del Partido Comunista Soviético, opositores, cualquiera que diera muestras de ser “enemigo del pueblo”. En total son cerca de 12 millones de personas que deberían ser rehabilitados”. Y esto hablando de un periodo en que la dictadura del proletariado llevaba lustros consolidada y ya no cabía más purga que entre ellos mismos, nada más que en función del matiz del rojo y de la necesidad del líder de limpiar cada cierto tiempo los escalones inmediatamente inferiores para que el resto siguieran aplaudiéndolo a él y sólo a él.


Habrá que creer al concejal Viñas, Guarido, Rivera y resto de trasnochados comunistas de nuestra plaza Mayor. Claro que les gustaría -pregúntenle a algunos, no pocos, funcionarios-, siendo ellos los opresores, no los oprimidos, claro. Los que pudieran hacer que no hubiera normas solo mutables por el procedimiento democráticamente establecido, sino directrices y consignas emanadas directamente de  uno de sus comités del pueblo que sirven para quitar al pueblo libertad, dignidad y vida.


Afortunadamente aún tenemos una democracia y no una dictadura del proletariado, ni de las de verdad, ni de las de las ensoñaciones de Viñas y compañía. Aunque he de decir que al rebufo de esta tontería del concejal, he recordado a mi amigo Ezequiel, quien curtido en las filas del comunismo durante la transición, me apuntaba hace poco con desengañada sorna: “Nos dividíamos entre eurocomunistas y prosoviéticos; profundizando más, entre marxistas y leninistas, estalinistas y troskistas. A partir del mayo parisino del 68, de Sartre y de la Revolución Cultural china incluso entre reformistas y maoístas. Ahora, de lo más que se puede tildar el pensamiento de todos estos de las camisetas es de mahouista”. Ezequiel, te estás convirtiendo en un peligroso liberal, ve con cuidado, le advertí.


domingo, 23 de agosto de 2020

Ni hosteleros ni jóvenes

Se ha forjado un sólido consenso internacional, médico, científico, mediático, que sitúa a España como el país avanzado con peor gestión pública de la crisis Covid19. Nos lo hemos ganado a pulso, cincuenta mil fallecidos en la primera oleada, que nos sitúan exageradamente por delante del resto de países en fallecidos por millón de habitantes. Sí también muy por delante de Reino Unido o de Estados Unidos pese a los esfuerzos de algunos medios de comunicación -y la pasividad de otros- por hacer que parezca lo contrario.

Tras ese fiasco y pese a lo anunciado, vivimos ahora el momento de la plena elusión de esas responsabilidades por parte del gobierno de Sánchez, Iglesias, e Illa y de Fernando Simón, paradigma de la incompetencia y la desfachatez. Por el contrario, se ha abierto la veda para el señalamiento de “responsables” entre distintos sectores de la población y de la actividad económica y social. Lo vimos con las primeras imágenes de ciudadanos saliendo a la calle tras el confinamiento y con el empeño en poner en la picota a los jóvenes, “los grandes contagiadores” se los ha llegado a llamar.

Ahora la guerra santa es contra los hosteleros y el ocio nocturno, el sector económico que más empleo y riqueza genera en verano. La noche del viernes al sábado estuve en la Plaza Mayor en la concentración de Azehos y la hostelería zamorana contra unas medidas injustas por arbitrarias y que más bien parecen dirigidas a cubrir las espaldas de los gobernantes nacionales, autonómicos y locales, que a poner freno a una pandemia para la que no se han tomado otras medidas comprometidas y no cumplidas, pese a demostrarse en otros países ser más eficaces que las ocurrencias de telediario y redes sociales que nos siguen manteniendo a la cabeza del mundo en mala gestión.

Ni jóvenes ni hosteleros son culpables de la errática actitud con respecto al uso de las mascarillas, desaconsejadas cuando en todo el mundo se recomendaban, obligatorias ahora no solo en lugares cerrados sino en plena calle cuando en ningún otro país europeo se exigen al aire libre, salvo en momentos puntuales de aglomeración. Tampoco de que, con insultante falsedad documentada públicamente, la comisión de expertos que tomaba las decisiones de confinamiento, desconfinamiento y fases, nunca existiera pese a que el propio presidente nos comunicó reiteradamente sus reuniones con ella.  De que en los aeropuertos no se hayan exigido y efectuado test a quienes nos visitan. Que no pocos de los casi quinientos inmigrantes ilegales que llegan cada día a nuestras costas, algunos contagiados, escapen sistemáticamente, de los centros de acogida. De que Simón no haya acertado un solo pronóstico y de que este fin de semana nos hayamos quedado sin Remdesivir. Ni de la mala coordinación entre gobiernos nacional y autonómicos. 

Los pájaros disparan a las escopetas. El peor gobierno de nuestra democracia para el peor momento social y económico. Sólo les queda un recurso, culpar a la sociedad por no estar ellos a la altura de sus responsabilidades, en activo y en vacaciones.

domingo, 16 de agosto de 2020

Ladrillos en el muro

El Berlín de la postguerra es uno de esos macabros ejemplos de la inestable balanza en la que se comparan la libertad y su ausencia. No digo la libertad y la opresión porque es connatural al avance en la civilización y el desarrollo de la humanidad concebir la libertad individual como el estatus primigenio sobre el que desplegar el único otro derecho absoluto, el derecho a permanecer vivos en tanto la naturaleza nos lo permita. 

La ausencia de libertad es ya opresión en sí misma. Si bien, el contrato social que suscribimos para renunciar a parte de nuestra autonomía personal y poder convivir -generalmente de forma pacífica- en comunidad, permita establecer grados aceptables de renuncia al libre albedrío. Renuncio al ejercicio pleno de mi libertad a cambio de que los demás hagan lo mismo y así todos podamos ser “moderadamente libres”, evitar los conflictos y, por lo tanto, sentirnos seguros en nuestra convivencia social.

Berlín, capital de la opresión instaurada por la aberración nacionalsocialista, una vez tomada por aliados y soviéticos fue dividida en cuatro partes a efectos administrativos y de control militar: Inglaterra, Francia, Estados Unidos y la Unión Soviética se repartían ciudad y país. Pronto los tres primeros, regímenes democráticos, unificaron sus sectores y dieron lugar a la reconstitución de Alemania como país libre con ciudadanos libres. Los soviéticos escudándose en el peligro de Alemania para la seguridad en Europa no quisieron más libertad que la de mantener su bota militar sobre su área de influencia. 

De 1945 a 1961 la Alemania occidental se consolidó como nación libre, democrática y próspera (el capitalismo suele traer estos logros). La Alemania del Este, oficialmente denominada “Democrática” -Orwell mejor que nadie nos explicó cómo el opresor da pátina a sus actuaciones y objetivos con palabras que significan lo contrario-, consolidó la ausencia de libertad, el estado totalitario y la ruina económica (el comunismo siempre, sin excepción, ha producido estos efectos).

Durante esos años (después más aún) la brecha se fue haciendo más grande. Los platillos de la balanza se desequilibraban cada vez más y, como ocurre con los enemigos del hombre y de la libertad, después de años de escalada en las limitaciones para el paso del Este al Oeste, siempre amparados en el subterfugio de la seguridad, al amanecer del 13 de agosto de 1961 los ciudadanos de Berlín se encontraron ante un muro. Los soviéticos y sus acólitos alemanes sostenían que “el muro fue levantado para proteger a su población de elementos fascistas que conspiraban para impedir la voluntad popular de construir un Estado socialista en la Alemania del Este”.

La libertad, como la vida, nos pertenece a cada uno individualmente. El contrato social nos lleva a ceder parte de nuestra autonomía para que sea gestionada de forma conjunta y democrática en beneficio de la convivencia pacífica, en igualdad y bajo normas justas. Pero la tentación de los poderosos por restarnos libertad a cambio de la seguridad (hoy llamada salud pública) siempre está activa. Es el muro tras el que ocultar la vocación de control social y la incompetencia en la gestión.


domingo, 9 de agosto de 2020

Mi mecánico y yo

En muchas ocasiones, cuando el rey Juan Carlos I se dirigía a los españoles en aquellos años difíciles, trascendentales e iniciáticos de la Transición, empezaba su alocución con la entradilla “la Reina y yo”. La misma expresión dio durante muchos años título a una sarcástica sección de la revista “El Jueves” en la que se hacía crítica corrosiva de la familia real española, porque una de las cosas buenas de la democracia es que la libertad de expresión garantiza el sometimiento de todos al escrutinio y el control.

Mi mecánico, que es Justo y justo, dice que a él no le ha robado nada el Rey Juan Carlos, cosa que no puede decir de otros. Me describe cómo durante su reinado y el de su hijo ha podido trabajar siempre, montar un negocio que no le ha permitido hacerse rico pero sí crear una familia, sacar adelante dos hijos de los que se siente orgulloso, disfrutar de ciertas comodidades y aficiones y no temer por su futuro en un entorno de paz, estabilidad y libertad de movimiento, pensamiento y opinión. 

Mi mecánico y yo pensamos que no solo es una falacia sino una imbecilidad eso que ahora se pinta de que la andadura que comenzó en 1975 y nos ha traído hasta aquí subidos en el vehículo constitucional de 1978, que abrumadoramente apoyaron y aprobaron los españoles era algo fácil, que iba de rodado y que hubiera dado lo mismo (o incluso hubiera sido mejor) si otros hubieran trazado la ruta para España, en vez de un monarca al que el mandato recibido no lo obligaba -ni siquiera inducía- a pasar del autoritarismo al parlamentarismo; de la plenitud de poderes a la cesión completa de los mismos en favor de la soberanía del pueblo español manifestada democráticamente.

En 2013 (29 de septiembre) escribí en estas mismas páginas mostrándome partidario de la abdicación del Rey, por su edad, estado de salud y errores personales, para dar a la institución y a España el impulso que ambas necesitaban. En 2014 (8 de junio) escribí felicitándome por que una vez más don Juan Carlos hubiera tenido la generosidad y la sensatez para renunciar al ego y dar ese paso. 

El rey Juan Carlos no está imputado por ninguna de sus actuaciones (no está siendo investigado, en la vigente terminología penal) y como mi mecánico y yo creemos en la ley y en su cumplimiento, vemos indigno que lo eche de la España que tanto le debe, el gobierno de un partido creado con dinero de las dictaduras venezolana e iraní, de otro que es el que más ha robado y malversado (este sí, con numerosas sentencias) y otros cuyo fin declarado es la destrucción de nuestra nación. 

Esto es lo indignante, lo sonrojante y casi tierno es que lo acusen de golfo y mujeriego, los que justifican que el vicepresidente del gobierno promueva la inseminación (el término es de Iglesias, no mío) como criterio de ascenso en partido y gobierno. Mi mecánico por primera vez tiene miedo a cómo atisba el futuro y yo sigo pensando que no cambio nuestra monarquía de paz por su república de odio.


domingo, 19 de julio de 2020

Los buenos y los malos

A Aznar lo tacharon de pedigüeño por que iba a las reuniones económicas de la Unión Europea, asentaba sus reales sobre la silla de negociación, buscaba alianzas de países grandes en población -como Polonia-, que le otorgaban fuerte peso de representación   y voto en las tomas de decisiones y sólo se levantaba cuando los países menos proclives a colaborar con el sur del continente, iban atendiendo a sus razones, flexibilizando sus posturas para buscar puntos de acuerdo o, simplemente, cediendo aburridos de las horas y horas de interminables reuniones a las que el presidente español los sometía. 

Mientras as cumbres se celebraban, no lo oíamos hablar mucho -la verdad es que fuera de ellas tampoco-. No echaba de menos la no existencia de las ahora omnipresentes redes sociales. No se prodigaba en una política de comunicación hacia dentro de España para que, mientras veíamos el telediario, oyéramos cómo utilizaba las palabras que ahora permanentemente resuenan huecas en las declaraciones de Sánchez sobre cómo deben ser las economías de la UE: resilientes, verdes, digitales, inclusivas…

Aznar no era ni guapo ni especialmente simpático, así que se supone que tenía que ejercer de pesado pedigüeño para poder rascar bola ante los líderes del centro y del norte, más altos, apuestos (y sin bigote además). El caso es que le funcionaba y nos funcionó, básicamente porque iba pertrechado con los resultados de los ajustes del déficit, las tasas de crecimiento de nuestra economía y los números del empleo que nos situaban a la cabeza de Europa en creación de puestos de trabajo. Europa entonces era buena aunque Aznar mereciera aquí el desprecio y la mofa de nuestra refinada progresía.

Ahora, los tiempos han cambiado, vamos a Europa con un guapo y alto presidente de sonrisa “porque yo lo valgo”, cargado de palabras “totales”. Es cierto que los resultados que lleva en su mochila son un tanto endebles pero eso debería carecer de importancia cuando resulta que vamos cargados de bellos deseos para el mundo. Su gestión presupuestaria nunca ha cumplido con los compromisos asumidos por España ante el resto de naciones europeas. Incluso nos desviamos por encima de cada desviación que previamente hemos anunciado, pero no tienen que ser insolidarios y recriminarnos por ello. Tampoco si las cuentas que presentamos se demuestran manifiestamente falsas. Europa no debe ser inquisitorial, sino resiliente e inclusiva. Tenemos las peores cifras de empleo y vamos camino de una masacre laboral pero nos podemos permitir eliminar la reforma laboral que, apadrinada por Europa, ha dado buenos resultados. Y nos escolta la coleta de un comunista anti-mercado, anti-Europa y anti economía liberal y progreso, así que como dice la frase de moda ¿qué puede salir mal?

Ahora los europeos son malos porque solo nos dan el dinero que han ahorrado si nos comprometemos a emplearlo bajo los criterios que el resto cumple, si nos apretamos el cinturón que los otros países llevan años apretándose. Y si se establecen sistemas de control y seguimiento. Son malos el holandés, el sueco, el irlandés, pero nosotros no. Nosotros somos buenos “porque lo valemos”.


domingo, 21 de junio de 2020

Opaco Guarido

La transparencia no se pregona, se practica. La legalidad no es un mérito, sino una condición sine qua non. La eficacia no se presupone sino que se demuestra. El contrapeso entre las palabras y las acciones, entre los compromisos y los resultados forman siempre dos platillos de una misma balanza. Difícil equilibrio que en las viejas tiendas de ultramarinos solo veíamos como logro perfecto en instantes puntuales mientras el fiel oscilaba entre el lado de los pesos y el de la mercancía.

La oposición municipal, levemente espabilada tras cinco años de lisérgico cóctel de adormecimiento, miedo escénico y mirada siempre puesta más allá de los límites provinciales se despereza para venir a decirnos unánimemente esta semana que estamos ante el equipo de gobierno menos transparente -Opaco Guarido, nos hubieran dicho hace mucho de haber despertado antes-, más tramposo y probablemente más ineficaz del periodo democrático en la capital. 

Con los mismos juegos de manos con los que durante los pasados cuatro años fue distrayéndolos mientras dejaba pasar el tiempo sin sacar adelante ningún proyecto importante de los prometidos o necesarios para Zamora. Con los mismos cubiletes bajo los que durante este tiempo ha ido difiriendo la renovación de las adjudicaciones de los contratos de servicios públicos municipales hasta llegar a un momento -único en la historia de nuestro Ayuntamiento- en el que prácticamente todos los grandes contratos están fuera de plazo y por lo tanto en situación irregular, algunos desde hace más de los cinco años que lleva ya rigiendo la Casa de las Panaderas. Con esos mismos ardides, siguen él y su grupo tratando de salvar su ineficacia a los ojos de la prensa y del conjunto de los ciudadanos. Reconozco que, en ambos casos, con notable éxito.

Cuando ya se cumple un año de su segundo mandato, nos anuncia la licitación de esos grandes contratos. Eso ocurre en la misma semana en la que el Ayuntamiento decide dar marcha atrás por enésima vez en el imprescindible y más que urgente proyecto de remodelación y reacondicionamiento del mercado de abastos, el mismo que en vísperas de las pasadas elecciones obtenía primeras páginas dando a entender que habían licitado la obra y no simplemente la redacción del proyecto, ese que ahora, un año más tarde resulta que tampoco está adjudicado.

Hay nerviosismo en el grupo de gobierno porque parece que va a haber recursos contra el pliego de recogida de residuos y limpieza viaria por numerosas incongruencias administrativas y técnicas. También porque han querido saltarse a la oposición en la tramitación del de mantenimiento de zonas verdes pero esta vez no ha colado. Y porque la Junta de Castilla y León por un lado y el juzgado por otro le quitan la razón al alcalde Guarido en su “abusona” persecución contra el interventor municipal. Esta es otra de las características emblemáticas de su acción de gobierno. Trazar una línea nítida y cortante -tanto que en ocasiones lleva hasta la baja médica-, entre funcionarios “cómodos” e “incómodos”, curiosamente en los ámbitos más relacionados con algunos de esos contratos y con el control legal de fiscalización. 

domingo, 14 de junio de 2020

La revolución de la ignorancia

Veo turbas de enmascarados pintando y derribando estatuas a lo largo y ancho del planeta civilizado y democrático, con rabia y soberbia, como si no hubiera un mañana o como si eliminando las huellas del ayer fuera posible hacer un futuro mejor. No son idealistas, no son ejércitos de esclavos siguiendo al Espartaco o al Moisés que los libera. Son estúpidos. Bandas de genuinos imbéciles cuyas conexiones neuronales se alimentan de la aparente simpleza que reciben de la televisión, las redes sociales y el marketing pop que se han adueñado de las sociedades en las que habitan.


Lo visten de revolución en la época y el ecosistema en que las revoluciones son imposibles fuera de unas cuantas fotos porque dan tremenda pereza física y mental. Porque no hay revolución que no vaya precedida de un importante esfuerzo cerebral de generación de ideas. Sea científica, sea social, no hay revolución si no propone un nuevo paradigma que sustituya al preexistente. Nunca, salvo en la mente y actitud de los genios del romanticismo bajo los efluvios de la absenta o en la autodestrucción punk atiborrada de sustancias alucinógenas, ha existido revolución hacia el nihilismo. 


Como para que ahora vengan estos imbéciles, con siglos de retraso y culos anchos de estar tumbados en el sofá dándole a la consola, en los bancos de los parques fumando canutos o crack o en las aceras viendo pasar la vida de los otros ante sus ojos, a acabar con el racismo, la marginación, las desigualdades o la pobreza. No hay revolución en la que sus protagonistas no se jueguen el tipo al todo o nada. Es imposible que las selfies y la macarrada en pandilla conduzcan a un sitio mejor. Ni siquiera a un sitio distinto que el cubo de la basura de la historia.


Aquello a lo que algunos pretenden dar la consideración monolítica de memoria histórica, adaptándola al contexto actual, olvidan que ni es memoria ni es histórica si se separa del contexto en el que se produjo y de los antecedentes históricos que llevaron hasta allí. Empezar catalogando a Lincoln, Cristóbal Colón, Isabel la Católica o Winston Churchill como racistas conduce al absurdo de que por idénticos motivos esa mancha deba extenderse a todos los gobernantes, hombres ilustres y cada uno de los humanos que ha vivido en el mundo hasta ayer por la tarde y, aún hoy, a todos menos a los más ignorantes, aquellos que vociferan, acosan y destrozan en las sociedades de las que forman parte en igualdad legal de condiciones. 


Que desde algunos sectores ideológicos y mediáticos se les jalee y se les otorgue una impronta épica que para nada tienen, sólo contribuye a reconocer que en la era del mayor conocimiento humanístico, científico y tecnológico, tenemos también la mayor capacidad de divulgación y asentamiento de la estupidez. Algunos críticos, con excesiva buena voluntad, denominan al proceso que vivimos como revolución de la desmemoria. Se trata, sin embargo, de la revolución de la estupidez; la involución de la ignorancia.


domingo, 7 de junio de 2020

Horteras unidos

Horteras del mundo, uníos. En torno a las televisiones y las redes sociales donde todas las voces valen lo mismo. La del sabio y la del necio. Del bondadoso y del criminal. La del que se preocupa por recibir la información desde las diferentes caras del prisma ideológico y la del que sigue siendo monocanal. El ilustrado y el ignorante. El brillante y el zoquete.

Horteras del mundo, buscad una causa, a ser posible lejana de forma que la distancia impida ver los matices y elevadla a categoría de universal. A ser posible falsa o cuando menos sacada de contexto. Lo suficientemente ajena a vuestra circunstancia vital como para que no requiera una renuncia personal a nada; ningún sacrificio; ningún reconocimiento de culpa directa; ninguna exigencia de cambio en vosotros mismos. 

Horteras del mundo pintaos una sonrisa tristemente beatífica o unas lágrimas fingidas. Bienvenidas seáis, plañideras de la modernidad, que al modo de las antiguas cobráis, si no siempre en denarios, sí en la autocomplacencia que es vanidad propia de quienes se creen salvando el mundo desde su cómoda burbuja. 

Porque una cosa es desear, por legalidad y humanidad que la justicia caiga con fuerza sobre el policía homicida cuya rodilla acabó con la vida de George Floyd en Minneapolis y otra convertirlo en un espectáculo de fuegos artificiales, con actuación en Operación Triunfo incluida. Todo ello en un país donde nadie sabe situar en el mapa Minneapolis y no todos, Estados Unidos. En un país que escasa y tardíamente ha decretado un luto meramente formal que no real por cuarenta y cinco mil fallecidos en tres meses, de los que no solo nos niegan la imagen sino hasta el propio reconocimiento de su muerte en un macabro baile de números, estadísticas e indignidad política y de los medios de comunicación.

Porque al final, en esta sociedad de masas, manipulada y manipuladora, el efecto del aleteo de una mariposa genera huracanes solo cuando hay foto y el viento se desplaza por los extremos y normalmente desde la izquierda hacia la derecha. Que en EEUU gobierne Trump -democracia no es sinónimo de gobierno de los mejores ni las elecciones evitan que el macarra del barrio pueda ser el elegido- es propicio para desenterrar el fantasma de Malcolm X y la opresión racial, olvidando que el anterior presidente era de raza negra o que la alcaldía bajo cuyo mando está el policía homicida no es republicana sino demócrata.

Lo que no veremos son rodillas en tierra pidiendo perdón o besando los zapatos de las víctimas del terrorismo en España, o de aquellos niños perseguidos y marginados porque sus padres han querido que estudien en español en Cataluña o Baleares. Tampoco a los que ahora vuelven a presumir de ser comunistas, por el racismo y los crímenes en Venezuela, Cuba, China o la bota soviética. Así que como los horteras siguen a lo suyo, mientras escribo escucho grandes éxitos de la discográfica “negra” Motown y me tomo un buen café. “Frap-pé”, para estar al día, claro.