domingo, 27 de septiembre de 2015

En torno a Paco Somoza

La primera conversación extensa que tuve con Paco Somoza incluyó unas reflexiones sobre uno de los relatos más estimulantes -realmente todos lo son- de Borges. En concreto el relato era “Pierre Menard, autor del Quijote”.

Caja Rural, a través de otra de sus buenas ideas, su Fundación Científica, ha otorgado este año al arquitecto el reconocimiento como zamorano del año. Como le dije el viernes después del acto de entrega, está bien que los premios se concedan en vida y cuando el premiado aún está en condiciones y capacidad de dar lo mejor de sí mismo, profesional y personalmente.

En aquella otra conversación mantenida hace ya unos cuantos años hablábamos en realidad de la idea de Zamora que teníamos en mente. No recuerdo mayores detalles de la misma, pero es lo cierto que cuando años después Paco coordinó junto con “el gran pensador del detalle” Pedro Lucas del Teso, la magna obra de nueva urbanización del Casco Histórico de Zamora a la que denominamos “la recuperación del carácter perdido”, no pude por menos que rememorar Pierre Menard, el hombre que trata de escribir el Quijote. No una nueva versión del Quijote, sino el mismo Quijote que Cervantes escribiera. No una copia del mismo, sino el mismo libro, para lo cual el autor primero debe convertirse en Cervantes, vivir como Cervantes vivió, pensar como Cervantes pensó hasta hacer que de su pluma surja como algo natural cada palabra, cada frase y cada capítulo del “Ingenioso Hidalgo”.

Paco Somoza, bajo la alcaldía de Andrés Luis Calvo, reescribió arquitectónicamente la calle de Balborraz, premio Europa Nostra, y ese fue su mejor entrenamiento para llegar, bajo el mandato de Antonio Vázquez, a darle a Zamora la unidad histórica, estética y urbanística, quizás más ideal que real, que nuestro Casco había perdido por mor del paso de los tiempos, las escaseces presupuestarias y la debilidad de los empeños conservacionistas y rehabilitadores. Como el personaje borgiano, el equipo de arquitectos repensaron la clave original del urbanismo medieval, el de la necesidad y los caminos naturales, pero a diferencia de aquél no quisieron hacer lo mismo que ya un día se había hecho, sino lo que hubieran hecho varios siglos más tarde en la misma situación los humanistas del pasado.

Porque Paco, como Rafael Moneo al que conocí por él, como Juan José Arenas o Patxi Mangado, otros grandes arquitectos con los que también compartí experiencias, es ante todo un humanista. Y como tal, ambicioso. Paco lo quiere todo, lo cual no es defecto, sino mérito, más en una provincia tan poco dada a primar el afán de superación, la ambición por hacer grandes cosas y ser cada día mejores. Algunos, no obstante tuvimos en ciertos momentos el deber y la responsabilidad de guardar unas normas y seguir unos procedimientos. Cosas que no siempre se entienden pero forman parte de las bases de nuestra convivencia. Como conversar en torno al arte o la literatura. Enhorabuena, Paco.

domingo, 20 de septiembre de 2015

Ciclogénesis implosiva

El lenguaje, utilizando el título de Borges, es otro de los jardines con senderos que se bifurcan. Podemos decir que en la era de que solo lo hiperbólico (exagerado) alcanza a llamar la atención de público, por mucho que presumamos del gusto por lo minimalista (sencillo) frente a lo barroco (recargado), es evidente que sólo llamando ciclogénesis explosiva a lo que siempre han sido temporales, el escribidor de turno se sentirá un hombre, o mujer, de provecho y ligeramente por encima de sus semejantes.

Vestir como extraordinario algo que no deja de ser común desde el principio de los tiempos es sobre todo cursi. En la era de la comunicación de masas lo cursi gusta, funciona y triunfa por encima de otras profundidades. Como si en todos los otoños, más pronto que tarde, no llegaran días de vientos fuertes y racheados que hacen caer las hojas de los árboles y de lluvia que prepara la tierra para el ciclo agrícola que nuestra especie viene aprovechando desde el Neolítico. Gusta ciclogénesis explosiva porque suena como un trueno que viene para quedarse, mientras que temporal parece que llega, pasa y se va como el viento. No es comercial, vaya.

Lo mismo ocurre en el lenguaje deportivo, el de los sucesos o la política. Cuando nuestros siete constitucionalistas del 78 se sentaron a la mesa para redactar la Carta Magna, sabían que la piedra de toque de sus trabajos iba a estar en el que finalmente sería el Título VIII “De la Organización Territorial del Estado”. Cuando se levantaron de la mesa con el trabajo concluido, sabían que habían pasado el trago, pero ninguno confiaba en haber resuelto un problema probablemente irresoluble porque es un problema político y no material o social. En rugby se llama “patada hacia adelante” a lo que es una buena solución para desatascar el juego en un momento determinado y ya veremos qué pasa a continuación.

Como a diferencia de Francia o los Estados Unidos, por poner dos simples ejemplos, en España no se podía hacer referencia a la Nación como “una, grande y libre”, distribuida en regiones y provincias, tuvieron que inventar -ya en el Título Preliminar-, aquello del derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran. Forma de distinguir, por el término en sí mismo y por el orden de colocación en la oración, a los territorios -y ciudadanos, por ende- de primera y segunda categoría. Pero, como no podía ser de otro modo, los políticos -no los ciudadanos, realmente- de las segundas querían igualarse a los de las primeras y los de éstas, diferenciarse más de los de las segundas. 

De región a comunidad autónoma, de nacionalidad a país, de país a hecho nacional, de aquí a nación. De nación única como hecho discutido y discutible a nación de naciones. Carrera sin fin para acabar queriendo hacer explotar desde la periferia y hacia dentro el núcleo de nuestra convivencia.

domingo, 13 de septiembre de 2015

Agitación liberal

De puño y letra de Mario Vargas Llosa tengo dos libros dedicados. El uno es un magnífico ensayo de Mauricio Rojas  sobre el liberalismo integral de Vargas Llosa editado por FAES bajo el representativo título “Pasión por la libertad”. El otro una edición de la novela cúspide del autor peruano-español, “Conversación en la catedral” en una de cuyas primeras líneas se hace la gran y ya universal pregunta Zavalita:  ¿En qué momento se había jodido el Perü?

Nunca pequé de mitómano ni, pese a haber tenido ocasiones múltiples para ello, busqué fotos o saludos de los investidos de púrpura. Hace unos días quiso, sin embargo, la casualidad que regresando de Sudamérica compartiera avión con el presidente Aznar –admiro  la costumbre norteamericana, tan alejada de nuestros usos, de que los presidentes sigan siendo así denominados de por vida después de abandonar la presidencia-. 


En esta ocasión busqué, consciente, el saludo y la foto con el mejor presidente que ha tenido el Gobierno de España desde tiempos que se recuerden. Ya, ya sé que un comentario así levanta sarpullidos en tirios y troyanos. Qué le vamos a hacer, eso es lo que distingue a los líderes de los que solamente se acomodan en el mando, a los que se deciden, como recoge Mauricio Rojas del filósofo alemán Karl Popper a no dejarse vencer por “la historia” sino a vencerla.

Quizás por la intimidad y unidad de destino que durante diez horas conlleva compartir una pequeña cápsula metálica sobre el cielo atlántico, el encuentro, de apenas un puñado de segundos, me emocionó especialmente y estimuló mi reflexión en estos tiempos privilegiados de libertad y democracia y sin embargo cargados de vicisitudes. Reflexión entre las nubes y la noche sobre el por qué en esta España de entrega servil al poderoso que en cada momento toque, se prescinde o directamente se desprecia el más mínimo pensamiento crítico por más que provenga de quien antes fue admirado, obedecido ciegamente y hasta idolatrado.

Aznar fue un gran presidente en un momento nada fácil. Llevó a cabo grandes y convenientes transformaciones pensando en liberal y ejecutando el arte de lo posible, que, coincido con Vargas Llosa, no debe sin embargo confundirse con el arte del oportunismo y la falta de principios. Con ello puso a España en su mejor lugar en siglos. Dejó tareas pendientes de no poca importancia y que pendientes siguen, en el ámbito de las instituciones democráticas y el régimen de partidos, con las cuales el panorama actual sería muy distinto y mejor, para la nación y para el Partido Popular. 

Ahora, de vez en cuando algunos se sienten incordiados por comentarios suyos. Yo me alegro de que los vierta, en el mismo sentido en que personalmente prometo seguir el mandato de Hayek que en el citado ensayo recuerda Rojas y difícilmente perderá su validez “Todo liberal debe ser un agitador”.