miércoles, 29 de febrero de 2012

Sanabria, algo pasa

En pleno invierno los incendios acosan Sanabria. Llevamos tantos meses sin lluvia que hasta los rincones más verdes de nuestra provincia se agostan en febrero y así son fácil pasto de las llamas. No sé quién prende el fuego que todo a su paso lo arrasa, pero sí sé que hay que poner todos los medios para evitarlo. No es asumible que lleguen a producirse más de 20 focos intencionados en un solo fin de semana. Quien juega con fuego acaba quemándose, nos repetimos mil veces, aunque en ocasiones, algunos, los que encienden la tea destructora no sean tan siquiera conscientes del daño que hacen y se hacen.

Cuál es el objetivo de tal aberración. Cuál el beneficio que consigue quien en ella persevera. No hay sentido ni razón. No hay causa válida ni justificación. Tampoco cabe generalizar y divulgar que las víctimas, que son muchas, son los culpables, que sólo son unos pocos, muy pocos. Hay que pedir un esfuerzo a los habitantes de aquella zona para que permanezcan vigilantes en defensa de un monte que si es de todos, es sobre todo suyo y si se pierde, es para ellos para quienes más se pierde.
He hablado con vecinos de Sanabria, en esta ocasión y también en otras. He hablado con algunos de sus alcaldes, de sus empresarios, de quienes llevan toda la vida habitando Sanabria y la Carballeda y aunque no me hacía falta hablar con ellos para saberlo, siempre compruebo que nadie quiere más a su tierra, nadie la respeta más ni busca con más empeño su protección que “los lugareños” tal y como fueron denominados recientemente por un alto cargo de la política provincial.

Por eso, cuando una oleada tan salvaje de incendios se produce de la manera que lo está haciendo y en fechas tan atípicas, no puede deberse sólo  a que la alarmante falta de agua convierta en yesca la vegetación entera. Si ello fuera, seguiría faltando la chispa que lo provoca y es verdad que ésta proviene de manos irresponsables. Aunque algo más pasa cuando esas manos parecen multiplicarse a la vez que se cierran los ojos que deberían verlo, las bocas que habrían de denunciar a los incendiarios.
Quizás sea también hora de que quienes desde la Diputación y la Junta rigen políticamente  en los últimos años los destinos de nuestra provincia, se pregunten cuál es la motivación, casual no puede ser, para que quienes más deberían defender lo suyo no lo hagan con la convicción esperable. Me dicen algunos de mis interlocutores, y ninguno de ellos es pirómano, que el sanabrés se siente expropiado de los derechos sobre su tierra, que planes y medidas que no entienden, publicitados a bombo y platillo, les son impuestos desde fuera, que se ven arrinconados como los comanches en el viejo oeste en una política medioambiental de laboratorio que los considera ajenos al futuro de su comarca. No sé qué, pero algo pasa.

domingo, 26 de febrero de 2012

Escenificación

La cuestión fundamental parecía ser si Urdangarín llegaba a pie o en coche. Se daba, pues, por descontado, lo que el juez le iba a preguntar y lo que él iba a declarar. Casi se diría que ya da igual lo que el juzgador sentencie. El conjunto del día generaba un cierto interés pero el momento álgido no se esperaba a lo largo de la jornada sino en el primer momento. Urdangarín llegó a pie y además habló para los medios de comunicación… y nada cambió, pero dará juego para los comentarios, porque cada vez nos importa menos el fondo de las cosas y ocupa más espacio la escenificación que de ellas se hace.

Sobreabundan en los medios de comunicación las alusiones que acompañan a las noticias, con papel nada secundario habitualmente, sobre que tal o cual medida busca mejorar la imagen, o la percepción social de aquella persona o institución que la adopta. En el lenguaje político, esa forma de presentar los fines de las acciones se ha convertido ya en tópico, en coletilla general a la que no se abstraen los máximos representantes, que caen en ella con verdadera placidez, sin ser conscientes de que si se analiza la expresión, están acreditando la traición a los que dicen ser sus acciones, como si éstas no estuvieran encaminadas a la mejora de las cosas, sino a que a la vista parezcan mejores de lo que en realidad son.

Por cientos se cuentan en los últimos años las apariciones tipográficas y sonoras de expresiones similares. Escenificación. Y los ciudadanos, no pocas veces, preferimos a quienes nos dicen las cosas como no son, porque suena y se ve mejor el trampantojo que si alguien nos asoma al borde real del precipicio y allí nos hace abrir los ojos. Es la herencia del cine, la escenificación en dos dimensiones. Antes, ya en Grecia, nació el teatro, pero la escena se nos mostraba en tres dimensiones, igual que en Platón y su caverna, imposible de entender sin el sentido de la profundidad.

Fue con el cine, al que cerrando el círculo, rinden homenaje las dos grandes favoritas a los Oscar de este año, cuando empezamos a ver el mundo en dos dimensiones, desenvolviéndose sobre la pantalla plana. La televisión, Internet en el monitor del ordenador… la escena se reduce, se aplana, se suaviza y por lo tanto, triunfa. No es lo que hay detrás, es lo que se nos representa en primer plano lo que importa, lo que nos convence, lo que creemos, sobre lo que reflexionamos.

Aunque en nada va a influir eso para el fallo que la justicia haya de tomar, Urdangarín llegó a pie a las puertas del juzgado, aunque en nada cambie el carácter de los hechos por los que se le juzga, y habló para la prensa, aunque el eco no llegará a la sala, pero ayer de lo que más se hablaba es de que llegó a pie. Escenificación

miércoles, 22 de febrero de 2012

Incendiar las calles

Según algunas nuevas doctrinas imperantes, cortar calles, avenidas y carreteras, quemar contenedores, zarandear o volcar coches, son protestas. Obligar a desviar todo el tráfico del centro de cualquier ciudad, a modificar los recorridos del transporte público, según algunos, son actos en los que los manifestantes libremente exponen sus derechos. Es verdad que si eso ocurre en el País Vasco y lo promueve cualquiera de las bandas de batasunos o asimilados, se llama kale borroka, que suena mucho más fuerte, pero siendo en cualquier otro punto de España, son simplemente protestas.

Yo no digo que en Valencia, no haya podido haber algún exceso en la actuación policial, algún comportamiento que se haya salido de los cánones y los protocolos establecidos para situaciones como la ocurrida en los últimos días. Si es así, que se investigue, se depure y se castigue como corresponda. También es verdad que la prudencia a la hora de enfrentarse a la violencia suele servir en la mayoría de las ocasiones para desactivar aquella o, al menos para evitar que se multiplique.

Pero de ahí a convertir en protomártires a quienes, cuando les parece, salen a la calle a acabar con los derechos del resto de ciudadanos, a impedir a éstos mantener su actividad cotidiana, el libre desplazamiento y la convivencia pacífica, dista un buen trecho. Porque en paralelo a las críticas, algunas tan forzadamente demagógicas que dan risa, apenas se habla de los excesos de los manifestantes cuando pasan a ser vándalos. Nuestra Constitución y el resto de nuestro ordenamiento consagran el derecho de manifestación, pero exigen unos mínimos requisitos que han de cumplirse, como es la previa autorización administrativa, precisamente para garantizar que el ejercicio por unos de su derecho, colisione lo menos posible con el derecho de los demás a no verse perturbados en su vida más allá de lo estrictamente inevitable.

Las leyes están para ser cumplidas, aunque es cierto que nos hemos ido acostumbrando a que aquellos que no tienen ninguna intención de cumplirlas, campen por sus respetos sin que suponga más consecuencia que la impunidad más absoluta para sus comportamientos y palabras. Lo que no es presentable, asumible ni mucho menos digno de ser jaleado, es que el último émulo del tristemente famoso “Cojo-Manteca”, diga que van a seguir incendiando las calles de Valencia y no pase nada.

Claro que también es conveniente poner las cosas en su justo sitio y no generalizar respecto de que los jóvenes toman las calles cuando son una ínfima minoría de ellos los que lo hacen. Asimilar a jóvenes con la violencia, cuando la inmensa mayoría son pacíficos, responsables y los últimos idealistas en una sociedad tan necesitada de ideales como la nuestra. O hablar de niños cuando la policía los disuelve a golpe de porra cuando de niños poco o nada tienen ya. En todo caso, y tal y como era de temer, nos esperan tiempos convulsos en las calles y manipulación, mucha manipulación.

domingo, 19 de febrero de 2012

Laureles en Sevilla

El Partido Popular en la representación de sus mandatarios y sus compromisarios saborea en Sevilla las mieles del triunfo. En política son los años de travesía del desierto los que convierten en más satisfactorias las victorias electorales. Cuando sólo se gana y se gana y se vuelve a ganar, la celebración suele consistir en aburridos sorbos de autocomplacencia estéril. Si nos ha ido bien, para qué pensar en cambiar nada. Cuando se vuelve a la senda de la victoria después de haber perdido, los triunfadores hinchen el pecho y toman fuerza sobrehumana para poner en marcha los proyectos, afrontar el futuro y hacer las cosas bien. Ese es al menos el propósito con el que suelen acometerse las más diversas empresas, también las políticas.

Es el momento de paladear el triunfo, aunque el momento no sea oportuno para triunfalismos que correrían el riesgo de ser tomados como ofensas en una encrucijada económica y social como la actual. Por eso la euforia no se desata sino que se viste de cautela, responsabilidad y compromiso con unos ciudadanos que, por dificultades ya declaradas o por incertidumbre, no lo están pasando bien, que no se sabe aún cuantos más caerán en esa situación ni por cuánto tiempo ésta se prolongará.

Habitualmente son los congresos en los que toca administrar la derrota los que son señalados como escenario óptimo, a veces además obligado, para los cambios, las redefiniciones de líneas programáticas, estrategias y liderazgos. Sin embargo, es el momento dulce el mejor para marcar la evolución de la que tan necesitados están los partidos políticos y con la que tratar de recortar la distancia que los separa de sus votantes y, sobre todo, de aquellos que no votan a ningún partido. Para acercarse a una sociedad mucho más avanzada en apertura, democracia y pensamiento que las rígidas estructuras partidistas que aún conservamos.

El congreso nacional del PP mantiene su apuesta por las reformas liberalizadoras de la sociedad, por generar la confianza de los emprendedores, por recuperar la imagen y el prestigio de España, tan necesarios para competir en un mundo ya irreversiblemente globalizado. Compromiso con una sociedad más dinámica, abierta, ética y transparente.; más justa, por tanto. No en la forma de un cambio revolucionario a primera vista, pero así como la involución suele venir frecuentemente precedida de una supuesta revolución, las grandes transformaciones sociales no se producen de un día para otro, sino como resultado de la confluencia de los efectos de múltiples acciones, sin que necesariamente haya un nexo originario entre ellas.

Pero lo que es bueno para la sociedad, cuesta más atreverse a postularlo para la vida interna del partido. Se dice que nadie sobra y se van introduciendo elementos de democracia interna, transparencia y modernidad, aunque demasiado cortos frente a lo que los tiempos propugnan, la tecnología permite y la madurez democrática exige. Y, aunque cueste verlo, son los momentos de liderazgo indiscutido como el presente, los mejores para ello.

jueves, 16 de febrero de 2012

La reforma laboral

No deja de sorprender la ligereza con la que se utiliza el lenguaje cuando se tocan consignas políticas o asimiladas como son las sindicales. Tardó en llegar pero aquí está el primer paso para intentar que el peor de los males endémicos de España en las últimas décadas, el insoportable número de parados, empiece a remitir. Se discutirá si las medidas de reforma del régimen laboral son más o menos adecuadas, atrevidas o novedosas y, sobre todo, habrá de pasar un tiempo hasta que podamos conocer lo positivo de sus consecuencias, pero resulta que la más grave -y generalizada en ciertos ámbitos- crítica que estos días se ha pronunciado es que son medidas «franquistas» o «tardofranquistas».

No es la primera vez que algo así ocurre, el lenguaje es ideológico, y siéndolo, es natural que desde la presunción de izquierdista del sindicalismo establecido, cualquier reforma que no sea del agrado de los líderes sindicales sea automáticamente tachada de franquista. Una coletilla como otra cualquiera, pero que si en otros casos puede quedar en una tontería de las que se ocurren como puntos comunes en esas ocasiones, en esta ocasión chirría especialmente porque, precisamente, lo que viene a modificar sustancialmente esta reforma es una normativa de las relaciones entre empresarios y trabajadores gestada, desarrollada y consolidada durante el franquismo y lo que se empezó a llamar el tardofranquismo.

Tampoco es algo inventado en España, sino básicamente copiado de la Italia fascista de Mussolini donde para otorgar esa protección paternalista en la que tanto se apoyan los regímenes autoritarios, y también, necesario es decirlo, para limitar el abuso de la parte históricamente dominante en la relación laboral (el empresario) sobre la dominada (el trabajador) se regula estrictamente por el Estado la relación laboral, eliminando al máximo la libre capacidad de acuerdo o entendimiento entre quien ofrece su capacidad de trabajo y quien la solicita.

Con la llegada de la democracia se abrió la puerta a que la representación colectiva de los trabajadores asumiera un papel protagonista en esa dialéctica empleador-empleado, pero sin restar rigidez al modelo de control estatal y hoy, superando los cinco millones de parados, llamar franquista a la primera reforma seria del viejo modelo es, además de una incongruencia, una temeridad. No solo porque España, con su rígida y arcaica normativa laboral, haya llegado a ese trágico récord, sino que ha mantenido durante todo el tiempo transcurrido desde los años 70 porcentajes de paro siempre muy superiores a los de todos los países de nuestro entorno.

El mundo cambia vertiginosamente y si la revolución industrial tuvo ese alcance revolucionario, las transformaciones derivadas de la revolución tecnológica y de la globalización que ésta conlleva no van a ser menos trascendentales. Hará falta tiempo para ser plenamente conscientes. Mientras tanto, cualquier reforma en la línea de hacer un sistema más abierto, moderno y libre irá por mejor camino que el actual.

domingo, 12 de febrero de 2012

Garzón, del olvido y la fiebre

En ocasiones creí estar cerca de conocer a alguien que estuvo con Borges donde la primera de las grandes líneas divide el mundo. Allí donde el del Libro de Arena hubiera también podido escribir “el universo de esta noche tiene la vastedad del olvido y la precisión de la fiebre”. A veces, una frase vale un libro, un instante una vida.

Tal vez algo parecido pensó el ya ex juez Baltasar Garzón la noche del día en que conoció su inhabilitación para poder seguir ejerciendo su profesión de juez durante los próximos once años. Tal vez anheló, por primera vez, que su noche tuviera la vastedad del olvido, o renegó de la fama, antes buscada con hambre en los asuntos procesales que más páginas llenaran no sólo en España sino en todo el mundo, en las causas estrella del juez estrella. Pero no se elige cuando es posible el olvido.

Con la precisión de la fiebre cuando se desata para señalar que sólo es síntoma de algo más profundo, de una infección que ataca al organismo, la sentencia desgrana el porqué de una condena que hace a unos brindar con champagne, a otros sublevarse contra la ley como si en ella estuviera lo malo y no en el acto de quebrantarla. Claro que no es una buena noticia saber de un juez condenado por el peor delito que puede cometer un juez en el ejercicio de su profesión. Dictar resoluciones contrarias a la ley a sabiendas de que lo son. No está el problema en quiénes son los escuchados mientras hablan con sus abogados, está en que como señalan unánimemente los magistrados, sólo en los regímenes totalitarios no está protegida absolutamente la comunicación entre el reo y su defensor.

El juez podrá ser justo incluso habiendo escuchado clandestinamente datos y estrategias de los abogados para con sus representados, lo que no podrá es ser juez, porque eso ataca la médula del cuerpo de la justicia como institución de la democracia. Hay también otras cosas que fuerzan demasiado las bisagras que permiten y limitan el campo de movimiento que puede abarcar la justicia. Es difícilmente comprensible que un juez pueda cesar voluntariamente en su actividad para dedicarse como un partisano a la política, que es en esencia subjetividad, defender siglas e ideología, y, sin solución de continuidad, abandonada aquélla, volver a vestir la toga para juzgar en tribunal destacado a los hasta ayer propios y también a los contrarios.

Es la justicia la que ha de ser como la noche oscura, como la toga, de ahí que se la represente con la venda en los ojos, con la vastedad del olvido de todo aquello que no se sustancie, se pruebe y acredite en el proceso y la precisión de la fiebre para identificar cualquier hecho delictivo, venga de donde venga, provenga de quien provenga.

Fuera hace frío, la noche es negra y es blanca. Suena buena música, vuelvo a Borges.

miércoles, 8 de febrero de 2012

López-Gómez

Ahí lo tenemos, el fenómeno Óscar López encumbrado a las más altas cotas de poder en el socialismo patrio. Para que luego alguien discuta la trascendencia vital de tan sólo un puñado de votos. Fueron 22 y hubieran bastado muchos menos. Él la cara, la cruz Tomás Gómez. Sólo 22 votos separaron sus apuestas, a los líderes que uno y otro seguían en el pasado congreso socialista. 22 votos y uno pasa a ser el número 3 de su partido y al otro ya le vuelven a buscar sustituto –dicen que el exministro del paro, Valeriano Gómez- para hacer oposición a las inmisericordes fauces de Esperanza Aguirre.

Aún no he descubierto las especiales dotes que sin duda atesora López, al que conocí por amable invitación de Carmen Ferreras y el club de nuestro periódico. Dicen que es el pupilo avanzado del gallego José Blanco, éste al menos es su mentor; a él y a su alter ego Rubalcaba ha sabido permanecer unido en todo momento. Por ese lado, todo correcto. Me parece bien que se premie la lealtad también en política. En demasiadas ocasiones se echa en falta virtud tan encomiable en ese ecosistema tan particular. Pero a partir de ahí, es que no alcanzo a ver otros méritos para tan alta representación, por muy convertido en erial que haya dejado ese partido el grupo al que él, precisamente, pertenece.

Desde luego que no son electorales sus méritos, salta a la vista, ni en la Castilla y León que de vez en cuando visita desde su residencia y ocupaciones madrileñas, ni en el ámbito nacional donde también desempeñó cometidos en la última cita con las urnas. Organizativos dentro del aparato socialista tal vez, se preguntará algún lector: pues oiga, que sólo hace falta mirar como tiene el partido en Zamora (o en otras provincias de nuestra Comunidad). Si por algo dice mi amigo Antonio Plaza que “Zumosol” López puede compatibilizar sus cargos nacional y autonómico. Yo en eso estoy con Antonio. Visto lo visto hasta ahora, no creo que el PSOE regional ni Castilla y León vayan a verse perjudicados porque tenga menos tiempo para dedicarles.

Decía que la cruz Tomás Gómez, porque es otro claro ejemplo de la importancia que toma el lado hacia el que cae la moneda, aunque cara y cruz no dejan de ser un mismo cuerpo. A mí es que además se me parecen bastante los dos, y si hubiera ganado Chacón, el resultado para uno y otro sería el inverso, porque si en algo se parecen estos dos enormes liderazgos de López y Gómez es en eso, que son perfectamente intercambiables, sustituibles e incluso obviables.

Es la política, amigos, no hacen falta demasiados análisis de competencia ni valoraciones de resultados para que uno pase al ostracismo y otro a la cumbre. El criterio no es la democracia, pero ya ven, es perfectamente válido.

domingo, 5 de febrero de 2012

El frío invierno

Empecé a escribir este artículo cuando los delegados del congreso del PSOE hacían cola ante las urnas. Previamente pude ver sendos amplios resúmenes de las intervenciones de los candidatos que en total abarcaron casi dos horas. En un partido verdaderamente democrático regido con métodos democráticos, libres y participativos, es muy probable que ninguno de los dos candidatos hubiera tenido ocasión de pronunciar tales discursos llegada la recta final. En un funcionamiento abierto e igualitario, hace mucho tiempo que el catálogo de políticos socialistas con capacidad para asumir el liderazgo supremo, sería lo suficientemente amplio como para que dos tan nítidos representantes del desastre zapateril hubieran visto congelarse sus posibilidades de manera fulminante.

A medida que iba avanzando la votación, en los informativos se entremezclaban las imágenes del cónclave socialista con las de la ola de frío que a todos ha dado por llamar ola polar o frío siberiano, como si viviéramos en el Caribe y no hubiéramos conocido nunca el frío, crudo y duro invierno mesetario, porque a menos que alguien demuestre lo contrario, diría que estamos en invierno, cuando las fuentes y los arroyos se convertían en espejo de carámbanos.

Recuerdo inviernos cercanos en los que el mercurio no se encogió tanto, en que no sin grandes dosis de nostalgia, oíamos comentar cómo había cambiado el tiempo y que los inviernos ya no son lo que eran. Tal vez ocurra que los seres humanos estemos siempre anhelando cambios pero a la vez, cuando parece que estos pueden haber llegado, nos asustan sobremanera.

Chacón ofreció primavera a un PSOE desolado, no diré que la iba a conseguir, creo que no, pero la ofreció y se vistió de colores vivos y buscó irradiar alegría y fuerza y frescura. Y los llamó a levantarse, a sobreponerse y a creer. Pero cuando me reincorporé a mi columna resultó que seguía siendo invierno, en la calle y en el PSOE. Que como suele ser en estos casos, es el matiz, casi el azar, lo incontrolable, lo que decide el siguiente paso que haya de dar la historia. Veintidós votos de diferencia entre los casi mil emitidos, no son muchos, pero menos le bastaron a Zapatero para convertirse en emperador máximo.

Hace unos días, me encontré en la calle Renova –y no es ficción- con un destacado socialista con cargo provincial, el único con el que he hablado respecto de su congreso federal. Me dijo que se decantaba por Rubalcaba y entendí que era porque en estos momentos no estaban para saltos en el vacío y prefería un valor seguro para hacer la transición. Seguramente es eso lo que han votado los delegados, la mayoría de ellos con cargo, la inercia para una transición sin saltos, evitando nuevos patinazos en tanto en cuanto se les vaya terminando el invierno.

La duda es que habría pasado si en vez de mil hubieran votado cien mil. De momento, parece que les queda mucho invierno por delante.

miércoles, 1 de febrero de 2012

Quintín Aldea

Hay biografías por las que es un verdadero placer pasear la mirada, descender la atención y zambullirse, hay otras de las que a duras penas se encuentra algo destacable. Hay vidas cortas llenas de vida, hay vidas largas vacuas y estériles y hay también estancias terrenales prolongadas en las que cuesta encontrar espacios vacíos. La de Quintín Aldea, fue una de estas últimas hasta superar los 91 años. Un breve resumen de su vida podría haber ocupado el periódico entero o una buena parte de una enciclopedia de las suyas.

Alguien me decía no hace mucho que, sorprendentemente a estas alturas, estaba pendiente de realización una tarea que por sus resultados sorprendería. Un repaso por la historia y la geografía en busca de las decenas o centenares de zamoranos ilustres que, vivos o en el recuerdo, hayan convertido su diáspora en algo digno de ser rememorado. También alguien me decía y vendría a cuento de lo anterior, que a juzgar por cómo renquea Zamora en su evolución, nuestro problema está en que todos los que tenían la capacidad, el saber y la mentalidad para hacer grandes cosas se habían ido marchando –o los hemos ido echando- y aquí sólo hemos ido quedando los torpes, los vanidosos o los tontos.
Tal vez no sea eso, tal vez sea simplemente que los zamoranos individualmente tomados no somos tan distintos de los habitantes de otras latitudes, sólo que aquí, escudados unos en otros, nos cuesta más demostrar de lo que somos capaces. Vaya usted a saber, lo cierto y verdad es que el mundo está lleno de destacados zamoranos y que ello es algo por lo que sí podemos estar orgullosos. Mucho más, desde luego que de nuestras miserias cotidianas.
Quintín Aldea recorrió por su fe y su trabajo, por su dedicación a aquello en lo que creía y perseveraba, el mundo entero, demostrando que éste no es más inabarcable que los campos y los montes de su patria chica. Y como todos los hombres que en la historia han sido grandes, dejó obra inacabada lo cual, paradójicamente, no le resta grandeza a su obra ni extensión a su vida. Más bien todo lo contrario, acredita que si la ecuación del tiempo no hubiera secado la fuente, el manantial de su talento hubiera seguido aportando frescura, conocimiento y sabiduría a la Real Academia de la Historia.
Queda su obra, queda su memoria y queda sobre todo el ejemplo de alguien fiel a sus principios, creencias e ideales. La lealtad a su vocación y el compromiso con el desempeño de sus obligaciones. También una lección vital sobre lo necesario que es que, como pueblo, los zamoranos abramos el campo de nuestras miras más allá de unas fronteras geográficas y humanas que siempre tienen más de artificio que de objetiva división. A los 91 años, Quintín Aldea sólo ha dado por cumplida otra etapa más.