Cuál es el objetivo de tal aberración. Cuál el
beneficio que consigue quien en ella persevera. No hay sentido ni razón. No hay
causa válida ni justificación. Tampoco cabe generalizar y divulgar que las
víctimas, que son muchas, son los culpables, que sólo son unos pocos, muy
pocos. Hay que pedir un esfuerzo a los habitantes de aquella zona para que
permanezcan vigilantes en defensa de un monte que si es de todos, es sobre todo
suyo y si se pierde, es para ellos para quienes más se pierde.
He hablado con vecinos de Sanabria, en esta ocasión y
también en otras. He hablado con algunos de sus alcaldes, de sus empresarios,
de quienes llevan toda la vida habitando Sanabria y la Carballeda y aunque no
me hacía falta hablar con ellos para saberlo, siempre compruebo que nadie
quiere más a su tierra, nadie la respeta más ni busca con más empeño su
protección que “los lugareños” tal y como fueron denominados recientemente por
un alto cargo de la política provincial.
Por eso, cuando una oleada tan salvaje de incendios se
produce de la manera que lo está haciendo y en fechas tan atípicas, no puede
deberse sólo a que la alarmante falta de
agua convierta en yesca la vegetación entera. Si ello fuera, seguiría faltando
la chispa que lo provoca y es verdad que ésta proviene de manos irresponsables.
Aunque algo más pasa cuando esas manos parecen multiplicarse a la vez que se
cierran los ojos que deberían verlo, las bocas que habrían de denunciar a los
incendiarios.
Quizás sea también hora de que quienes desde la
Diputación y la Junta rigen políticamente en los últimos años los destinos de nuestra
provincia, se pregunten cuál es la motivación, casual no puede ser, para que
quienes más deberían defender lo suyo no lo hagan con la convicción esperable. Me
dicen algunos de mis interlocutores, y ninguno de ellos es pirómano, que el
sanabrés se siente expropiado de los derechos sobre su tierra, que planes y
medidas que no entienden, publicitados a bombo y platillo, les son impuestos
desde fuera, que se ven arrinconados como los comanches en el viejo oeste en
una política medioambiental de laboratorio que los considera ajenos al futuro
de su comarca. No sé qué, pero algo pasa.