domingo, 31 de octubre de 2010

La foto en color

Días de incertidumbre alrededor del Zamora Club de Fútbol. Días con movimientos múltiples y variados, algunos de ellos un tanto raros y que trascienden más allá de lo que es una simple cuestión deportiva o, para ser más exactos, económico-deportiva. Al hambre se juntaron las ganas de comer.
Es verdad que yendo pocos aficionados cada domingo, son más de los que lo hacen a otros eventos deportivos, lo cual, sin que vaya en detrimento del resto de los clubes, convierte al Zamora en el primero de los de nuestra provincia. Pero no debemos olvidar que la actividad deportiva provincial es más amplia, diversa e intensa y que los recursos, privados y públicos, han de repartirse. La situación económica que también castiga duramente al resto de deportes y clubes, obliga a todos a apretarse el cinturón y aguzar la imaginación.

Las instituciones públicas, los políticos, deben facilitar el desarrollo y el dinamismo de la sociedad civil, eliminando trabas, ayudando a crear un marco en el que ésta pueda ser libre protagonista del día a día y, sobre todo y a ser posible, no estorbando ni distorsionando. Con frecuencia, cuando el político tiene el poder, incorpora, inherente a él, el deseo de control absoluto. Exterioriza, dicen los expertos del comportamiento, su temor a perder ese poder, exacerbando el ansia de control de todo lo que se mueve alrededor, tratando de congelar la escena en la foto que garantiza su privilegiado estatus del momento. La amenaza late en este asunto y, ahora mismo, también en algún ámbito empresarial que no viene al caso. Un grave riesgo que suele culminar en una sociedad cautiva.

El Zamora tiene que recorrer su particular camino a Ítaca con el esfuerzo de socios, empleados, jugadores y empresas zamoranas. Aplaudo el firme y sincero compromiso de apoyo de las instituciones, siempre que ni nombren ni veten presidentes. Siendo fácil y atractivo, no les corresponde poner o quitar, dirigir o protagonizar el proceso. Ayudemos al club, pero si para salvarse tuviera que convertirse en un protectorado político, en un instrumento partidista, entonces, y con todos mis respetos, quizás mejor empezar de cero.

A veces el político busca, exige o compra con fervor la foto en color; piensa que ésa es la garantía del éxito y la supervivencia, como me recordaban, atinadamente, dos alcaldesas con las que compartí mantel el Día de la Provincia. Olvidan esos gestores públicos, que la primera obligación del político es tratar de no crear problemas al ciudadano y, en la medida de sus posibilidades, ayudar a resolver aquellos que van surgiendo. Esto se consigue mejor con la gestión coherente del día a día y acompañando permanentemente a la sociedad, sin pretender controlarla o dominarla en todos y cada uno de sus espacios. Lucen menos, pero varias fotos en blanco y negro aportan más que una en color.

miércoles, 27 de octubre de 2010

Del género tonto

En mi época del colegio, nadie sabía cómo ni por qué, se sucedían a lo largo del curso, las temporadas en las que se jugaba a las canicas, al clavo, a la peonza, al rescate, al churro, a luz, al castro… A la comba, la goma, las tabas, los cromos… Fui siempre a colegios mixtos al final del franquismo y al principio de la democracia. Chicos y chicas convivíamos sin mayores traumas ni conflictos de género. Ningún niño se sorprendía si una niña lanzaba la peonza mejor que muchos chicos o si algunos de éstos ganaban en cualquiera de las modalidades de la comba.

No sé si es que los tiempos han cambiado tanto o es que hay demasiado necio mandando en la política y en la sociedad, sin más oficio ni beneficio, sin más capacidad de proponer iniciativas para el bien común y con demasiado tiempo para pensar estupideces con las que justificarse y ya de paso intervenir la sociedad hasta el límite de la asfixia de las libertades individuales más inocentes y anecdóticas. La mayoría de los políticos no son así, pero muchos sin serlo no tienen más remedio que apoyar lo que otros paren. El que se mueve no sale en la foto. Y el más “avanzado” es el que más sale.

Leo ayer, que la Comisión de Igualdad del Congreso de los Diputados ha aprobado una iniciativa que pide al Gobierno “medidas para eliminar los juegos sexistas y los estereotipos de los patios de los colegios”. Una vez destrozada con carácter general la educación a base de un maremágnum de leyes estatales y autonómicas, es hora de meterse también a controlar el juego de los niños. Dice el fenómeno (socialista, lo siento) del que partió la propuesta que casi todos los juegos y actividades de ocio están impregnados de violencia y sexismo. Será si él lo dice, aunque no sé a qué jugarán algunos en los despachos del Congreso para tener esa opinión. Quieren que se elaboren protocolos de juegos no sexistas para que, en lenguaje políticamente correcto y a la moda, se implanten y desarrollen en los espacios de juego reglado y no reglado en los colegios.

O sea, que como si fuéramos Corea del Norte o estuviéramos en el 1984 de Orwell versión infantil, hay que controlar cada segundo de la vida de nuestros niños, no siendo que en la espontaneidad descubran la libertad y luego al crecer sigan queriendo defenderla. Una cosa es romper tabúes y otra pasarse de la raya y caer en el puro adoctrinamiento totalitario. Los niños nacen más listos de lo que pensamos, hasta que poco a poco vamos atontándolos entre todos. Lo tienen muy claro y desde el principio saben que hombres y mujeres no somos idénticos, sino diferentes y complementarios. Cosa obvia por otro lado, salvo para estos plastas, que no quieren ver que todo esto son cuestiones de género, pero del género tonto.

domingo, 24 de octubre de 2010

Provincia

Buen invento éste del día de la provincia. Es un día en el que adquieren una parte del protagonismo que debería corresponderles permanentemente, nuestros pueblos y sus representantes municipales. Además procurando dejar a un lado el color político de cada uno, lo cual convierte la celebración en mucho más saludable. Es cierto, que siendo una oportunidad importante para que todos tomemos conciencia de que somos provincia y de qué provincia somos, sin embargo, el efecto se pasa con demasiada celeridad, como la espuma de la cerveza, que desaparece sólo unos minutos después de servirla, si se deja en reposo.

Quizás ese mismo sea el problema de Zamora. Somos una provincia cada vez más pequeña en población, en una caída que se va acelerando, para la que ningún impulso extraordinario se genera desde fuera de modo que pueda revertir la tendencia y en la que tampoco desde dentro abundan los proyectos, las decisiones o las apuestas colectivas que favorezcan su desarrollo presente y futuro. Por eso, está bien cualquier actuación que reduzca los elementos que nos separan y ensalce los que nos unen, pero que no sea flor de un día y que se mantenga con una actuación coherente, fundamentalmente de las Instituciones, durante todo el año.

Son cosas éstas, que no siempre se entienden por quienes más deberían promoverlas, no vayas a creer, amigo lector. Una pequeña, anécdota. Cuando en el año 95 llegó al Ayuntamiento de la capital el primer equipo que encabezara Antonio Vázquez, nos sorprendió la cantidad de invitaciones que llegaban de los alcaldes de la provincia para que acudiéramos a la celebración de sus fiestas, en ese verano que empezaba. Primero por cortesía, después por vocación y porque era, en lo humano, muy gratificante hacerlo, comenzamos una tournée que se prolongó a lo largo de todos los fines de semana de aquel estío y también de los sucesivos. Aquello sorprendió a los alcaldes de los pueblos, que son, probablemente, los únicos verdaderamente agradecidos en la selva política, y que no esperaban aquella respuesta en la que se implicó todo el grupo, algunos desdoblándose.

Nos parecía que aquello era una forma más de hacer provincia, de favorecer la cohesión y la identidad entre mundo urbano y mundo rural y nos dejó un magnífico sabor de boca. Pero como la política tiene esas cosas incomprensibles o, lamentablemente, demasiado comprensibles, resultó que cinco años después, verano del año 2000, a Vázquez y a mí se nos recriminó ese comportamiento por parte de un muy alto cargo regional de nuestro partido, que atendía así, según nos confesó, a la queja del entonces presidente del PP zamorano. Evidentemente hicimos caso omiso, pero lo recuerdo como una puñalada.

Dicho lo cual, ojalá fuéramos capaces entre todos y con todos, de aunar fuerzas para reclamar lo que nos corresponde, y ya de puestos, un poco más, que por una vez que el destino nos mimara tampoco pasaría nada.

miércoles, 20 de octubre de 2010

Fractales

No muchos lectores de La Opinión-El Correo de Zamora habrán reparado en ello, o ni siquiera lo habrán visto; algunos medios ni lo han recogido. No tiene demasiada importancia, parece, ni es algo cuyo conocimiento alcance más que a un puñado de estudiosos y algún loco curioso de las “cosas raras”. Ayer, en página par, justo debajo de un breve en el que se decía que el Grupo periodístico Zeta tendrá que indemnizar a Marta Sánchez, por publicar en otro medio, unos desnudos que aquélla hizo para Interviú, se recogía la noticia del fallecimiento de Benoît Mandelbrot.

Descubrí la noticia por las cosas que tiene ese azar que, a veces, resulta ser mucho más organizado de lo que uno piensa. Fue en el repaso matutino que a vuela pluma suelo hacer del periódico. En ocasiones ni siquiera llego a las páginas de información nacional, otras salto desde las de provincia a los deportes -reconozco que aún no tengo esa costumbre tan acendrada entre los lectores clásicos de empezar el diario por las esquelas-, y a veces ni siquiera echo un vistazo más que a las primeras páginas. Pero ayer coincidió que descubrí ese pequeño rincón.

Más o menos así descubrí en su día, yo, que siempre fui estudiante al que las ciencias no atraían precisamente, la existencia y la obra de este matemático nacido en Polonia, emigrado a Francia y finalmente residenciado en Estados Unidos donde ha desarrollado toda su vida científica. Fue al adentrarme en la lectura de un libro que también por azar descubrí sobre una mesa, o en un estante, mientras vagaba por los recovecos de una librería. Se titula “Caos y Orden”, es de Antonio Escohotado, jurista, filósofo y sociólogo cuyo nombre también me era desconocido. Entre miles de libros, aquél atrajo mi atención y en él descubrí a Mandelbrot y su investigación y desarrollo de la teoría de los fractales, algo que no cometeré la imprudencia de tratar de explicar, pero sí les invito a que hurguen en eso que suena tan raro.

Si lo hacen, descubrirán como yo entonces, que las reglas de las matemáticas y la física, de las ciencias naturales y las ciencias sociales son sorprendentemente parecidas cuando no idénticas. La geometría fractal por él inventada se aplica a disciplinas como la geología, medicina, astronomía, ingeniería pero también a otras tan dispares como las finanzas y la anatomía.

Sí ya sé que hoy podía haber escrito de edificios municipales, de archivos de denuncias infundadas o de declaraciones por injurias y calumnias en proceso que culminará en condena por excesos y daños. Pero no, al ver la noticia, preferí escribir de aquello en lo que una vez aprendí que a las cosas de los hombres, como a la naturaleza misma, hay que dejarlas que sigan su cauce y encuentren su desembocadura, pues, aunque nos cueste creerlo ante trazados sinuosos, con diseño fractal, repletos de bifurcaciones, casi nunca hay más que una posible.

domingo, 17 de octubre de 2010

El tercer sótano

No será un sesudo analista, sí un hombre de mundo. Tanto, que probablemente no exista otro español que haya conocido más naciones o estrechado tantas manos de presidentes y gobernantes en todo el orbe como él ha podido hacer a lo largo de las últimas cuatro décadas. No hay mejor vacuna contra el provincialismo y el nacionalismo que viajar mucho y conocer mundo y lo mismo sirve para tener una perspectiva amplia y abierta de lo que pasa en España. Dice Julio Iglesias que hay una veintena de políticos “sentados en sus casas" que son superiores a los que están en activo, "multiplicados por mil" refiriéndose fundamentalmente a Felipe González y José María Aznar, de quienes ha añadido que solamente con su instinto, son capaces de hacer mejor las cosas.

La de nuestro cantante más internacional es una voz autorizada y sobre todo una de las que mejor se puede permitir absoluta independencia de criterio para decir libremente lo que piensa. Y, aunque es evidente que toda generalización es no sólo inexacta sino injusta, estas manifestaciones vienen a poner una vez más sobre el tapete lo que ya sabíamos; que en cada una de las legislaturas de nuestra ya madura democracia, el nivel político en general y la media de capacitación de nuestros representantes parlamentarios es cada vez más bajo. En esto, hemos caído tantos escalones que debemos estar ya pasando del tercer sótano.

El mero hecho de que tengan que venir a decírnoslo desde fuera, acredita el terrible momento de mediocridad que sufre España desde un punto de vista institucional y social en su conjunto, incluyendo la abdicación de las empresas periodísticas de su papel de conciencia crítica, para girar su punto de mira exclusivo a una cuenta de resultados cada vez más cautiva de la subvención pública. El mayor problema de lo mediocre es su tendencia a retroalimentarse, entrando así en una espiral en que a un escenario de mediocridad lo sucede indefectiblemente otro donde ésta es aún más profunda.

Un penúltimo ejemplo, esta semana. Han bastado unos pitos y abucheos al presidente, para que hablen de ofensa nacional y propongan censuras los mismos que han permitido delante de sus narices la quema de banderas o fotos del Rey, ¿verdad Chacón?, los que han escuchado con simpatía a quienes llamaban asesino a otro presidente del Gobierno, ¿no es cierto Rubalcaba? Respeto institucional pide quien, en el mismo desfile, pocos años antes, permaneció sentado en alarde ofensivo a una bandera amiga; siendo diputado, no un ciudadano más y no separado por vallas a varias decenas de metros, sino en el palco de autoridades, mientras los Reyes y demás altas autoridades del Estado se ponían de pie.

Lo peor es que en conjunto no hay muchos visos de que Julio Iglesias pueda llegar pronto a pensar lo contrario que ahora. La democracia, en la oscuridad del tercer sótano, asusta a los mediocres y éstos, mandan demasiado.

miércoles, 13 de octubre de 2010

Cada vez menos

Acaba de hacerse público un nuevo estudio, y van tropecientos, que dice que de mantenerse la tendencia en que estamos inmersos, nuestra provincia seguirá cada año perdiendo población en una sangría de dramáticas consecuencias. Nada que no sepamos o que nos pille por sorpresa y, aunque mal de muchos sólo pueda ser consuelo de tontos, es lo cierto que la situación no es exclusiva de Zamora. En realidad, salvo Ávila y Valladolid, las otras siete provincias de Castilla y León apuntan en la misma dirección, por lo que si hoy somos menos de dos millones y medio, para 2050 serían poco más de dos millones los castellanoleoneses.

Claro que no es lo difícil tomar los datos del censo en los últimos años y extrapolarlos haciendo una proyección a 10, 20 ó 30 años, eso en realidad es lo fácil aunque implique trabajar con diferentes variables técnicas como la edad media de los habitantes, las cifras de natalidad, etc. No, lo complicado, y es a lo que nadie termina de ponerse en serio, es encontrar las soluciones para evitar que esa espada de Damocles caiga definitivamente sobre nuestras cabezas.

Porque salvo milagro, guerra nuclear o invasión extraterrestre, aquí no van a venir riadas de inmigrantes a cubrir de la noche a la mañana las oportunidades laborales que por otro lado no generamos. Ni va a producirse un sorprendente “baby boom”, cuando resulta que a la mayor parte de nuestros pobladores se les han pasado el arroz o las ganas en eso de la procreación. No es por la vía de que vengan otros por la que la provincia de Zamora pueda seguir siendo viable. No, decididamente, la única solución para no llegar al punto de no retorno, es crear las condiciones para que al menos una buena parte de los que aquí nacen, permanezcan aquí, justo en esas edades en que se crean las familias y se tienen hijos.

Y para eso, recuerdo haberlo escrito ya alguna vez, no es de Ayuntamientos o Diputación de quienes hemos de esperar el remedio. Por mucho que nos gustara que así fuera, pueden colaborar, pero no resolver por sí mismos. No, son los gobiernos central y autonómico los que tienen que asumir el reto y el compromiso de garantizar el desarrollo equilibrado en todo el territorio y ni uno ni otro lo están haciendo, ni nosotros se lo exigimos, aunque hora va siendo.

Eso en lo que a lo grande se refiere. En lo pequeño, lo cotidiano, lo de escala ciudadana, nos toca a cada uno de nosotros aportar nuestro granito de arena. ¿Cómo? Dejando de ser tan provincianos como somos con frecuencia, incluidos muchos que van de cosmopolitas. Apoyando a los que promueven y no criticando a cualquiera que se mueva con la mordacidad con la que con frecuencia lo hacemos y, en definitiva, creyendo más en nosotros en conjunto y en cada uno de los nuestros individualmente.

domingo, 10 de octubre de 2010

Autobiográfico

No soy mitómano. A mis cuarenta y dos, he conocido ya suficientes ídolos que resultaron tener los pies de barro como para que se cuenten con muy pocos números aquellos personajes por los que siento verdadera admiración. El escribidor Vargas Llosa es, sin embargo, uno de ellos. Por su forma de desgranar la literatura en libros, los libros en frases, las frases en palabras y las palabras en letras. Pero también por su militancia activa a favor de las libertades y su esfuerzo constante, en novelas, ensayos y artículos por desenmascarar los mil artificios tras los que esconde sus facciones el déspota.

Por eso, hace unos cuatro o cinco meses, hice algo que no había hecho nunca antes con nadie. Fue en Madrid. Vargas Llosa salía, acompañado de otra persona, del Círculo de Bellas Artes, donde acababa de asistir a un homenaje al exilio cubano, a los exiliados del régimen comunista castrista, que es por otro lado uno de los mejores sitios en los que se puede estar cuando se cree en la justicia y la libertad como derecho supremo del individuo. Don Mario, soy un gran admirador de su obra, es un placer poder saludarle, le dije tras acercarme a él, antes de intercambiar brevemente algunas palabras más, precedidas por su agradecimiento. Nos dimos la mano y nos despedimos, él por su camino y yo por el mío.

Los últimos tres días habré leído una cincuentena de crónicas y artículos sobre el escritor peruano-español al que la Academia de los Nobel acaba de conceder su premio, con varias décadas de retraso. Me he empapado de Llosa leyéndolos con delectación; con el ensimismamiento y el placer que sólo da pasar las horas contemplando la fuerza del mar cuando rompen sus olas o el crepitar del fuego en una chimenea, acariciar una piel especial o imbuirse absorto en el universo de una buena novela.

Forma parte de la magia que sólo los grandes creadores literarios pueden destilar. Durante los últimos tres años, en mis artículos, he citado infinidad de veces a Borges, lo hago cada día en el nombre que da título a mi colaboración. El argentino ha sido el más injustamente preterido por la Academia sueca. En mis columnas más políticas he citado también varias veces a Vargas Llosa y muy especialmente su novela “La fiesta del chivo” en la que, como en ninguna otra, aprendí que los arquetipos de la condición humana son tan universales, que el comportamiento de un pequeño hombre nacido en un pueblecito de esta provincia que se vacía, o el de quienes lo rodean, pueden responder exactamente al mismo patrón que el de un megalómano déspota de otro tiempo y latitud y el de sus adláteres.

Es lo que tiene la buena literatura, que como en el aleph borgiano, todo está en ella, pasado, presente y futuro, el mundo exterior y el alma de los hombres. Lean. Disfruten. Sientan.

miércoles, 6 de octubre de 2010

¿Dónde el problema?

Lo malo de las primarias en los partidos políticos en España es que no existen. Y sin embargo a veces hasta funcionan y entonces, precisamente entonces, es cuando más enemigos acérrimos le surgen a éste que, mientras no se demuestre lo contrario, es el único avance verdaderamente democrático que se ha producido en la vida política partidaria de nuestro país en los últimos 30 años.

Acabo de leer unas declaraciones de Zapatero en su calidad de Secretario General del PSOE en las que dice “no podemos tener siempre razón, Gómez es el mejor”. Esto último es bastante discutible, pues unos y otros intuimos que Aguirre le va a dar (como le hubiera dado a Trinidad Jiménez) un tremendo revolcón el próximo mayo, pero en la primera parte, por obvio que parezca, está acertado el presidente del Gobierno. Por mucho que uno se crea dios o lo llamen el one y lo convenzan de su infalibilidad los aduladores que siempre rondan a los césares, nadie, individualmente o en un pequeño grupo, puede tener siempre razón y saber qué es lo que conviene, siente y piensa una gran colectividad.

Lástima que esto lo diga después de haber intentado impedir que Gómez se presentara, con malas artes y amenazas y de tratar de dirigir el voto de los militantes a favor de la derrotada. Mal Zapatero, pero también algunos líderes populares, muchos alfeñiques de partido y un no escaso grupo de corifeos mediáticos que hacen chanza del desarrollo y desenlace de las primarias socialistas madrileñas. Cuando los veo estos días en los medios de comunicación, indefectiblemente pienso ¿pero de qué se ríen estos? En serio, es que no entiendo cuál es el problema para su partido, para el presidente del Gobierno de la Nación o para el ganador de las primarias derivado de que éstas se hayan celebrado.

Para el partido socialista de Madrid el hecho de que a las bases se les haya permitido ser protagonistas sin excepción y con la libertad que otorga el voto individual y secreto las ha movilizado meses antes de las elecciones con lo que pueden sentir que sirven para algo más que pagar la cuota y llenar los pabellones para la televisión. Si son capaces de mantener esa movilización, les irá mejor en las urnas. Para el presidente del Gobierno, si no se hubiera metido él sólo en el zarzal de querer secuestrar las primarias, el proceso lo habría fortalecido frente a los suyos y como demócrata. Por último, el vencedor de las primarias ha tenido una magnífica campaña de imagen prácticamente sin coste pasando a ser conocido por la generalidad de sus votantes y pudiendo mostrar los galones del que ha vencido aunque sea en batalla interna y no olvidemos que los votantes quieren ganadores.

Entonces, ¿dónde está el problema? En los que habitan en divanes cómodos con los mandos en la mano.

domingo, 3 de octubre de 2010

Serapio

Es una institución en sí mismo. Serapio ha sido durante 37 años el encargado de que la parte del ayuntamiento de Zamora que a él le correspondía fuera siempre sobre ruedas. En épocas de bonanza o tiempos de crisis, momentos de euforia o situaciones de emergencia, su automóvil siempre enfiló su rumbo firme y asentado. A 80 o a 180, ahora que no nos oye nadie; como una nube, el aire envuelto en el caucho de los neumáticos eleva y aísla a sus transportados para que ni el tráfico de las autopistas ni los baches que comunican con nuestros pueblos afecten al pensamiento, al trabajo o la conversación de alcaldes o concejales. Nunca una observación no solicitada, un comentario extemporáneo o fuera de tono. Nunca una queja.
Serapio a su vehículo no lo llama coche sino auto, que es mucho más elegante, armónico y musical. Y lo conduce como el científico sujeta una probeta, como el escultor marca el mármol con su cincel, como Messi controla el balón con la caricia de su bota; con la misma cadencia con la que lo he visto bailar algún que otro pasodoble con Seve o sonreir y brillar sus ojos cuando se le recuerda que ahora, sobre todo, es abuelo.
Por esas manos con las que con tacto tan suave como firme e infalible recorre el volante y dirige las ruedas, han pasado nueve alcaldes. Quién sino él puede atesorar más horas de la historia reciente de nuestra ciudad. En eso Serapio es un saco sin fondo, todo lo que haya oído, conversado, compartido, en esa semiesfera autónoma que se resguarda tras las lunas de su vehículo, queda encerrado en el pozo de su discreción, su prudencia y su profesionalidad. Aunque tiene otras virtudes no menos valiosas. Para un profesional de lo suyo y como él, les aseguro que hay pocos, lo importante no es sólo saber llegar, sino también, lo cual es mucho más difícil, saber estar. Él siempre sabe estar cuando está, no estar cuando no debe estar y reaparecer en el momento justo en que se le necesita. Sólo falta su nombre inscrito en la placa que junto al salón de Plenos recoge los de todos los ediles de la democracia.
Serapio se ha jubilado, millonario en kilómetros, consumidos unos cuantos miles de cajetillas de ese tabaco rubio que también ahora está a punto de dejar y contando con un buen puñado de amigos y admiradores. Con algunos de ellos y con él mismo, compartí hace muy poco mesa y mantel en pequeño, íntimo, fraternal y cordial homenaje de agradecimiento a un grandísimo profesional que es aún mejor persona, porque créanme y esto es lo más importante, ni enfadado se le quita a Serapio la faz de buena gente y la cara, en este caso sí, es el espejo del alma. Muchas felicidades, Sera.