domingo, 27 de febrero de 2022

Zamora 1.000

Sigo pensando, como el primer día de su puesta en marcha, que Zamora 10 es la mejor iniciativa que se haya tomado nunca desde la sociedad civil zamorana, Quizás porque no estemos acostumbrados los zamoranos a tomar iniciativas al margen del control institucional en cuyo redil seguimos y lloramos con mansedumbre digna de estudio.

La mejor iniciativa hasta la fecha porque a diferencia de los planes de choque o del oeste u otros compromisos políticos más publicitarios que reales, partió de un trabajo de campo en el que durante meses una consultora de primer nivel mundial entrevistó y trabajó con buena parte de los empresarios y agentes sociales más representativos de la provincia en el dibujo del mapa de las necesidades y potencialidades más importantes de Zamora. También porque a pesar del riesgo de que nuestros políticos se “acojonaran” o se molestaran ante ello -como así ocurrió-, Caja Rural de Zamora asumió que su compromiso con los zamoranos estaba en tratar de ir más allá de su mera actividad financiera y ayudar a encontrar la guía que nos abriera puertas a un mejor futuro del que los datos nos pronostican.

Discrepé en dos cuestiones importantes para la funcionalidad de Zamora 10 y para que el buen fin de sus propósitos trascendiera a la propia iniciativa y se extendiera al conjunto de la sociedad y, lo más importante, a la mentalidad de la sociedad zamorana, esa que tanto éxito tiene a la hora de asfixiar al libre pensador, al promotor de actividad, al que trata de romper los esquemas preexistentes que nos llevan a la desaparición, a la resignación y al lamento vacuo.

Una fue que no se aprovechase el trabajo previo para publicar, integrados en un solo documento, la cascada de datos económicos, sociales, demográficos y de actividad que, con su evolución histórica, acreditan fría y terriblemente el estado en el que se encuentra nuestra provincia y su proyección hacia el futuro. Quizás por no querer “pisar el callo” a unos políticos que ahora respiran aliviados, el que ha pasa olímpicamente de la iniciativa, el que impulsa subrepticiamente la salida de los empresarios porque su juego es otro y los de unos partidos que saben que cuanto menos se mueva Zamora menos riesgo tienen de caer de caer de la piragua.

Otra fue el hecho de permitir que se entendiera la acción de Zamora 10 circunscrita a una decena de proyectos concretos y específicos. La virtud es que eso permitía la programación, ejecución y valoración de resultado de los proyectos. El defecto, que en una sociedad tan acomodaticia y con unas instituciones públicas y privadas tan poco proactivas y excesivamente burocratizadas, la anécdota terminara sustituyendo a la categoría y los proyectos aislados al “proyecto completo”, romper la inercia que condena a Zamora.

Seremos cuatro los que así pensamos, pero me da igual. Me rebelo en contra de la asunción de que nuestro destino es irreversible y de que nada se puede hacer para evitarlo. Una vez más, y van demasiadas, solo Caja Rural ha estado a la altura. Zamora necesita un Zamora 100 o un Zamora 1.000, no dar carpetazo, como si nos sobraran fuerzas, a Zamora 10.


domingo, 6 de febrero de 2022

Rafa Nadal (Don)

El domingo pasado a buena parte de España se le pasó el arroz, o se le enfrió la cazuela, esperando por ese último raquetazo que parecía iba a llegar pronto pero una y otra vez se resistía. Por ese final que parecía inevitable tras los dos primeros sets y terminó en gesta épica para ese chaval al que aún recordamos, casi adolescente, jugando con pantalones bermudas, pelo largo y camiseta sin mangas sobre la tierra rojiza de su primer Roland Garros parisino.

Aquel tenista con pinta de surfero que en 2005 se alzaba con su primer grande es seguramente el personaje más admirado de España casi diecisiete años después. Antes, en 2004 había debutado con España en Copa Davis y tras perder su primer partido se convirtió en el héroe del equipo. España ganó la Ensaladera y el trofeo recorrió buena parte del territorio español. Recaló en el vestíbulo del ayuntamiento de Zamora y allí, conversando entre otros con el alma del tenis zamorano Manuel Antón y algún directivo de la Federación Española de Tenis ya comentaban que Rafa iba para ser el mejor tenista de la historia de nuestro país. Lejos estábamos, ellos en su conocimiento y experiencia y yo en mi ignorancia, de saber que no sólo iba a ser eso sino el mejor tenista de la historia a día de hoy y el mejor deportista español de todos los tiempos. 

Recuerdo y seguro que Manolo también, cómo la aseveración de que iba para grande no era por la fortaleza de sus piernas inagotables para correr o la dureza y exactitud de su brazo izquierdo sino de su cabeza bien amueblada y del entorno que lo rodeaba, con su tío Toni Nadal como baluarte. Pese a ser un convencido de que la clave del éxito está en cómo los equipos son capaces de multiplicar -no simplemente sumar- el valor que aportan las individualidades y no en éstas últimas directamente, me sorprendió tanto aquella afirmación que, desde aquel momento siempre he visto a Rafael Nadal -parafraseando a Ortega y Gasset- como Nadal y “su circunstancia”. “Es muy joven, pero va a madurar bien porque tiene con él un equipo que lo va a acompañar en su crecimiento sin dejar que pierda la cabeza o los pies se le vayan del suelo”. Algo así fue el comentario que escuché aquella mañana en Zamora.

Década y media y 21 grandes después el chaval ya no es tan chaval, la melena va siendo alopecia, las camisetas hace mucho que tienen mangas y su bermudas son tan sólo un recuerdo. Rafa, el que nos ha hecho vibrar tantas veces y gritar y saltar y alejarnos de la televisión cuando parece que va a perder lo que luego termina ganando es ya Don Rafael. Porque si alguien merece llevar el Don en este país es quien lo honra cada día dejándose en cada batalla el esfuerzo, el aliento y hasta el alma pero manteniendo siempre la cabeza más fresca que los músculos y sabiendo que con todo lo que es, sin equipo no es nada.