También yo pensaba que lo de insistir tanto con Venezuela, salvo en lo referente a la inspiración fundacional y la financiación de Podemos, era un exceso dialéctico más propio de la necesidad de titulares en la lucha política que de un paralelismo posible entre España y nuestro país hermano. Cuarenta años de democracia sólida, moderna y occidental, iniciados con una transición ejemplar; estar integrados en la Unión Europea, en la Alianza Atlántica y en todos los foros internacionales de los países más avanzados y civilizados del mundo suponen, a priori, la garantía de no retorno hacia la pérdida de libertades democráticas, el enfrentamiento social o el espíritu guerracivilista.
No soy dado al alarmismo irracional y sin embargo por primera vez siento un cierto temor, que en este caso es también un temor cierto, sobre los riesgos para la convivencia en España a muy corto plazo. E inevitablemente pienso en Venezuela y los venezolanos. Lo que se empieza a atisbar en la actuación del gobierno es nítidamente el germen de lo que he visto en avanzado estado de desarrollo en Venezuela.
Entre 2012 y 2016, gobernando primero Chávez, luego Maduro, he visitado Caracas por motivos profesionales hasta en 6 ocasiones. Allí he visto a mi lado a miembros del gobierno y de sus equipos defender convencidos que lo mejor para “el pueblo” es que la actividad económica privada vaya desapareciendo, ya sea a través del “¡exprópiese!” famoso, ya a través del atosigamiento a los empresarios. Allí he visto el fracaso de la planificación colectiva para la mejora de la agricultura, convirtiendo terrenos fértiles de propietarios individuales en parcelas casi improductivas. La búsqueda de la extensión de la subvención como modo de vida y de dependencia del régimen, del partido, del sindicato. Allí la misión vivienda, misión verdad, misión Venezuela bella, misiones sociales. Distintos nombres para un solo objetivo, el control desde el poder de cualquier ámbito de la sociedad civil.
Allí funcionarios públicos que para consolidar su puesto de trabajo o conseguir promoción a superior categoría debían firmar un documento comprometiéndose (por ellos y por sus familias) a participar en las manifestaciones, mítines y actividades bolivarianas y a no asistir a cualquiera otra contraria al gobierno. Allí, al modo cubano, el espionaje al vecino, la persecución y hostigamiento a los medios de comunicación y a cualquier opositor. Los “motorizados” o “colectivos” que boicotean, amenazan o aporrean, cuando no disparan, en las manifestaciones contrarias a la dictadura.
Venezuela es un país magnífico, lo que se dice “un país rico”, pleno de recursos naturales y minerales, con las mayores reservas petrolíferas del planeta, privilegiado para la agricultura, la industria de transformación de materias primas y el turismo. Venezuela fue no hace tanto, posiblemente, la democracia más avanzada y una de las economías más desarrolladas de Sudamérica. Aunque aquejada por una fuerte corrupción política, (no mayor que la actual), cuando los venezolanos veían las dictaduras de cualquier signo que se implantaban en el área pensaban que era imposible que eso ocurriera en su país.