lunes, 27 de marzo de 2017

Europa, 60 años

Hace sesenta años de la plasmación política en Roma  del sueño de una Europa unida tras un rosario de guerras cuyo colofón habían sido ya en el siglo XX las dos grandes guerras mundiales. Una unión que partía humilde en su ejecución, centrada solo en algunos muy concretos y delimitados aspectos económicos, pero que partía ya con la idea insuflada por De Gasperi, Schuman y Monnet, sus principales artífices ideológicos, de que habría de avanzar hasta culminar con una completa y verdadera unión política, social y de fronteras en lo que vendrían a ser los Estados Unidos de Europa.

Sesenta años después, quedan en el balance algunos grandes fracasos como su incapacidad para evitar o detener las guerras de los Balcanes o la crisis de los refugiados, la falta de valentía para afrontar una verdadera política de seguridad común o la renuncia a muchas cuestiones propias en beneficio de la integración de todos. También algunas dudas, por ejemplo sobre la conveniencia o no de la apertura a un país como Turquía con un presidente tan escasamente democrático como compatible con los valores del humanismo occidental que representan a Europa, pero que también en caso contrario puede caer en la involución hacia el islamismo. 

El saldo en todo caso, es netamente positivo. Hemos llegado hasta un lugar avanzado del camino sin que nadie se lo creyera del todo. De los 6 países iniciales a los 27. De la sombría amenaza de la Guerra Fría a la completa eliminación de las fronteras interiores y el libre tránsito de personas y mercancías. Del recelo y los enfrentamientos históricamente sostenidos a la cooperación, los fondos económicos para el equilibrio y el esfuerzo por las acciones conjuntas.

Pero, como ocurre en buena parte de los procesos, naturales o provocados por la acción humana, cuando dejan de avanzar desembocan en retroceso. En eso nos encontramos en estos tiempos de incertidumbre en los que, por no haber dado más voz a los ciudadanos que a políticos y altos funcionarios, pareciera que la Unión Europea es la madre de todos los males. El Reino Unido ha votado por el abandono de una unidad dentro de la cual realmente nunca se consideraron del todo integrados y la bandera de la destrucción de lo construido se enarbola no sin posibilidades de éxito por radicales y populistas en general en Francia, Países Bajos, Italia y otros países miembros.

También en España, de vez en cuando la demagogia de Podemos flirtea con los ataques a esa Europa que dicen de los mercaderes. Pero es esa misma la que lleva aportando a nuestro presupuesto grandes partidas presupuestarias desde nuestra entrada hace treinta años ya. La de los fondos FEDER o Interreg y la que nos permite exportar nuestros productos sin traba alguna a un mercado de quinientos millones de europeos. 

Aunque no esté de moda decirlo últimamente, necesitamos más Europa y no menos para mantener a nuestro viejo y multilateral mundo en equilibrio con las grandes potencias unilaterales, Estados Unidos, Rusia y China y ante la real amenaza islamista.

domingo, 19 de marzo de 2017

Propicios nos sean los dioses

Cada cierto tiempo en los casi diez años que ya cumple esta columna, traigo y refresco uno de mis temas recurrentes sobre Zamora. De los que mueve al optimismo o mantiene las esperanzas sobre una provincia que en tantos otros aspectos sigue asomada al precipicio por la pérdida de población, el envejecimiento, la ausencia de estímulos a la inversión y el emprendimiento y la desaparición del mundo rural.

En ese ecosistema tan poco favorable, solo nos sostienen algunas brillantes excepciones colectivas como Cobadu, Caja Rural, Gaza o las que conllevan el marchamo de Denominación de Origen e Indicación Geográfica Protegida. Con ellas, germinan de tanto en tanto y en cualquier rincón de nuestra geografía esporádicas iniciativas individuales, aisladas y sorprendentes.

Iniciativas que parten de un sueño, del amor por una tradición, del recuerdo de algo antiguo ya desparecido o moribundo o bien de un deseo de ruptura, de sublevación contra lo que de otro modo parece convertirse en destino inevitable. Y con el peso específico que en nuestra provincia tienen la agricultura y la ganadería, es precisamente en ese ámbito donde nos encontramos con queseros industriales o artesanos que producen poco pero de máxima calidad y lo venden todo. Con bodegueros que apuestan por su toque personal original y cada año van incorporándose a la ya nutrida nómina de etiquetas de Toro, Arribes o de la Tierra, a las que los grandes gurús reconocen con prestigio nacional e internacional. Y con propuestas empresariales con otros productos en búsqueda de la calidad y la excelencia.

Hoy me quiero quedar brevemente con dos iniciativas muy distintas por tamaño, objetivos y calado actual pero muy representativas de lo que se puede y se debe hacer. El primero, un proyecto de industria agroalimentaria de largo y extenso alcance aunque sus promotores hayan querido revestirlo siempre con apariencia humilde. El proyecto cárnico como el de Moralejo Selección, reconocido con su fuerte y compatible presencia en algunos de los más complicados mercados mundiales por razones culturales y religiosas, los regidos por la cultura religiosa árabe-musulmana y la judía.  “El cordero de las tres culturas” titulaba recientemente una revista que recogía una apuesta por la que en inicio solo sus promotores parecían creer y de la que, como en los icebergs, es mucho menos lo que se ve desde cerca que lo que hay por debajo de la superficie. Mucho menos lo que conocemos el común de sus vecinos que lo que representa ya en facturación, penetración de mercado y proyección internacional.

El otro proyecto, modesto en tamaño, excelso en calidad es el de Douroliva en Fermoselle. Elaborar gota a gota aceite virgen extra de máxima categoría o como a Tomás, su promotor, le gusta decir, puro zumo de aceitunas de Los Arribes. Una empresa no nacida para la cantidad sino para la calidad, que vende en pequeñas botellas, casi de perfumista, el alimento de los dioses, verdadera ambrosía. Unos y otros contribuyen a que en adelante también los dioses nos puedan ser más propicios. 

domingo, 12 de marzo de 2017

La mejor elección

Tras amagar con ello varias veces a lo largo de las casi dos décadas que lleva como máximo representante del PP de Castilla y León y presidente de la Comunidad, Herrera comienza a arriar las velas y dar por concluida su travesía. Todo indica que empezar a hacerlo por su puesto de partido y no, como es lo más habitual y menos traumático, dejando primero las responsabilidades de gobierno no es algo sin unas causas bien claras y determinadas, el reconocimiento de su derrota por no haber sabido plantar cara a “Madrid”. 

Desde su recomendación del año pasado a Rajoy para que dejara el relevo con aquella ya célebre frase del espejo hasta la fallida estrategia para ceder su puesto a Rosa Valdeón -a la que luego han devorado las pirañas del partido- tras las elecciones autonómicas de hace dos años, Herrera ha ido viendo lo que otros han visto en otros momentos. Que estaba de más, que solo es un pepito grillo al que nadie toma en cuenta en las grandes decisiones fuera de la que es estrictamente su competencia de gobierno. Y ello con un punto álgido, el inexplicable ascenso de Martínez Maíllo a la corte de Rajoy en contra de su opinión y criterio sobradamente conocidos y quizás precisamente por esa oposición.

Herrera empieza a irse y resulta tan palmaria y arraigada la falta de democracia interna en el PP que no es extraño que políticos, periodistas y analistas celebren de forma unánime como un gran avance democrático que vaya a haber votación para elegir entre los dos candidatos que se han postulado en el escueto día que quedaba de margen entre el anuncio de la retirada y el cierre del plazo para presentar los avales. Con tan escasa capacidad de maniobra, las cartas oficiales estaban marcadas y limitadas: El candidato de Herrera frente al de Rajoy y Maillo.

No obstante, gane quien gane, sin grandes cambios. Ha estado sincero Herrera al decir que ambos se han criado a sus pechos. Moderadamente sincero, dado que si bien Antonio Silván es uno de sus hombres de máxima confianza y del que ha obtenido permanente lealtad, el caso de Fernández Mañueco es de esos que solo ocurren en política con una cierta frecuencia. Ha llegado hasta aquí gracias más a la inercia y la pereza por hacer cambios que al afecto y la empatía con Herrera. Con el primero la duración de la bicefalia será consensuada. Con el segundo a Herrera le quedan dos telediarios en el gobierno.

Ninguno de los dos es el político valiente, atrevido y transformador que nuestra moribunda región necesita. Si yo fuera militante del PP anhelaría, como anhelo, otros liderazgos para mi tierra pero, de entre lo que se ofrece, votaría por la lealtad, capacidad de gestión y bonhomía de Antonio Silván. No lo soy desde hace casi un año y lo que pienso es que esa fue mi mejor elección.


lunes, 6 de marzo de 2017

Lentejas

Enrique Tierno Galván pasó a la memoria de la política española no más por otras cosas que por haber promulgado, en una síntesis bastante refinada entre su vocación por el cinismo filosófico y la política mundana, que los programas electorales están hechos para no cumplirse. 

Óscar López, quien -no sin asombro lo escribo- sigue circulando por los pasillos de la “alta política”, alcanzó la celebridad en un mitin en el que de tres razones por las que a su estudiado parecer no había que votar a sus rivales, hubo una que ni apretando fue capaz de recordar.

En la misma senda, cínica y sesuda, es ahora el coordinador nacional de los conservadores el que ha buscado cumplir en un minuto de gloria, su sueño de posteridad y, quitándose de un plumazo, él y su partido, cualquier obligación o peso moral por los compromisos adquiridos, ha postergado el cumplimiento de los acuerdos suscritos con Ciudadanos para alcanzar la investidura de Rajoy. Para ello alega que tal pacto no lo firmaron por convicción sino porque el partido de los liberales lo puso en la mesa como un plato de lentejas, que si quieres las tomas y si no las dejas.

Como Tierno lo fue en su momento, Martínez-Maíllo ha sido esta vez trasparente con su ideario político, lo cual es de agradecer entre tanto guión, pantalla y trampantojo a los que la política nos tiene acostumbrados. Es el caso que los de Rajoy decidieron tomar esas lentejas entregadas a cambio de unos claros compromisos de regeneración, transparencia y refuerzo de la democracia y lo es que aún las siguen degustando en un gobierno que, por otro lado, cuenta con el menor grupo parlamentario propio de la democracia y que va a continuar sometido a no pocas tormentas políticas y judiciales como estamos viendo en Murcia.

Ya con la celebración del Congreso Nacional del PP hemos visto que la intención no es precisamente la de impulsar las reformas comprometidas ni, desde luego, cumplir plazo alguno de los previstos. Juega el gobierno con la latente amenaza de que si no se le deja gobernar a gusto, convocará nuevas elecciones en las que creen mejorarían su resultado. Una vez en el poder han dado la vuelta al “pacta sunt servanda” del derecho romano y ahora los pactos son para no cumplirlos. Han cambiado los papeles y es el gobierno en cada Consejo de Ministros, todos los viernes, como nos dice Cervantes de Alonso Quijano, quien pone las lentejas (con chorizo y  tocino) sobre la mesa y: “quien quiera que las coma y quien no, pues ya sabe”. 

Así, en tanto no llegue alguien que les levante el plato con dos razones, como López pero sin olvido, las de Galdós en “Realidad. Novela en cinco jornadas”: “Cándido! Déjame a mí, déjame, que si le saco a tu anfitrión este platito de lentejas, realizaré un acto de justicia, por dos razones: primera, porque es de ley que me dé lo que reclamo; segunda, porque sus bienes fueron mal adquiridos, y deben volver a la masa”.