domingo, 29 de diciembre de 2013

El tiempo, el impasible

Apenas ha pasado un suspiro desde que Serrat publicara aquello de Hace 20 años que tenía 20 años, y anteayer va y cumple los setenta. Y te caes del olivo y piensas entonces que tú también debes tener ya unos cuantos a las espaldas. Y coincide que es final de año. Y que aunque lo de los calendarios no sea más que una convención social, son ya muchas las hojas muertas que dirían Prévert y Montand. Y estamos en vísperas de decir adiós a este 13 que, sin ser igual ni distinto a un 12 o a un 14 cualquiera, demuestra que el mundo gira.

Gira y gira y girando sigue. Ni más despacio ni más deprisa, por mucho que nos parezca que en lugar de suspendida en el espacio la bola que nos acoge lo que hace es rodar más y más deprisa pendiente abajo. Aunque tampoco los astrónomos han sabido decirnos aún dónde estamos exactamente ni qué hacemos o dejamos de hacer aquí.

Sea lo que fuere, el primer homínido tocado por ese aura que hizo en un instante distinta la materia que conforma al humano de la de cualquier otro ser vivo, probablemente justo después de buscar algo que llevarse a la boca para alimentarse lo primero que hizo fue empezar a asimilar el ritmo del tiempo. Día y noche, día y noche. Como el latido de la víscera cordial. Como el tic tac del reloj aún no inventado. Como el vaivén con el que el metrónomo que encasilla la composición musical en un tempo y no en otro.

Y ese hombre del primer día-noche, es el mismo Heráclito que descubrió que es imposible que te bañes dos veces en el mismo río. Sin saber aún que la Tierra gira, adivina que ni el río ni tú seréis los mismos al entrar en el agua y al salir de ella. Es Demócrito bautizando al átomo. Es la tríada Sócrates, Platón, Aristóteles, tan sabios y tan llenos de vacíos. Son Copérnico y Galileo, cambiando el orden de prioridad de los astros y elevando al sol sobre nuestro planeta que deja de ser ombligo del Universo. Es Newton bajo un manzano. Es Darwin desenmascarando el calendario de la evolución de las especies. Es Einstein ante la complejidad del espacio tiempo. Es Gagarin circunvalando la esfera terrestre. Es Neil Armstrong poniendo un pie en la luna.

Ese hombre es también Borges afirmándolo aunque en una de sus buscadas paradojas llame a su poema Nueva refutación del tiempo: El tiempo es la sustancia de la que estoy hecho. El tiempo es un río que me arrebata, pero yo soy el río; es un tigre que me destroza, pero yo soy el tigre; es un fuego que me consume, pero yo soy el fuego. El mundo, desgraciadamente es real; yo desgraciadamente soy Borges.

Es la sagrada sinfonía del tiempo. Suena Wagner en mi salón. Franco Battiato en el artículo. Feliz año nuevo, amigo lector.

domingo, 22 de diciembre de 2013

¿Cuál es la cuestión?

Si Castilla y León es la Comunidad Autónoma y Zamora la provincia de la región que más población perdieron en el último año, la conclusión es clara y nada esperanzadora.

Hace unos días un Editorial de La Opinión El Correo de Zamora ponía el dedo en la llaga de la peor de las enfermedades que aquejan a nuestra provincia y amenazan fatalmente su futuro. La despoblación paulatina de nuestro mundo rural sin un crecimiento proporcional de la población urbana. El envejecimiento que aceleradamente se adueña de nuestra pirámide de población por el desequilibrio demográfico; cada vez más los fallecimientos superan a los nacimientos. El proceso migratorio de los jóvenes hacia territorios con mejores oportunidades para el estudio y sobre todo el trabajo.

Circunstancias todas que, unidas y en ascenso, prejuzgan el final de la Zamora que conocemos por mucho que nos asuste. Ante ello sólo caben dos formas de actuar, la actuación política y social que mira para otro lado, se lamenta y lloriquea para luego resignarse a la fatalidad del destino –que siempre es culpa de otros-, o la de asumir la realidad de las cosas, la de ver el presente como consecuencia de circunstancias pasadas ajenas a nosotros pero también propias y la de olvidarnos de tratar de conservar algo que ya no se puede conservar porque los tiempos son otros y ese supuesto pasado feliz ya no existe y ponernos en la piel de lo que va a ser Zamora dentro de 30 años si hoy mismo mejor que mañana no damos un puñetazo en la mesa, limpiamos las telarañas y apostamos por la revolución de las actitudes, los comportamientos y los ideales.

Dos formas de actuar, y no sólo desde el ámbito institucional, ya sea éste político, empresarial, sindical o social. No sólo desde el ámbito de lo colectivo, sino desde cada ámbito de la sociedad y por cada uno de los ciudadanos. No busquemos en el exterior las culpabilidades sobre lo que nos ocurre, porque aunque pueda haberlas no son las determinantes ni un milagro va a venir a resolverlas. No son otros los culpables del poco o nulo dinamismo tradicional de nuestra sociedad. No lo son de nuestra aversión individual y colectiva al riesgo, al emprendimiento y al respeto al éxito o fracaso de nuestros conciudadanos con iniciativa.

Nuestro peor mal está en el tuétano de nuestra forma de ser. Nuestro ADN colectivo es nuestro mayor enemigo. Es la Zamora que rinde más culto a la muerte que a la resurrección. La de las envidias. La de la mediocridad y el caciquismo reverenciados por siglos. La de la mirada al ombligo y el vacuo, insulso e injustificado argumento del Zamora es la mejor tierra del mundo. No hay ni mejores ni peores tierras en el mundo. Son sus gentes las que las hacen ser mejores o peores. Tierras de promisión y oportunidades o reservas históricas y etnográficas. Cambiar o languidecer. “That’s the question”.

domingo, 15 de diciembre de 2013

Las Pegas Sands

Soy de los que lamenta que la macro inversión prevista para el centro de ocio, juego y turismo del grupo internacional Las Vegas Sands se haya ido al carajo.

Siento que se salgan con la suya los viejos moralistas que veían en ello la conjunción sublimada de los tres grandes enemigos del hombre, el demonio, el mundo y la carne y, por si fuera poco, bien adobados con el dinero. La tradición  católica sigue tratando con la mayor hipocresía y como algo de por sí pecaminoso al vil metal, a diferencia de la moral renovada que surgió con la Reforma protestante y de los postulados, dentro del propio catolicismo, de la Escuela de Salamanca, que a pesar de conseguir avances hacia la realidad, no logró retirar del dinero el estigma que arrastra desde las treinta monedas por las que Judas se convirtió en el gran traidor de la historia.

Lo siento aún más porque hoy sonrían los nuevos falaces moralistas. Los progres a los que una inversión de tal calibre y con tal volumen de creación de puestos de trabajo les asustaba tanto que tuvieron que acudir al argumento de la prostitución, en una pose moral aún más rancia que la de los otros, convirtiéndose en adalides de la carcundia y la caspa de la que tanto se ríen cuando es en otros en los que habita.

No se crean lo que publiquen los periódicos o escuchen en radios y televisiones. Sólo tendremos aproximaciones a la realidad. La intrahistoria de este tipo de negociaciones es siempre más compleja de lo que los propios protagonistas van a dar a conocer. En todo caso lo que sí parece claro es que no hay un solo elemento, parte o negociador culpable.

Probablemente el inversor, como buen negociante y más de este sector, querría hacer un trozo demasiado grande del pastel con dinero de otros y no propio y seguramente no lo haya encontrado para invertir en estos momentos en Europa y más en España.

Probablemente también sus financieros y él mismo no vean nada claro invertir a largo plazo en un país en el que, dependiendo de quién gobierne, la fiscalidad vaya a ir a mal o a peor y en el que la inseguridad jurídica y la arbitrariedad administrativa llevan casi una década creciendo vertiginosamente y sin síntomas de mejoría.

Con la unión de ambos factores, no es de extrañar que el rey del juego del farol haya buscado una salida más o menos digna y que haya puesto unas condiciones de negociación mucho más exigentes que en cualquier otro lugar hasta ahora.

Parece claro que su interés por invertir en España ha decaído y es evidente que en estos momentos no solo no somos un país serio, sino que internacionalmente eso se sabe y se percibe. Y eso es responsabilidad compartida de quienes más balones echan fuera. Gobierno y oposición. Erre que erre. R y R.