domingo, 28 de febrero de 2010

Sopla el viento

Mi admirado, en lo musical, cantautor cubano Silvio Rodríguez, amigo y publicista de Fidel Castro, titula una de sus canciones “Sueño con serpientes” y la comienza recitando una estrofa de Bertolt Brecht: Hay hombres que luchan un día/ Y son buenos./ Hay otros que luchan un año/ Y son mejores./ Hay quienes luchan muchos años/ Y son muy buenos./ Pero hay los que luchan toda la vida:/ Esos son los imprescindibles.

Orlando Zapata es de los que luchó toda la vida, era por tanto imprescindible, como lo son todos aquellos que luchan no con armas, bombas y metralla sino con la fuerza de la resistencia pacífica a la tiranía, al totalitarismo. “Si mi pluma valiera tu pistola/ de capitán, contento moriría” escribió en el fragor y la desesperación del 38, Machado al militar comunista Enrique Líster. Zapata, albañil y plomero, nunca pretendió cambiar la paleta de construir por la pistola de matar; tampoco tuvo la fuerza que al intelectual le da el manejo de la pluma.

Preso, como tantos disidentes cubanos, por discrepar y creer que la libertad y la dignidad eran un derecho también en Cuba. No robó, no asesinó, no hirió a nadie. En abril, las flores que Reina Luisa Tamayo, su madre, dejará sobre su sepultura, recordarán que en mayo se cumplen 44 años desde que nació, ocho años después del triunfo de los revolucionarios de Castro. Ella, con la resistencia dura, valiente, cruda, firme, insobornable y lúcida que sólo una mujer puede tener, la que atestiguan las Damas de Blanco o antes las madres de la Plaza de Mayo de la dictadura argentina, le ha dicho a la cara a los Castro y a todos los condescendientes con los tiranos, la gran verdad de esta trágica historia: “Ellos fueron los que me lo torturaron. Muestras lleva en sus espaldas mi hijito por los golpes, las torturas que sufrió. Pero no importa, eso le da mucho valor a esta madre y esta familia, para seguir luchando contra el terror”.

Frente a esa voz, una vez más, sobresalen silencios que dicen: Zapata se equivocó de tirano al que enfrentarse, de país por el que morir. Dónde está Silvio, dónde Víctor Manuel y Ana Belén y escritores, actores y actrices que presumen de “comprometidos”. Dónde Milanés, santo y seña, quien compuso, canta y ahora olvida que “pobre del cantor que no halle el modo/ de tener bien seguro su proceder con todos”. Traicionan, otra vez, una de sus máximas, “La vida no vale nada/ si no es para perecer /porque otros puedan tener/ lo que uno disfruta y ama”.

Zapata no es Víctor Jara porque los uniformes que torturaron y causaron la muerte de ambos, con la misma edad, son de otro color. ¿Su delito? Llevar a la práctica la omnipresente leyenda escrita en el merchandising cheguevariano y en los muros de su ciudad. Eligió morir de pie a vivir siempre arrodillado.

miércoles, 24 de febrero de 2010

Touché!

La esgrima es el único deporte olímpico de origen español, por lo que debería dársenos bien. La primera acepción que el diccionario refiere para esgrimir es, jugar y manejar la espada, el sable y otras armas blancas, reparando y deteniendo los golpes del contrario, o acometiéndole. Pero desde que los hidalgos se consumieron empachados de hambre y apariencia, sobre la piel del toro profesamos más el grueso credo del mamporro o el trabuco que la finura del florete, el sable o la espada.

Otro tanto ha ocurrido en los ámbitos de la oratoria y la dialéctica, donde mejor se puede aplicar la más común de las acepciones del verbo esgrimir y en el foro público donde aquéllas deberían tener lugar privilegiado, la política. Si a los esgrimistas se les conoce como tiradores y se enfrentan entre ellos cara a cara, sin trampa ni trampantojo buscando tocar al rival, la política está sembrada de francotiradores emboscados como las minas en el campo de batalla.

Dice el Gobierno que la crisis pone en grave riesgo a España -a buenas horas mangas verdes- y, acorralado como está, por el paro, los datos macroeconómicos, los análisis y las reconvenciones de las instituciones internacionales, anuncia un gran pacto nacional que automáticamente propone a todas las fuerzas políticas excepto a la única con la que es imprescindible el acuerdo para que se pueda llamar “de Estado”, el partido mayoritario de la oposición.

Jugada maestra. ¿Vuelve la esgrima? De una complicada defensa han pasado a un exitoso ataque. Ya no se habla de cómo crear empleo o evitar la argentinización de nuestra economía. Ahora el quid de la cuestión es cuál será la actitud del PP con un Rajoy al que el resto del arco parlamentario y buena parte de los medios de comunicación irán poniendo entre la espada y la pared. Tan es así, que llamados a capítulo, los suyos difieren enormemente en cuanto a la estrategia a seguir. ¿Mantenerse firmes, pero aislados, frente al Gobierno para no caer en la trampa o sumarse a la corriente para que no digan y entrar a un juego que no resolverá ninguno de los problemas pero permitirá a Zapatero desviar la atención y ganar tiempo?

Un bucle diabólico en el que se debate una oposición que hasta hace sólo unos días se embriagaba de encuestas y del que no le será fácil salir si no es contraatacando con las mismas armas. Aguirre, como la princesa de Éboli, buena tiradora, comprendió siempre que la mejor forma de salir de un debate estéril en tu terreno es generar otro en el campo del rival. Pacto de Estado es poco, ha dicho; mejor Gobierno de Estado, o sea, de concentración. Y para que la estocada sea presentable, ha pedido para el PP “sólo” un par de ministerios.

Lástima que mientras la ópera bufa se representa en las Cortes, es España la que está “touché!”.

domingo, 21 de febrero de 2010

Cien años de Lobo


Los alumnos de Artes y Oficios nos recuerdan desde la fachada de su Escuela el centenario del nacimiento de Baltasar Lobo. Un refrescante acierto en Zamora, donde tan poco acostumbrados estamos a que las iniciativas surjan en la sociedad civil y no al amparo del corsé institucional.

Escribía, no hace mucho en estas mismas páginas otro escultor zamorano, Ricardo Flecha, que seguimos estando en deuda con Lobo y que ésta sólo podremos considerarla pagada cuando el continente museístico que cobije su obra esté a la altura de su contenido. Recuerdo cuando hace varios años, el alcalde Vázquez y Pedro Roda tuvieron conocimiento de que el antiguo taller parisino del escultor, con un importante número de piezas, moldes, bocetos, útiles y materiales, estaba embargado por el fisco francés en garantía del pago del impuesto de sucesiones.

Recuerdo cómo en tiempo récord se articularon los trámites para que una reducida delegación acudiera a París para determinar la importancia de lo contenido en el taller y documentarlo someramente. Cómo se llevó a cabo una rápida negociación a tres bandas, Ayuntamiento, familia y Estado francés que dio un magnífico fruto con la constitución de la Fundación Baltasar Lobo, el pago por el Ayuntamiento de la deuda tributaria (si mal no recuerdo, 200 millones de pesetas) y la donación en contraprestación por parte de hermanas y sobrina de Lobo a la ciudad de Zamora de casi 700 piezas escultóricas.

Con la permanente colaboración de Francisco Somoza, se invirtieron otros diez millones de pesetas en adecuar la iglesia de San Esteban para albergar una pequeña exposición. En paralelo, empezamos a buscar ubicación y financiación para un museo que debía convertirse en un nuevo referente de la ciudad. El resto de la historia, por ser más reciente está más fresca en la memoria de todos. La elección del olvidado Castillo, la consecución de la financiación europea en colaboración con Braganza y la aceptación por Rafael Moneo de un reto que, palabras textuales en su estudio de Madrid: “me atrae casi tanto como me asusta. Intervenir en un edificio histórico de planta romboidal completamente irregular y única, es un reto arquitectónico apasionante, pero hacerlo a los mismos pies de la imponente torre y el cimborrio de la Catedral, sin afectar negativamente al entorno, es algo que asusta”.

Moneo, gran arquitecto y gran humanista, comprendió la importancia de que la simbiosis entre un potentísimo continente y un valiosísimo contenido se acercara a lo perfecto. La primera fase se ha completado con éxito con la restauración de la fortaleza y su adecuación transitoria como sede expositiva pero, como pedía Flecha, todo estará inconcluso mientras no se complete con la construcción en el Castillo del Museo que Lobo y su obra merecen.

Los alumnos de la Escuela de Artes se opusieron en su día a desalojar el Castillo para permitir el nuevo uso; es bella paradoja que sus sucesores sean ahora los primeros en homenajear a Lobo. Felicidades.

miércoles, 17 de febrero de 2010

Despoblación


A la hora en que escribo esta columna, el Presidente de la Junta presenta en las Cortes de Castilla y León un centenar de medidas para frenar la despoblación en nuestra región. Y es verdad que éste es junto con el envejecimiento, uno de los problemas más graves y antiguos que lastran el desarrollo y velan el futuro de la Comunidad Autónoma.

No conozco más datos al respecto que los que han anticipado las agencias y los medios de comunicación como anuncio de la sesión parlamentaria de hoy, pero no siendo Herrera precisamente un revolucionario, no creo que haya espacio para grandes sorpresas. Lo cual no deja de ser una lástima, porque Castilla y León que nació ya en el diseño preautonómico con grandes dudas respecto a la viabilidad de una comunidad tan extensa (con 94.000kms2 se convertía en la región más grande de Europa, mayor incluso que Portugal) y tan poco densamente poblada (poco más de dos millones y medio de habitantes en la actualidad), necesita de ideas que sí tengan algo, si no de revolucionarias, al menos de radicalmente innovadoras para poder romper los moldes históricos y sociológicos de quienes en ella habitamos.

Está bien que se adopten medidas a favor de la familia, que faciliten a la mujer el acceso al mercado de trabajo y la conciliación de la vida laboral y familiar. También las ayudas directas a la natalidad y el incremento de los beneficios (o disminución de los inconvenientes) para las familias numerosas. Lo mismo cabe decir de ayudar a la integración laboral y social de los inmigrantes que en los últimos años llegaron a nuestra región. Y sobre todo, está bien y es lo más importante de todo lo dicho, que se creen verdaderas oportunidades para que los jóvenes se queden en nuestras ciudades y sobre todo en los pueblos de los castigados y casi desahuciados territorios rurales. Bien estaría que incluso volvieran algunos de los que se han ido en ese goteo inacabable del exilio económico.

Pero para cumplir estos objetivos, no es suficiente aprobar cada cierto tiempo un plan integral con nombre rimbombante de los que se gastan el dinero en papel y estudios. Hace cinco años ya se aprobó con el consenso de todos los partidos un paquete de medidas con estos mismos fines y de cuyos resultados nunca más se supo. Son necesarias medidas verdaderamente estructurales en lo económico, en lo fiscal y en el equilibrio interterritorial; con más componente de inversión real y creación de empleo, que de mediáticas políticas sociales, tan bien vistas como vacías tantas veces.

Aunque de momento y para mejor demostración de que el esfuerzo va, por fin, en serio, y ya que el socialista López incrementó el padrón de Castilla y León viniéndose de Madrid, qué menos que Herrera se apunte aquello de predicar con el ejemplo, y contribuya personalmente al incremento de la natalidad. Eso sí sería un puntazo.

domingo, 14 de febrero de 2010

Vencedores y vencidos

En este buenismo atontado en el que nos vamos sumergiendo, como sociedad cautiva de lo política y socialmente correcto, sólo quedan unos cuantos relámpagos de lucidez que demuestran que entre tanto espíritu adormecido quedan aún algunas conciencias despiertas.

Durante la celebración en Salamanca del Congreso Internacional de Víctimas del Terrorismo, María San Gil, clara, limpia y trasparente como acostumbra a ser esta recia vasca, en su defensa de memoria, dignidad y justicia para las víctimas del terrorismo ha dicho, con voz alta y contundente, que no habrá democracia si no se delimita a las claras quiénes son vencedores y vencidos.

Con versos de Bécquer,” no faltará algún necio que al oírlo se haga cruces y diga” que esta mujer es una intolerante con afán revanchista, que lo único que de verdad importa es conseguir que la paz llegue cuanto antes. Hay que olvidar y perdonar que, como recuerda el escultor Agustín Ibarrola, otro vasco desde los tuétanos hasta el rabo de su perenne txapela, quienes se han opuesto activamente a la barbarie y al nacionalismo excluyente, han estado durante 30 años eliminados de la sociedad vasca.

La paz es ese valor absoluto al que deben subordinarse todos los demás valores, tal y como repite machaconamente el márketing de ese pensamiento al que se conoce como el buenismo, o el pensamiento Alicia en definición del filósofo Gustavo Bueno. No es otra cosa que la elevación a los altares de que el valor supremo es la ausencia de valores. No hay buenos y malos a la antigua usanza. Usar esas categorías supone ser inmediatamente tachado. Y sin embargo, sigue habiendo buenos y malos. Asesinos y asesinados. Víctimas y verdugos. Perseguidos y perseguidores. Lo que ha cambiado es que desde cómodos divanes, los que deciden qué es moderno y qué es arcaico, qué correcto y qué execrable, han cambiado el campo magnético y pretenden que la aguja de la brújula señale hacia otro Norte.

Hay que ser tolerantes, nos dicen, incluso con aquellos que ni lo han sido ni tienen ninguna intención de serlo. Frente a ellos, suena raro escuchar a María San Gil o a Regina Otaola, la alcaldesa valiente de Lizarza también pasada de moda y que por ello abandona la política, reivindicar que a veces la virtud está precisamente en la intolerancia. Es lo que el pensador catalán Miquel Porta Perales denomina el derecho a la intolerancia justa. La personal y la del sistema social, institucional y jurídico en que convivimos. Precisamente, en este sentido, el jurista Andrés Ollero denuncia la existencia de un buenismo jurídico, que identifica, paradójicamente, con la defensa del derecho a lo torcido, del derecho a lo equivocado, de un derecho al mal, y cuyas principales características son “la filantrópica generosidad a la hora de conceder derechos” y su relativismo.

Siempre hay vencedores y vencidos, lo que cambia es en qué lado están los buenos y en cuál los malos.

miércoles, 10 de febrero de 2010

Será cosa de meigas

“Eu non creo nas meigas, pero habelas hainas”, dicen en la Galicia de Blanco y de Rajoy. La Vicepresidenta económica, como Johnny su fusil, cogió el saco roto de nuestras finanzas y marchó a Londres a explicar a los analistas de la City, lo bien preparados que estamos para salir adelante y lo lleno de brotes verdes que luce nuestro camino.

Al contrario que una de las más famosas de entre las brujas gallegas de todos los tiempos, a la que llaman Marimanta y que según se cuenta es una anciana fea y encorvada que porta sobre su espalda jorobada un saco pidiendo humildemente limosna, Elena Salgado puso cara de buena para inspirar confianza y hacerse querer mientras explicaba a diestro y siniestro que lo mal que nos ven todos desde fuera es sólo una ilusión óptica, un espejismo, un fantasma que en realidad no existe. Parece que mucho no ha convencido a los de la pérfida Albión y no ha conseguido acabar con el mal de ojo que se cierne sobre nosotros, tuerce nuestras gráficas, satura las estadísticas y retuerce todos los datos.

No bastó tampoco para exorcizar los demonios que nos fustigan, con que el beligerante ateo Zapatero se aviniese a coger una Biblia, sin guantes en las manos, y a rezar junto al idolatrado Obama y a un grupo de creyentes por cuyas exacerbadas convicciones, en España sólo hubieran merecido el mayor de sus desprecios. Será cosa de conjuros y brujería, debió pensar, si cuando todos la veíamos y muchos ya la sufrían, ni él ni sus ministros eran capaces de vislumbrar la crisis. Ahora que le toca gobernar Europa, hasta los propios dudan de si llegará a los idus de marzo.

No obstante, de esto de las meigas, origen obliga, quien más sabe es sin duda José Blanco (con permiso de Rubalcaba) y éste, desconfiado y astuto como nadie, ha dado por fin con la clave de la crisis. Con los causantes de la vía de agua que sumerge el barco de manera irremisible. Tal vez fuera en sueños que se le apareciera otro gallego que supo desenvolverse hábil entre conjuras y le dijera: “Pepiño, esto es la reedición de la conjuración judeo-masónica actualizada a los nuevos tiempos”. Para Blanco, los especuladores sajones se han confabulado contra España que es demasiado grande y libre gracias a Zapatero y lo que iba a ser conjunción pasó a ser conspiración interplanetaria.

No nos extrañemos, pues, si descubierto el mal, nuestros desbordados gobernantes tratan de ponerle remedio. Ya me veo venir un nuevo paquete de medidas acorde con las circunstancias, con ritos obligatorios para ahuyentar los peligros: guardar una herradura en el hogar tras la puerta de entrada, llevar consigo un diente de ajo, una castaña pilonga u otros objetos que libren del mal de ojo y otros hechizos. Y queimada, mucha queimada para prolongar la fiesta. Mouchos, coruxas, sapos e bruxas…

miércoles, 3 de febrero de 2010

Bajarse del barco

Salvo con la riqueza apabullante o la pobreza miserable, en el resto de la escala, lo de ser ricos o pobres es siempre relativo. Sea renta personal o agregada, provincial, regional o nacional, las odiosas son las comparaciones. Según el último informe sobre convergencia económica con Europa de la Fundación de las Cajas de Ahorro, unos convergen y otros divergimos.

Dicen muchos estrategas geopolíticos de Castilla y León (y quizás con razón) que si la región va bien, crece y se enriquece, todas y cada una de las provincias entrarán en el reparto y lo harán también. Dicen los defensores de una determinada concepción del desarrollo (y hasta puede que sea cierto), que éste es mejor llevarlo a cabo generando polos concentrados de actividad económica que a su vez irán tirando del resto del territorio; por ejemplo, potenciar fuertemente el eje Valladolid - Burgos genera más valor añadido para la Comunidad que tratar de desarrollar a la vez todo el territorio regional. Es más rentable para el interés general, demuestran los datos, invertir en Boecillo que en Aliste y así, en la foto de conjunto, saldremos mucho más sonrientes.

En realidad, ningún representante político, empresarial o financiero con ámbito de actuación regional dirá públicamente lo que acabo de enunciar. Y sin embargo, con mayor o menor consciencia, es lo que está ocurriendo según los datos de Funcas. La foto de Castilla y León dice que estamos un 1,08% por encima de la renta bruta media europea, luego podemos sonreír todos los habitantes de la región; hasta que llegan las rebajas y descubrimos que la foto sale guay porque “el eje”, o sea, Valladolid y Burgos superan a Europa en un 12 y un 11 por ciento respectivamente, Palencia que está en medio en más de un 4% y Soria, allá entre Madrid y Aragón lo hace en un 10. Mientras, Zamora, aquí en el ala oeste de la región más grande de Europa, pierde tres décimas en un año y se queda 18 puntos por debajo de esa media.

Que parte de la culpa la tenemos nosotros mismos por nuestro carácter poco emprendedor, nuestra alergia al riesgo y el nulo reconocimiento social para los que de entre nosotros triunfan, es un dato cierto. Pero también lo es, que a estas alturas no bastaría con cambiar eso para remontar. Ni con el pacto social que ahora publicitan los partidos. Ni la Diputación o los Ayuntamientos con la gestión ordinaria de sus escasos recursos. Sólo los dos partidos mayoritarios, Herrera y López y el compromiso del conjunto de la Comunidad Autónoma podrían cambiar las cosas.

De momento, no se ven ni la intención allí, ni la exigencia de nuestros representantes aquí. Que no nos cuenten que el yate autonómico navega viento en popa, mientras Zamora, 30 puntos por debajo de Valladolid y Burgos, va en la última de las bodegas y con agua hasta las rodillas.