jueves, 29 de noviembre de 2012

Cataluña o la euforia


Las elecciones del domingo en Cataluña, son las primeras que he conocido en las que quien las convoca, sin estar obligado a ello por plazo legal, lo hace seguro de que va a dar un tremendo salto hacia adelante y sale de ellas unos cuantos metros más atrás y con cara de no saber por dónde le ha venido la patada en la sentadera.
Se abre tras ellas una nueva etapa, o un nuevo capítulo del mismo serial de siempre. El zarandeo ha sido considerable para Mas y Convergencia, tanto, que eran los únicos con cara de derrota y por momentos casi desolación. Esto, habiendo ganado claramente las elecciones, siendo los únicos con capacidad representativa y aritmética para poder formar gobierno, sumando dos veces y media más escaños que la segunda fuerza política y más escaños que los dos grandes partidos nacionales juntos.

Su apuesta era muy alta y, para su sorpresa, alejada del sentir social de muchos más ciudadanos de Cataluña de los que ellos pensaban, si bien por razones muy distintas con unos y otros votantes.
Dicho esto, lo que para nada comparto es ese dogma con el que PP, PSOE y buena parte de sus voceros mediáticos nos quieren hacer comulgar. Ese karma de que los votantes han dado la espalda a la propuesta independentista. No hay más ciego que el que no quiere ver, vuelve a demostrarse. O bien, tengo tanto miedo a perder mi asiento y posición que no puedo reconocer la realidad, a ver si mientras tanto nadie se da cuenta y sigo aquí amarradito.

Es de insulto a la inteligencia que ambos partidos, con la que está cayendo y con la que les ha vuelto a caer a ellos, hagan escenificación de euforia, vítores y aplausos, sintomáticamente más en Madrid que en Barcelona.
El PSOE está feliz y Óscar López dicharachero porque ganaron ¡a las encuestas!, que venían diciendo que iban a perder aún más de los uno de cada cuatro diputados que han perdido. De 28 a 20, cuando hace bien poco tenían más de los que ahora ha obtenido CiU.

El PP dice estar entusiasmado porque ha subido un escaño y ha tenido el voto de 1,3 por cada 10 votantes, o peor aún, de nueve de cada cien catalanes con derecho a voto. Vamos, que no lo veo yo como para estar muy satisfechos.
Contentos pueden estar en la candidatura de Ciudadanos, que han triplicado representación, aunque sigan a la cola y sobre todo en ERC, porque puestos a hablar de independencia muchos votantes tradicionales de CiU se fían más de ellos en su particular viaje a Itaca que de la corrupción generalizada y el juego de ambigüedades que siempre caracteriza a los convergentes.

En todo caso, la mayoría más que absoluta sigue del lado independentista y con más peso en el ala más radical. No veo razón para ninguna euforia.

domingo, 25 de noviembre de 2012

Legitimar la injusticia

No es asunto menor la ocurrencia del ministro de Justicia y, al adquirir rango de ley, del Gobierno pleno y de “todos” los diputados y senadores del PP, consistente en modificar la estructura de tasas judiciales para convertir el derecho al acceso a la justicia en condiciones de igualdad para todos los ciudadanos, en un peaje con caja registradora en el que si de entrada no pagas, queda legitimada la injusticia, frente a otros o frente a la Administración de la que, con esto también, cada vez somos más siervos.

La defensa frente al exterior hostil, la garantía del orden y la seguridad interiores, que protege la integridad física de los nacionales y la propiedad, junto con la impartición de la justicia son los ámbitos básicos e irrenunciables que debe cubrir el Estado. A partir de ahí empieza lo que se viene llamando el desarrollo del Estado del Bienestar que puede llegar a que con dinero público te paguen la impartición de cursos en el altiplano boliviano sobre las bondades gastronómicas del alga marina.

A nadie se le ha ocurrido, todavía, cobrar una tasa porque la policía busque el coche que nos han robado. Si algo justifica pagar impuestos es cubrir esos ámbitos originarios que provocaron el nacimiento de las naciones-estado frente a los señoríos feudales. Y para ello, con una ínfima parte de lo que pagamos sería suficiente.

Cómo será para que la totalidad del mundo judicial, todas las asociaciones, colegios e instituciones, con independencia de su estatus concreto y de sus adscripciones ideológicas estén plenamente de acuerdo y enfrente de la ocurrencia de Gallardón, Rajoy y el Partido Popular.

Uno de los grandes misterios de la psicología y la sociología, con tintes casi freudianos, es el por qué de ese empeño que frecuentemente ponen los gobernantes en distanciarse de las ideas, los compromisos y los principios que abanderaban cuando eran oposición y con los que llegaron al poder. Esos políticos, malos pero cada vez más frecuentes pues no dependen de los afiliados ni de los ciudadanos, piden el voto diciéndote yo soy de los tuyos para, una vez obtenido, considerar que están investidos de púrpura e infalibilidad porque así lo han querido los hados.

Según el diccionario de la RAE en su primera acepción, los hados son una “fuerza desconocida que, según algunos, obra irresistiblemente sobre los dioses, los hombres y los sucesos”.
Salvo por esa “fuerza irresistible”, no puedo entender el empeño de este Gobierno por freírnos tributariamente y, además es que parece que lo disfrutaran. Por mucho que sea verdad, y lo es, que fue el anterior Gobierno el que nos dejó en la quiebra más absoluta, mucho más racional y justo sería reducir a términos soportables áreas superfluas pero costosísimas de la administración o hacer reformas que de verdad agilicen y abaraten los procedimientos administrativos, incluidos los de la administración de la Justicia.

miércoles, 21 de noviembre de 2012

Año Rajoy

Un año desde las elecciones. Dirá el presidente en su descargo que aún faltan unas cuantas semanas para que se cumpla el año desde la constitución del Gobierno.

Claro que algunos, básicamente los que quieren hacer valer en la calle lo que no valieron para ellos las urnas, dirán que no es un año sino un siglo lo que parece haber transcurrido. Otros, por el contrario, dirán que apenas van seis meses, si tenemos en cuenta que hasta las autonómicas andaluzas, acción propiamente de gobierno, entre nada y bastante poca. Cada uno con su opinión, que casi nunca coincide con la del vecino.

El caso es que mucho o poco, un año es tiempo más que suficiente para valorar lo pasado e intuir el futuro. En lo que a Rajoy y a España se refiere, es fácil juzgar que los meses pasados no han sido precisamente un camino de rosas pese a la mayoría absoluta y de los que vienen, son muchos los que ya prefieren ni hablar sobre ellos, ni pensar en lo que puedan traer de la mano.

Rajoy presume de saber manejar los tiempos por las mismas razones por las que sus discrepantes, a veces exasperados, lo acusan de un inmovilismo tal, que al final son los tiempos los que se manejan a sí mismos, haciendo innecesario al propio Gobierno. Esto último a los liberales, como a los anarquistas, hasta nos molaría si realmente fuera posible.

No creo que sea justo que en el imaginario colectivo la escena más naturalmente asentada pueda ser la del presidente fumándose un puro, como por las calles de Nueva York, sentado en un sillón, viendo ciclismo en Teledeporte y leyendo el Marca. En tiempos tan convulsos es evidente que no responde a la realidad, por mucho que el propio protagonista no se tome demasiadas molestias por desmentirlo.

Lleva Rajoy unos meses intentando ordenar un poco la casa que el anterior Gobierno dejó con más goteras que un queso de Gruyère, más trampas que el patio de Monipodio y más engaños y ardides que los de la vieja Celestina. Hasta ahí bien y mejor si además va templando a los tiburones financieros internacionales y a las termitas antinacionales de algunas Comunidades Autónomas.

En su debe, junto con la muy cuestionable política en materia antiterrorista, hay que apuntar que basar la parte del león del ajuste económico, en la imparable escalada de impuestos y la asfixia a empresas, autónomos y familias que ello supone, obliga a pensar si para este viaje hemos votado a este Gobierno. Máxime si, con el problema número uno que nos asola, la hipertrofia administrativa y el gasto público que conlleva, lo único avanzado será que en el ecuador de la legislatura tendremos las conclusiones de una comisión recién anunciada.

Lo mejor de lo que queda, la seguridad de que peor que Zapatero no lo hará.

domingo, 18 de noviembre de 2012

Ladrona Suiza

A ver si ahora va a resultar que no es España quien roba a Cataluña, sino Suiza. Porque si para los dirigentes catalanes (de casi todos los partidos, pero especialmente de Convergencia), criticarlos a ellos es criticar a Cataluña, y acusarlos a ellos es destruir Cataluña, con lo que estamos conociendo estos días, a través del diario El Mundo, no me cabe la menor duda de que los acusados van a tener que buscar urgentemente culpables sobre los que hacer recaer la atención, las responsabilidades y la cólera de las mesnadas de ciudadanos catalanes para los que ese adjetivo justifica cualquier tropelía y convierte en simpática anécdota hasta el más reprobable de los hechos delictivos.

No es que sorprenda lo que todo el mundo en España sabía desde hace años, al menos en los ámbitos político y empresarial. Que si en el resto de España es conocido cómo se financian en una buena proporción los partidos políticos, algunos de sus máximos dirigentes y unos cuantos “próximos” a política e instituciones, lo de Cataluña y el País Vasco, CiU y PNV es “vox populi”.

Pasqual Maragall, en un insospechado rapto de sinceridad, le espetó a Mas ya hace unos años que el problema de Convergencia era el 3%. La singular forma de responder por parte de Mas debiera haber sido inmediatamente objeto de investigación judicial. Obvió el comentario y atacó allí donde más daño podía hacer, la reforma del estatuto de autonomía, capricho personal de Zapatero. No habrá estatuto, fue su lacónica respuesta.

No se volvió a hablar de aquello, porque en Cataluña hace mucho que mediáticamente se silencian ruidos que en Madrid se convertirían en estruendos y el propio entendimiento de lo políticamente correcto es allí más exacerbado que en el resto del planeta.

Es caso es que ahora la policía ha detectado que los Pujol y sus bien mandados, los Mas, tienen en Suiza más de 130 millones de euros procedentes, a todas luces, de las comisiones captadas y gestionadas a través del Palau de la Música y otra serie de cajas registradoras. El gobierno de Cataluña es la llave de la caja y, cuando ésta peligra, hay que hablar de independencias y de guerras. De enemigos externos que permitan esconder el latrocinio detrás de los cortinones de su razón de Estado particular.

Ni PSOE ni PP van a entrar a saco en este asunto, por si acaso algo salpica; tampoco se harán mucho eco buena parte de los medios de comunicación, porque hay mucho que guardar. Así que nos queda confiar en la justicia, más en la policía y más aún en algunos medios de comunicación y unos cuantos “outsiders” de la vida política española.

Claro que queda la posibilidad de que todo sea un malentendido y resulte que no es que ellos lo han llevado a Suiza, sino que ésta se lo haya robado a Cataluña. Igual que España, vamos.

domingo, 11 de noviembre de 2012

Obamitis hispánica

Obama ganó las elecciones en Estados Unidos aunque eso no sorprende después del primer mandato y en un país donde, legalmente, el periodo máximo que un presidente puede permanecer ocupando la Casa Blanca se limita a dos legislaturas, ocho años en total. Lo anómalo históricamente hubiera sido la alternancia en este momento.

Si algo puede sorprender es lo reducido de la distancia electoral frente a su contrincante, máxime después de la euforia con la que hace tan solo cuatro años fue recibido un presidente que parecía llamado a cambiar América y el mundo. Una inmensa mayoría de los norteamericanos cayó bajo la ensoñación buenista de un candidato con un extraordinario manejo del marketing y sin ningún posicionamiento especialmente claro sobre las cuestiones de principios más polémicas. Como suele ocurrir en estos casos, la realidad luego va poniendo las cosas en su sitio y de ahí surge la frustración de muchos votantes que se sienten traicionados o decepcionados.

Y si su advenimiento fue tan celebrado en su país, qué podemos decir del resto del mundo. Sin llegar a las sesudas consideraciones de Pajín y su conjunción interplanetaria, Obama era recibido por aquel entonces (han pasado tantas cosas que parece que transcurrió un siglo) como un nuevo mesías que pondría fin a esa imagen de anticristo con la que entre la progresía europea y española se caracteriza a los Estados Unidos. La primera potencia económica, tecnológica y militar del mundo se iba a convertir en una potencia pacifista, en una madre Teresa en versión Estado que rompería con el belicismo y el imperialismo de su predecesor republicano. Como si allí no tuvieran todos muy claro, que primero son los suyos y luego ya el resto.

Muy alejado también, de todos modos, de lo que ha ocurrido ahora, en que su reelección casi se percibe como un mero asunto de trámite ante el sieso, aburrido y poco glamuroso Romney. Salvo en la España política, donde no dejamos nuestro carácter un tanto quijotesco y seguimos viendo Dulcineas donde sólo hay Aldonzas.

Resultó menos cómico que patético contemplar cómo una vez conocidos los resultados oficiales, los dos partidos mayoritarios en España (no sólo ellos, el resto también) competían al minuto por acreditar que Obama es más de los suyos que del de enfrente. Seguramente tal alarde de entrega hacia su líder no haya llegado a los más cercanos colaboradores del presidente americano, pero de llegar, me puedo imaginar la risa, viendo las declaraciones de unos y otros.

Del más que cuestionable, diplomáticamente hablando, y un tanto absurdo “ha ganado el nuestro”, del ministro de Asuntos Exteriores al pueril y patético “Obama es mucho más nuestro que del Partido Popular”, de la socialista Elena Valenciano. Y el culmen, sin duda, Rubalcaba que dice estar muy satisfecho “como socialista”. Como si un presidente americano pudiera aproximarse ni de lejos a ser “socialista”.

miércoles, 7 de noviembre de 2012

STOP desahucios

Entre la alta gama de injusticias de un Estado intervencionista a más no poder como se ha ido convirtiendo el español, probablemente la más sangrante en el momento actual sea la de los desahucios por impagos de hipotecas bancarias.
 
No es presentable, ni asumible, ni aceptable en una sociedad con un mínimo de dignidad lo que está ocurriendo y hora es de que desde el Gobierno y el Parlamento se empiece a poner coto a una situación que obliga a que familias enteras sean no sólo desposeídas del que en muchos casos es el único elemento de su patrimonio, su vivienda, sino literalmente desalojadas y dejadas en la calle.
 
Me dicen algunos directores de oficinas bancarias que son muy pocos casos los que se dan. Sin embargo las estadísticas hablan ya de quinientas familias desahuciadas cada día en España. Y a uno se le pone la piel de gallina pensando en los dramas humanos que se agolpan tras la frialdad de los datos. En el conjunto de ellos y en cada uno en concreto.

No me vale, porque es tramposo, el argumento del banquero cuando marca distancia y expone que el banco presta a las personas y éstas aportan unas garantías a cambio. Si devuelven lo prestado, más comisiones e intereses, el banco devuelve la garantía; en caso contrario, el banco tiene que cobrar lo suyo. No me sirve porque las reglas han de ser las mismas para todos y, en caso de que éstas deban inclinarse hacia alguien, debe ser hacia el lado del débil y no del fuerte.

En primer lugar, porque se dan casos en que los bancos no están admitiendo las tasaciones de los inmuebles que ellos mismos hicieron o aprobaron, lo cual deja en la indefensión al ciudadano al no admitirse la dación en pago. Si yo entrego mi vivienda y ésta era la garantía porque el préstamo en su totalidad se destinó a financiar la adquisición de aquélla, no hay por dónde coger que aun habiendo pagado ya parte de la deuda y entregando el bien, el banco pueda seguir reclamando mayores cantidades de dinero.

En segundo lugar, porque si ya se ha demostrado que en España pueden caer miles y miles de empresas de todos los sectores de la economía sin que oficialmente pase nada, también se ha demostrado que, no alcanzo a entender por qué críptica razón, lo que no puede es quebrar ningún banco o caja de ahorro. Y si al emprendedor o empresario al que no le ha ido bien, le buscan las vueltas para que responda con su patrimonio o sea declarado el concurso como culpable, nada parece pasar con los dirigentes de bancos y cajas que han sido miserablemente hundidos y luego rescatados con el dinero, entre otros de aquellos a los que desahucian.

Fórmulas existen para que aun perdiendo la propiedad de la vivienda, se pueda mantener el derecho a un hogar. Por dignidad individual y social.

domingo, 4 de noviembre de 2012

Don Histrión se va pero queda su cantilena

O de la necesidad que en el mundo hay de personajes como Agustín García Calvo. Sabios por histriónicos, histriónicos por sabios.

En el antiguo teatro grecolatino el histrión era el actor que salía a escena con una máscara que representaba a su personaje. Leo en una enciclopedia recogida en esa biblioteca de Babel borgiana que es la Red, que los primeros histriones fueron simples danzantes que los ediles de Roma enviaron a buscar a Etruria hacia 363 a.c. Después, estos mismos pasaron a ser actores parlantes pero por su condición servil fueron mirados siempre como infames, por lo que no podían adquirir el derecho de ciudadanos romanos.

No es este un artículo hagiográfico, por mucho que estén de moda esas biografías en las que con tanto exceso se resaltan las cualidades del biografiado. No lo conocí personalmente. Sí lo he disfrutado en unos cuantos de sus libros, en algunos de sus poemas y en bastantes de sus artículos periodísticos. En todos esos moldes a los que él daba forma desde dentro, llenándolos magistralmente, artísticamente, con unas palabras con las que jugaba como pocos porque como pocos sabía de dónde venían y hasta dónde podían llegar.

Elemento consustancial a la cualidad humana es la capacidad para el lenguaje. El Poder utiliza el lenguaje como arma, pero también lo teme más que a nada. A Agustín, por ello, le quitaron la cátedra oficial, pero él nunca cedió la real. La de la provocación como ariete y el histrionismo como inteligencia que está más allá de los convencionalismos.

Con el transcurso de la vida uno va descubriendo que son instantes lo más que va quedando y por lo que merece la pena vivirla. A Agustín le debo uno y quiero agradecérselo aquí, en un hasta luego, porque como bien decía Amancio Prada, a diferencia del resto de mortales, los poetas no se van, nos dejan su obra. Fue una noche de invierno, junto a una chimenea, allá donde una línea imaginaria delimita los hielos del norte. Abrí una buena edición del “Kalevala”, el gran poema épico finlandés que compiló siglos de narraciones populares de gesta transmitidas, generación tras generación, por tradición oral.

Allí, entre amigos, frente al fuego y, quizás, tras un sorbo de whisky, empecé por un prólogo que no siendo corto se me hizo breve. Era de Agustín García Calvo y en él aprendí una palabra nueva. Decir cantilena en vez de cantinela se ha convertido, desde aquella noche, para mí en algo mágico. No sé muy bien por qué, pero ocurrió.

Ahora comparte el Olimpo de los poetas y filósofos clásicos. Aquéllos con los que compartió toda su vida. Los genios han de morir para alcanzar el estatus de mito. Lástima que siempre lo hacen demasiado pronto; en el caso de Agustín García Calvo, cuando aún le quedaban tantas palabras por engarzar en sabias, bellas y musicales cantilenas.

jueves, 1 de noviembre de 2012

Esperanza de vientos frescos

La mayor de las ventajas de abandonar el primer plano de la actividad institucional representativa para alguien con madera política como Esperanza Aguirre es que si antes siempre habló claro, ahora su nitidez puede empezar de verdad a preocupar a más de uno. Y así lo ha hecho hace tan sólo unos días, durante la presentación de un libro del jurista Gaspar Ariño publicado bajo el título de “Regenerar la Democracia, Reconstruir el Estado”.

Aprovechando el enganche que el acontecimiento le permitía, se pronunció sin ambages sobre cuestiones tan delicadas para el lenguaje político convencional como cuál es el encaje, fundamento y funcionamiento del Tribunal Constitucional. No es normal escuchar a un político decir que de tribunal sólo tiene el nombre pues su independencia del poder político brilla por su ausencia. O que sus vocales se hagan llamar magistrados cuando son muy escasos los que realmente lo son por provenir de la carrera judicial. O que sus únicas funciones reales son llevarle la contraria al Tribunal Supremo y enmendar de forma políticamente más aceptable algunas sentencias de éste, fundamentalmente en temas de terrorismo y Estado.
Eso quizás sea sólo un detalle para avisar de que callada no se va a quedar tan fácilmente o, como dijo también recientemente, ni me he muerto ni me he jubilado. Por mucho que eso –lo segundo- es lo que desearían muchos y algunos muy especialmente en el seno de su propio partido.

Personalmente, compartiendo también lo anterior, me pareció más importante, tratándose de quien sigue siendo presidenta del Partido Popular de Madrid, cuando asumió que al menos una parte del descontento con los políticos se solucionaría con una reforma democratizadora del sistema electoral. Me gusta, porque ninguno de los grupos que controlan los dos grandes partidos quiere oír hablar de esto ni en pintura.
Aguirre sobre ello defiende que la normativa electoral camine hacia el sistema mayoritario por circunscripciones –al estilo británico y al que ya en algún otro artículo me he referido como óptimo-, pues pone a los representantes electos y a las instituciones en situación de dependencia directa de sus electores y quita el poder absoluto a los partidos políticos.

Pero, como decían los dibujos animados de “Super Ratón”, no se vayan todavía, aún hay más. Aguirre se ha posicionado radicalmente en contra de que sean los presupuestos públicos los que a través de subvenciones y más subvenciones mantengan a los propios partidos. Son palabras que probablemente se llevará el viento, pues no veo yo a Aguirre encabezando a estas alturas un maremoto para conseguir cambiar el sistema caciquil y clientelista con el que se gobiernan nuestros partidos, pero ya el sólo hecho de que se pronuncie de esa manera y sobre esta cuestión es importante.
También es cierto que los medios de comunicación se han hecho poco eco de sus palabras. Son, quizás, deudos en exceso del poder político de uno u otro signo. Habrá que ir poco a poco.