domingo, 29 de noviembre de 2009

Como Dios manda

Aunque también valdría en este caso, como dios manda. El jueves, en el Club de la Opinión de Zamora, que co-organizamos en esta ocasión desde el Foro Pensamiento y Libertad, el que se presentó (galones tiene para ello) como el concejal número 26 del Ayuntamiento de Zamora, Ángel de la Fuente, que salvo por enfermedad no se pierde un solo Pleno municipal desde hace varios lustros; terminaba con esas palabras una lúcida consideración-pregunta dirigida a Antonio Garrigues, presidente del mejor despacho jurídico de la Europa continental, según la prestigiosa publicación jurídica británica “The Lawyer”, tras su brillante disertación sobre la fuerza de la ética y las dificultades con las que ésta se encuentra en un mundo en progreso y por lo tanto, cada vez más complejo. El hombre, a lo largo de todas las etapas de la historia, ha demostrado de manera persistente que necesita un soporte mínimo que sujete sus pensamientos, que le sirva de eje articulador. Desde los estadios iniciales más simples de la evolución, paulatinamente ha ido armando aquello que tantos nombres ha recibido, y que no es otra cosa que las normas del comportamiento ético. Cada vez que la Humanidad, o grupos dominantes de la misma, se han apartado del comportamiento correcto han devenido las grandes e incomprensibles debacles. Es la condición humana, apuntó el conferenciante, por eso es necesario establecer y respetar un marco del comportamiento ético; por eso imprescindible dar fuerza a los controles y transparencia a las acciones de las instituciones sociales. Cuando más fácil resulta acceder a la información y a la comparación de los grados de transparencia, de ética o de corrupción, más compleja se vuelve a su vez la forma de garantizar que se respeten las normas éticas. Será por esto, que uno de los grandes debates actuales de la física aplicada a los sistemas sociales, sea precisamente saber si la mayor complejidad finalmente lleva hacia el orden o hacia el caos. Con el avance científico no son menos sino más, las dificultades con las que la ética tropieza. La ética no es un producto de laboratorio; no es un diseño de sofisticada ingeniería ni la conclusión sintética de mil tomos de filosofía (aunque se hayan escrito muchos más de ese número sobre ella), aunque sí equivale a la poderosa ecuación matemática que lo explicara todo, con la que en el siglo XIX soñaba el físico francés Pierre Laplace. ¿Es complejo o es tan sencillo como se vislumbra en la pregunta de Ángel de la Fuente?: ¿Actuar de manera ética es hacer las cosas como Dios manda? Probablemente así sea. Simple y llanamente, hacer las cosas como siempre hemos sabido que deben hacerse. Como Dios (o como dios) manda. Como nos recordó Antonio Garrigues, ésta es, y no otra, la mejor fuerza para el progreso.

miércoles, 25 de noviembre de 2009

Charlize, Alfanhuí y Zp

En mil frentes, por tierra y por mar, debilitado su ejército; acosados por el bombardeo hostil los emplazamientos de su artillería pesada; doblegándose la moral de sus huestes y con todos los observadores internacionales advirtiéndole de la debacle que se avecina, José Luis despertó el domingo. Semblante serio, mirada iluminada, rictus solemne, reunió a su guardia mora y los puso en marcha a plantar cara al enemigo. Narran las crónicas que el problema surgió al caer en la cuenta de que la ministra de Defensa es antimilitarista, al resto de las ministras más que desfilar lo que les va es posar para el Vogue y en cuanto a ellos, pues eso, cada uno andaba a lo suyo. José Luis, que no se arredra ante nada y nada permite que le aparte de sus firmes convicciones de “optimista antropológico”, había leído esa mañana en el magazine que los domingos acompaña a la Opinión, un titular: Con confianza seduces a cualquiera; y pensó, si Charlize Theron dice eso, yo no voy a ser menos. Ipso facto, ordenó extender una larga alfombra (roja por supuesto) y le dijo a su Gobierno: Por ahí chicos, desfilando como en Hollywood, con nuevas energías, a seducir y a conquistar. Además, para que nadie tenga tentaciones de salirse del carril marcado, junto a mí, con su mejor sonrisa, vendrán Felipe y Rodríguez Ibarra. Sólo dos días después, el autor de Alfanhuí, Rafael Sánchez Ferlosio, ha recibido el Premio Nacional de las Letras. Qué curioso, pensaba yo, si Zapatero tiene mucho de Alfanhuí. Es infantil en sus principios e ideales y, como describen las reseñas editoriales de la novela, también en él “confluyen la ficción autobiográfica y una serie de recursos que, emparentados con lo fantástico, acentúan la sensación de descrédito de la realidad, como un intento de construir otra memoria”. Alfanhuí es un niño al que expulsan de la escuela por escribir en un alfabeto incomprensible. Su madre completa el castigo encerrándolo en un cuarto donde el protagonista inventa una nueva realidad con imaginarias y extrañas andanzas que lo alejan de las normas y el castigo. Zapatero es capaz de hablar horas sin decir nada concreto, en la Moncloa imaginación no le falta para contarnos las cosas que nos cuenta sobre cualquier asunto que se tercie y no hay más normas que las que a él le gustan. En cuanto a la escenificación de sus aventuras. Ayer, decía el editorialista de El País, “¿Moderno o ridículo? La escenografía a lo Obama ha alcanzado unos límites que ya se zambullen en el ridículo. Véase, si no, el energético mitin, representación teatral o fiesta de instituto que el domingo protagonizaron en Madrid los más altos representantes del Gobierno y del PSOE". Últimamente veo a Zapatero mirando cada día para un lado, o busca a Charlize Theron o tal vez, como Alfanhuí, se ha hecho amigo del gallo de una veleta.

domingo, 22 de noviembre de 2009

Tractores y detractores

De que vivimos en una sociedad adormecida, poca duda cabe; de que hemos convertido en coraza la indolencia, para mantener durante el letargo como música de fondo el ronroneo de la queja continua pero estéril, tampoco. Viene esto a cuento de que estando como estamos, inmersos en una crisis por cuya pendiente, tras muchos meses, aún seguimos cayendo, no se atisba el fondo y menos se imagina la vuelta a la superficie, hasta este momento la única voz colectiva que se ha alzado sea la de los agricultores y ganaderos. Viene esto a cuento también, de que ante la presión de miles de trabajadores que cada mes engrosan las listas del paro, de familias de dos, tres o cuatro miembros en las que ninguno de ellos tiene empleo, de los autónomos y pequeños emprendedores que han visto cómo se quedan en la cuneta sus ahorros, sus negocios y sus ilusiones; los bien abastecidos líderes de los dos sindicatos más representativos se han visto obligados a aunar fuerzas para protestar y tratar de evitar, nos dicen, que los empresarios se aprovechen de la crisis. No creo que las manifestaciones de protesta deban servir para cambiar las cosas, ni siquiera que quepa convertirlas en vía legítima de presión a los poderes públicos pero, que me aspen, si con buena fe entiendo qué está pasando en España. Y no hablo de la España institucional, sino de la sociedad española. Ayer, en la edición digital de este periódico, se recogían numerosos comentarios de lectores zamoranos a la información sobre la “tractorada” del viernes y muchos de ellos, muchos, eran para atacar a los agricultores. No para discrepar de que se manifestaran o para cuestionar cómo lo habían hecho, no. Directamente los criticaban, en algunos casos con insultos, por el simple hecho de que por ser agricultores, se deduce según ellos, viven como rajás; por recibir subvenciones, por tener maquinaria para trabajar el campo, o porque los tractores son grandes y algunos cuestan (cito literal un comentario) 60 ó 70.000 Euros, como si ese gasto fuera un capricho de los agricultores equivalente a un deportivo último modelo. Claro que el campo está subvencionado, en toda Europa por cierto, y que ésa es la primera causa de sus más graves problemas. En el pecado está la penitencia. Pero no es a los agricultores a quienes hay que culpar por ello. También lo están otras actividades mucho menos esenciales para la economía y el interés público y no por eso se acusa a los que a ellas se dedican. Además, lo que nadie puede discutir es que no hay ningún sector en el que los productos multipliquen tantas veces su precio hasta que llegan al consumidor final. Razones tienen para protestar, aciertan en el diagnóstico y aunque otro día diré por qué discrepo en algunas de las soluciones que proponen, lo que no es admisible es el insulto gratuito de algunos urbanitas.

miércoles, 18 de noviembre de 2009

El FOXP2

Espeluznado estoy con lo que he leído. O sea, que ha estado la Humanidad a punto de quedarse sin escuchar algunas de las frases más famosas de la Historia. Que sí, que sí, la conjunción planetaria de Pajín; Zapatero mandando callar a los periodistas sobre el secuestro del Alakrana o cada uno de sus ministros contándolo de una manera y echando la culpa a otro distinto; los firmes y decididos, o no, finales de Rajoy; la retahíla de lindezas de Cobo; el por qué no te callas de Su Majestad; o la cultivada expresión oral de Belén Esteban o María Antonia Iglesias. Sin todo ese acervo cultural y filosófico se hubiera quedado el éter, de no ser porque ya en el cromosoma 7 de los neandertales, se había producido la mutación de un gen que, al parecer, interviene en la base neuronal de la capacidad del habla. Ya pueden los científicos ir cambiándole el nombre, porque eso de que en castellano suene “foxpedos” no parece lo más adecuado, por mucho que con frecuencia lo que escuchemos sean ventosidades sonoras expelidas por la boca de los más cotizados oradores. Pues sí, como lo leen, y si lo hacen en voz alta, tal y como lo oyen; resulta que el foxpedos (otros lo escriben FOXP2) resulta ser la principal diferencia entre el ser humano, aquí mismamente, y los primates. Nadie discutirá que la mutación del gen fue un gran regalo, pero tampoco que con persistente frecuencia ha servido para que estos primates evolucionados que supuestamente somos, hayamos encontrado, gracias a la palabra, unas cuantas razones más para liarnos a mamporros unos contra otros. Desde tiempo inmemorial se sabe que por la boca muere el pez y que uno es dueño de sus silencios pero esclavo de sus palabras. Así que será porque todo tiene su causa y también su consecuencia, que sabedor de ello y por culpa del dichoso gen, el gobierno se ha visto obligado a poner en marcha un sistema con el que poder escuchar cualquier conversación que mantengamos a través del móvil y estemos donde estemos. En España, un ministro del Interior con aire entre neandertal y cromañón, un electricista apellidado Corcuera, inventó una ley para entrar en nuestras casas con una patada en la puerta. Ahora, otro que es químico de titulación y cínico por devoción, ha descubierto que de nada sirve entrar si luego no hablamos, así que ha inventado el pinchazo global SITEL. EL Gobierno se preocupa de que no hagamos mal uso del gen mutado. Y como Corcuera, sin necesidad de fatigar a los jueces con engorrosos papeleos. Ahora ya sabemos que si hablamos es por una insignificante diferencia física con el chimpancé. Y ¡oh curiosidad!, dicen los malvados que en la etiqueta de las botellas del anís más famoso, a la escucha, aparece un ministro retratado.

domingo, 15 de noviembre de 2009

¿Qué hay de lo nuestro?

Hasta ahora, la fusión de las Cajas ha sido “un pasito p’alante, María, un pasito p’atrás”. Cuando la Junta y las direcciones regionales de PP y PSOE incitaban a acelerar el proceso, las direcciones de las entidades (cuya paradójica mayoría de decisión representa también al PP y al PSOE), decidían ralentizarlo aduciendo su negativa a que nadie “desde fuera” les marcara el ritmo. Cuando la Junta y los partidos asumieron que la integración no sería tal, sino una especie de alianza de colaboración y para la implicación en la defensa de los intereses regionales, entonces fueron las Cajas las que dijeron que eso no era suficiente y apostaron por un modelo mucho más integrado. Cierto es, que en ese medio tiempo llegó la crisis financiera, asomaron las orejas del lobo y que desde entonces el Banco de España ha dado unos cuantos toques de aviso, sin nombres, pero tampoco hacían falta. Parece que, por fin, empiezan a aclararse las cosas y Caja España y Caja Duero superan el punto de no retorno. Para Castilla y León es una buena noticia y también debe serlo para Zamora. Poder contar con una entidad financiera sólida y cercana lo es, siempre que eso suponga que se implique de verdad en el desarrollo económico de nuestra tierra y de los que aquí vivimos. Empresarios y familias. Bueno es, que el proceso cuente con el más amplio consenso social también en Zamora y que no sea traumática, pero eso implica que los representantes políticos, sociales y sindicales de Zamora no se limiten a aplaudir las decisiones que otros toman; sino que con lealtad, pero con toda la legitimidad de la defensa de los intereses de Zamora, hagan oír su (nuestra) voz. Si la fusión culmina con única sede, poco habrá que decir. Probablemente será Valladolid, capital de la región y provincia con mayor número de oficinas. Si por el contrario, como se apunta, la integración no es absoluta y hay reparto de sedes (social, de gobierno, operativa, informática, obra social…), será obligado recordar que la fusión no es entre la Caja de León y la de Salamanca y que alguna venga a Zamora. Con Martínez Maíllo como vocal del Consejo de Administración y de la Comisión de Retribuciones de Caja España; Rosa Valdeón presidenta de la Comisión de Control y Carlos Hernández vicepresidente de la misma, deberíamos tener peso más que suficiente para hacer valer que Caja Zamora fue una de las 5 fundadoras de C. España y que con 89 oficinas sumadas entre ambas entidades no está tan lejos de las 116 de Salamanca, las 135 leonesas o las 159 de Valladolid. Llegó el tiempo de que ellos lo trabajen y los ciudadanos lo exijamos y apoyemos. De cara al futuro de nuestra provincia es más importante de lo que parece o, caso contrario, tendremos que cantar aquello de “menos mal que nos queda la Rural”.

miércoles, 11 de noviembre de 2009

De Quijotes y Sanchos

Vuelve a la carga el Ingenioso Hidalgo Don Leandro de Sanabria con una nueva edición de su Quijote, que es el nuestro, no el de La Mancha, el de aquí. Ayer lo presentó con el mismo despliegue de fe, convicción, certeza y provocadora sutileza de la que hace gala en cada presencia pública o privada, porque Leandro es persona y personaje, todo en uno. Espectáculo en sus palabras y a veces más en sus silencios. Este verano, nos acompañó en una de las periódicas reuniones del Foro Pensamiento y Libertad. Esta vez fue con mesa y sobremesa. Y, por cierto, qué feliz sobremesa compartimos con él y su mujer Josette, la mejor razón para que un sanabrés se enamorara de Suiza. Acudió también un amigo común, Enrique Fontanillo, a quien a traición conminé a que glosara virtudes y defectos del protagonista de la noche; y vaya si lo hizo. Fue su cómplice y a la vez su contrario. Si uno en sus aseveraciones se elevaba cual Quijote, el otro en sus imprecaciones nos devolvía a lo concreto, a lo más terrenal, asumiendo el papel de su escudero. Allí hablamos, o quizás más bien escuchamos, de historia moderna y medieval, de teología ortodoxa y otra que no lo es tanto, de relaciones internacionales, pacíficas y belicosas, de derechos humanos, de los judíos –como León Felipe su vista puesta siempre en Israel-, de economía (algo tuvo que ver Leandro en el nacimiento del foro de Davos), de derecho porque es jurista y ha sido hasta su jubilación profesor de Derecho Internacional en la Universidad de Ginebra, de liberalismo, aunque él, siéndolo, presuma de no ser liberal y en todas y sobre todas las demás cosas, de humanismo. Es curioso que de todo hablamos, menos de su aspecto más conocido, sus estudios y tratados sobre el Quijote para los que ahora ha vuelto a Zamora. En este tema, Leandro es incombustible, firme, sabio y tozudo. Que Cervantes era sanabrés y la mancha nada tiene que ver con la región española del mismo nombre son, a la luz de sus datos, verdades incuestionables. Bienvenido seas de nuevo a Zamora, Leandro. Llegas a transmitirnos tu credo y tu devoción. Esta vez, casualidades del destino, supe de tu llegada mientras me hablaban de alguien que con extraña lanza trata de desfacer entuertos imaginarios. Me dicen y me sorprenden algunos cercanos, o que lo eran, al portavoz municipal socialista, que últimamente sueña cada noche convertirse en D. Quijote aunque cada mañana al despertar descubre que a coger el disfraz llegaron antes los de Izquierda Unida y él, siempre dos pasos por detrás, tiene que conformarse con el del escudero cuyos nombre y sobrenombre no le hacen ninguna gracia.

domingo, 8 de noviembre de 2009

No cayó del todo

Tal día como hoy, hace 20 años, un muro hecho con hormigón, alambrada y ametralladoras, dividía Berlín. Hasta ese hoy de hace 20 años, 239 personas habían muerto intentando salir de la Alemania “Democrática”. Más allá del muro, sólo dos meses y medio antes, la Polonia de Lech Walesa y Juan Pablo II, el Papa de la libertad, suponía la primera grieta en el monolítico bloque comunista soviético. Justo en su corazón, en la capital que daba nombre al Pacto de Varsovia. Tal día como hoy, hace 20 años, faltaba un mes para que Vaclav Havel fuera presidente de Checoslovaquia acabando con el comunismo en la revolución de terciopelo. Apenas pasaba un mes desde que no fuera autorizado a salir de su país para recoger el Premio Nobel de la Paz. Tal día como hoy, hace 20 años, la firmeza de George Bush permitía que sólo faltara un mes y medio para que en la Cumbre de Malta él y Gorbachov decretaran el final de la Guerra Fría y con él, la amenaza latente de destrucción nuclear con la que, aunque ahora suene a ciencia ficción, cada mañana se despertaba el Planeta. Hace 20 años, tal día como hoy, era la víspera de que se cumpliera la profecía escrita en el lado oeste del muro, en una más entre cientos de miles de pintadas: “los muros no están hechos para durar eternamente”. Con su caída nació un símbolo. El del levantamiento de los pueblos, individuo a individuo, contra el falso argumento totalitario del gobierno del pueblo para el pueblo. Si los jóvenes del 68 francés buscaban la playa bajo los adoquines, lo europeos del este encontraron la libertad al retirar los del muro berlinés. Los viejos regímenes estaban tan corrompidos que sin el apoyo de la bota soviética apenas opusieron resistencia al nuevo viento, salvo en la Rumanía del matrimonio Ceaucescu, donde la paz sólo llegó cuando los asesinos fueron ahorcados. Y como en la teoría del caos siempre surgen curiosos equilibrios y ordenados paralelismos, ese mismo año había caído otro dictador al otro lado del globo. Pinochet ya no gobernaba en Chile. Será que en cada fase de su existencia, como cantan (aunque luego no lo defiendan) Ana Belén y Víctor Manuel, “todos los tiranos se abrazan como hermanos”. Un día después de hoy, hace 20 años, el mundo cambió para mejor; aunque todavía hoy, algunos sigan sin reconocer que el muro cayó porque previamente existió; miran para otro lado, niegan la evidencia, defienden lo indefendible. Ante la duda de si son perversos o estúpidos, quizás la mejor respuesta sea brindar por la libertad. Ellos, seguirán a lo suyo. Lo ha dicho esta semana el comunista y por lo tanto demagogo Frutos al ser preguntado si había que celebrar la caída del muro: “demagogias las justas”.

miércoles, 4 de noviembre de 2009

Frente a la corrupción, democracia

Afloran cada cierto tiempo y sobremanera en las últimas fechas, los escándalos de corrupción política y administrativa. Desde el principio de los tiempos, todos los casos de corrupción pueden ser agrupados en sólo dos tipos: aquéllos en los que el delincuente busca el lucro personal y aquéllos que se amparan en el clan o, en terminología moderna, el manido “es para el partido”, en el cuál casi siempre resulta imposible discernir qué parte fue finalmente para el partido y cuál para los bolsillos del “partidario” de turno. El Grupo de Estados contra la Corrupción (GRECO), del Consejo de Europa, dedicó uno de sus últimos Informes, amplio y riguroso, a la transparencia financiera de los partidos políticos en España y no salimos muy bien parados. Otra organización, Transparency International, redacta cada año el Barómetro Global de la Corrupción. En él, se analizan los datos obtenidos en una macro-encuesta (la última, 73.000 encuestados de 69 países) sobre corrupción en el ámbito de la administración pública y, como novedad en la de 2009, también sobre corrupción en el ámbito privado. España lleva varios años perdiendo posiciones en el ranking. Sólo cuando, como en las últimas fechas, es especialmente intenso el chaparrón, los partidos proponen nuevas medidas regulatorias para supuestamente acabar con tales prácticas y (sobre todo) tranquilizar a los electores. Las nuevas propuestas irán una vez más en la línea de las anteriores y las anteriores a las anteriores. Cambio de leyes y más, mucha más regulación, que como rápidamente se demuestra para nada sirve. En breve se adoptarán nuevas medidas que no serán muy distintas de las más recientes, que no dejan de suscitar una sonrisa de condescendencia. Se prohibieron las donaciones anónimas a los partidos políticos. Sólo personas físicas, debidamente identificadas en la contabilidad y además con cuantía limitada, pueden aportar fondos privados a los partidos. También se limitaron los gastos en que los partidos pueden incurrir en las campañas electorales. Con ello los legisladores, que con el deber de obediencia de los electos, son los propios partidos, lavan su cara ante los ciudadanos, pero siguen operando igual. Lo único que se consigue con cada reforma es que los flujos de dinero B, hacia y desde las fuerzas políticas, se incrementen y, como siempre que hay opacidad, para que la democracia se resienta, el ciudadano se entere cada vez menos y los aparatos de los partidos sean más dueños de vidas, haciendas y escaños. Sin sistemas de control administrativo verdaderamente independientes y sin que la democracia se instaure en el ordinario funcionamiento de los partidos, como manda la Constitución, nada se va a solucionar. Si además de a Jueces y Fiscales (atiborrados de asuntos y con escasos medios), los corruptos hubieran de temer el juicio individualizado de los votantes, quizás las cosas empezarían a ser diferentes. Pero claro, entonces ningún líder podría decir: ¡ojo, que las listas las hago yo!

domingo, 1 de noviembre de 2009

El breve espacio

“El breve espacio en que no estás” es una bellísima canción de amor compuesta por Pablo Milanés que empieza con esta estrofa: “Todavía quedan restos de humedad, sus olores llenan ya mi soledad. En la cama su silueta se dibuja cual promesa de llenar el breve espacio en que no está”. Aunque hoy es día para recordar a los que se han ido para no volver, siempre me pareció que esa canción y su título, eran una de las más acertadas descripciones del vacío que deja la ausencia del ser querido. Un vacío, sin embargo, a veces tan lleno de presencia etérea que se mantiene, todo lo impregna, lo adorna y lo ocupa. El don de la inteligencia convierte al hombre en el único ser vivo consciente del tiempo y de su propia temporalidad. El único que sabe desde muy pronto que la vida tiene un principio, un desarrollo y un final. También por ello, el único consciente de las ausencias de los otros, pase el tiempo que pase. Así puede ocurrir que no haya un solo día, por más años que transcurran en la vida de cualquiera de nosotros, en que no nos acordemos de alguien que estuvo con nosotros y un día se fue. Es cierto que no lo recordamos todo y que la distancia, en el tiempo o en el espacio, va tamizando la memoria y se convierte en aliada, en salvación que evita la locura. En Borges leí un relato, Funes el memorioso. Allí, el protagonista, Ireneo Funes, que entre otras rarezas tenía la de saber siempre la hora, como un reloj, tras sufrir un accidente empezó a guardar en su memoria con igual y perenne frescura todos los acontecimientos y circunstancias acaecidos a lo largo de su vida. Recordaba Funes todas y cada una de las cosas que veía y las recordaba múltiples y diversas, en cada estado diferente en que las había visto en cada ocasión. Guardaba memorizadas las formas de las nubes de todos los amaneceres contemplados. Cada palabra escuchada, cada sensación tenida, cada sueño. Notaba los cambios de la vida y los progresos de la muerte. Era un lúcido espectador de un mundo multiforme, instantáneo y casi intolerablemente preciso. Le era muy difícil dormir porque dormir, nos dice Borges, es distraerse del mundo. Nuestra memoria es frágil y lo olvidamos casi todo, a veces de manera inmisericorde como una ola elimina sin rastro lo que un instante antes era un castillo de arena, otras de manera imperceptible, como el viento y el agua erosionan la roca más compacta. Afortunadamente, nuestro olvido no es mecánico ni lineal. El tiempo y el espacio son dimensiones relativas y más para el corazón. Ni tiempo ni distancia evitan que los recuerdos esenciales perduren vívidos, llenando hasta el más breve espacio, como augurando un inmediato reencuentro.