domingo, 19 de julio de 2015

La casa por el tejado

Pablo Casado es el más brillante de los recientemente incorporados a la cúpula del aparato interno del Partido Popular. Casado mantiene una trayectoria y una formación ideológica en el PP y sobre todo en FAES bastante más meritoria que la de algún otro de los encumbrados en el enroque de Rajoy tras el desastre de las municipales, pero eso hubiera bastado si no fuera porque en España vivimos sumergidos en la “política POP” que hace buscar a los dos partidos mayoritarios iconos televisivos que contraponer a los que lideran Podemos y Ciudadanos.

El cantante Ismael Serrano, conocido por su música y su sectarismo, le ha atizado un sonoro sopapazo en las redes sociales a Pablo Casado en un intercambio de “tuits”.  Gajes del oficio. Jugando en planos distintos, solo podía perder. 

La anécdota sirve para constatar cómo el partido del Gobierno sigue sin entender lo que está pasando en España a pesar de que los ciudadanos que conforman su base social y electoral naturales se lo han dejado muy clarito en las últimas elecciones.

No será con gestos, guiños a la galería o corrección política a la defensiva como va a evitar su debacle en otoño. Tampoco con la apelación al miedo que, sin ir más lejos, ha hecho cosechar en Zamora al PP de Martínez Maíllo los peores resultados de su historia. Salvo algunas novedades regeneradoras anunciadas en la reciente conferencia política como posibles para dentro de demasiados meses, toda la adaptación al nuevo panorama tras una legislatura en la que el PP va perdiendo los votos a chorros ha consistido en buscar unas cuantas caras más jóvenes que exponer en televisión.

Podemos e Iglesias ofrecen soluciones que son fracasos, pero la ruptura que plantea alivia el ánimo de centenares de miles de ciudadanos que lo han pasado y lo están pasando realmente mal mientras no ven que la crisis afecte por igual a otros y sobre todo a quienes viven de lo institucional en la política, la gran empresa o las finanzas.

En Ciudadanos, Albert Rivera no es solo una atractiva cara joven, sino una fuerza que ha luchado por España en Cataluña cuando otros hacían, legislatura tras legislatura, la escena del sofá con los nacionalistas. Ofrece además, aún a medio articular, un soplo de viento regeneracionista y moderno que PP y PSOE han perdido o no hacen creíble.

No bastan unas caras sonrientes si no hay mensaje. No basta un mensaje si no hay soporte ideológico, principios y una propuesta sólida -si es que aún pueden recuperar a credibilidad perdida-. Bauzá, elegido por el método de un militante un voto lo ha entendido en Baleares y ha dimitido. Otros, elegidos con cartas marcadas, solo juegan a asegurar su posición personal para noviembre y a rodearse, por designación digital, de quienes no supongan un riesgo para su estatus. La espiral desciende por la mediocridad hacia el abismo. Maquillar la cara sin ordenar el alma no es sino empezar la casa por el tejado.

domingo, 12 de julio de 2015

De Herrera a Valdeón

Dejábamos el pasado domingo en el aire la duda sobre si en el siguiente movimiento de Herrera tras el reto del espejo a Rajoy, la conformación del nuevo gobierno autonómico, habría valentía o un paso atrás. Y la hubo. Sin abdicar de su forma habitual de actuación, con guante de seda ha completado la ejecución maestra de una jugada que cambia radicalmente el tablero de juego en el que el PP y la propia comunidad de Castilla y León se van a desenvolver en los próximos meses, al margen de que el resultado de las elecciones generales sea uno u otro.

Con un trabajo de orfebrería fina diseñado, sin duda, en conjunto con su “alter ego”, cerebro político del gobierno regional y consejero de Presidencia, De Santiago Juárez. Herrera ha conseguido, apoyándose en los acontecimientos del 24 de mayo, cambiar completamente el escenario, manteniéndose a la vez fiel a su más puro estilo tranquilo y continuista, de forma que parezca que no es tanto lo que ha cambiado.

No deja de ser un arte, lo era en la antigua Roma y en Maquiavelo, el de no dejar a la vista cadáveres en el camino -no pisar callos, decíamos-, o que los que van quedando, siempre los hay, no tengan conciencia ni argumento para decir que lo son. 

Herrera ha nombrado un nuevo gobierno en el que destacan tres figuras. La suya, demostrando que aquí manda él, no Génova. La del citado consejero de Presidencia, de lealtad inquebrantable, ejerciendo de parapeto y “guardia de corps” y la de Rosa Valdeón, ocupando el centro neurálgico de la acción de gobierno, desde la vicepresidencia única y la portavocía.

Con Mañueco, sujeto por fin obligatoriamente a la alcaldía de Salamanca por la pérdida de su mayoría absoluta. Con Silván teniendo que redoblar esfuerzos en la complicada León y con Silvia Clemente ascendida institucionalmente a la presidencia de las Cortes, el camino del relevo, insinuado el día después de las municipales queda expedito para cuando el presidente regional decida que es el momento.

Del resto del gobierno poco que decir. No sustituyendo a más consejeros que aquellos que ya estaban anunciados, queda libre el camino para que quien llegue cuando toque tenga toda la libertad para hacer su equipo. Y ahí está Valdeón en lo que es una magnífica noticia para Zamora que adquiere un peso político en la región como no había tenido nunca y falta nos hace.

Valdeón lo va a hacer bien en el gobierno regional. Porque tiene la vocación, las ganas, la capacidad y el compromiso para hacerlo bien. Y también, quizás, porque le servirán de acicate los malos momentos, las insidias e iniquidades que le han prodigado, aquí en Zamora, los más “dignos” representantes de la “clá" dionisíaca.

Son tiempos de cambios de verdad. No de fachadas sin fondo ni de logotipos. Sí de personas, talantes y actitudes democráticas.

domingo, 5 de julio de 2015

Momento Herrera

Como soy menos dado al peloteo que a ser crítico, que nadie espere de esta columna un ejercicio de adulación a un supuesto líder insustituible, ni siquiera una invocación de esas que tan de moda están, “al mejor”. Si algo me ha ido enseñando la vida es que insustituible no es nadie, para bien o para mal; y eso de los mejores o los peores, aparte de frívolo, rara vez tiene algo que ver con las circunstancias que luego resultan de la realidad.

Dicho lo cual mantengo, o al estilo de Tabucci, podríamos decir “sostiene Macías” que ha habido en los últimos catorce años dos momentos en los cuales Herrera lo ha tenido todo a su favor para ser valiente y hacer cosas importantes. El primero fue aquel momento, ya lejano, en el que fue designado para suceder a Juan José Lucas. Reconozco que me ganaron de él dos elementos, poco racionales quizás, pero que a mí me dieron la pauta. Uno fue su verbo fácil y fresco que obviaba papeles y rompía corsés frente al discurso político más añejo y repetitivo al que veníamos acostumbrados. El otro, su primer discurso de investidura giró en torno a Borges, que es, desde hace décadas, mi escritor de cabecera.

El segundo momento es el actual. Tras una convulsión electoral como la vivida en España, Herrera ha quedado como uno de los pocos referentes exitosos del Partido Popular. A su vez, la pérdida de la mayoría absoluta aunque por sólo un escaño, parece haber espoleado su ímpetu. De ahí el ya famoso “mirarse al espejo” que nadie de su peso político se ha atrevido a igualar. De ahí su valiente posicionamiento del lado de la minería y de los intereses de Castilla y León en otros ámbitos fundamentalmente vinculados al mundo rural y que ya venía asumiendo en los últimos tiempos, aún a riesgo de que eso moleste en “Madrid”. 

Si a ello le unimos que el caprichoso y un tanto surrealista ascenso de Martínez Maíllo ha sido hecho no solo a sus espaldas sino contra su conocido parecer y, según algunas lecturas, directamente contra él, hace que, tras sopesar el abandono y optar finalmente por el reenganche, pueda sentirse más libre, más autónomo y más legitimado que nunca para dar los pasos en los que Herrera realmente cree, para la región y para su partido. Suscribir con Ciudadanos y esgrimir con honor y convicción el decálogo regeneracionista apunta a que puede ser el verdadero momento Herrera.

Tiene enfrente, poco sutilmente agazapados, a algunos con principios menos nobles y para los que el fin siempre justifica los medios. Es verdad  también que como él mismo ha confesado en privado en alguna ocasión, no es alguien a quien le guste “pisar el callo a nadie”. Pero como no se trata de hacer sangre sino de ser fiel a unos principios, a una tierra y a unas siglas, permítanme que aparque mi natural escepticismo y confíe en que este sea verdaderamente el momento Herrera.