domingo, 15 de febrero de 2015

Salvar los muebles

Existen muchos escenarios en los que todo lo que no es evolución, es involución. Son caminos en los que no existe la foto fija. O el sentido de la marcha es hacia adelante o hacia atrás. Y cuando esto ultimo ocurre durante demasiado tiempo, el cambio solo es posible mediante la revolución. El de la política es uno de esos escenarios y este 2015 en España puede convertirse casi cinematográficamente en el año que vivimos peligrosamente. Las revoluciones no tienen por qué ser cruentas para poder llevar ese nombre, pero siempre son traumáticas.

Traumáticas suelen ser las razones que llevan a su desencadenamiento. Traumático es su devenir y también su desenlace para todos aquellos que se ven apartados de las posiciones de predominio. Por ello es normal que quienes más temen al advenimiento revolucionario opten por el enroque. Prietas las filas para articular la resistencia escondidos bajo un caparazón que los proteja. Al estilo de las antiguas legiones romanas perfectamente alineadas y protegidas por los escudos por el frente, los flancos, la retaguardia y sobre las cabezas.

Esa es la línea de defensa a la que el PP se están confiando en estos tiempos convulsos. Retrasar hasta los límites la designación de los candidatos. Continuidad máxima en los nombres hasta el riesgo del aburrimiento. Perfiles grisáceos y poco campo para las sorpresas, los mensajes novedosos, la incorporación de nuevas caras o la apertura a nuevas ideas. Rajoy insistiendo en no designar candidatos. Todos los suyos cerrando filas frente a cualquier tipo de apertura democrática. El olvido de otras épocas en las que lo más importante de las fechas preelectorales era encontrar en los ámbitos de la sociedad civil, en el mundo académico, profesional o empresarial aquellos candidatos que aportaran frescura, contacto con la sociedad, apertura en suma. Tal vez pasa inadvertido, pero la ausencia de nuevas incorporaciones es uno de los síntomas más claros de la engomada de nuestros partidos, y con ella siempre vienen la decadencia, la corrupción y la crisis. A veces la descomposición por putrefacción.

Luego están los que, como el PSOE en estos momentos, en lugar de optar por esa estrategia, tratan de ir poniéndose en posición de lo que va a venírseles encima. Claro que no lo hacen pensando en el bien común, ni siquiera en el bien para sus siglas y todos los que bajo ellas se sienten representados. Lo hacen en clave interna, en la línea de preservar la posición de poder individual o de su grupúsculo o familia para seguir manejando los restos de lo que quede tras el presumible naufragio. Sánchez sabiéndose en peligro, si no ya sentenciado, decapitando a uno de los barones con cuyo apoyo no cuenta. Díaz anticipando unas elecciones innecesarias pero convenientes para su personal cálculo. O los liderazgos artificiales, de laboratorio político de los Tudanca o Plaza.

Aciertan en que es año de revolución, fallan en no saber que ésta va a tener varios frentes y muchas ondas expansivas.

domingo, 8 de febrero de 2015

Dame agua fresca

Para Borges, Pierre Menard, “no quería componer otro Quijote, lo cual es fácil, sino el Quijote”, en esa frase se resume uno de sus relatos más cabalísticos. No replicar a Cervantes, sino ser Cervantes.

El sábado pasado el Teatro Principal recibió una nueva revisitación de un clásico de Calderón, “Guárdate del agua mansa”. Acertada versión de Fernando Doménech, más ajustada al texto original que al definitivo que el propio Calderón, más por razones políticas que literarias, reescribió años después. “Recorte” el realizado por Doménech que dota a la obra de una actualidad y frescura sorprendentes. 

El segundo de los pilares sobre los que esta representación se eleva es el trabajo de dirección y puesta en escena de José María Esbec, en esta ocasión además actor, en un “exceso” obligado por las circunstancias que supera con nota.

Ambos, y el magnífico trabajo actoral de una compañía que sigue creciendo, caracterizada por la osadía de la juventud pero sustentada por un buen bagaje técnico, nos dieron noventa felices minutos. Felices en el escenario y en una sala también rejuvenecida en sus espectadores. 

A estas circunstancias no es ajena la figura de Esbec, quien paso a paso va construyendo una carrera en la que crece en visión y control de la escena, a medida que va incorporando nuevos registros a su catálogo artístico. No es el paso más fácil –de ahí uno de sus méritos- acudir a la comedia para demostrarnos cómo en las fuentes clásicas podemos encontrar el agua más fresca para la sed social de unos tiempos tan supuestamente nuevos como los que nos toca vivir. 

No dejan de estar en la trama, apuntados con mayor o menor sutileza, los grandes temas que también hoy nos ocupan. El honor, el dinero, el choque generacional o las fricciones entre estatus sociales o, en términos actuales, entre las diferentes formas de ver y vivir la vida. No vimos una nueva representación del clásico. Al contrario de lo predicado por los gurús de la nueva cocina no vimos tampoco una “deconstrucción” de la obra original, del tipo de los que han abundado, quizás hasta la extenuación, en los últimos lustros en nuestro teatro. 

Con un escenario que brilla por la plena ausencia de todo elemento en el que los actores puedan apoyarse o refugiarse, no hay un solo segundo en el que se sienta el vacío o en el que se echen de menos otros elementos. Desde instantes antes del comienzo oficial de la representación, los actores llenan el espacio. Sólo ellos y sólo Calderón y su trama. Al estilo de Pierre Menard con Cervantes y el Quijote, Calderón construyendo su obra. 

Guárdame del agua mansa, pero no del agua fresca, del agua brava, de la osadía, de la juventud, de la fuerza principal del teatro y del genio de nuestro Siglo de Oro, que para sorpresa de muchos, sigue siendo actual, moderno y visionario.  

domingo, 1 de febrero de 2015

Un paso al frente

No se entiende que el PP aún no haya dado a conocer los nombres de los candidatos designados para optar a las alcaldías de las ciudades más importantes. Rajoy y su cenáculo más próximo han decidido repetir la estrategia de las europeas a pesar del estrepitoso fracaso que cosechó. De lo suyo gastan, se podrá decir, claro que también de las esperanzas y el esfuerzo de centenares de miles de afiliados y simpatizantes a los que se les va a pedir no solo el voto sino también una especial movilización ante los difíciles momentos que se avecinan para el partido y para España.

En Zamora, tras anunciar Rosa Valdeón, que no repetiría candidatura al ayuntamiento, la situación no parece fácil. Con una provincia en decadencia y recesión, con pérdida acelerada de población, envejecimiento generalizado y despoblamiento de nuestras zonas rurales, con la caída de todos los indicadores socioeconómicos a ritmo creciente, Zamora necesita un impulso y éste ha de venir en primer lugar del primero de sus municipios, que aglutina una tercera parte de los habitantes de la provincia.
Una semana salen los datos de población activa y los nuestros están entre los peores de Castilla y León y de España, otros los de oportunidades para los jóvenes y nos vamos a las mismas posiciones. Esta semana, mientras algunos se hacían las fotos en FITUR, hemos conocido los datos oficiales de la Comunidad en cuanto a número de visitantes y pernoctaciones, (ámbito en el que durante unos años Zamora consiguió romper al alza y atisbar uno de sus frentes de posible redención) y resulta que mientras en el conjunto de la región los viajeros suben un siete por ciento (en Burgos y León un dieciocho), en Zamora han caído ese mismo siete por ciento. En pernoctaciones, con un ocho y medio de incremento en Castilla y León (19 en Salamanca, 16 en Burgos, 15 en León), en Zamora (la única en que los números son negativos) caen un cinco y medio.

Qué mejor para impulsar a esta provincia que pedirle a cada partido que pongan a ese trabajo a los mejores de entre los suyos. Y para el reto más complicado, la capital de la provincia, al mejor entre los mejores. No veo que el PP tenga hoy a nadie mejor, con más experiencia, posicionamiento y capacidad de influencia y liderazgo social y de partido que a su propio presidente, a la vez Presidente de la Diputación, Vicepresidente de la Federación Española de Municipios y Provincias y con gran experiencia de gestión como miembro del Consejo de Administración de Caja España.
Fernando Martínez Maíllo debería, pues, dar un paso al frente y asumir el sacrificio y la dura tarea que todos esperamos de él. Después de tantos y tan intensos como exitosos años de actividad política, tendría la gran ocasión de ser por primera vez cabeza de una lista y poder decir que no sólo al partido sino que también lo hemos votado a él. ¿Nos concederá el privilegio de convertirse en nuestra gran esperanza?