jueves, 28 de mayo de 2009

Los dueños del escaño

Más de la mitad de los Diputados no renovarán su escaño en las elecciones legislativas del Reino Unido. La razón, el escándalo suscitado al conocerse que buena parte de los fondos públicos de la Cámara de los Comunes, destinados a cubrir gastos propios de la actividad parlamentaria de Sus Señorías, lo fueron en realidad a gastos privados, algunos de ellos tan peculiares como comida para el perro o pagar el mantenimiento y arreglo de los jardines de sus casas. El escándalo afecta casi por igual a Gobierno y oposición por lo que los electores castigarán a los dos partidos mayoritarios. El por qué de esa “criba” de Diputados radica en el sistema electoral británico, mayoritario con elección individual por distritos. Las circunscripciones electorales son de pequeño tamaño y en cada una de ellas, se produce la batalla cuerpo a cuerpo entre candidatos únicos de unos u otros partidos y sólo uno, el ganador de ese combate resulta elegido. En román paladino, que cada candidato tiene que dar la cara ante sus votantes y hacerse merecedor a obtener o revalidar su confianza. Por eso se sabe ya que algunos renunciarán a presentarse. Se prevé que en muchos distritos se alcen con la victoria candidatos independientes o de partidos minoritarios y se anuncia que los Partidos Laborista y Conservador van a vetar la presentación bajo sus siglas de los más tocados por este asunto pues no ganarían. Todo ello parece lo normal, ¿no? Pues en España no ocurriría así. Porque usted y yo votamos a unos nombres que nos dan cocinados y en el plato los partidos políticos, los cuales tampoco los eligen sino que los designan. Es decir, en realidad votamos a un partido, no a las personas concretas. Como además en cada circunscripción se elige a varios candidatos en función de reparto proporcional y no todos para el que gane, con pequeñas dudas en escaños que puedan “bailar” a un lado o a otro, el aparato de cada partido es el que decide quién se sienta en el escaño y quién lo abandona. Por eso, como aquí no son los ciudadanos los que premian y castigan, es por lo que cabe el fenómeno de los “cuneros”. En estos días, se critica mucho por aquí que Gustavo de Arístegui, Diputado por Zamora sea tras los dos líderes nacionales el parlamentario que más ausencias acumula en la Cámara Baja. Y se le critica con especial dureza por ser “cunero”, como si fuera culpa suya. Con otro sistema electoral u otro funcionamiento de los partidos no representaría a Zamora, pero seguro que sí a Madrid o a su provincia natal. Aunque no vaya al Congreso a levantar el dedo, tiene más trayectoria, presencia mediática y eco político que la suma de casi todos los parlamentarios no cuneros que Zamora haya tenido en los últimos 30 años. Aunque decir esto quizás suponga el enojo de algunos buenos amigos y algún que otro conocido que entre ellos tengo.

domingo, 24 de mayo de 2009

No da igual

Dice Aído, Bibiana, ministra de Igualdad, refiriéndose al feto humano con menos de trece semanas de gestación que “claro que se trata de un ser vivo; lo que no podemos hablar es de ser humano porque eso no tiene ninguna base científica”. La expresión, viniendo como viene de la que hasta el mes de abril del pasado año era responsable de la Agencia Andaluza para el Desarrollo del Flamenco, sí que tiene base científica digna de estudio. Pero no por la biología, sino por la ciencia política, la sociología, la antropología y probablemente la psicología. Recuerdo cómo en la era Aznar y sobre todo a raíz del nombramiento de Celia Villalobos como ministra, se extendió entre los militantes populares la expresión, Aznar va tan sobrado que piensa que cualquiera puede ser ministro. Lo mismo podemos aplicarlo a otros gobiernos en CC.AA., Ayuntamientos, o al catálogo de elegidos con que nos viene premiando Zapatero desde hace cinco años. Ahora, tras numerosos ejemplos y con el exilio dorado de la notable Maleni, lo de Aído va para “cum laude”. Cómo será, que ha obligado a dos compañeros del Consejo de Ministros a escurrir el bulto como han podido. El doctor en filosofía y ministro de Educación Ángel Gabilondo, y la de Sanidad, Trinidad Jiménez tras ser preguntados, salieron por la tangente del barrizal para no dejar en evidencia la simpleza de su compa. Y ya no es sólo una cuestión de fondo, aunque ésta sea la más importante. Se podrá discutir cuándo comienza la vida, pero es una evidencia metafísica que desde que es “ser”, el engendrado es “ser humano”, ¿qué otra cosa podría ser? Ya no es preguntarse por qué ese empeño en considerar progresistas reformas legislativas que limitan más ampliamente el derecho a la vida. No es que en la izquierda empiezan a aparecer movimientos contrarios a la generalización del aborto o que Mercedes Aroz, histórica del PSOE y fundadora del PSC acaba de abandonar su militancia por no comprender cómo su partido no está abierto a la reflexión sobre la revisión de las legislaciones que no garantizan efectivamente el derecho a la vida desde la concepción y que, ha señalado, provienen del siglo pasado, cuando los conocimientos científicos sobre el inicio de la vida de los seres humanos no eran tan evidentes. No sólo es eso y en este asunto. Es también una cuestión de forma. Si hay algo que podemos exigirle a un ministro es que no diga públicamente lo primero que se le pase por la cabeza. Para eso no necesitaríamos gobernantes o podríamos serlo todos por turno o por sorteo. Aunque quizás el equívoco sea de quienes nos negamos a entender que con frecuencia los césares, de cualquier color, no quieren colaboradores preparados y con sentido común, sino ministros de “Igual da”.

jueves, 21 de mayo de 2009

Titadyn

No sé si se habrán enterado, porque la mayoría de los medios de comunicación han silenciado con un grueso velo las últimas noticias respecto del mal juzgado y peor cerrado caso del 11 M. Se ha conocido en los últimos días un completo informe de uno de los expertos químicos y en explosivos que participaron en la prueba pericial del juicio por la masacre terrorista más grande que haya ocurrido nunca en Europa. Viene a concluir el informe de este perito, que lo que explotó en los trenes de aquella fatídica mañana, no era la Goma 2 ECO que nos han hecho creer hasta ahora, sino el Titadyn del que se habló por los especialistas nada más llegar a los lugares de los hechos. Y la diferencia es sustancial, porque en ese caso, se demostraría que interesadamente nos la colaron en la investigación, en la instrucción del sumario y en el juicio. Yo creo que fue así y ya lo escribí en su momento, aunque por ello me integre entre aquellos a los que llaman defensores de la teoría de la conspiración. Que por cierto, no sé cuál es la teoría que supuestamente seguimos o hemos formulado. Como siempre, la izquierda pone las etiquetas y los más simples de entre los de la derecha las lucen encantados. El caso es que ese informe y las denuncias en él contenidas ya han sido respaldados por otros dos de los peritos independientes que participaron en el proceso. Hacen acusaciones graves contra otros participantes en las pruebas que de corroborarse, supondrían una falla profunda en el Estado de Derecho. Y sin embargo una vez más, alrededor sólo se hace el silencio. No el de los 193 que ya no volverán a hablar, sino el de toda la sociedad. No soy habitualmente exacerbado en mis planteamientos y lo único que hasta ahora tenemos es un montón de agujeros negros en la investigación, algo que ya conocíamos y este informe. Demasiado poco para construir otra teoría diferente a la oficial, pero más que suficiente para saber que ésta no es la verdad o al menos la verdad completa. Es sólo una intuición, seguramente infundada, pero me mosquea que el runrún no se extienda con más rapidez y que ningún político de la oposición pregunte al respecto. ¿Será que todos, Gobierno y oposición, tienen miedo a que algo haga zozobrar la cómoda balsa en que navegan por la inexistente campaña de las elecciones europeas? Tal vez nunca sepamos lo que ocurrió aquel 11 de marzo o tal vez ya lo sepamos de acuerdo a la sentencia, aunque no esté identificado ningún autor intelectual, la Goma 2 fuera Titadyn, las muestras hubieran sido trucadas y de ninguno de los hechos podamos hacer casar su anverso con su reverso. Sé que esta columna es políticamente incorrecta, pero ¿qué sería de nosotros sin la capacidad de dudar?

domingo, 17 de mayo de 2009

Debate de humo

Ya el miércoles reflejaba el espejo, que el único debate sobre el estado de la Nación que realmente se prometía interesante ese día, era el de la final de la Copa del Rey. Que, dejando aparte lo que de obra de arte tiene el juego del Barcelona y de ejemplar en lo deportivo la incansable afición de los leones, el resto del espectáculo podía suponer unas buenas dosis de bochorno. Y vaya si fue así. Hasta ha caído una cabeza (de turco) en TVE por el escándalo de la retransmisión o mejor dicho, retrans-omisión del partido. Vi el martes momentos del otro debate que tuvo lugar en la Carrera de San Jerónimo, allí donde los diputados se desenvuelven, como en canción de Sabina, a la sombra de un león. O de dos. Ése me pareció más aburrido, poco novedoso y nada espectacular. Con un desmoronamiento de la economía que ha desbordado cualquier capacidad de reacción y más del doble de parados de los que había cuando se celebró el anterior, Zapatero sólo podía aspirar a salir a perder por poco o a empatar a cero. Y dicen las encuestas que lo consiguió sobradamente. No es que aportara nada especial. Su chistera de prestidigitador se va quedando vacía. Los ojos de los espectadores se van adaptando a la velocidad con que sus manos elaboran los trucos y sus dedos, antes rápidos como los del gran Houdini, adolecen ahora de temblores y movimientos más dubitativos. El caso es que anunció una serie de medidas económicas que en menos de 72 horas fueron retiradas, matizadas o corregidas por otros miembros del Gobierno o de su área económica. ¿Será que su luz decae? Yo no sería tan optimista como algunos líderes populares que venden la piel del oso cuando aún no han cargado el rifle, el objetivo está muy lejos y la puntería de su tirador no ha brillado precisamente en anteriores ocasiones. Vi a Rajoy más convincente y sobrio. Menos demagogo que al Presidente, pero eso no basta para transmitir a los ciudadanos la certeza de ser el líder que puede resolver los problemas. Rajoy sigue siendo demasiado Registrador de la Propiedad, demasiado burocrático, demasiado de guión y hasta demasiado gallego para enfervorizar a las masas. Le falta encontrar la chispa de los grandes transformadores, de los reformistas, de los revolucionarios. Le falta ejercitar más la espontaneidad, la crudeza y la daga de los oradores mediáticos. Y el caso es que en el cuerpo a cuerpo más de una vez ha demostrado tenerlas. Si actúa así, es por una estrategia preconcebida. Hasta ahora no le ha dado resultado, veremos más adelante. Rajoy, antes que el cigarrillo que quema el tabaco con rapidez, prefiere fumarse un puro con parsimonia. Y eso que aún no ha descubierto la sisha árabe, que no quema el tabaco sino que lo cocina lenta, muy lentamente.

miércoles, 13 de mayo de 2009

El estado de la Nación

Que no, que no. Que el estado de la Nación muy poco tiene que ver con el debate político y parlamentario que durante ayer y hoy mantiene paralizada a España delante del televisor (perdón por la ironía). Que el estado de la Nación hoy no se exhibe con las nuevas, espectaculares y seguro que atinadísimas medidas que el Presidente del Gobierno se saque de la chistera para llevarnos camino de salvación, por un lado. Ni con la acerada crítica y el cúmulo de propuestas alternativas, políticamente incorrectas e impopulares pero absolutamente necesarias que la valiente oposición mayoritaria se atreverá a plantear, por otro. Ni, por último, con el comportamiento siempre leal, constructivo e integrador de las minorías nacionalistas. Eso que estamos viendo, oyendo o leyendo, será en todo caso el estado de los partidos o en la mejor de las interpretaciones, el estado de los nacionales, o sea, de los españolitos que andamos, gateamos o nos arrastramos por el solar patrio en esta primavera de poco y vísperas de menos. Podrá ser el estado de la economía, del paro, de la política interior y exterior de España y de la gestión gubernamental en su conjunto, pero no es el estado de la Nación. El estado de la Nación vamos a apreciarlo un poco más tarde, acercándonos hacia las diez de la noche. No en la Madrid centralista, más bien en la Valencia periférica. No en el circo político del “panem” que se escenifica en el Congreso de los Diputados, sino en el “circenses” de los tiempos modernos que acogerá el Estadio de Mestalla. La temperatura del estado de la Nación que habitamos y que no se llama “el Estado”, ni “este país”, sino España, la tomaremos en la final de la Copa del Rey de fútbol. Y no será por el deporte. Con la bandera de España ondeando. Con los acordes del himno nacional, sonando. Con la primera Institución del Estado, presidiendo. Allí, con la presencia de 55.000 españoles, la mayoría nacidos en Barcelona o Bilbao, sabremos cuál es de verdad el estado de la Nación. Habrá un plebiscito en silbidos o aplausos y también en silencios, respetuosos o cómplices. Allí sabremos si hay Nación o no. Suena a tópico decirlo, pero sin saber lo que realmente va a ocurrir esta noche, no se me ocurre ninguna nación en el mundo, en la que se pueda siquiera imaginar lo que muchos se temen va a ocurrir con certeza en Valencia. Ni soy forofo de la monarquía, ni idolatro los símbolos. Tampoco soy fatalista ni partidario de dramatizar las consecuencias de la deriva de ciertas situaciones. Pero pienso que algo debemos haber hecho y estamos haciendo cada día, muy mal, para que sólo en España se tema como probable, que banderas, cánticos, pancartas y actitudes de las dos aficiones busquen unánimemente marcar los goles en la misma portería.

domingo, 10 de mayo de 2009

Jóvenes a la luz de la luna

Dicen los estudios sociológicos que los jóvenes “pasan” de la política. Que ni les interesa ni creen en ella ni les “pone” lo más mínimo. Ayer, después de asistir el viernes a la cena organizada por las Nuevas generaciones del PP con motivo del 30 aniversario de la organización juvenil, releí uno de esos estudios oficiales datado hace tres años y que se tituló Jóvenes y política: el compromiso con lo colectivo. En él destaca que menos de cuatro de cada diez jóvenes entre 15 y 24 años muestra interés por la política y que la mayoría sólo se muestran dispuestos a movilizarse por aquellos problemas que les afectan más directamente como son la vivienda o el desempleo. Para el resto, la indiferencia con respecto a la política es el matiz más característico, generando una situación que los expertos han denominado de “pasotismo desesperanzado”. Lo llamativo es que esa indiferencia no se mantiene cuando se trata de opinar, no sobre la política, sino sobre los políticos. En este caso, el 70% se muestra muy crítico con ellos, piensan que defienden sus propios intereses y que se mueven por razones partidistas y no por interés general. “Toman decisiones por nosotros, no en nuestro nombre”. En cuanto a los medios de comunicación tradicionales, la imagen no es mejor y con carácter general y no sin acierto, entienden que hay manipulación y son un instrumento de marketing de las corrientes de acción ideológicas y económicas que los sustentan. Como las estadísticas no dejan de ser una variante más del catálogo de las mentiras, visto este último apartado puede resultar que los jóvenes con lo que no quieren integrarse es con “esta política” de formas arcaicas. Con el dirigismo y el sí bwana a todo en el seno de los partidos. Con la democracia de arriba a abajo en la que no se incentiva (a veces incluso, no se tolera) la discrepancia y la aportación de alternativas. Estando así las cosas, me cuesta creer, como también dicen, que los jóvenes no se vean a sí mismos rebeldes, inconformistas y reivindicativos. Más bien ocurre que no encuentran ni la motivación ni los cauces para intentar cambiar las cosas. El viernes, bajo una sonriente luna de primavera, compartí la ilusión y las ganas de los jóvenes populares, igual que sin duda ocurre con los de otros idearios. Es una llamada a la esperanza. En estos tiempos de Internet, Messenger, Facebook, Twitter y demás redes sociales-virtuales que sólo ellos dominan con soltura, los jóvenes no acomodaticios están en condiciones de romper los corsés liberticidas con que los funcionarios de la política (veteranos o jóvenes, que de todo hay) tratan de sujetarlos para que todo siga igual en su propio beneficio. Ojalá, por el bien de la democracia, del sistema de partidos y de cada partido en particular, muchos se atrevan a ser incómoda vanguardia.

miércoles, 6 de mayo de 2009

Para la libertad...

…sangro, lucho, pervivo. Es el primero de los versos de un poema de Miguel Hernández que no soy capaz de leer, recitar o recordar si no es acompañado con los acordes que Serrat modeló para ellos. Escuché la canción en directo por última vez hace casi dos años en un concierto en Soria. Sus estrofas seguían tan actuales, frescas, vivas y sonaban tan a flor de piel como lo hacen hoy. Como lo hicieron en el año 72 del pasado siglo cuando las notas manaron de los dedos del catalán. Como antes en el 38, cuando los versos brotaron del genio del poeta de Orihuela. Ayer volví al poema y también a la canción al escuchar a Patxi López recordar, nunca se recordará suficiente, decir en su discurso que “para que haya paz tiene que haber libertad”. Ayer se abrió una nueva etapa en el País Vasco. Una etapa que promete libertad y por ello, augura paz. Una singladura que sugiere, esperemos que no se trunque, algo tan extraordinario como es la más simple normalidad que nunca desde la transición existió en ese trozo de España. Porque anormal es, sin ir más lejos, que PSOE y PP tengan que llevar allí la absurda coletilla de “partidos constitucionalistas”, cuando si se supone que el resto no lo son, deberían ser los otros los que se acompañaran del apéndice “partidos anti-constitucionalistas”. López y Basagoiti, socialistas y populares, tienen encomendada por los ciudadanos vascos esa misión normalizadora, como estuvieron a sólo unos cientos de votos de llevarla a cabo Mayor Oreja y Redondo Terreros en su momento o lo intentó hasta la extenuación María San Gil. Desde hoy tendrán que demostrar que están a la altura del reto. Que son capaces de olvidarse de cálculos electoralistas. Que son dignos herederos de los que antes que ellos lucharon y sangraron y de todos aquellos que no pervivieron para ver a un no nacionalista ejerciendo de Lehendakari. Tras las elecciones he hablado con varios vascos y en todos ellos he percibido ilusión y gran expectación por el futuro próximo. Es un Gobierno elegido por un Parlamento donde, como ha dicho Basagoiti, lo más importante es que no hay nadie que apoye a ETA y eso, aún a estas alturas, no es poco decir. Con el terrorismo en sus últimos estertores, el Parlamento limpio y un Gobierno alejado del viaje a ninguna parte del capitán Spock-Ibarretxe, tal vez descubramos un nuevo País Vasco que sustituya la podredumbre del viejo árbol de Guernica por la frescura de un nuevo roble. Brindemos porque en el noble pueblo vasco se hagan realidad los últimos versos del poema de Miguel Hernández: ”Retoñarán aladas de savia sin otoño//reliquias de mi cuerpo que pierdo en cada herida//Porque soy como el árbol talado, que retoño://porque aún tengo la vida”.

domingo, 3 de mayo de 2009

Un estornudo en Matrix

Al borde del primer cuarto del siglo XX, André Breton, asistiendo como auxiliar sanitario en un psiquiátrico, tomó contacto con el análisis y el psicoanálisis de los sueños. Allí estableció las bases del surrealismo. Del francés sur-réalisme, que no es, como a veces se escucha, subrealismo sino superrealismo, es decir, que trasciende, sobrepasa lo real impulsando lo imaginario, irracional o soñado. Dicen los tratados, que fue un movimiento artístico basado en los sueños y el inconsciente y un rechazo deliberado de la razón. En Borges, nunca encasillable en ningún movimiento, pero compendio de casi todas las influencias, encontramos relatos que entran y salen a uno y otro lado del espejo. Del sueño a la realidad, de la realidad al sueño. Con la perfecta cadencia de la mecánica de un reloj suizo entre lo real y lo virtual. Si han visto la saga de películas “Matrix”, recordarán la superposición de la verdadera realidad sobre la realidad aparente y que vuelve a jugar con la clásica discusión filosófica de si el mundo que nos rodea es real o ficticio. En este caso, las máquinas se han adueñado del mundo y mantienen a los humanos suspendidos en una realidad virtual conocida como Matrix, con sus mentes conectadas a una simulación social que se identifica con el final del siglo XX. Nos encontramos en el momento de la historia en que más acceso tenemos a la información sobre el mundo que nos rodea. Podemos conocer, ver y oír con la máxima inmediatez, cuando no de manera instantánea, lo que ocurre en cualquier lugar del Planeta. Los medios de comunicación e Internet nos sitúan en el mirador de la máxima consciencia del mundo que habitamos y sin embargo, si lo pensamos bien, como en la Caverna de Platón, tenemos más razones que nunca para dudar sobre la veracidad de esa realidad que se nos representa, empaquetada y adornada. Igual para todos. Son muy pocos los que deciden cuál es la foto de un determinado acontecimiento, de una guerra, de una catástrofe, de un éxito o de un fracaso que dará la vuelta al mundo en escasos segundos. Que será vista de Kuala Lumpur a Oklahoma, de Reikiavik a Ciudad del Cabo, de Sidney a Soria. Esa imagen, ese sonido abarcarán e identificarán para la mayor parte de nosotros todo lo que haya podido suceder. Tiene más peso una entrada de veinte líneas sobre cualquier tema, en la enciclopedia virtual Wikipedia que varios tomos encuadernados en rústica, de sesudas investigaciones científicas. Nos tragamos sin más que una gripe, curable con pastillas, padecida por unos centenares de personas repartidas por el mundo, es una pandemia (del griego, enfermedad de todo el pueblo). Mientras tanto, la hambruna y las generalizadas y crónicas masacres africanas, ocupan en nuestra vida menos espacio que un estornudo del perro de los Obama.