domingo, 28 de abril de 2024

…cuando quieren decir sexo

La revista The Economist ha bautizado a Sánchez tras el vodevil de la carta como “Drama King” (rey del drama). Es solo uno más de los calificativos, ninguno en positivo, que la prensa internacional ha dedicado al asunto. Apenas nos elevamos por encima del espeso ramaje del enfrentamiento político e ideológico patrio, España vuelve a ser tan “different” como presumía de serlo en el tardofranquismo. Lo que se contempla es una acción infantil, ridícula. La pataleta del niño caprichoso al que ya echaron los suyos por pasarse la democracia por el forro de sus antojos. El que oculto detrás de un cortinón metía los votos a puñados en la urna fumándose un puro con la voluntad de sus compañeros de partido. La actitud dictatorial de quien no separa a “su persona” del cargo que solo temporalmente ocupa. Quien utiliza sin medida ni control lo que es público y no propio. 


Al rey del drama más le ofende que le pidan explicaciones que le incordia tener que darlas. Esto no va de Begoña y su posible -aún no producida- imputación por corrupción. Esto va de Narciso, soberbio, admirándose en el agua. No lo incomoden periodistas ni jueces que como la ninfa Eco le traigan el recuerdo de los principios democráticos y del Estado de derecho. 


Prefiere la adulación de los siervos que se arrastran allá a lo lejos, a los pies de su magnanimidad como gusanos de los que desprenderse con un leve pisotón. Quienes lo ensalzan, lo aplauden, al que recitan poemas en asonante que por indigencia de formación y capacidades empiezan y terminan siempre en “Pedro quédate y quiérenos”,  para no ser disonantes con el resto. Vengan aplausos de ellos a ellos mismos y a su Narciso ausente. Qué espectáculo: Si se queda que vea cómo de profundo es mi enamoramiento; si se va, que quien venga detrás vea cuán vehemente puedo llegar a ser y me mantenga en el púlpito y en el sueldo.  Patética romería de devotos para los que el martes, o el día que toque, será un dios o negarán conocerlo según de qué lado caiga la moneda. ¿Por qué lo llaman amor cuando quieren decir sexo?


domingo, 21 de abril de 2024

Una sociedad moralmente enferma

Que ETA saque un escaño más o uno menos que el PNV da lo mismo. Saber con certeza, según todos los sondeos y el aroma que se respira en el País Vasco y en los partidos nacionales, que EH Bildu va a ser la gran triunfadora en las elecciones de hoy, transmite tal hedor de podredumbre moral que el resto pasa a un segundo plano.


Ante ese pronóstico, que pone al PNV ante la consecución de aquello por lo que han venido trabajando incansable y deslealmente y al PP y sobre todo el PSOE ante la escena a la que han permitido que llegue España, quizás fuera lo mejor que ya ahora, y no como parece destinado a ocurrir en cuatro años, el partido de ETA ganara con un resultado claro y contundente. A veces los pueblos, como las personas, necesitan sumergirse en el logro de los peores de sus deseos para aprender, sufriendo en sus propias carnes lo que con desinterés, indiferencia o vehemencia han deseado, causado o permitido para otros. Tampoco los alemanes fueron inocentes en el auge de Hitler y el nazismo.


Durante los últimos años vivimos un proceso de blanqueamiento interesado de aquellos a quienes los únicos colores que los representan son el rojo de la sangre inocente que han derramado y el negro de la miseria moral de sus almas. Desde los líderes del PNV que seguían recogiendo las nueces del árbol que “los chicos de la gasolina” agitaban, hasta Sánchez porque son esenciales para mantenerse en el gobierno, pasando por Zapatero, lo suficientemente podrido como para defender dar interlocución a los terroristas al precio que sea con tal de impedir la alternancia con el PP. 


Pero como las cosas son como son y en democracia somos los ciudadanos los únicos responsables de nuestro voto, ningún cálculo ni estrategia hubiera servido de no haber centenares de miles de votantes respaldando expresamente a los asesinos y extorsionadores como antes lo hicieron, apoyando o mirando para otro lado, cuando estos mismos mataban, secuestraban, acosaban o echaban de su tierra a doscientos mil de sus vecinos que hoy no podrán votar ni entre náuseas.

domingo, 14 de abril de 2024

Un país de metralleta

 En qué momento se había jodido el Perú, se preguntaba Zavalita mirando la calle desde la puerta del diario La Crónica, en Conversación en La Catedral, la novela de Vargas Llosa. Porque todas las cosas tienen un momento en el cual empiezan a joderse sin saber dónde va a terminar la debacle. De acuerdo con los viejos tópicos, decíamos de España que era un país de pandereta. Y no nos gustaba, porque parecía viejo y casposo, aunque fuéramos una nación a un pueblo unida, capaz de hacer una transición ejemplar, pacífica e integradora, desde una dictadura masivamente apoyada por la sociedad de su tiempo a una democracia perfectamente equiparable al resto de las occidentales en derechos, convicciones y libertades.

En qué momento, por acción de unos y por indolencia de otros, eso dejó de servir, hasta el punto de que hoy sepamos que, digan lo que digan algunos de los más destacados de nuestros líderes institucionales y sociales, la referencia cierta de lo que va a ocurrir a semanas o meses vista, provenga de lo que manifiesten un golpista prófugo de la justicia y un terrorista juzgado y condenado, aunque solo por una parte de sus crímenes. En qué momento se nos han jodido esta democracia y esta sociedad para que Puigdemont haga bailar como títeres a los miembros del gobierno, que saben que caminan por el alambre de los objetivos de cada momento del fugado a Waterloo. O para que, forzando la ley y la decencia, se oculte la participación del etarra Otegi en atentados terroristas aún sin juzgar porque, diga lo que diga el resto, va a ser quien decida lo que va a ocurrir en el País Vasco después de las próximas elecciones y hay que llamarlo hombre de paz.

La referencia de la verdad de lo que va a ocurrir políticamente en España no podemos tomarla ya de la palabra de nuestro gobierno sino de la de dos extorsionadores. Los nuevos referentes de la concordia, la paz y el progreso. Quieren que traguemos con ello, felices y dóciles porque ya no somos un país de pandereta. Con ellos, lo somos de metralleta.


domingo, 7 de abril de 2024

Lo breve, lo inmediato y lo completo

Ya no recordamos cuando hablábamos todo de seguido. Cuando colocábamos en el reproductor una casette o un LP y lo escuchábamos de principio a fin. Cuando leíamos un libro durante horas sin interrumpirnos cada nada para mirar la pantalla del teléfono. Cuando veíamos la televisión sin poder parar la imagen, volver al principio o saltar los anuncios. Cuando dábamos más valor a un reportaje en prensa por ser extenso y profundo que porque tuviera un titular efectivo y fotos grandes. Antes de que lo analógico, que obligaba a ir por pasos fuera sustituido por lo digital, que nos permite saltar de un lado a otro sin solución de continuidad.


Un día me fijé en cómo una adolescente escuchaba música de Spotify con su teléfono móvil. No me llamó la atención que las canciones sonaran de forma aleatoria sin un orden preestablecido. Sí lo hizo que pese a tener duraciones de poco más de tres minutos, sistemáticamente las interrumpía antes de terminar para que de inmediato sonara otra distinta; así con cada una de ellas. A mi pregunta de por qué no las dejaba sonar en su totalidad, me respondió: el resto ya me lo sé, vuelve a ser lo mismo.


Triunfan las redes sociales con su avalancha de impactos de información y desinformación. Pierden la comunicación y la reflexión. Tenemos todo al alcance de la mano, lo queremos todo a la vez y al instante. Unos cuantos caracteres, un video de menos de un minuto, un spot publicitario de 20 segundos, una foto, un emoticono. El resto no interesa o nuestro cerebro no alcanza a procesarlo. 


La nueva maquetación de los periódicos reduce el número de palabras en artículos periodísticos y columnas de opinión. Lo fácil es escribir, la calidad está en saber recortar lo superfluo, me dijo quien me invitó a estas páginas hace casi mil columnas. Acierta, al menos para quien sepa hacer que -siguiendo a Borges-, todo el Nilo esté en la palabra Nilo. Sin embargo la ahora joven, ya no adolescente, aprendió a escuchar las canciones hasta el final, los discos enteros como una obra única y completa. También acierta.