domingo, 28 de septiembre de 2014

Alcaldes

En el Día de la Provincia se repitieron seguro ciertos puntos comunes en las intervenciones de nuestros máximos representantes políticos. Hoy domingo, compartiremos páginas con extractos de esas reiteraciones, con cuarto de triunfalismo (tampoco estamos para más), algo menos del cuarto de reivindicación (en voz baja, no vaya a ser que los teóricos sujetos pasivos de la reivindicación vayan a escucharlo y se molesten), y el resto, hasta desbordar el kilo, de autocomplacencia (que en eso conviene mantenerse en forma, y más en año electoral).

De fijo no me equivoco en los ingredientes, tal vez me desvíe algo en la dosis, que como bien se sabe es la que hace el veneno y me falta por ver con qué pinceladas de los enfrentamientos entre dirigentes que estos días saltaron a la luz se habrá visto aderezada la jornada.
Entre medias, una nutrida representación de la sociedad civil zamorana, de los empresarios, los sindicatos, el mundo del deporte, la cultura o los servicios sociales. El del asociacionismo en su conjunto, que con sus más y sus menos, sus brillos y sus sombras, sus valentías y mediocridades, sus valores y sus carencias, como los políticos que nos rigen, son ni más ni menos que el reflejo fidedigno de la sociedad que somos..

Entre todos ellos y todas las palabras. Entre la pompa y la naturalidad. Entre el desgaste de las intenciones y el polvo de las ejecuciones, algún frescor y bastante naftalina, personalmente me quedo con los alcaldes y de entre ellos con los de los pequeños y medianos municipios, si es que en nuestra provincia no tenemos que considerar que todos los municipios somos pequeños.
Me quedo con quienes ejercen cada día de alcalde y de alguacil, de encargado de mantenimiento y de oficina de quejas y reclamaciones. De auxiliares del médico o de la Guardia Civil. De árbitros y de serenos. Telefonistas, fontaneros y electricistas. Me quedo con los alcaldes y alcaldesas y con sus concejales, de gobierno o de oposición, que tienen el santo valor de dar la cara por la mejora de ese trozo de tierra al que el destino los vino a dejar, a ellos y a los padres de sus padres. Los que sostienen los andamios de unos pueblos y comarcas ya desangrados en una provincia que mientras envejece dormita y se le escurre de entre los dedos al dios Progreso.

Claro que no todos son iguales, ni todos puros, ni siempre castos o santos. Pero eso me da igual. Son los muñecos del pim, pam, pum de tirios y troyanos. Los apoyos útiles. Indígenas a los que otros, pocos mejores que ellos, tratan de colonizar con baratijas, palabras vanas y cuentos viejos. Ellos, casi todos a estas alturas -y yo- ya sabemos que el escepticismo es virtud. Pero si en algo es digno creer, en esta política bastarda a la que hemos llegado, es en ellos.

domingo, 21 de septiembre de 2014

Reinventar Zamora

Abogaba el Director General de Caja Rural de Zamora en su intervención con motivo de la entrega de los premios de la Fundación Científica de la entidad, por el diseño de un plan de desarrollo para nuestra provincia. Cipriano García lo hacía tomando como base la necesidad de desarrollo y adaptación a los tiempos actuales del sector agropecuario que sigue siendo a día de hoy el principal sector económico productivo de Zamora. A partir de ahí reclamaba un impulso institucional eficaz.

Con la cautela que marca el representar al principal instrumento financiero privado de nuestra provincia, apuntaba en la misma dirección en que desde otros ámbitos, aunque más bien “sotto voce” se viene reclamando algo que también en esta columna he expuesto en varias ocasiones. Zamora necesita una estrategia de desarrollo cuyos fundamentos básicos sean compartidos y respaldados desde el ámbito público institucional, desde el privado, empresarial y financiero y por el conjunto de la sociedad civil.
No es fácil. Cuanto más pequeños más ruines. No somos los zamoranos el mejor ejemplo tradicional de integración colaborativa o proyección colectiva de metas comunes. Vemos cómo muchos zamoranos consiguen éxitos importantes cualquiera que sea su campo de actividad. Casi siempre lo hacen fuera. Es anómalo que esos mismos éxitos se produzcan en nuestra tierra o lo que es peor, que los mismos sean social e institucionalmente reconocidos y respaldados cuando se producen.

Así, ni social ni institucionalmente están suficientemente reconocidos los logros y esfuerzos de Caja Rural, Cobadu o Gaza, tres casos de gestión ejemplar. O de buena parte de nuestros queseros, vinateros y otros empresarios o cooperativistas del sector agropecuario, pero también del sector industrial en Zamora.
Pero esos esfuerzos y logros no serán por sí suficientes sin una apuesta institucional decidida, desde aquí directamente y desde la Comunidad Autónoma y el Estado. En una provincia con las paupérrimas tasas de actividad económica, empleo y población activa no basta ya con ir capeando el temporal. Es imprescindible reinventar Zamora.

Para ello, mal que nos pese a quienes, como liberales, defendemos propiciar al máximo el desarrollo de la sociedad civil al margen del aparataje institucional, es requisito inexorable el compromiso político de nuestros representantes. Si me apuran, es necesaria la disposición al sacrificio personal de los políticos que nos representan para subir el nivel de exigencia de una provincia tan apegada al fatalismo y la resignación.
No sólo ellos. También el conjunto de los ciudadanos hemos de cambiar nuestra característica aversión al riesgo, al cambio, a las transformaciones. Pero en primera fila ellos. No solo hablo de aparcar diferencias ideológicas, sino de que no puede ser que por celos o afanes de protagonismo personal unas instituciones estén de espaldas a otras y todos procurando no hacer nada que perturbe la tranquilidad de los “dedos designadores” superiores. Reinventarse o vegetar.

domingo, 14 de septiembre de 2014

Vivir o morir

No es que el proyectado Centro Logístico de Zamora haya sido finalmente descartado por la Junta de Castilla y León lo preocupante. O, al menos, no lo más preocupante. Pero estaban cargadas de razones las críticas de los representantes empresariales zamoranos, por un nuevo golpe al desarrollo posible de nuestra ciudad y provincia.

Lo grave no es una u otra actuación concreta de las instituciones supra provinciales. Probablemente, en tiempo de recursos limitados como los actuales, haya otras inversiones prioritarias y con mayor rentabilidad social y económica. Lo preocupante verdaderamente es la impresión (no digo que sea la realidad, habrá que darles aún el beneficio de la duda a nuestros políticos autonómicos y provinciales) de que no existe una idea clara de lo que se quiere para nuestra región y especialmente para Zamora y otras provincias ante una crisis que, en estos casos, va mucho más allá de la coyuntura económica general en España.

Precisamente el CYLOG, en cuyos primeros pasos participé, forma a parte de una de las llamadas estrategias regionales de desarrollo, unido a las "cúpulas", una de las cuáles, la de la tecnología, se preveía para Zamora y aún no ha sido oficialmente descartada aunque oficiosamente parezca evidente que lo está y más tras el tropiezo y en buena medida escándalo de Soria con la del Medio Ambiente.
Vivimos tiempos muy complicados, también para los presupuestos públicos. La crisis pilló con el paso cambiado a las administraciones y que la nuestra es por definición una de las Comunidades Autónomas con mayores problemas de viabilidad por su enorme superficie (más grande que Portugal) y su escasa población (dos millones y medio de habitantes). En todas las regiones se han frenado multitud de proyectos, anulado muchos otros y convertido en vergonzantes fracasos iniciativas planteadas cuando parecía que nadábamos en la abundancia.
Pero por las especiales características de Zamora y Castilla y León es mucho más necesario diferenciar el tratamiento anti crisis. Porque aquí no estamos ante un elemento de coyuntura, pasajero por tanto. Estamos por el contrario en una acentuación de una crisis estructural, con un modelo que ya no puede vivir de la agricultura como tradicionalmente y no hay un modelo aún de desarrollo alternativo.
La vertiente social del Gobierno Herrera es innegable. Siempre la ha marcado como su prioridad por convicción, no sólo por cálculo electoral, aunque es innegable que en el entorno sociopolítico cortoplacista al que nos hemos entregado, esa es la posición fácil. El riesgo, que es ya una realidad, es que con ello no resolvemos los problemas de fondo. Un torniquete frena la hemorragia momentáneamente pero no evita la muerte.
Seré impopular al decirlo, pero si queremos futuro para nuestros hijos en esta tierra tenemos que apostar por políticas reales de desarrollo económico. Por inversiones con rentabilidad económica y de creación de empleo, aunque durante un tiempo tengamos que sacrificar buena parte de las políticas sociales. Es vivir o morir.

domingo, 7 de septiembre de 2014

La batalla de las ideas

Juan Ramón Rallo es un abogado y economista español dirige un Instituto de Estudios Económicos, ha publicado 10 libros y colaborado en unos cuantos más. Un hombre brillante con dos problemas.

Brillante y con treinta años, es imposible que no diga las cosas tal y como las piensa. Eso sí, dice lo que piensa, que no es lo mismo que decir lo que se le ocurre. Estos últimos gustan más.
El segundo problema será más difícil que cure con los años. Se trata de un seguidor de la Escuela Austriaca de la Economía. Un economista “liberal”. Lo cual es difícilmente perdonable por mucho que titulara una de sus obras, escrita con Carlos Rodríguez Braun, “El liberalismo no es pecado”.

Por eso acaba de ser vetado en Televisión Española donde, contratado como colaborador en una sección del programa de Mariló Montero, tras su primera participación, un escrito sectario de quienes imponen qué ideologías son válidas y cuáles deben ser gaseadas, en este caso agrupados bajo las siglas de UGT, exigía en vomitivo tono su despido.
No está el problema en la carta del sindicato que, según dicen, ha robado más de cien millones de euros a los parados de Andalucía. Está en la dirección de Televisión Española, designada por el gobierno con mayoría absoluta del Partido Popular. Es el Partido Popular quien veta, por razones ideológicas, a un economista liberal. Quien censura unas ideas que con mayor o menor flexibilidad son las suyas. O eso creíamos algunos. No menos legítimas como las socialdemócratas provenientes del marxismo o el marxismo de nuevo emergente, que nadie censura.

En el PP llevan lustros convenciéndonos de que terminó la era de las ideas, murieron las ideologías, ya sólo rige el pragmatismo. Es la teoría de Arriola de que los ciudadanos votamos sólo en función de la cartera. Posiblemente un caso clínico de extrapolación a los demás de lo que uno ve en sí mismo. La teoría del “hacemos lo único que se puede hacer”. De la cual el ciudadano desprende que si es lo único que se puede hacer, qué más ha de dar que lo hagan unos u otros.
En ese feliz pastel estábamos hasta que llegó desde la izquierda de la izquierda el huracán. Un equipo de gente inteligente, lista, preparada y con una idea clara. Quieren el poder. Y van camino de conseguirlo.

Imponer la censura, y no es el primer caso, a quien no le toca la lira al Gobierno pero divulga las ideas y las razones que demuestran por qué los caudillos de Podemos están equivocados o quieren equivocarnos, permite un limbo de momentánea tranquilidad, pero la desmovilización nunca ha servido para frenar una invasión. A las ideas hay que combatirlas con las ideas.
El problema hoy, es que mientras unos van penetrando la sociedad a ras de suelo, otros están demasiado encumbrados como para alcanzar a ver lo que pasa aquí abajo. Cada vez pinta peor.