miércoles, 30 de diciembre de 2009

Cajas destempladas


Soy de los que no creen, aunque tenga muchos elementos positivos, que la fusión entre ellas y no con otras de las dos principales cajas de ahorro de nuestra Comunidad sea, ni imprescindible para la Comunidad, ni intrínsecamente buena para cada uno de sus habitantes. Es más, creo que con ello, en provincias como Zamora, lo que se producirá, además del cierre de oficinas y consecuente pérdida de puestos de trabajo será una disminución de la competencia (lo cual es malo por definición) y una posición de peligroso dominio de la caja resultante, sólo paliada en parte por la buena posición estratégica de Caja Rural.

Cuestión distinta es que para las entidades, las fusiones sí que son absolutamente necesarias de cara a cumplir los requisitos de solvencia marcados por el Banco de España y a garantizar su viabilidad presente y futura. De ahí que con un inusitado consenso político y económico en apoyo de la integración, ésta pareciera avanzar definitivamente encauzada y a buen ritmo. Justo hasta hace unos días, cuando tocaba debatir el reparto del poder en lo operativo y de las sedes en lo territorial.

No sé con qué nos habremos levantado hoy; ayer con vientos de ruptura en el proceso. Prepotencia de Caja Duero. Salamanca no cede. Titulaban los periódicos leoneses. Caja España rompe la fusión al exigir el 50 % de la sede operativa. Caja Duero abre otras fórmulas tras constatar el fiasco de la fusión. Caja España no acepta quedarse sin la sede ejecutiva y rompe la fusión. Titulaban en Salamanca. En ambas ciudades, se echa la culpa a la entidad con sede en la otra. Y a la hora de las propuestas, leíamos en La Opinión de Zamora que Caja Duero (¿o hay que llamarla Caja Salamanca?) plantea dejar la sede de todos los departamentos en Salamanca con excepción del domicilio social, Presidencia, Secretaría General y algunas otras áreas que quedarían en León. Leemos también que el Presidente de Caja España (¿o es Caja León?) se indigna porque su caja “no se va a quedar en León con la sede social, el chófer y una secretaria” y deja claro que tiene un “compromiso con los leoneses” y que “esa ciudad no se va a quedar sin negocio y sin lo que tenga que quedar”.

Da gusto la claridad por ambas partes. Visto lo visto, que alguien nos explique en qué va a ser buena la fusión para Zamora o para el conjunto de los ciudadanos de la región. O cuál es la opinión de los representantes políticos, sindicales, sociales y de los clientes de Zamora en ambas cajas. O la del PP y PSOE regionales, que son los que pueden decidir este asunto, aparte de repetirnos que el dinero de los impositores de esta Comunidad debe quedar aquí, a pesar de que buena parte de los problemas de solvencia o morosidad que ambas arrastran, se deban a inversiones inmobiliarias realizadas fuera de Castilla y León. Curioso.

domingo, 27 de diciembre de 2009

La verdad lo es...

…Aunque con ruido traten de esconderla. Ciro Blume, literario detective que protagoniza Hotel París, la reciente última novela de Antonio Civantos, confiesa: “Un servidor fue alumno de la facultad de derecho durante dos años y medio, demasiado tiempo para llegar a la conclusión de que el estudio de la Ley y yo somos dos ángulos tan incompatibles como opuestos por el vértice”. El detective Blume, reconoce en su heterodoxa honradez que sus actuaciones no siempre siguen el recto camino de la ley para resolver los asuntos que se le plantean. Aún así, tengo para mí, que si Ciro Blume hubiera llevado a cabo la investigación sobre el proyecto y la ejecución de la última limpieza, reforestación y mejora del bosque de Valorio y su entorno, habría llegado a las mismas conclusiones a las que ha llegado la justicia tirando del hilo de los hechos y aplicando el derecho. Pidiendo la venia a su autor; de haber sido su cometido, me atrevería a asegurar que desde Madrid o París, junto a un buen plato y una copa de “Habla”, su vino preferido, Ciro también habría discernido entre lo que cabe como crítica política, el cuestionamiento de lo acertado de unas obras y la legalidad o no de las mismas que debe sustanciarse en sede judicial. Deberían algunos, que siendo parte pretenden ser inquisidores, detectives y jueces, tomar ejemplo y reconocer que es la intencionalidad meramente política la que rige sus denuncias ante los juzgados e incluso el sistemático anuncio de otras que luego ni siquiera formalizan.
La Justicia ha resuelto una vez más, son ya muchas en los últimos años, y de forma que no deja el menor resquicio para la duda, que la ejecución de esas obras municipales se ajustó estrictamente a la ley. Que estudiados expediente administrativo, proyecto técnico y resultado final, las actuaciones se hicieron correctamente y que por lo tanto no procede sino el archivo de una denuncia que partió en origen del grupo municipal de Izquierda Unida.
La responsabilidad exigible a quien gobierna es superior a la que hemos de pedir a quien está en la oposición, pues también son mayores los efectos para el común, de sus aciertos o equivocaciones. Pero cuando no se trata de un caso puntual, sino de un paso más en una estrategia premeditada para utilizar la judicialización de la vida pública como instrumento de autobombo y desgaste de la acción de gobierno a la que no se consigue derrotar por la vía democrática ordinaria, las urnas, es perfectamente exigible que sus artífices asuman el resultado final de sus actos. Máxime, cuando muchas de sus denuncias, parten por sistema de manipular los hechos, olvidar los datos que no encajan con su teoría y retorcer la interpretación de la ley para conseguir ruido mediático y escándalo ciudadano. Que Lenin sentara que la mentira es un arma revolucionaria no quiere decir que sea respetable; ni que al final, suya sea la victoria.

miércoles, 23 de diciembre de 2009

¡Salud, amigos!

¡Salud! Para todos, también para los que les haya tocado algún pellizco en la lotería o incluso alguno de los premios gordos (si es que hay alguien en esas circunstancias, que uno se va haciendo cada vez más escéptico y hasta de eso duda ya). Para el resto, recíbanla por toneladas con mis mejores deseos de poder disfrutarla.
Dicen que cuando el rey Alfonso IX de León, fundó la Universidad de Salamanca, uno de los motivos que más tuvo en cuenta para crearla en Salamanca y no en otro lugar, fue que el clima dotaba a la ciudad de unas condiciones saludables óptimas, lo que además la hacía buena para el estudio. Pues vaya con la salud. Después de tantas décadas de lotería nacional sin que el Gordo haya caído ni una sola vez en nuestra provincia, parece demostrado, que también en eso la Historia está en deuda con Zamora y que la Universidad fue aquí donde debió crearse.
Hay que plantarse. O una cosa o la otra, pero algo, leches. Si eso no es posible, tal vez habría que constituir una plataforma reivindicativa para acudir, cabreados como sabemos, al organismo encargado de los sorteos a manifestar nuestra disconformidad. No es presentable que se siga manteniendo el obsoleto sistema del bombo y las bolitas. Pediremos que se cambie a un método mucho más sostenible (ya sabemos que ahora tiene que ser sostenible hasta lo insostenible, pues de lo contrario no se vende un colín) del turno rotatorio estrictamente intervenido. De esa forma, aunque se siguiera un riguroso orden alfabético comenzando por la A, al menos dentro de 51 años (53 si para entonces Ceuta y Melilla siguen siendo España y otras no han dejado de serlo) rascaría algo nuestra provincia.
O a ver si no. Por qué tiene que ser el caprichoso azar el que decida. Dónde se queda la solidaridad entre los territorios por la que tanto rogamos en otros ámbitos, o acaso las fincas de Aliste no son solidarias con las del Ampurdán. Que no, que no. Que por justicia social y redistributiva hay que exigir que el gordo nos toque cuando corresponde y no cuando le salga de la panza al dichoso bombo.
En todo caso y mientras la iniciativa echa a rodar, tengan ustedes amigos lectores (y los lectores no amigos también) salud para disfrutar y sobrevivir a las fiestas navideñas. A los reencuentros familiares. Las comidas de empresa o con los amigos. A los millones de petardos (me refiero a los tubos rellenos de pólvora que explotan con estruendo) que deleitarán nuestros oídos. A las comidas excesivas y a las bebidas inconvenientes. Al descanso quienes lo tengan y al trabajo aquellos que no descansan para la tranquilidad de los demás.
Del frío olvídense, sonrían como en abril y aún sin lotería, que el niño Dios que nace nos ayude a todos a ser un poquito mejores y más felices. ¡Feliz Navidad, Zamora!

domingo, 20 de diciembre de 2009

Cambios estéticos

Ya nada es lo que era, me decían el otro día, comentando de ciertos asuntos triviales; y aunque no tenía demasiado que ver con lo que hablábamos, mis conexiones neuronales lo interrelacionaron con un ensayo de Umberto Eco que leí hace algún tiempo, en el que realiza un recorrido por la historia de la belleza y la evolución que de la percepción y la representación estética de lo bello se ha ido produciendo a lo largo del tiempo.
Al día siguiente de esa conversación, la refinada y moderna estética de la que presumían los dueños de Prisa con su antes Canal+, ahora llamado Cuatro, ha sido entregada (la pela manda) a los otrora, según ellos, exponentes del gusto cutre. A Telecinco, la cadena que empezó en España de la mano o más bien las piernas, las caderas y los cántaros de miel (que cantara Carlos Mejía Godoy) de las Mamachichos de Valerio Lazarov, una de las cuales por cierto es la mujer del famoso “bigotes” gurteliano.
A la vez, nos dicen también que la postmoderna cadena La Sexta, hasta ahora empeñada en transmitirnos no sólo los nuevos conceptos estéticos, sino también el nuevo paradigma de lo políticamente correcto, propiedad de un tal Roures, multimillonario por sus hechos en forma de negocios y trotskista de palabra y dice que pensamiento, va a pasar a manos de los propietarios de Antena 3, el grupo de José Manuel Lara y Planeta, representante y arquetipo por excelencia de la burguesía catalana del siglo pasado.
Lo dice nuestro bolero, las vueltas que da el mundo, válgame el cielo. Polancos y Cebrianes, regentes de Prisa, Sogecable y El País, periódico que ha ilustrado nuestro verano con las fotos en variada compañía de Berlusconi en su Villa Certosa de Cerdeña, convertidos ahora en compañeros de cama de il cavaliere, accionista mayoritario de Telecinco. Y el esnobismo ácrata de los visitadores de la Moncloa de La Sexta, pasando a vestirse con el traje del pragmatismo más económicamente puro.
Está claro que las diferencias en los medios de comunicación son cada vez menos de fondo y más de estética, con lo que todo es fácilmente reconducible a puntos comunes. Está claro que eso es cada vez más lo que nos diferencia a unos ciudadanos de otros, lo cual, dirán muchos no es ni bueno ni malo necesariamente. Sólo es distinto de lo que había venido ocurriendo. Lo adjetivo, cada vez más, se torna en sustantivo y viceversa. Si ya sabemos según sociólogos y psicólogos que guapos y guapas lo tienen mucho más fácil para alcanzar cualquier meta que se propongan en la vida, no es difícil entender cómo la publicación más comentada esta semana ha sido la revista que sacaba en portada la foto de uno de los grandes referentes del debate social del momento, ¿la nueva nariz de Berlusconi? ¡No! la de Belén Esteban.

miércoles, 16 de diciembre de 2009

El doble rasero

No lo veo nunca, pero el lunes esperé a los primeros minutos antes de apagar la televisión. Apostaba a que Buenafuente, uno de los más celebrados bufones con pose intelectualoide de la corte mediática, no sería capaz de rehuir la fácil tentación de hacer mofa y befa de la agresión a Berlusconi. Y no me equivoqué, justamente así abrió su programa. No es que la figura del democráticamente elegido Primer Ministro italiano, me inspire mucha simpatía; más bien ninguna. O que su comportamiento habitual no se preste a la chanza; oportunidades para ello genera casi a diario. Tampoco es que el presentador español lo hiciera sin gracia; dentro de lo grosero, aderezó su simpleza con unos toques de ingenio. Pero el caso es que lo que hace Buenafuente, y como él unos cuantos más de la troupe progre, sería inimaginable si la víctima de la agresión hubiera sido cualquier presidente de gobierno cuya adscripción política estuviera en las filas de la izquierda europea, el propio Obama o, incluso, alguno de los múltiples dictadores que tan simpáticos resultan para los portavoces de la nueva modernidad. En esos casos, no se hubiera utilizado con tanta ligereza, sarcasmo y gesto de satisfacción, el “le han partido la cara”. Son cosas del doble rasero que diferencia a los que dictan las bases de lo que es correcto en materia de opinión y los que han de pedir perdón de antemano por expresar las suyas. Es lo que llaman la superioridad moral de la izquierda (que como decía el otro, manda güevos). Menos mal que de vez en cuando, se llevan algún que otro revés o cuando menos algún susto. Ahora, los que siguen en su carnet e ideología al ideario que ha causado más sangre y daño a la libertad y la dignidad humanas, ponen el grito en el cielo porque la Real Academia de la Lengua estudia cambiar la definición de comunismo y considerarlo totalitario. Algo que ocurre desde hace mucho con el fascismo, definido como: Movimiento político y social de carácter totalitario. Si aún hoy, alguien presumiera de fascista, todos lo consideraríamos totalitario, ¿no? Sin embargo, a quienes siguen alardeando de comunistas, no les mola que los califiquemos de totalitarios. Pero los fundamentos teóricos del comunismo lo son y también lo ha sido en todos los casos, su aplicación práctica. Pregúntenles a los cien millones de víctimas. No hay un solo caso en la historia de un régimen comunista no totalitario. Llámese socialismo real, comunismo, marxismo, leninismo, maoísmo, totalitario es. Curiosa, pues, la sorpresa porque la RAE cumpla con su cometido, que es precisamente llamar a las cosas por su nombre y darle a los nombres la definición más correcta y ajustada. Aunque, volviendo al principio, medir a todos por el mismo rasero desenmascara la falacia de ciertos argumentos.

domingo, 13 de diciembre de 2009

Cosa de todos

Morimos más, nacemos menos, se van demasiados y a quedarse no viene casi nadie. Es Zamora, es Castilla y León. Un año más, no es sorpresa, perdemos población en el conjunto de la provincia. La única novedad estriba en que somos la provincia que mayor sangría sufre, aunque ese no deje de ser un dato meramente anecdótico frente al determinante de que sólo en 6 provincias caiga el número de habitantes y nosotros siempre estemos en la cesta. Seguro que hoy estarán silbando los oídos de nuestros políticos, incluidos los que lo fuimos y ya no ejercemos. Seguro que unos cuantos de mis “fans” más “devotos” comentarán este artículo con vehemencia por mis doce años de corresponsabilidad en que las cosas no vayan mejor. Y qué duda cabe, algo de razón tendrán. Siempre se puede hacer más; siempre se puede hacer mejor. Pero nos equivocamos una vez más como sociedad civil si nos limitamos a escuchar cómo los del PP le echan la culpa al PSOE de Zapatero por el trile en que quedó convertido el Plan del Oeste. O los del PSOE al PP de Herrera, Maíllo y Valdeón, por el brindis al sol en que van quedando las anunciadas medidas contra la despoblación en nuestra Comunidad. Y más aún nos equivocamos si dejamos todo el debate reducido al ámbito de la política. Es muy significativo, que las seis provincias con pérdida de habitantes, Lugo, Orense, Zamora, León, Palencia y Ávila, se agrupen en un área geográfica muy reducida de España, hasta el punto de que se tocan, siendo cada una de ellas limítrofe de otra, con la excepción de Ávila por una cuestión de muy pocos kilómetros con la Guareña zamorana (las separa una zona de Salamanca que sufre el mismo problema). Entre ellas sólo una isla, Valladolid. ¿Qué significa esto? Que no caben soluciones aisladas para Zamora, sino compromiso claro con toda esta mancha del territorio nacional. Que gobierne quien gobierne en Madrid y en Valladolid, se debe hacer la apuesta que ni desde uno ni otro sitio se ha hecho aún por el equilibrio socioeconómico interprovincial. Que en lo que a Castilla y León respecta, cualquier reparto económico estatal, nos perjudicará por ser siempre factor fundamental la población existente y va siendo hora de plantarse o romper la baraja. Tienen Herrera y López tantas razones como otros fuerza, aunque para ello hay que estar dispuestos, en lo político, a jugarse el tipo. Pero también significa que es hora de que el conjunto de los ciudadanos dejemos de mirar con sospecha, inquina o corrosiva envidia a quienes de entre nosotros invierten, arriesgan, crean empresas, o se salen del guión de una sociedad, en ocasiones más que conservadora, encorsetada. Cuando pude, con mi escasa fuerza y parco resultado lo dije donde debía, no solía gustar. Ahora soy más libre para escribirlo. El futuro es cosa de todos.

miércoles, 9 de diciembre de 2009

Un pedo de vaca

El futuro del mundo se juega en Copenhague nos martillean, casi ametrallan, desde todos los medios de comunicación. Entre miles de fastos y millones en gastos, la capital danesa se ha convertido en un inmenso plató televisivo por el que van a desfilar todos y cada uno de los grandes líderes mundiales; cada uno con su receta particular, para sanar a un planeta al que la fiebre le ha subido unas décimas. Aquello va a parecer la gala de los Oscar. Con una sola diferencia. El cine gasta mucho menos en marketing que todo el emporio de la distracción nacido en torno al Cambio Climático. Claro que es necesario adoptar medidas y cambiar actitudes que conlleven un trato más responsable del Medio Ambiente, de los recursos naturales y de los ecosistemas terrestres. Lo que es obsceno y al final contraproducente es la desmesura propagandística que alimenta la espiral absurda del catastrofismo; sin la mínima seguridad de que la incidencia de la actividad humana sea determinante para el aumento de la temperatura. Mientras tanto, sólo hace unos días, la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación (FAO) celebraba en Roma, en torno a la hambruna en el mundo, otra conferencia del más alto nivel pero en la que, salvo Lula da Silva, no estuvo presente ninguno de los grandes ni medianos líderes mundiales. Secretarios, embajadores y algún ministro compusieron las delegaciones. No era un encuentro suficientemente mediático. Tres días de trabajo (son 12 en Copenhague) para un unánimemente confesado fracaso, sin nuevas medidas, compromisos ni inversiones para cumplir el objetivo. Reducir a la mitad en 2015, los mil millones de personas que pasan hambre en el mundo. “Hoy van a morir 17.000 niños”, abrió su discurso el secretario general de la ONU. Estamos en pleno siglo XXI, en medio de adelantos científicos y tecnológicos inimaginables hace unas décadas. Cada día se dedican millones de euros a tratar de saber qué hay en el Universo a miles de años luz de la Tierra; se destinan ingentes recursos para saber si la subida de menos de un grado de la temperatura destruirá el planeta en unos miles de años; cuando conocemos que ha habido otros periodos históricos de enfriamiento y calentamiento y cuando ya sabemos que 60 kilómetros circulando con un coche generan tanto daño medioambiental como ¡un simple pedo de vaca! En estos días toda la atención mediática, social y política mundial está centrada en la capital de Dinamarca, en el envés de este planeta. Un país rico, sin hoteles donde dormir durante estos días por menos de 300 euros la noche. No muy lejos, en el revés del mismo planeta, durante los 12 días de megacumbre, morirán de hambre 204.000 niños. Si permitimos eso y no hacemos que abril sea primavera para todos, casi es lo mejor que la Tierra y los terrícolas seamos insostenibles y nos vayamos al infierno de una santa vez.

domingo, 6 de diciembre de 2009

Todos y cada uno

Si hace dos días era Santa Bárbara, de la que dicen que sólo nos acordamos cuando truena, hoy es el día de la Constitución española del 78, de la que básicamente nos acordamos cada año por estas fechas. Y si es más a menudo, suele ser porque algunos exteriorizan en forma de truenos, su rebeldía frente a ella. No habrá muchos países en los que la celebración adquiera tintes tan solemnes, seguramente por la juventud de que disfruta; sólo 31 años de vigencia a sus espaldas aún no nos han permitido metabolizar en nuestro ADN colectivo la confianza y cercanía suficientes. Aún así, a pesar de esta solemne distancia y rigidez con la que tratamos lo que no es más, aunque tampoco nada menos, que nuestra carta de compromiso de convivencia como ciudadanos de España, el viernes como un ligero soplo de aire fresco, se vivió en el Congreso de los Diputados una sesión dedicada a la lectura compartida del articulado de la Carta Magna. Entre artistas y futbolistas famosos (referentes sociales escogidos por el mediático presidente de la Cámara), se concedió a unos cuantos ciudadanos de a pie la oportunidad de leer algunos de sus preceptos y aunque a la presidenta en funciones en ese momento, no le gustara que un par de ellos se salieran del guión y añadieran ciertos apuntes de su cosecha particular, éstos sirvieron para darle al acto más valor social que todo el resto de parafernalia conmemorativa. Diseñándolo él, no le hubiera salido mejor a Bono. Los dos jóvenes dieron fe, en la sede del Poder Legislativo, de los principios inherentes a cualquier régimen de libertades. La soberanía reside en el pueblo y cada ciudadano es igual a cualquier otro y libre de expresar su opinión sobre cualquier asunto, incluida la propia literalidad constitucional o la mayor o menor eficacia con la que ésta se aplica. Todos sometidos, a la vez que amparados, por el imperio de la ley Nuestra Constitución es joven aunque ya empiecen a faltarle algunos de sus padres, como Jordi Solé Tura, fallecido esta semana, uno de los que desde las posiciones teóricamente más extremas, supo hacer de la necesidad virtud y anteponer el interés general de los españoles, que merecíamos vivir en democracia y libertad, a sus posicionamientos ideológicos maximalistas. Fue su espíritu y el de muchos otros desde diferentes configuraciones del pensamiento, los que hicieron posible, en unos momentos de extraordinaria dificultad, que hoy seamos un país moderno, europeo y libre. Una nación con defectos de funcionamiento, con encajes no definitivamente resueltos, pero una nación mejor de lo que lo hayamos sido nunca a lo largo de nuestra dilatada historia común. Las constituciones no son inamovibles, es más, conviene para su fortaleza su revisión parcial cada cierto tiempo. Entre tanto, conviene para todos, prestarle lealtad a ella y a nosotros mismos. Lo dijo Cicerón, seamos esclavos de las leyes para poder ser libres.

miércoles, 2 de diciembre de 2009

Jueces y verdugos

Se llama Diego, pero podría llamarse de muchas otras formas. De hecho, en los últimos días, todos los que vieron, escucharon o leyeron la noticia de la que era protagonista, automáticamente le asignaron algún calificativo crudo, duro, inmisericorde. Yo lo hice; no conozco a nadie que no lo hiciera. Aunque no sirva de nada, aunque mis imprecaciones fueron siempre en silencio, hoy quiero pedir expresamente disculpas a Diego por haber sido injusto. Por haberle deseado toda suerte de males. Por ni siquiera pensar que podía existir algún mínimo resquicio de inocencia en él. Tras el fallecimiento de su niña, un periódico, qué importa cuál, publicaba: La niña de 3 años que resultó gravemente herida como consecuencia de los abusos, lesiones y quemaduras en Tenerife, murió en la noche de ayer. Ni un “presunto”, un “supuesto” o un “se sospecha”, se le escapó al redactor de turno. Directamente eran abusos, eran lesiones, eran quemaduras. Ninguna fuente oficial había confirmado la existencia de los mismos aunque, es verdad, tampoco ninguna había dicho lo contrario ni pedido silencio, cautela o prudencia. Vivimos en un país donde muchas noticias no nos las creemos y sin embargo prestamos toda la credibilidad a cualquier chisme, rumor o insidia de mentidero. Será porque las noticias cuando llegan a nosotros están completas, sólo nos queda aceptarlas o valorarlas, pero ahí se acaba nuestro protagonismo y como no hemos participado activamente en su creación desconfiamos, las despreciamos. El chisme no, ¡ay el chisme! eso ya es otra cosa. El chisme, la murmuración, el cotilleo, el enredo, el lío, la patraña, el cuento, el bulo, la falsedad, el rumor, la bulla, la habladuría, el infundio, la insidia, la novelería, el soniquete, nos encantan. El chisme nos permite ser protagonistas. Cogerlo tal cual llega y adornarlo, moldearlo, agrandarlo y volverlo a soltar corriente abajo. Se ha convertido en el complemento perfecto; a veces el brazo armado del que dicen es nuestro vicio nacional, la envidia. Hemos inventado la falacia de que el rumor es la antesala de la noticia y nos vanagloriamos cuando finalmente se confirma, ya sea de manera meramente aproximada; si ya te lo decía yo, repetimos como papagayos. Cuando termina en nada, guardamos dignísimo silencio, miramos para otro lado o, en el peor de los casos, nos escudamos en el “algo habrá”, variación de otro de nuestros favoritos, “cuando el río suena…” ¿Quién resarcirá a este inocente de su drama por partida doble? Fuimos jueces y verdugos. Si al menos sirviera para cambiar los hábitos de los “filtradores” de la justicia, la policía o la política. Si valiera para que los periodistas vocacionales de verdad (muchos están hastiados, otros han abandonado) volvieran a tomar las riendas de la información y la alejaran de tantos intereses, vasallajes y comodidades. Si todos aparcáramos la natural inquina y defendiéramos, sin excepciones, la presunción de inocencia…