domingo, 30 de julio de 2017

Habla Venezuela

He estado varias veces en la Venezuela de Chávez y Maduro. Conozco a empresarios, profesionales, políticos, funcionarios públicos y ciudadanos que viven allí, a otros que siendo venezolanos ya apenas visitan el país y a otros que hubieron de abandonarlo y no saben cuándo podrán volver. He tenido ocasión de conocer, reunirme, negociar y desarrollar proyectos con miembros de la administración venezolana -bolivariana, según la marca con la que Hugo Chávez invistió una revolución en la que muchos creyeron y que, como todas las revoluciones políticas, ha terminando tiñendo de terror las buenas intenciones de algunos de sus idealistas revolucionarios-.

Venezuela posee las mayores reservas petrolíferas del mundo, aunque su crudo no sea de tan buena calidad como el del mar del norte, el Golfo Pérsico o Nigeria. Aparte en su subsuelo se acumulan muy importantes reservas de gas y algunos de los minerales más demandados en el mercado o de mayor precio por el valor añadido de su aplicación en áreas de alta tecnología, incluido el oro. Por su ubicación, su climatología y recursos hídricos, es un territorio óptimo para el desarrollo de la producción agrícola. Suelo exponer, con menos exageración que admiración, que en cualquier punto de Venezuela tiras una semilla y seis meses después ha nacido una planta de la que puede estar comiendo una familia. Por último, desde el Caribe a la Amazonía, cada rincón de ese gran país es un recurso turístico en sí mismo.

Venezuela es hoy un buen ejemplo de que más que países ricos y pobres, existen países bien o mal administrados. Existen crecimientos económicos sólidos y equilibrados o de burbujas etéreas, coyunturales y crecimientos  en los que la llegada de dinero en grandes cantidades en un determinado momento, dispara la inflación y lo que debería enriquecer, termina empobreciendo a medio y largo plazo.

Quien no se ha detenido a leer lo que se ha escarbado por historiadores y economistas bajo la superficie, sigue sin explicarse cómo la España imperial del descubrimiento de América cayó en la mayor de sus crisis económicas y al hundimiento a partir de la llegada de barcos cargados con el oro y la plata de ultramar. Quien se aproxime sin más profundidad que la del mero espectador a la realidad socioeconómica de la Venezuela de hoy, no podrá entender la bancarrota absoluta en la que se encuentra uno de los países “más ricos” del planeta.

Venezuela demuestra una vez más y los venezolanos padecen, cómo la mezcla de populismo y comunismo, indefectiblemente termina sembrando el terreno más fértil de caos, miseria y destrucción (física y moral). A ello contribuyen quienes participan en el festín “llevándoselo en crudo” (convertido en divisas) y aquellos que, como algunos funcionarios públicos con los que he compartido trabajos y conversación y a los que respeto y admiro, entregan todo su esfuerzo y dedicación a cambio de un poco menos que inservible sueldo, en favor de un ideal, el fervor utópico en el que un día creyeron y del que hoy se ven apeados por la dura, cruda y contrastada realidad. 

El pueblo de Venezuela toma la palabra para reconquistar su destino y defenderse de quienes se han apropiado indebidamente de las esperanzas, ilusiones y recursos de su nación y del uso mismo de la palabra pueblo. Ánimo y suerte, hermanos.

domingo, 16 de julio de 2017

La piedra y el alma

Cuando era intención de la Junta de Castilla y León construir un centro de congresos en cada una de las capitales de provincia de la región, el entonces y actual presidente contactó con el alcalde de Zamora para solicitarle su opinión sobre cuáles serían los terrenos adecuados para ubicar el de esta capital. No sin cierto asombro recibió el mensaje de que mejor que un edificio de nueva planta era adaptar y rehabilitar el teatro de la Universidad Laboral. Esa misma mañana el presidente se trasladó desde Sayago, donde inauguraba una instalación de Sayagua, hasta Zamora para conocer el teatro del que le hablaban. Apenas entró en él, se alejó cualquier duda sobre la decisión a adoptar.

El siguiente paso fue una visita a Zamora del arquitecto navarro Patxi Mangado quien, conocedor de la importancia arquitectónica del inmueble, se hizo acompañar por el director de la cátedra de arquitectura Luis Moya, de la Universidad Politécnica de Madrid. Sobra decir que el proyecto les entusiasmó, aunque lo más importante fue escuchar cómo destacaron ambos la calidad arquitectónica de los proyectos de Moya, entre ellos el de Zamora y cómo, de haber nacido en otro país o incluso en España en cualquier otra época no marcada por el estigma del franquismo, el arquitecto tendría un reconocimiento al nivel del de los mejores arquitectos del planeta.

Por razones presupuestarias de la Junta y la llegada de la bíblica maldición de los años de vacas flacas, el proyecto quedó en agua de borrajas, apenas iniciada la construcción del edificio anejo al teatro. Así, una de las asignaturas pendientes de Zamora con respecto a su patrimonio, siguió a la espera de un día ser subsanada. Momento que parece haber llegado ahora y que esperemos no se trunque o retrase una vez más.

Dicho lo cual, el fin último de las cosas no solo está en que sean hechas, sino en que se hagan bien. El valor de los edificios radica en su calidad conceptual y constructiva, pero la elevación o deterioro de ese valor estriba también en el uso del que se dote a los espacios. El alma con el que se llenen los huecos que la piedra deja. En esto, Zamora y Castilla y León están en deuda con alumnos y profesorado del Conservatorio elemental y profesional de música, en el cual es infinitamente superior la calidad del alma que lo llena, que la de las decrépitas paredes e instalaciones que lo acogen. 

Zamora necesita unas instalaciones dignas, adecuadas, a la altura de las enseñanzas musicales y de los cientos de alumnos que cada curso construyen en él esa parte tan  históricamente arrinconada en España y tan radicalmente imprescindible para una sociedad más cívica, humana y humanista, como es la cultura. Aunque hoy los medios de comunicación y la política nos han acostumbrado a llamar cultura a manifestaciones de lo más variopinto -que en algunos casos apenas soportan el paso de unos pocos meses para ser olvidadas-, no todo es cultura. Sin ser usos excluyentes, la disyuntiva “centro cívico frente a Conservatorio” no solo es reduccionista e ideológicamente demagógica, sino profundamente injusta. Entre Mozart y la zumba la distancia no solo se mide en siglos.

domingo, 9 de julio de 2017

Ni olvido, ni perdón

Que veinte años no es nada, canta Gardel en su tango “Volver”. Sin embargo veinte años son mucho cuando aún no ha empezado la cuenta y vienen por delante, cargados de inquietudes, aspiraciones, expectativas y sueños. Son nada cuando al echar la vista atrás, en un solo segundo te ves en aquella fecha y el pasado se convierte en presente difuso, tamizado por la neblina del olvido, selectivo unas veces, inconsciente y azaroso otras. Son mucho cuando ese segundo de retroceso se empieza a llenar con los recuerdos de lo vivido, de las personas, los lugares y las circunstancias acaecidas, las batallas ganadas y las guerras perdidas. 

Hablar de veinte años por sí solo puede no decir mucho cuando ya se acumula más del doble desde la inscripción en el registro civil. Pero hablar en 2017 de 1997, y de este mismo mes de julio es hacerlo del día en el que fue asesinado Miguel Ángel Blanco. Un chaval joven, concejal de un pueblo pequeño, sobre el que recayó la vesania de esos hijos de la gran puta universal que es el terror totalitario.

Tres grandes delitos había cometido Miguel Ángel, creer en la democracia y la libertad, amar y querer hacer cosas por su pueblo y estar en ese punto exacto en el que la conjunción de los astros hace que la moneda lanzada por los dedos del destino caiga del lado de la cruz. 

La Guardia Civil había liberado de su atroz cautiverio de casi dos años al héroe involuntario Ortega Lara. Después de la euforia de la borrachera llega la resaca, había augurado otro hijo de la misma gran puta que es el ansia de sangre y el desprecio por la vida de los otros. Fue otro concejal, un cerdo (con perdón para tan magnífico animal por utilizar su nombre) que ahora escribe poemas desde una celda, el que dio la información necesaria y ayudó en el secuestro que condujo a lo que, mejor que de ninguna otra manera, fue llamado asesinato a cámara lenta, perpetrado por dos hombres y una mujer, sin que merezcan tales nombres. 

Aquel mes de julio España se unió, los españoles de bien nos abrazamos en confraternidad y dolor con independencia de ideologías. Mientras vi como Andrés, un gran tipo de Izquierda Unida, golpeaba, cabeza y puños contra una pared en la sede de aquel verdadero PP y sollozaba “mi madre que en su vida votará a la derecha, lleva dos días llorando”, los mal nacidos también se abrazaron entre ellos, unos brindando con ácido “txakoli” por el olor de la sangre y otros con vino caro a la vez que marcaban la estrategia para evitar que la reacción ciudadana los arrastrara al abismo de la justicia y de la historia a ellos y su hipocresía. 

Aunque algunas cosas empezaron a cambiar aquel día, lo peor es que es solo uno más en la lista de mil que causó el nacionalismo vasco a través de ETA. Mil víctimas para las que efectivamente veinte años ya no son nada. Ni olvido, ni perdón.

lunes, 3 de julio de 2017

¡Sed rebeldes!

Cuando hace ya veintiún años dejé la secretaría general de Nuevas Generaciones del Partido Popular de Zamora terminé mi intervención ante el congreso de la organización diciéndoles al centenar de jóvenes allí concentrados: ¡Sed rebeldes, sed reivindicativos, sed vanguardia! De entre los que entonces aplaudieron y creyeron en aquellas palabras, solo una minoría han transitado por el camino de la política en algún momento durante estas dos décadas. De ellos, algunos han sido aquello que les pedí (quizás por eso pocos continúan), otros han ido por el camino de la comodidad del estatus una vez alcanzado, lo mullido del sillón y la placidez de dejarse llevar por la inercia de la corriente. Uno no siempre acierta al pronosticar o al elegir a quienes piensa que pueden ser los más adecuados en un momento o circunstancia.

No somos los zamoranos un ejemplo paradigmático  de sociedad rebelde, reivindicativa y de vanguardia. Salvo no menos honrosas que muy escasas excepciones, no destacan los grandes zamoranos de los últimos siglos por tales cualidades. Sin embargo ese optimismo (ya saben, la cualidad del realista mal informado) en el que me gusta militar, me anima a querer ver brotes verdes en ciertos movimientos que se perciben socialmente. Son solo pequeños indicios, no una marea generalizada, pero el mayor de los fuegos puede nacer de la más pequeña de las chispas.

Es pronto para atreverse a postular que este sea, quizás por desesperado, el momento en el que empiece a caer el velo de la estupefacción que mantiene cegada a Zamora mientras se desangra, disipa o difumina. Llevo tiempo buscando el término que más adecuadamente defina nuestra situación como sociedad. Resignación está muy manido y ha podido servir durante tiempo, pero hoy en día creo que no hay otro que mejor nos vaya que “estupor” o “estupefacción”, que define la RAE como “disminución de la actividad de las funciones intelectuales, acompañada de cierto aire o aspecto de asombro o de indiferencia”.

Al contrario de lo que ocurre en el campo de batalla y en algunos momentos vórtice de la historia, nos hemos acostumbrado a que en primera fila de casi cualquier acto social esté la resistencia y no la vanguardia que, paradójicamente, hay que buscarla en filas más retrasadas o fuera del salón. Sin embargo últimamente surgen manifestaciones agitadoras de conciencias, valientes y sensatas, de cualificados zamoranos, con trayectorias pegadas al esfuerzo y al conocimiento de nuestra realidad socioeconómica.

El Zamora 10 promovido y patrocinado por Caja Rural o las intervenciones cada vez con menos ambages de los representantes empresariales como el presidente de la Cámara de Comercio hace unos días, trasladando un sentir generalizado entre sus asociados y cuestionando la “actividad” política e institucional, son incipientes pero importantes llamas.  Y entre ellas me quedo con las crudas, descarnadas y justas palabras de José Luis Calvo Rosón, ex gerente de GAZA y premio de la Cámara de Comercio a toda una vida de dedicación empresarial. Palabras que ya se recogían el viernes en estas mismas páginas y cuya lectura recomiendo, en una intervención que terminó con la recomendación “sed creativos, sed rebeldes”.