domingo, 29 de agosto de 2021
La democracia aparcada de Guarido
domingo, 22 de agosto de 2021
Talibanes de aquí
domingo, 15 de agosto de 2021
Cincuenta sombras
Dice el delegado del Gobierno de España en Castilla y León que tenemos que darnos con un canto en los dientes los castellano-leoneses porque nos van a otorgar más de cincuenta millones para mejorar nuestras telecomunicaciones y así reducir las zonas de sombra en el acceso a Internet. Y a eso lo llama discriminación positiva. En la misma mañana en que se aprobaban 1.700 millones de Euros para mejorar otras comunicaciones con la ampliación del aeropuerto de El Prat en Barcelona, alguien debió retar al delegado gubernamental a ver si era capaz de convertir las migajas insultantes en “discriminación positiva”. Recibir el reto y decir “sujétame el cubata” debió ser todo uno.Otro gobierno, el de Castilla y León se queja del maltrato, pero lo hace con el temor reverencial que impide levantar la voz más allá de un lamento arrastrado. Como el mal jugador de mus acostumbrado a envidar a chica a modo de consuelo tras dejarse llevar una y otra vez la grande por falta de coraje para pelearla. La comunidad autónoma con mayor superficie de Europa, más grande que Portugal, pero con densidad de población similar a Mauritania, sigue sin saber plantarse ante el gobierno de la nación para exigir el trato, no ya privilegiado sino meramente compensatorio, que necesita. Más bien todo lo contrario, salvo quejas esporádicas y planas, a modo de autoprotección, la palabra que más llena la boca de nuestros dirigentes es la de lealtad institucional. Como si eso no tuviera que ser recíproco. Como si no estuviéramos hartos a ver en nuestra región y especialmente en provincias como Zamora, que somos siempre los perdedores en cualquier reparto de fondos, o a la hora de primar el número de habitantes y no las necesidades aún pendientes de cubrir para cada uno de los ciudadanos de la comunidad.El problema de los menos poderosos no es que lo sean sino que se vendan por medio plato de lentejas a cambio de las migajas que de vez en cuando les dejan llegar. O ni siquiera se vendan, sino que se entreguen por temor al conflicto con el que es más fuerte. Solo así se puede entender que la Cataluña desleal, independentista, segregacionista, siempre beneficiada por la política española, da igual en qué régimen y bajo qué gobierno, siga llevándose la parte del león en el asalto al presupuesto común. Mientras, en regiones como la nuestra, callamos o nos lanzamos contra Madrid porque decidió defender a sus habitantes y su economía, cuando aquí nos cerrábamos y encerrábamos a la sombra. O porque crece económicamente con políticas liberales y de competitividad fiscal, dentro del orden común, mientras otros como País Vasco y Navarra nadan en la abundancia gracias a unos privilegios conservados del pasado foral y feudal o Cataluña despilfarra en chiringuitos independentistas porque al final se lo pagamos los de Sayago, Aliste y Sanabria, aunque no tengamos ni Internet.Será que son así nuestro unamuniano sentimiento trágico de la vida o nuestra pertinaz resignación. Será que mientras a otros les dan las luces nosotros nos conformamos con las sombras. O sea, que nos zurran y nos gusta.
domingo, 1 de agosto de 2021
De espaldas a los ciudadanos
La imagen del gobernante cómodamente encerrado en su torre de marfil, desde la cual observa al pueblo envuelto en sus cuitas y vicisitudes, lejos de ser un simple mito viene a representar, de manera gráfica, un comportamiento político mucho más habitual de lo que nos cuentan o de lo que la generalidad de ciudadanos perciben. Por supuesto es signo característico de las dictaduras, más cuanto más populista, o popular, se declare el régimen. Todo para el pueble pero sin el pueblo. Aunque tampoco deja de ser habitual entre los gobernantes democráticos de todo pelaje y condición.
Cuando los políticos son así, cualquier ocasión es buena para dar una vuelta más al cerrojo que los protege tras la puerta. Especialmente propicios son, sin embargo, los momentos de emergencia, como la de los últimos meses provocada por la pandemia Covid. Así lo vemos, con un comportamiento que sería perfectamente justificable o meramente anecdótico de no ser por lo generalizado y lo extendido en el tiempo. Me estoy refiriendo a la perpetuación casi insultante de la celebración de los plenos de las corporaciones locales mediante conexiones virtuales y no de manera presencial en el salón de plenos de cada una de las instituciones.
No hay ninguna razón objetiva para que los plenos de los ayuntamientos de Zamora (con alcalde de Izquierda Unida), Benavente (PSOE), Toro (con alcalde apartado del PSOE) y Diputación (con gobierno coaligado de Ciudadanos y PP) sigan sin haber vuelto a celebrarse de forma presencial mientras el conjunto de la sociedad hace muchos meses que desarrolla sus actividades, acompañadas de medidas de protección pero con criterios de normalidad.
Sí hay, al menos, tres razones subjetivas, cada una de ellas peor que la anterior, para justificar tal perpetuación en la anormalidad. El aprovechamiento para fortalecer el comportamiento despótico, que tanto gusta a alcaldes como Francisco Guarido o Luciano Huerga, de las ventajas que les otorgó la situación sanitaria para evitar el control de su acción política, es una de ellas y conlleva la limitación de la posibilidad de crítica de la oposición a la acción de gobierno. La segunda tiene que ver con la práctica eliminación de la participación directa de los ciudadanos y los representantes sociales y vecinales a la hora de poder expresar su opinión en los asuntos más conflictivos, como el caso de la irregular, y parece que ilegal, modificación de la ordenanza de la ORA en la capital para tratar de arreglar una adjudicación tan económicamente inviable como lo son la de la recogida de residuos o el mantenimiento de los jardines o lo ha sido reiteradamente la de la eterna y absurda obra del antiguo Banco de España.
Una tercera razón viene del aletargamiento de los miembros de la oposición, acomodados en el asiento institucional y más pendientes de las cuestiones de partido y su continuidad futura que de promover la defensa de los ciudadanos en esta provincia que se desangra a marchas aceleradas. Solo así se concibe que la oposición no se plante y exija que los plenos sean como tienen que ser y como son en los parlamentos nacional y autonómicos. Cierto es que no nos sorprende. Así nos luce el pelo.