domingo, 29 de agosto de 2021

La democracia aparcada de Guarido

Nunca como hasta este mandato habíamos escuchado, además de forma tan reiterativa, a un alcalde basar el argumento fundamental para rechazar cualquier crítica a su gestión en que los ciudadanos le otorgaron hace dos años la mayoría absoluta. Ningún alcalde tuvo la desfachatez de responderle a Guarido cuando estaba en la oposición en esos términos y no es que fuera poco el tiempo que estuvo quien lleva estos últimos 6 años rigiendo los destinos de la capital tras convertir la política en su medio de vida desde hace décadas. Ningún alcalde se permitió antes -ni permitió a sus concejales- decirle a los ciudadanos que como éstos le dieron esa mayoría absoluta lo que tienen que hacer es callar y aplaudir. Que en eso consiste la democracia según su doctrina social y personal.

El comportamiento se repite cada vez que alguien desde la oposición municipal critica; cada vez que algún funcionario advierte de ilegalidad en las actuaciones; cada vez que algún representante de los agentes sociales o vecinales pide diálogo ante decisiones controvertidas y cada vez que los vecinos de Zamora, individualmente o de forma colectiva, le piden que desista de algún proyecto o cambie alguna pretensión del equipo de gobierno municipal. Para Guarido, y lo manifiesta con claridad  -lo cual al menos es de agradecer- y contundencia, el diálogo de la sociedad con su regidor debe limitarse al encuentro cada cuatro años a través de las urnas. Y si alguien se atreve a decirle que eso le parece escaso y no democrático probablemente en su fuero interno pensará “no sé de qué os quejáis, si hace no tanto aceptabais a un dirigente con el que el diálogo se hizo esperar cuarenta años”.

Por poner solo el último ejemplo, esa está siendo la única respuesta que reciben los vecinos de Zamora que se oponen a la extensión de la regulación para el cobro del aparcamiento a zonas no contempladas en el contrato con la concesionaria, en las que no parece que se cumplan los requisitos para los cuales nace la O.R.A. y contra la que se han manifestado masivamente en contra los vecinos de la zona, los representantes vecinales de todos los barrios de Zamora y los más de dos mil zamoranos que lo han ratificado con su firma.

Sin entrar en este momento al detalle de si esa ampliación tiene algún sentido más allá de tratar de arreglar económicamente otro contrato mal adjudicado (y van… todos), si hay un puesto político que no se concibe sin el diálogo permanente entre el político y la sociedad a la que representa es el de alcalde. La administración más cercana al ciudadano y la más suya -hasta en el propio nombre, que etimológicamente significa “acción y efecto de reunirse”- es el ayuntamiento. Así que señor Guarido, reúnase con los vecinos, pise la calle, trabaje un poco más por el progreso de una ciudad ahora mismo más abandonada de lo que lo haya estado en décadas y, aunque eso le haga ser menos franco con sus convicciones, abra la Casa de las Panaderas al diálogo y al debate. Por el bien de Zamora y los zamoranos.


domingo, 22 de agosto de 2021

Talibanes de aquí

Reproduzco algunos comentarios leídos en los últimos días en redes sociales: “Soy feminista, no soy detractora del hombre para nada, soy defensora de los derechos de la mujer, que es diferente” (frase que en el perfil “Justicia Divina” se atribuye a Rocío Jurado). “Si te igualan la violación al piropo, cómo no van a igualar el burka a poner pendientes” (perfil “mescojono”). “Una de estas dos civilizaciones tiene un machismo real, brutal, generalizado y sin oposición, que aterroriza a la mujer. En el otro existe una oposición enorme e institucional hacia un presunto machismo que no existe pero sirve para que muchos y muchas vivan del cuento” (nombre del perfil, “Capitán Bitcoin” y añade dos fotos, en la primera una pareja occidental, la mujer subida a la espalda del hombre y abrazada a él mientras ambos ríen cómplices; en la segunda varias mujeres musulmanas vestidas completamente con yihab negro solo con franja para los ojos, las muñecas atadas y unidas por una cuerda que sujeta un hombre).

Las redes sociales, mucho menos los perfiles anónimos, no representan los mejores criterios de autoridad pero, por la libertad con que pueden expresarse, sirven para poner el foco en aquellos aspectos en que la mortal corrección política no se atreve pese a estar en el día a día del pensamiento de la gente. Y si hay dos ámbitos en los que estamos llegando a los límites máximos del absurdo son el de la falacia del “encuentro intercultural” que en realidad, en esta como en otras ocasiones, es el encuentro entre distintas etapas del proceso de civilización y humanización por el que la especie humana va avanzando desde nuestra aparición sobre la tierra y el del proceso social y cultural de equiparación en derechos, libertades y autonomía de la mujer con respecto al hombre. Esto es, que lo que la naturaleza crea igual, lo sea también socialmente.

La derrota de la civilización ante la barbarie, por coyuntural que ésta sea, que supone el control de Afganistán por los islamistas talibanes ha puesto sobre la mesa la gran contradicción de quienes utilizan la lente de aumento para agrandar hasta el esperpento aquellos aspectos en que en Occidente y en España misma, la equiparación en derechos y oportunidades no es aún total entre hombres y mujeres. Ahí caen en la intolerancia, el ridículo y la exageración sin límites, tetas al aire, “performances” sangrientas para llamar asesino al hombre; a todos los hombres, por el hecho de serlo e invención de neolenguas con el que distinguirse como la raza aria de un feminismo que ya no es defensa de la mujer sino otra cosa. 

Cuando por el contrario ponen la lente reductora en las abismales diferencias entre hombres y mujeres, entre musulmanes e infieles, entre barbarie y civilización o se callan o incluso alaban supuestas bondades de los moderados que matan menos o esclavizan más confortablemente, demuestran su fanatismo e intolerancia de progresistas de pacotilla, de igualitaristas de carnet, que ponen su servidumbre a la secta del pensamiento totalitario por delante del respeto a los derechos humanos, comenzando por el derecho a la vida, a la libertad y a la dignidad personal, nazcas con el sexo que nazcas, habites en el lugar del planeta que habites, practiques o no la religión que te dé la gana. 


domingo, 15 de agosto de 2021

Cincuenta sombras

Dice el delegado del Gobierno de España en Castilla y León que tenemos que darnos con un canto en los dientes los castellano-leoneses porque nos van a otorgar más de cincuenta millones para mejorar nuestras telecomunicaciones y así reducir las zonas de sombra en el acceso a Internet. Y a eso lo llama discriminación positiva. En la misma mañana en que se aprobaban 1.700 millones de Euros para mejorar otras comunicaciones con la ampliación del aeropuerto de El Prat en Barcelona, alguien debió retar al delegado gubernamental a ver si era capaz de convertir las migajas insultantes en “discriminación positiva”. Recibir el reto y decir “sujétame el cubata” debió ser todo uno.

Otro gobierno, el de Castilla y León se queja del maltrato, pero lo hace con el temor reverencial que impide levantar la voz más allá de un lamento arrastrado. Como el mal jugador de mus acostumbrado a envidar a chica a modo de consuelo tras dejarse llevar una y otra vez la grande por falta de coraje para pelearla. La comunidad autónoma con mayor superficie de Europa, más grande que Portugal, pero con densidad de población similar a Mauritania, sigue sin saber plantarse ante el gobierno de la nación para exigir el trato, no ya privilegiado sino meramente compensatorio, que necesita. Más bien todo lo contrario, salvo quejas esporádicas y planas, a modo de autoprotección, la palabra que más llena la boca de nuestros dirigentes es la de lealtad institucional. Como si eso no tuviera que ser recíproco. Como si no estuviéramos hartos a ver en nuestra región y especialmente en provincias como Zamora, que somos siempre los perdedores en cualquier reparto de fondos, o a la hora de primar el número de habitantes y no las necesidades aún pendientes de cubrir para cada uno de los ciudadanos de la comunidad.

El problema de los menos poderosos no es que lo sean sino que se vendan por medio plato de lentejas a cambio de las migajas que de vez en cuando les dejan llegar. O ni siquiera se vendan, sino que se entreguen por temor al conflicto con el que es más fuerte. Solo así se puede entender que la Cataluña desleal, independentista, segregacionista, siempre beneficiada por la política española, da igual en qué régimen y bajo qué gobierno, siga llevándose la parte del león en el asalto al presupuesto común. Mientras, en regiones como la nuestra, callamos o nos lanzamos contra Madrid porque decidió defender a sus habitantes y su economía, cuando aquí nos cerrábamos y encerrábamos a la sombra. O porque crece económicamente con políticas liberales y de competitividad fiscal, dentro del orden común, mientras otros como País Vasco y Navarra nadan en la abundancia gracias a unos privilegios conservados del pasado foral y feudal o Cataluña despilfarra en chiringuitos independentistas porque al final se lo pagamos los de Sayago, Aliste y Sanabria, aunque no tengamos ni Internet.

Será que son así nuestro unamuniano sentimiento trágico de la vida o nuestra pertinaz resignación. Será que mientras a otros les dan las luces nosotros nos conformamos con las sombras. O sea, que nos zurran y nos gusta.


domingo, 1 de agosto de 2021

De espaldas a los ciudadanos

La imagen del gobernante cómodamente encerrado en su torre de marfil, desde la cual observa al pueblo envuelto en sus cuitas y vicisitudes, lejos de ser un simple mito viene a representar, de manera gráfica, un comportamiento político mucho más habitual de lo que nos cuentan o de lo que la generalidad de ciudadanos perciben. Por supuesto es signo característico de las dictaduras, más cuanto más populista, o popular, se declare el régimen. Todo para el pueble pero sin el pueblo. Aunque tampoco deja de ser habitual entre los gobernantes democráticos de todo pelaje y condición.


Cuando los políticos son así, cualquier ocasión es buena para dar una vuelta más al cerrojo que los protege tras la puerta. Especialmente propicios son, sin embargo, los momentos de emergencia, como la de los últimos meses provocada por la pandemia Covid. Así lo vemos, con un comportamiento que sería perfectamente justificable o meramente anecdótico de no ser por lo generalizado y lo extendido en el tiempo. Me estoy refiriendo a la perpetuación casi insultante de la celebración de los plenos de las corporaciones locales mediante conexiones virtuales y no de manera presencial en el salón de plenos de cada una de las instituciones.


No hay ninguna razón objetiva para que los plenos de los ayuntamientos de Zamora (con alcalde de Izquierda Unida), Benavente (PSOE), Toro (con alcalde apartado del PSOE) y Diputación (con gobierno coaligado de Ciudadanos y PP) sigan sin haber vuelto a celebrarse de forma presencial mientras el conjunto de la sociedad hace muchos meses que desarrolla sus actividades, acompañadas de medidas de protección pero con criterios de normalidad.


Sí hay, al menos, tres razones subjetivas, cada una de ellas peor que la anterior, para justificar tal perpetuación en la anormalidad. El aprovechamiento para fortalecer el comportamiento despótico, que tanto gusta a alcaldes como Francisco Guarido o Luciano Huerga, de las ventajas que les otorgó la situación sanitaria para evitar el control de su acción política, es una de ellas y conlleva la limitación de la posibilidad de crítica de la oposición a la acción de gobierno. La segunda tiene que ver con la práctica eliminación de la participación directa de los ciudadanos y los representantes sociales y vecinales a la hora de poder expresar su opinión en los asuntos más conflictivos, como el caso de la irregular, y parece que ilegal, modificación de la ordenanza de la ORA en la capital para tratar de arreglar una adjudicación tan económicamente inviable como lo son la de la recogida de residuos o el mantenimiento de los jardines o lo ha sido reiteradamente la de la eterna y absurda obra del antiguo Banco de España.


Una tercera razón viene del aletargamiento de los miembros de la oposición, acomodados en el asiento institucional y más pendientes de las cuestiones de partido y su continuidad futura que de promover la defensa de los ciudadanos en esta provincia que se desangra a marchas aceleradas. Solo así se concibe que la oposición no se plante y exija que los plenos sean como tienen que ser y como son en los parlamentos nacional y autonómicos. Cierto es que no nos sorprende. Así nos luce el pelo.