En los días previos, los periódicos decían que iba a ocurrir lo contrario de lo que finalmente decidieron las urnas y decían también que a los andaluces les preocupaba mucho la corrupción, se supone que porque están en contra de que campe por doquier en el funcionamiento de una administración que lleva 30 años ininterrumpidamente en las mismas manos, agendas y bolsillos.
Parecía, una vez más craso error, que los votantes decían la verdad al ser encuestados y que apostaban mayoritariamente por la necesidad de la catarsis. Renovar a los inquilinos en los palacios institucionales, abrir las ventanas, cambiar el aire viciado al que, de manera casi inevitable, conducen estancias tan prolongadas en el poder. En lo económico, sólo en el caso de los ERES fraudulentos se dirime judicialmente la desviación de tantos millones de euros que pasados a pesetas parecen cifra imposible. En lo social, lo ético, lo estético, otro tanto se puede decir de los veinticinco mil de cocaína al mes o de las madres, padres, hermanos y esposos subvencionados y pensionados de por vida por pertenecer a la plantilla de empresas a las que nunca hasta su extinción pertenecieron.
Todo demócrata reprueba la corrupción, pero de entre los
corruptos, sólo a los adversarios. En Andalucía, como en el resto de España,
importa más el hecho de que sean “de los nuestros”, en cuyo caso lo mejor es mirar
para otro lado.
La más alta tasa de paro de nuestro país, en todos los
rangos de edad, sexo o grupo de actividad económica, parecía ser también
argumento de suficiente relevancia como para contrarrestar la fuerza de la
inercia que dan más de tres décadas de continuismo. Pero no lo fue. La alternativa era lo que de
todos modos va a ser, no para los que se lo llevan en crudo, sino para los
demás, sacrificio, esfuerzo, recortes de prestaciones sociales. Pagar aquello
que aún debemos y aquello que se va incorporando.
Y eso, ahora que empieza la primavera, se ha hecho
demasiado cuesta arriba para quienes tenían en su mano la decisión. No
sorprende, ya más veces lo hemos visto, tantas son las ocasiones en que ante la
certeza de lo que ha de pasar, la mayoría prefieren mirar para otro lado,
silbar al viento y hacer como si fuera posible desentenderse de lo que ya llegó
y de lo que está por venir.
Y mientras Andalucía decidía, Cataluña daba un paso más;
palabras pero qué importantes son las palabras. Nacionalidad, País, Nación,
Estado. Ambiguo para quien lo quiere ver todo ambiguo, aunque nítido,
premeditado, concienzudo, estudiado. Una consecuencia de tantos momentos en que
quienes no deberían hacerlo optaron por mirar para otro lado.