La esquizofrenia colectiva
es un cúmulo de circunstancias sociales que llevan al caos y la improvisación. Un
caos que, de puro patético, suele resultar hasta divertido. España vive gravemente
inmersa en plena crisis esquizoide. O más que España, sus más altas
instituciones, porque el conjunto de los españolitos bastante tienen con
intentar salir adelante cada día. En la más alta de las instituciones, con la
abdicación del Rey, estamos completando un completo catálogo de estupideces. No
por la abdicación en sí sino por cuanto la está rodeando.
Esquizofrenia es mantener
un régimen de monarquía parlamentaria pero querer camuflarlo como si de otra
cosa se tratara. Sólo así se entiende que la abdicación, que es un acto
personalísimo, unívoco e intransferible del monarca se rodee de una
parafernalia absurda y artificial. No es normal que quien dé cuenta de la misma
no sea el propio Rey sino el presidente del Gobierno.
Menos aún que nuestros
Diputados voten sobre ello. Desde el mismo instante en que el Rey firmó su
abdicación, dejó de ser Rey y eso ni siquiera es algo revocable por lo que aún
no sé qué es lo que sus señorías votaron (demostrando una vez más que la
inmensa mayoría son perfectamente prescindibles o sustituibles por un cartón
troquelado). Desde luego no la ratificación de la abdicación porque eso no
correspondía como bien han expuesto en los últimos días los mejores constitucionalistas
de este país, algunos académicos de la lengua y cualquiera con un mínimo de
conocimiento y sentido común.
Perplejidad suscita
también que a la coronación o entronización del heredero, que eso es lo que se
va a producir, se la convierta casi en un acto clandestino. Imagino que para no
ofender a los antimonárquicos. Como si eso fuera a servir de algo. No, lo que
ocurre es que la hipocresía está tan acendrada en nuestro código genético
colectivo que decimos que queremos monarquía pero no podemos mostrarnos
orgullosos de ella, igual que tenemos Constitución pero tampoco podemos
defenderla con las armas que ella misma establece, frente a los ataques cada
vez más desaforados y escandalosos a los que se la somete por los
independentistas.
Por último, que no será lo
último, sólo cuando desde algunos medios muy concretos se ha forzado, se ha
decidido que el nuevo Rey haga un mini recorrido por cuatro calles de Madrid. La
austeridad está para otras cosas. ¿O es que aquí sólo se pueden celebrar los
éxitos deportivos?
Monarquía o República son
válidas, pero mientras no lo cambiemos por cauce y mayoría adecuados, la
primera es la que rige porque así lo ratificaron los españoles en el 78 de
forma unánime. Como estoy orgulloso de ello y del progreso que, a pesar de los
pesares nos ha traído y como me voy calentando mientras escucho, brutales, los
acordes de la guitarra de Jimi Hendrix, sin que me dé la gana pedir perdón a
nadie, escribo: ¡Viva España!¡Viva nuestro Rey Felipe!