domingo, 24 de febrero de 2019

Abogados de oficio

Uno de los pilares básicos de nuestro Estado de Derecho es el de la garantía de acceso en condiciones de igualdad a la justicia. A su vez uno de los pilares básicos que garantizan ese acceso es la no existencia de barreras económicas que impidan al ciudadano la defensa ante los tribunales de sus legítimos intereses y sus derechos constitucionales. En términos más técnicos, uno de los artículos más importantes de nuestra vigente Constitución -en torno al cual pivota el cuerpo fundamental de la misma- es el 24, que consagra el derecho “fundamental” (y universal) a la tutela judicial efectiva, esto es, a obtener la protección de jueces y tribunales en todo momento y frente a cualquier tipo de abuso de un tercero o de la Administración.

Ocurre con frecuencia, bien lo sabemos en España, que son precisamente aquellas cuestiones que por esenciales nos resultan obvias, las que a la hora de la verdad se encuentran más abandonadas en su concreto desarrollo. Es cierto que en esta materia la propia Constitución incide al postular que la justicia será gratuita cuando así lo disponga la ley y, “en todo caso, respecto de quienes acrediten insuficiencia de recursos para litigar”. Pero como una cosa es el fuero y otra el huevo, los derechos, las libertades y las garantías son papel mojado cuando no se ponen los medios para darles cumplimiento.

Conviene por ello recordar que son muchos y muy importantes los procedimientos en los que la presencia del abogado es imprescindible, tanto por disposición legal como por cumplimiento de las garantías constitucionales de protección de los derechos fundamentales que afectan en numerosas ocasiones a los más desfavorecidos de la sociedad, no solo en asuntos de trascendencia económica o patrimonial sino, en la mayor parte de los casos, relativos a los derechos básicos a la libertad, la dignidad y la protección personal.

Como en otras provincias, los abogados del llamado turno de oficio, que voluntariamente se ponen a disposición de la Administración de justicia y, por lo tanto, de aquellos administrados que por su escasez de medios económicos pueden acogerse al beneficio de la justicia gratuita y del abogado de oficio, han convocado acciones de protesta y reclamación no solo absolutamente justificadas sino, probablemente, inevitables para la mejor defensa los derechos de sus potenciales defendidos. 

Son sangrantes la desatención del Ministerio de Justicia, la ausencia de condiciones dignas para el ejercicio de esta actividad, la falta de servicios y reconocimiento apropiados y de unas retribuciones adecuadas que, por otro lado, llegan al letrado cuando este ya ha tenido que anticipar tanto su trabajo personal como los medios técnicos y económicos de su despacho. 


No se trata de corporativismo o cuestiones que afectan a un determinado oficio como si de un compartimento estanco se tratara, sino a la raíz misma de nuestra convivencia, la pretensión irrenunciable a la igualdad ante la ley.

domingo, 17 de febrero de 2019

28 de abril y siguientes...

La convocatoria a las urnas para el 28 de abril es una gran oportunidad para la estabilidad política en España pero no menos que un enorme riesgo de perpetuación de la inestabilidad y la parálisis de un país en el que la ley electoral prima de manera desproporcionada y absurda a quienes quieren romperlo.

Estamos ante un escenario tan sumamente incierto como probablemente igualado entre las diferentes fuerzas políticas nacionales, entre las dos grandes corrientes ideológicas y entre los distintos liderazgos, incipientes unos, cuestionados otros y necesitados de consolidación todos. En él deberían ponerse los medios y la reflexión para conformar un gobierno más pensado para el largo plazo que para la táctica a corto plazo a la que la política nos ha ido acostumbrando con el paso de los años en nuestra democracia.

Un gobierno para realizar cambios fundamentales en cuestiones que solo deben ser abordadas desde amplios consensos. Un gobierno más de concentración para construir las estructuras del futuro constitucional de España que de refuerzo de posiciones atrincheradas en el pasado y los personalismos. Un gobierno por lo tanto muy distinto a lo que llevamos viendo en los últimos años, en las últimas décadas, incluso.

El paso de un régimen bipartidista (falsamente bipartidista si tenemos en cuenta la influencia sistemáticamente decisiva de los partidos nacionalistas, pequeños en votos, grandes en peso específico de sus diputados para la aritmética parlamentaria) a un sistema basado en cuatro (apuntando ya a cinco) fuerzas políticas repartiéndose los votos, no ha sido aún entendido por los grupos que controlan el aparato de los viejos y, sorprendentemente, tampoco de los nuevos partidos.

Ahí viene el riesgo de parálisis, de que se enquiste la misma situación por la que triunfó la moción de censura contra Rajoy y que solo unos meses después ha hecho caer a Sánchez. El mismo riesgo que ya obligó a convocar dos elecciones consecutivas hace solo tres años. El mismo que lleva desestabilizando España y bloqueando Cataluña desde ya ni se sabe cuándo.


La pregunta es si tenemos los políticos que pueden hacer eso. Si Casado, Sánchez, Iglesias, Rivera y cerrando quinteto Abascal pueden hacerlo y si sus bases y votantes se lo exigirán o, cuando menos se lo permitirán. La pregunta es si los ciudadanos somos conscientes de que no son admisibles los juegos políticos cuando lo que está en juego es el futuro de todos. La pregunta es, por ello, no tanto qué va a pasar el día 28 de abril sino qué va a ocurrir en las semanas siguientes. Y en eso la responsabilidad ya no recae en nuestras manos como electores sino en la voluntad y decisión de los elegidos que, escaño arriba, escaño abajo ya sabemos (y ellos también) quiénes van a ser. ¿Estarán a la altura? Confiemos en que sí, y confiemos en todos porque España es demasiado diversa como para pensar que solo uno pueda tener, a día de hoy, la receta mágica.

domingo, 10 de febrero de 2019

A hacer puñetas

El centro de Madrid se llena hoy con españoles defendiendo la unidad de la nación. Los tres partidos que representan en el ámbito nacional el espectro político no vinculado a la izquierda emprendieron, solo minutos después de que se conociera el penúltimo gran y grave error de Sánchez con los independentistas catalanes, una carrera por liderar la reacción. Cada uno marcó su estrategia en ese juego de codazos-abrazos en el que la búsqueda del voto y el apoyo popular los tiene concentrados, y al final han confluido en la participación conjunta en esta manifestación.

El presidente del gobierno parece, desde la moción de censura y también antes en sus vicisitudes dentro de su partido, el “friki” que a los mandos de la videoconsola confunde la ficción con la realidad, mezcla lo que sucede a uno y otro lado de la pantalla y se aisla del mundo para no oír ni ver nada que esté más allá de su realidad virtual. Sea con el simulador de vuelo que ve en la cabina del hiperactivo “Falcon”. Sea con su particular concepción de la estrategia política que dicen desgrana en el libro recientemente presentado bajo su nombre “Manual de resistencia”. O sea con el juego imposible de tratar de mantener el equilibrio entre el imprescindible apoyo del independentismo para sustentar el gobierno que él encabeza y la necesidad de que su partido siga apareciendo ante el electorado de toda España como un ente independiente, nacional y no absolutamente dependiente de la respiración asistida que le otorgan Podemos e independentistas. 

Cierto es que el juego político, como ya nos descubriera Maquiavelo hace varios siglos permite al príncipe tensar cuerdas y retorcer gomas hasta límites insospechados sin que ello impida volver a la posición de partida cuando las circunstancias cambien o sea más conveniente a sus intereses personales. Pero cuando eso provoca que hasta los propios salten es que estamos no ante un líder sino ante un iluminado capaz de poner todo y a todos en riesgo ante el abismo porque piensa que sabe lo que hace a pesar de no estar viendo sino una ficción con apariencia de realidad.

Sorprende a quien no conoce el funcionamiento de los grandes partidos que las costuras internas no salten antes, con más fuerza y por muchos más sitios ante ciertos acontecimientos. Como ahora con Sánchez lo hemos visto antes con el despeñamiento del PP bajo el mando de Rajoy-Soraya-Maíllo, con los principios a medida de según de quién se trate de los de Podemos. O, y esto duele más de cerca, con la última patada autonómica de todos los partidos a Zamora. Incomprensible, cobarde y miserable, pone la guinda a tantas otras patadas con las que unos y otros nos dicen a los zamoranos la frase con la que el recientemente fallecido Miguel Martín tituló el libro con el que más he reído nunca y con el que más y mejor he visto reír: “Iros todos a hacer puñetas”. Aunque en este caso, maldita la gracia. 

domingo, 3 de febrero de 2019

Energía oscura

Leo en una reseña de contenido científico que se ha descubierto que el poder de la energía oscura aumenta a medida que el Universo envejece. Esto es, que esa energía -que ahora se sabe constituye aproximadamente el 70% de la “materia” de la que está compuesto el Universo- y que es la responsable de la expansión del Universo hace que esa expansión sea cada vez más rápida. Ahorro al lector repetir la explicación científica de todo esto y mucho más le ahorro una interpretación para la cual no estoy cualificado, pero me sugiere esa comprobación fáctica que tenemos cada vez que miramos hacia atrás en el tiempo: cada vez todo parece ir más deprisa.

No solo hablo de los avances científicos y tecnológicos, y de cómo los pasos fundamentales de la evolución humana que requerían de miles de años para consolidarse pasaron a necesitar siglos y luego décadas o simples lustros. También lo hago de la percepción íntima que los humanos tenemos a medida de que, como el Universo pero a nuestra escala, vamos envejeciendo, de que el tiempo transcurre más y más deprisa en cada uno de los años de nuestra vida.

Me cuenta una de mis hijas que enero se le ha hecho eterno y me enseña una curiosa sinfonía de comentarios subidos a Twitter y otras redes sociales por otros adolescentes y jóvenes afirmando eso mismo, que este mes que acabamos de dejar atrás ha parecido engullir no treinta y un días sino varios meses. Bendita edad, pienso para mí, aquella en la que aún percibimos que el tiempo transcurre con lentitud exasperante y estamos ansiosos por devorar vida. 

Tal vez sea cierto -cuanto más avanza la ciencia más parece acercarse precisamente a ese paradigma-, que todo en el Universo obedece a las mismas leyes, que no somos más que materia cósmica regida por un principio básico, fundamental y único y que nos iguala en el fondo con todo lo que nos rodea aunque nos diferencie en la forma.

Si se me permite el juego, provocador y nada científico, quizás solo somos energía oscura, más opaca en unos casos, más clara y brillante en otros. Energía oscura que va aprendiendo con el paso del tiempo, de la propia experiencia, de la de nuestros semejantes generación tras generación, de la herencia genética transmitida por milenios que va enriqueciéndose en cada una de las miles de millones de vidas individuales y que, de alguna forma, se integra y pone en común con todas las demás para dar el salto cuántico a la siguiente generación.


Hay muchas preguntas para hacernos pero una tiene respuesta incuestionable; como la  energía oscura del Universo, nuestro poder personal aumenta a medida que nuestra inteligencia envejece. Así funciona el Universo, así la inteligencia de la especie en su conjunto a lo largo de la columna vertebral de la historia, así cada uno de nosotros individualmente.