domingo, 29 de enero de 2017

Leones en el exilio

Entre las piezas alojadas en la sección de arte medieval europeo del Museo Metropolitano de Nueva York, que se aloja en “The Cloisters”, destaca un relieve de principios del siglo XIII que representa un león con una serpiente enroscada en sus patas. Esta pieza escultórica llegó allí procedente de la iglesia de San Leonardo en Zamora, en unos años, a principios del siglo pasado, en los que la valoración que se daba al arte y a la historia era muy diferente a la que se le da a día de hoy y el turismo como fuente de riqueza, progreso y desarrollo, algo que nadie podía imaginar por estas tierras, cuando resulta que hoy es casi la única a la que, razonablemente, podemos aspirar a corto y medio plazo.

Oímos reiteradamente los lamentos de que aquella obra saliera de Zamora, igual que ocurrió con otro relieve hermano que desapareció sin que del mismo se haya vuelto a tener noticia. Cuando el relieve del león fue tallado faltaban tres siglos para que la historia cultural de América del norte comenzara. No es extraño que allí sea una joya lo que aquí simplemente era considerado una pieza más. Desde entonces las cosas han cambiado y si Europa representa el esplendor de los siglos del pasado, la potencia americana domina culturalmente el presente y nos han demostrado que el marketing es el arma esencial para el triunfo. Aunque de lo uno y de lo otro no todos se han enterado, aún.

Como escribí hace unas semanas, sin sospechar que tan pronto habría de volver sobre ello, participé muy activamente en la negociación para la adquisición del llamado legado de León Felipe para la ciudad y la provincia de Zamora. Una colección integrada por más de 2.500 documentos que incluyen manuscritos, poemas sueltos inéditos, varios libros manuscritos y acabados, correspondencia del poeta tabarés con importantes intelectuales coetáneos, fotografías, grabaciones y otras pertenencias y documentos relativos al, junto con Lorca, más universal poeta español del siglo XX. 

Poeta y más que poeta, pues es uno de los más reconocidos emblemas del exilio  republicano español y el mejor lazo cultural entre España, Méjico, Estados Unidos, Israel y el pueblo judío en su conjunto. Renunciar a la habilitación de un espacio como “Casa-Museo”. No entender la proyección cultural y el potencial de atracción turística de la vinculación de la figura de León Felipe con esta Zamora del actual exilio económico y de las oportunidades, como sostiene ahora el gobierno municipal, solo puede partir de la suma de ignorancia, desidia y cortedad de miras. 

Entender el proyecto como argumento de divulgación del nombre del poeta y de su obra -más conocidos en el mundo que la propia existencia de Zamora- y no como recurso y fortaleza para la ciudad es como desconocer que The Cloisters es visitado cada día por miles de turistas europeos para ver allí piezas artísticas no mejores que las que ven cada día en sus ciudades y países de residencia. 

domingo, 22 de enero de 2017

Chispazo o electrocución

El precio de la electricidad en España es el más alto de todos los países de nuestro entorno situándose muy por encima de la media de los países de la Unión Europea. Esta circunstancia, lejos de atemperarse, se va haciendo cada vez más evidente a medida que la tarifa continúa incrementándose y batiendo récords. Si a esto unimos la opacidad de la factura que nos llega a casa, aun bajo la apariencia de pretendido desglose y transparencia, tenemos el terreno perfectamente abonado para que tirios y troyanos, periodistas en busca de impacto en la audiencia y espectáculo o políticos populistas, por lo tanto falsarios, puedan desfogarse atacando a las compañías eléctricas.

Es cierto que los operadores del mercado eléctrico integran un oligopolio -exceptuando al monopolio la peor de las formas de conformación de un mercado- en el que la libertad de elección del consumidor es raquítica y los márgenes para la libre competencia una mera fantasía. Pero no lo es menos que de todo lo que pagamos en el recibo de la luz apenas un tercio se corresponde con lo que las eléctricas nos cobran por la electricidad. 

Otro tercio se corresponde históricamente con otros elementos tales como las primas a las energías renovables, las ayudas al carbón nacional o como ocurrió durante 20 años, compensaciones por la paralización de las inversiones ya iniciadas en centrales nucleares afectadas por la moratoria nuclear del primer gobierno de Felipe González. Es decir, que las ayudas a la, económicamente no viable por sí misma, minería o a la burbuja artificial que en su momento se creó con las renovables, la estamos pagando usted y usted y yo en el recibo de la luz. Es decir, pagamos la cobardía política en unos casos, los caros caprichos de los gobernantes en otros y por último, la fuerza del lobby eléctrico, el único realmente poderoso en España, que siempre consigue que las leyes soplen a su favor y cualquier contingencia les sea compensada. 

Dentro de este segundo apartado se incluyen también los efectos de las pérdidas en el transporte desde el punto de generación hasta el de consumo final. En torno a un 18% se estima, pese a lo cual no se produce compensación alguna a aquellos consumidores de las zonas más cercanas a los centros de producción y sin embargo sí que usted y usted y yo asumimos en aras a la solidaridad entre regiones el coste de esas pérdidas y el sobrecoste del suministro a las islas.

Nos falta un último tercio que se corresponde a impuestos. Un curioso impuesto especial eléctrico y el IVA ordinario que grava no solo al primer tercio sino al segundo e incluso (aberración jurídica) al otro impuesto que compone este último tercio.

Claro que más fácil que explicar esto y prestarse a la crítica, es dejar que todos como marionetas disparemos nuestras inofensivos venablos contra las, por definición, malvadas eléctricas.

domingo, 15 de enero de 2017

Nadia

Cada día que pasa y con cada detalle que se nos desvela de ese truculento cuentagotas en el que se ha convertido el caso Nadia, más escabrosa resulta la realidad que ha rodeado a una víctima más del desnaturalizado comportamiento con el que no pocas veces nos asquea el ser humano. Aunque, lamentablemente, no nos sorprende demasiado por mucho que pongamos cara de asombro. Y es que hemos dado a lo largo de la historia y por todos los puntos del planeta, tantos miles de ejemplos que está más que demostrado todo lo peor de lo que somos capaces. 

Quizás la gran diferencia del presente con otros tiempos estriba en el efecto caja de resonancia que otorgan los medios de comunicación de masas y las redes sociales a cualquier noticia de esas que rápidamente prenden en el interés de la gente. Así, es evidente que culpables de lo que presuntamente ha sucedido solo son los padres de Nadia, por construir toda una maquinaria de enriquecimiento ilícito en torno a su hija y a la desgraciada eventualidad de una enfermedad poco común.

Pero que solo haya unos culpables no significa que no debamos auscultarnos como sociedad y determinar otros grados de responsabilidad en lo que ahora vamos descubriendo. Porque no se concibe el enorme alcance del elemento central del suceso, la captación mediante engaño de centenares de miles de euros que de buena fe han aportado miles de personas, empresas e instituciones sin la negligente pasividad de los poderes públicos que, al parecer, no han realizado ni el más mínimo control de veracidad contando, como cuentan, con la información médica en unos casos y la económica en otros, en un asunto en el que idas y venidas, hipotéticos viajes y supuestos tratamientos milagrosos o milagreros han estado expuestos casi a diario durante meses en todos los medios de comunicación.

Y este último aspecto es el siguiente a revisar y del cual aprender para sucesivas ocasiones. El papel de unos medios de comunicación en los que cada día parece existir la obligación de agrandar el impacto de cualquier historia a contar. En unos tiempos en los que para ciertas cosas la uniformidad en la corrección política llega a ser aplastantemente aburrida en interés del poderoso, para otras todo vale sin filtro, investigación o contraste. Así resulta que Nadia se ha convertido en anzuelo para la captación de audiencias por una enfermedad que no es tan rara, por unas necesidades de fondos que eran básicamente una estafa y por unos supuestos tratamientos falseados, cuando no directamente surrealistas. 

El escándalo no obstante pasará como el agua que lleva el río. Iremos a otros titulares y  fuegos de artificio. Quedará solo una víctima más. Un muñeco roto por unos padres monstruo, una sociedad absurda. Mejor para Nadia hubiera sido no alcanzar tan  a su costa la fama y que, como Ulises para huir del cíclope Polifemo, pueda pronto convertirse en “Nadie”.  

domingo, 8 de enero de 2017

Página tras página

Con la ingenuidad que caracteriza a la especie humana, simulamos que cambiar de año es pasar página en el libro que la vida nos va escribiendo a cada uno. Emblema de ruptura, de salto hacia adelante sin retorno posible. Cierre y apertura de dos capítulos casi independientes. Apenas, sin embargo, un punto y seguido o una humilde coma, y esto siendo benevolentes para con nosotros mismos y ese afán por compartimentar el tiempo como lo hacemos con el espacio, a pesar de la concreción de este y la intangibilidad de aquel.

El lenguaje, que procede de la inteligencia a la vez que da cauce a que esta se desarrolle, manifieste y socialice, utiliza la palabra hoja para aquellas que caen de los árboles, para las que nuestros dedos pasan en un libro y, en la mejor síntesis de ambas, para las que descolgamos del calendario. Yves Montand y tras él muchos otros cantaron la letra de Prévert de “Les feuilles mortes” en la que son otros dedos, los del rastrillo del tiempo, los que se llevan las hojas muertas. 

Había dejado para los primeros días del nuevo año dos lecturas pendientes que debo a la generosidad de sus artífices. La una, las páginas 357 a 368 del Anuario 2015 del Instituto de Estudios Zamoranos Florián De Ocampo (cuánto debemos los zamoranos a la labor del Instituto) escritas por Paula Hernández Alejandro y Jesús Hernández Rodríguez, que este último dejó en mi despacho hace unas semanas. Bajo el título “León Felipe, Camino de Tábara” extraen de los áridos documentos del protocolo notarial, con la minuciosidad del entomólogo y el terciopelo del amor a la tierra, la peripecia vital de la familia de León Felipe durante los años en que el padre ejerció de notario en Tábara, tres de los cuales (y no dos como hasta ahora sostenían los biógrafos) se corresponden con la infancia del universal poeta que aquí nació, aunque aquí nunca volvió: “Debí nacer en la entraña/ de la estepa castellana/ y fui a nacer en un pueblo del que no recuerdo nada”. 

Como quiera que desde que participé activamente en la consecución de los archivos de León Felipe, legado aún lamentablemente desaprovechado por las instituciones zamoranas, y especialmente en las conversaciones con la familia del ilustre tabarés y las negociaciones con Alejandro “Finisterre”, mi interés y cercanía a todo lo que tenga que ver con el autor de “Drop a star” aumenta exponencialmente, felicito a Jesús y a Paula Hernández.

La otra obra para empezar 2017 ha sido la cuidada edición que su incansable viuda, Amparo, acaba de publicar de la obra de Ignacio Sardá “Lucrecia Borgia”. Escrita en 1936, teatro y en verso, una deliciosa muestra de lenguaje, pensamiento y erudición que nos traslada atrás ochenta años -que hoy nos parecen varios siglos- y de allí otros cuatrocientos hasta Lucrecia y el Gran Capitán. Disfruté pasando las páginas y recordé que belleza, riquezas, poder: “feuilles mortes”. “Sic transit gloria mundi”.