domingo, 30 de diciembre de 2018

Sombra de la luz

No me sorprendo cuando leo que hace unos días un visitante de la Galería de los Uffizi, en Florencia, sufrió un infarto contemplando “El nacimiento de Venus”, de Botticelli y que no es la primera vez que ocurren episodios iguales o más livianos como desvanecimientos ante la misma pintura o ante otras obras maestras del Renacimiento. La era del hombre y de la luz, de la exaltación de la belleza de lo humano, de la disposición del universo al canon del hombre. En ningún lugar en el que haya estado antes ni después he sentido con tal magnitud la fuerza y el peso de la belleza de lo humano como en Florencia. 

Lo llaman síndrome de Stendhal. Así lo describe el escritor francés en su libro “Roma, Nápoles y Florencia”: “Me encontraba ya en una especie de éxtasis por la idea de encontrarme en Florencia… Absorbido en la contemplación de la belleza sublime, la veía de cerca, la tocaba por así decirlo. Había alcanzado ese nivel de emoción, donde se encuentran las sensaciones celestiales que dan las artes y los sentimientos apasionados. Saliendo de Santa Cruz, me dio un vuelco el corazón, caminaba con el temor de caer”.

Después de haber contemplado el “David” de Miguel Ángel unos pocos cientos de metros hacia el norte, en “La Academia”. Tras pasar a continuación por calles, rincones e iglesias y por la catedral de Santa María del Fiore. No lejos por uno de los extremos de la casa natal de Dante Aligheri, autor de “La Divina Comedia” y solo separado de la galería de los Uffizi por la Loggia dei Lanzi y el Palazzo Vecchio. A la hora del comienzo del ocaso. Ubicado en el centro de la Plaza de la Signoria, fui girando varias veces 360 grados sobre mis pies mientras contemplaba la armonía del conjunto y de cada uno de los lados de la plaza y de todo lo que se extiende más allá por cada una de sus salidas. Mientras, pensaba en los genios que pisaron y pasaron por ese mismo y único punto del planeta que en ese instante ocupaban mis pies: Miguel Ángel, Leonardo, Rafael, Dante, Brunelleschi, Donatello, Maquiavelo, Galileo Galilei. Ejercicio místico inigualable de contemplación de la Belleza creada por el hombre.

Una fina llovizna empapaba mi pelo y mi rostro expuestos al cielo mientras mis tres acompañantes me miraban divertidas solo unos pasos más allá, protegidas por impermeables comprados a un euro en plena calle. El Renacimiento nos recordó que a la luz debemos la belleza. Yo, como entonces, sonrío al recordar la imagen que había quedado fija en la pantalla de los vigilantes de la catedral tras la entrada del hasta entonces último turno de visitantes. Sobre un vestido verde con ligero escote, el bello rostro de una mujer de ojos verdes y brillantes armonizaba con los ribetes de mármol verde de los blancos muros de Santa María del Fiore.

En aquella ocasión decidimos conscientemente no entrar en “los Uffizi” para no visitar con prisas un espacio que merecería por sí solo un nuevo viaje. Pendiente quedó. Feliz 2019, amigos.

domingo, 23 de diciembre de 2018

Sentir la lluvia

Recojo de la obra de mi buen amigo Miguel Rivas “La dieta del silencio”, a la que volverá este “espejo” en más ocasiones, una cita de Bob Dylan: “Algunos sienten la lluvia, otros simplemente se mojan”. Me gusta, la paladeo con la lentitud sensual con la que disfruto de un buen fragmento musical, una bella lectura, una copa de vino, una mirada sugerente o una atractiva sonrisa. Mientras tanto reflexiono que, efectiva y fundamentalmente somos iguales, lo que más nos diferencia se denomina actitud.

Me dejo llevar en reflexión de trágica actualidad con la mujer, con cada una de las mujeres. Hasta hace poco -quizás ya una eternidad- convivía con tres mujeres que llenaban el universo más importante de mi vida, la esencia misma, el núcleo atómico de mi existencia. Me quedan dos para llenar la parte más importante de mi vacío. No quiero que sean iguales a los hombres. Quiero que sean iguales a la mejor de las mujeres. Mejores que el mejor de los hombres. Pero sobre todo quiero que sean ellas mismas. Que sean personas. Que sean autónomas. Que sean libres. Que sean la mejor versión posible de eso que cada uno somos, un elemento biológicamente constituido que crece, se desarrolla y enriquece con lo que la antropología llama el elemento cultural. El aprendizaje, las vivencias, el hábitat social en el que nos movemos, el ejemplo que vemos, los ideales que seguimos, los desengaños que padecemos.

Sé, sin pretensiones de soberbia, que para ello no es necesario demonizar al hombre, a todos los hombres, a cada uno de los hombres. Y creo que hacerlo supone no solo la mayor de las estupideces que provienen de cualquier generalización sino un error que a quienes termina castigando, una vez más, es a las mujeres. Pese a todos los carteles y todas las inclusiones en redes sociales no es cierto que todos seamos la víctima, no todos somos Laura, ni Leticia, ni Marta, ni cada una de las cientos de mujeres víctimas de una violencia causada por aquellos a los que, si algo no se les puede llamar, es “hombres”, porque no lo son. Bestias, monstruos, criminales, cobardes… definen mucho mejor su naturaleza, su cruce de elemento biológico y cultural. Tampoco todos somos Bernardo Montoya ni ninguno de los otros asesinos, violadores o pederastas.

Reflexiono sobre mi vocación por sentir la lluvia, no simplemente por mojarme, en cada una de las fases de mi trayectoria vital y en cada uno de los aspectos del día a día, por mucho que mi cerebro le dicte -quizás en voz muy baja- a mi víscera cordial que no es esa la actitud más inteligente. Más fácil dejarse llevar. Más cómodo no pensar. Que otros piensen por ti y te lo den resuelto. Para qué escribir, para qué discrepar, para qué enfrentarte a lo establecido, a las inercias en que habitamos… Se termina el espacio de mi columna antes que el tiempo de mi reflexión. Feliz Navidad, amigos. Por ellas, por vosotros, por nuestra tierra y sus gentes, por sentir la lluvia. Reflexiono.

domingo, 16 de diciembre de 2018

Péndulos asíncronos

Demuestra la física que dos relojes de péndulo ubicados en la misma pared sincronizarán sus oscilaciones. Sin embargo si se ubican en paredes enfrentadas, cada péndulo empezará pronto a llevar su propio movimiento. Al parecer la causa está en la vibración que el movimiento genera sobre la pared y cómo ésta la devuelve e interfiere en la oscilación del propio péndulo.

La democracia consiste en que cualquiera pueda expresar sus opiniones, defender sus ideas y hacer sus propuestas, esté situado en cualquiera de las paredes del salón institucional en el que se desarrolla la convivencia cívica y pacífica. La política regula la convivencia social, como representación de cualquier otro tipo de modo de articulación  de las relaciones en otros ámbitos de convivencia, tales como el matrimonio, la familia o cualquier tipo de asociación cívica, cultural, deportiva, religiosa, etc.

En la vida de una nación hay etapas en las que los partidos, que son los relojes que marcan la hora de la política y las ideologías, se ubican cercanos unos de otros y, con independencia de que cada uno tenga una peculiar forma o cual sea la música de su sonería, sincronizan su movimiento y no hay grandes discrepancias entre ellos en los asuntos esenciales. De ahí nacen las Constituciones y las Leyes Orgánicas. De ahí también la concordia social que permite discrepar en formas, tiempos, métodos y orientación del gobierno pero compartiendo los elementos y principios esenciales.

Hay otros momentos, sin embargo, en que la convulsión, las crisis o el desgaste por el mero aburrimiento de la prosperidad, cuando no el mesianismo de algunos, llevan a forzar las diferencias por encima de los puntos de concordia. Surgen con inusitada fuerza los extremos. Unos para romper la dinámica estable, otros para reequilibrar y evitar una excesiva deriva. Entonces lo que eran unos cuantos relojes principales en una misma pared cuyos péndulos oscilaban de forma sincrónica pasa a ser un espectáculo de discursos asincrónicos, enfrentados desde paredes opuestas y alejados de los ángulos de conexión, diálogo y debate.

Soy de los que cree en el valor del disenso para el avance de la sociedad frente a la oposición del consenso artificial nacido de la imposición de la corrección política. Pero como decía Joaquín Prats en “El precio justo”: “¡Ojo, sin pasarse!”. España ha sido un país de movimientos pendulares a lo largo de su historia moderna y contemporánea. Y los españoles gente de sangre caliente y navajas de aceros afilados. 

Las ideologías están bien y son saludables siempre que no se conviertan en amenaza personal y directa a los que están enfrente. Se empieza con el famoso “tic-tac, tic-tac” y se termina augurando la guillotina y comprobando que toda acción tiene su reacción. Nos acercamos a un año electoral. El más ideologizado desde hace mucho tiempo. Cada cual quiere salvar a España…de los otros. Me pierdo, lo reconozco. Me preocupa Zamora que se nos va aceleradamente por el sumidero de la despoblación mientras todos miran cómo ondean sus colores… en Madrid.

domingo, 9 de diciembre de 2018

Cuarenta años de acuerdo

Decía Winston Churchill que la democracia es el menos malo de los sistemas de gobierno conocidos. Y que yo conozca tenía toda la razón y la sigue teniendo, más de cincuenta años después de su muerte. Como la tienen quienes defienden que cuarenta años después de su promulgación nuestra Constitución del 78 es, probablemente, la menos mala de las constituciones que podríamos tener a día de hoy.

Porque siendo como somos los españoles -todos los tipos colectivos de españoles, incluidos aquellos que presumen de no serlo o aspiran a ello-, un pueblo en el que, en verso de Machado, “de cada diez cabezas nueve embisten y una piensa”, que el marco fundamental que rige nuestra convivencia haya alcanzado la madurez, esos cuarenta  años que, en traslación a tiempo humano serían la edad de la plenitud, sin necesidad de grandes cambios, sin altercados demasiado graves y sin significativos “fueras de juego” supone un éxito incuestionable.

De acuerdo con que es discutida en diferentes aspectos y desde diferentes flancos -más por los representantes políticos de los ciudadanos que propiamente por éstos- lo cual solo significa que, como la sociedad, está viva. De acuerdo con que cada uno de nosotros hubiéramos dado otra redacción a muchos artículos o cambiado el espíritu y la letra de títulos enteros como el VIII, dedicado a la organización territorial del Estado, el último en cerrarse, quizás el único fallido por su calculada indeterminación para permitir la salida adelante del conjunto. En rugby, patada a seguir.

De acuerdo con que hoy se pueda hablar de su modificación sin que por ello nadie haya de rasgarse las vestiduras, para proceder a lo que los italianos, expertos como nadie en la convulsión política, llaman con su preciosa palabra “aggiornamento”, la puesta al día, la actualización de texto y perspectiva. La cuestión es que no basta hacer dos frentes como plantean algunas estúpidas encuestas entre quienes se postulan a favor de modificarla y quienes son contrarios a ello. En este caso no es el fuero sino el huevo. 

No es que se modifique, el propio texto vigente prevé esa posibilidad tanto para pequeños cambios -algunos ya se han hecho con motivo de la integración en la Unión Europea y el paulatino desarrollo de ésta- como para su completa renovación. Importa el cómo, es decir de acuerdo a la fórmula en ella misma se prevé, con el sistema de mayorías parlamentarias y, en su caso, con el sometimiento a refrendo por parte de los ciudadanos, bien directamente bien con la aprobación por el Parlamento, la disolución de las Cortes y la ratificación por el nuevo legislativo surgido de las urnas. Fórmula que garantiza que el esfuerzo de acercamiento de posturas razonablemente muy distantes en 1978 no se vea truncado por la simpleza del “postureo” político.

Y sobre todo importa el “para qué”, porque en ello es en lo que menos estamos de acuerdo. Y una constitución se trata sobre todo de eso, de un acuerdo básico pero profundo entre muy diferentes pensamientos. Como la democracia, claro.

domingo, 2 de diciembre de 2018

Guarido no recibe cartas

A veces de la anécdota se induce la categoría. Más que en las grandes declaraciones, en los acontecimientos más importantes o en las situaciones en las que están puestos los focos y la atención del común, la verdadera esencia suele aflorar en pequeños detalles en los que nos fijamos menos. Ocurre como en los perfumes, cuya esencia solo se percibe una vez evaporadas las notas aromáticas más llamativas e inmediatas y queda fundido en la piel ese rastro de fondo que es el corazón del perfume.

Esta semana hemos vivido un episodio meramente anecdótico pero de los que dicen mucho más en el fondo de lo que por la mera forma se sugiere. Una ciudadana, a quien no tengo el gusto de conocer pero con cuya libertad de opinión y expresión me solidarizo, actuando en nombre propio y sin ánimo de representación ni de erigirse en portavoz de un sentir generalizado envió una carta para su publicación en la sección que a tal efecto tiene establecida este periódico. 

Un pequeño escrito en el que se manifestaba sobre la forma en que el alcalde de la ciudad acudió vestido a un acto público dotado de una cierta solemnidad. Sin más., teniendo en cuenta que se refería no al ciudadano Francisco Guarido sino al alcalde de Zamora, por lo tanto también su alcalde, quien nos representa a ella, a todos los demás zamoranos y a la ciudad en sí.

Al respecto de si un alcalde debe ir vestido con o sin corbata o chaqueta a determinados actos, de si debe diferenciar entre unos tipos de actos y otros y de si debe discernir entre lo que es su vida privada y el ejercicio de su actividad institucional,  hay opiniones para todos los gustos y además éstas van cambiando con el tiempo y adaptándose a las circunstancias. Al fin y al cabo la del atuendo es simplemente una convención social y cada uno pone los límites donde le place, por convicción, conveniencia o dogmatismo. 

Lo que sin embargo no admite cuestión en un régimen democrático por aquellos cuya categoría no sea la totalitaria, es el derecho -incluso el higiénico deber- que asiste a cada ciudadano de valorar, criticar o cuestionar a quienes los representan institucionalmente. Eso sí va en el sueldo, querido alcalde. Y teniendo en cuenta que la relación alcalde-ciudadano es netamente privilegiada para el primero por medios, potestades y alcance, salvo desde la soberbia de la torre de marfil no se puede entender la respuesta desmedida, virulenta, sin proporción, directa, personalizada, divulgada públicamente (y lógicamente replicada de manera inmediata por algunos de sus acólitos) con la que el alcalde Guarido ha reaccionado a la carta de esa vecina. 


Bien está saber que Francisco Guarido no admite cartas que no sean de amor, pero esa opción es precisamente uno de los privilegios que un alcalde no tiene y aunque la oposición no se lo recuerde, tras más de veinte años en política ya debería haberlo aprendido.

domingo, 25 de noviembre de 2018

¿Y de Zamora qué?

Durante los próximos semanas y meses nos esperan muchos movimientos en el campo de la política y también en la política de campo; del campo de batalla electoral al que estamos entrando ya con las europeas, municipales, autonómicas de mayo y el posible anticipo de las generales, quizás a marzo si las andaluzas se le dan al PSOE tan bien como parece que se le van a dar más por deméritos ajenos que por méritos propios.

Esto en un escenario que muestra que España vive un momento especialmente convulso y complicado y para el que los políticos que no han sabido prevenirlo,  frenarlo o arreglarlo van a convencernos de que necesitan nuestro voto como algo valioso para dar un mejor camino a nuestro futuro por mucho que sepamos por experiencia lo imprescindible que ha sido siempre cada voto de los zamoranos para el equilibrio nacional.

El mayor riesgo del ruido electoral y tanto mensaje enlatado para consumo masivo es que pueda hacernos olvidar que Zamora no vive un momento complicado y convulso sino toda una época de dramática decadencia. No voy a reiterar los datos incontestables de los que, afortunadamente, y merced a la reiteración de algunos, a iniciativas como Zamora 10 y a los movimientos de la sociedad civil que últimamente proliferan, ya todos vamos siendo conscientes, por mucho que los partidos que gobiernan por turno se esmeren en no darles visibilidad o trascendencia o sigan promoviendo, como hemos vuelto a ver esta semana sin especial indignación ni contestación política, que los territorios más deprimidos recibamos simples migajas en el reparto de los fondos teóricamente destinados a eliminar las desigualdades interterritoriales.

En las próximas semanas y meses muchas cosas se van a mover y muchos equilibrios variarán, pero más cerca del día a día de lo que la “alta política” lo va a estar nunca, en la despoblada, desilusionada y desamparada Zamora, sus habitantes deberemos -deberíamos- discernir uno a uno entre quienes se muevan por un verdadero proyecto provincial de Zamora y para Zamora, por los zamoranos y para los zamoranos y los que lo hacen como cada cuatro años para salir en la foto del día electoral, sea para que sus jefes les pongan una medallita o les den una palmada siquiera telefónica desde Madrid. Sea para que sus amigos sepan que el fotografiado ya es alguien aunque sea a costa de fumigar todo lo que pudiera moverse a su alrededor. O sea simplemente, aunque no menos importante, para mirarse cada mañana en el espejo y reconocerse a sí mismo como alguien “destacado”.

Conozco bien el ecosistema político. Digo con frecuencia que tuve la enorme suerte de poder entrar en él cuando quise hacerlo, aún joven, tras algunos años de actividad profesional, y poder ostentar responsabilidades insospechadas solo unos meses antes y también que creo haber tenido el acierto de mantener mi principio de que la actividad política debe ser algo coyuntural, temporal entre ciclos de desempeño profesional en la sociedad civil, cuando doce años después y de aquello ya hace otros doce, renuncié a toda actividad política salvo el leve desahogo dominical que de vez en cuando ejercito en estas páginas y en esporádicas charlas con amigos.

Con estos antecedentes siento grave preocupación por lo que veo y más aún por lo que no veo en Zamora. En la política zamorana, en las instituciones políticas zamoranas, en los partidos políticos zamoranos (lo de zamoranos en este caso es un decir). Ante tanto mirarse el ombligo, tanto parlamentario nacional y autonómico acatando el camino marcado por sus superiores y no el que necesitan sus votantes. Ante tanta promesa de sudar la camiseta y anuncios de consecución de logros, siempre en vísperas de las siguientes elecciones, pero tanto sumergirse en el silencio una vez elegidos. Ante, y esto es lo más significativo, la carencia absoluta de un modelo de provincia, inclusivo, abierto, moderno, reivindicativo y arriesgado. De ahí mi pregunta, que es la que escucho a muchos otros que no tienen el privilegio de poder publicarla por escrito en una columna periodística: ¿Y de Zamora qué?

domingo, 18 de noviembre de 2018

Gaza y aledaños

1. La empresa. Gaza ha tomado su decisión pensando en el futuro de manera estratégica, tal y como ha de hacerse cuando se pretende acometer una inversión que no es solo de ampliación sino de transformación y salto cuantitativo y cualitativo. Tenemos en Zamora la suerte de contar con una de las mejores productoras de leche del país, que fija población en nuestros pueblos, que motiva a que jóvenes ganaderos encuentren un modo de generar riqueza en nuestro campo y que está haciendo bien las cosas y con calidad sus productos, así que todo apoyo sirve para que su éxito sea también el nuestro como provincia sin buenas expectativas. Poco importa que una fábrica esté once kilómetros más acá o más allá.

2. Guarido alcalde. En el pecado suele ir la penitencia. Tras lustros actuando como francotirador de la política local, posicionándose siempre en la plácida comodidad del frente contrario a la decisión del gobierno que tocara ,“como solo pueden hacer los que no esperan gobernar nunca” -reiteraban sus ahora aliados del PSOE-, lleva tres años comprobando y demostrando que no es más dialogante, más abierto, más tolerante, más cercano y sobre todo más eficaz ni eficiente que aquellos a los que zahería sin escatimar falacia en su argumentación política. Más bien lo contrario. Lo de Gaza no es lo más importante pero sí un ejemplo de su carencia de liderazgo y equipo en la  llevanza de la administración municipal.

3. El Ayuntamiento. Las coaliciones no son un fin en sí mismas, sino un medio para obtener un fin. Para ello deben contar con una estrategia común, una argamasa de confianza mutua y equipos integrados. Quienes conocen un poco lo que está ocurriendo durante este mandato en la Casa de las Panaderas, saben que es básicamente lo contrario. Aptitud y actitud. Competencia y voluntad. Más bien cada uno a lo suyo. La IU del alcalde Guarido en el Ayuntamiento y el PSOE de Antidio Fagúndez en Ayuntamiento y Confederación Hidrográfica no han estado a la altura del mínimo exigible. En cuanto a la oposición en su conjunto, con meros fuegos de artificio, algunas ocurrencias y la cabeza en otro sitio poco pueden ofrecer.

4. Demasiada Administración. Casi tres años para dilucidar si se puede acometer la inversión es mucho más de lo que se puede pedir de paciencia a los socios de Gaza y a cualquier otro empresario o ciudadano. El exceso de legislación para justificar cada vez más y más funcionarios públicos y más altos impuestos nos lleva al absurdo. Si en lugar de la “avenida de los 500 años” le da a un burócrata por tomar la de los 5.000, habremos de pensar en el Diluvio Universal. Sobran leyes, falta sentido común en España para reducir su número y aumentar su grado de cumplimiento.

5. Zamora. Poco futuro tendremos si no entendemos de una vez que capital y provincia son lo mismo. Que Zamora, Benavente, Toro, Coreses,, Cozcurrita o Porto de Sanabria somos lo mismo. Y que nuestras empresas son nuestra mayor riqueza.

domingo, 11 de noviembre de 2018

Se llamaba Ignacio. Se llamaba Amparo

En la noche del jueves al viernes, paseando con amigos llegados del otro lado del Atlántico, ante la Casa de la Cultura me preguntaron quién era el personaje de la escultura que preside entrada y plaza. Con la especial lucidez que brindan las dos de una fría madrugada zamorana en pleno, solitario y silente Casco Antiguo les contesté, “filósofo, profesor, experto en lenguas clásicas, poeta, ensayista, político. Se llamaba Ignacio Sardá. Se llamaba también Amparo Pascual. Él murió hace casi cuarenta años. Ella en este 2018”


En los últimos años, cada vez que coincidía con “Amparito”, en Santa Clara o plaza de la Constitución, nos deteníamos, ella hablaba y yo escuchaba sin apenas meter baza en la conversación que, inevitablemente, versaba sobre su intención de publicar cada año, mientras su salud le diera fuerzas, una obra inédita de las que Ignacio había dejado escritas pero sin publicar. En qué fase estaba la siguiente y cómo iba pensando ya en otras, consciente de que su tiempo era más escaso que su vocación.

De manera invariable y más en los últimos encuentros sus palabras traían a mi memoria unos versos de “Ausencia” el poema de Borges en “Fervor de Buenos Aires”: “palabras de aquel tiempo / yo tendré que quebrarlas con mis manos”. Amparo no las quebraba, las envolvía en sedas y algodones, las mimaba reconociendo en ellas la sombra aún persistente de su esposo al que, incluso por encima del amor, sobre todo admiraba y trataba de darles el formato adecuado para que de la sombra fueran, libro a libro, pasando a la luz.

Nunca me lo dijo pero intuyo que lamentaba no haber podido empezar mucho antes y con más fuerza la tarea. “Primum vivere deinde philosophari” se dice en latín. Primero vivir, luego filosofar. Sacar adelante una familia con cuatro hijos muy pequeños sin más medios que el propio trabajo y un alma forjada para no rendirse nunca no es un camino fácil ni que dejara mucho tiempo para ocupaciones más poéticas.

El viernes se presentó la última, hasta la fecha, de las publicaciones -doblemente póstuma en esta ocasión- de Ignacio Sardá. La editorial comunicó a la familia que la imprenta había concluido su trabajo tan solo unas horas tras del fallecimiento de la artífice. El tiempo es proclive a las casualidades o tal vez las casualidades no existan, es ésta una de mis grandes dudas. 

La obra, drama en verso, lleva por título “La famosa historia del rey don Pedro I de Castilla”. Se lee fácil, con ritmo épico y música de otras épocas. No sólo con el sabor a antiguo del siglo XIV en que transcurre la acción, sino con el acento a viejo del lenguaje de la década de los cuarenta del pasado siglo. Me queda, como también apunta en el prólogo Miguel Ángel Mateos, releer a Agustín García Calvo y su “Baraja del rey don Pedro” para integrar ambos acercamientos a un mismo y singular personaje histórico.

domingo, 4 de noviembre de 2018

Emprendedores

Circula por las redes el video de una entrevista en la que Antonio Banderas desconcierta a Pablo Motos al hablar con admiración y entusiasmo de los emprendedores. Parece que el entrevistador esperaba otra cosa, tal y como estamos acostumbrados en España. Narra dos circunstancias. Cómo un chico se le acercó tras una ceremonia de entrega de los Oscar y tras felicitarlo por sus películas le dijo que era el fundador de “Uber” la empresa de alquiler de vehículos con conductor de más éxito en el mundo (y con un valor estimado este pasado mes de octubre de 120.000 millones de dólares) pero que antes de alcanzar el éxito había fracasado en unos cuantos proyectos y debía dinero a medio mundo. Toda su trayectoria se resumía en caer y levantarse, volver a caer y volver a levantarse. En la segunda refiere cómo un una encuesta llevada a cabo en Andalucía tres de cada cuatro jóvenes universitarios quería ser funcionario público. La misma encuesta en Estados Unidos arroja que el noventa por ciento quiere emprender su propio proyecto empresarial.

No destacamos en Zamora por la iniciativa emprendedora, ni por la valoración positiva de la actividad empresarial entre el conjunto de la población y sus representantes institucionales. Me quedo hoy con tres excepciones a la norma.

Chacinería Teófilo Gómez, que ya a cargo de la segunda generación, con “Franky” a la cabeza y que acaba de cumplir cincuenta años de vida tras cambiar hace un año su ubicación y abrir el que probablemente es el mejor y más moderno establecimiento del ramo en Zamora con el esfuerzo no solo de mantener su conocido prestigio sino de apostar por nuevos productos de máxima calidad. A veces el éxito consiste solo en reinventarse completamente para seguir siendo plenamente fiel al espíritu original.

Embutidos Ballesteros, premio Mercurio en 2014. Tras muchos años de trabajo en la fábrica, las tiendas y ferias fuera de la provincia, ahora con Elier hijo pilotando un proyecto de gran entidad y expansión territorial desde Toro y cuya marca “Ballesteros Ham&Wine” acaba de ganar el premio del Comercio de Zamora.

El tercero, Grupo de distribución Fidalgo Vecino. Con más de dos mil clientes profesionales y treinta empleados es ya una de las mayores empresas de distribución de alimentación de Castilla y León con instalaciones en Madrid y Zamora. Aquí reciben todos los productos y los distribuyen en no más de 24-48 horas tras el pedido de sus clientes. Además cuentan en el catálogo con más de quinientos productos nacionales e internacionales seleccionados por su calidad. Hace unos días celebraban el evento profesional “Gastro&Conexión”, en el Parador de Turismo. Magnífico marco una vez que la Diputación denegó -no puede haber razones que no sean absurdas- la posibilidad del Colegio Universitario. 

Podríamos poner más ejemplos de que si se desea de verdad y se trabaja duro el éxito se consigue. Tres ejemplos que animan a creer más en la suma de proyectos individuales privados que en las actuaciones colectivas o públicas. Lo necesitamos.

domingo, 28 de octubre de 2018

La vida

En el decimonono escalón de la escalera que baja al sótano de la casa de Beatriz Viterbo, Borges contempla el Aleph, uno de los puntos del espacio que contiene todos los puntos, objetos y lugares vistos desde todos los ángulos y perspectivas. Así también todas las preguntas y respuestas, todas las incertidumbres y angustias, los éxitos y los fracasos, la felicidad y el desencanto, las emociones y los miedos; se contienen en un solo punto, la vida.

“El Quark y el Jaguar. Aventuras en lo simple y lo complejo”, es una obra publicada en 1994 por el físico y premio Nobel Murray Gell-Mann, uno de los científicos que predijo la existencia y bautizó a los “quarks”, partículas elementales que constituyen el núcleo atómico y de las que están formadas todas las demás partículas. Gell-Mann toma como base argumental unos versos de su amigo el poeta Arthur Sze: “el mundo del quark lo tiene todo para dar cuenta de un jaguar caminando en círculo en la noche”. El quark simboliza las leyes físicas básicas y “simples” que gobiernan el universo y toda la materia en él contenida. El jaguar -uno de los seres vivos más bello y complejo-, la complejidad del mundo tal y como nosotros lo percibimos.

Uno de los elementos mágicos borgianos, junto a otros como los espejo o los laberintos, es otro felino, el tigre. Así, escribe en “El oro de los tigres”: “Iba y venía, delicado y fatal, cargado de infinita energía, del otro lado de los firmes barrotes y todos lo mirábamos. Era el tigre de esa mañana, en Palermo, y el tigre del Oriente y el tigre de Blake y de Hugo y Shere Khan, y los tigres que fueron y que serán y asimismo el tigre arquetipo, ya que el individuo, en su caso, es toda la especie. Pensamos que era sanguinario y hermoso. Norah, una niña, dijo: Está hecho para el amor”.

Eterna la dicotomía entre lo simple y lo complejo, eterna la duda de si el todo es la simple suma de las partes, porque algo no nos encaja cuando unimos materia. Dudamos si venimos de la nada para volver a la nada, pero entonces qué es ese “tiempo” en el que “somos” y al que llamamos “la vida”. Dice Borges que “somos nuestra memoria, somos ese quimérico museo de formas inconstantes, ese montón de espejos rotos”. ¿Es superior el valor de lo inmaterial sobre lo corpóreo? Tendemos a percibir que no pero a reflexionar que sí. En ese caso vivir no es ejecutar aquello que es materializable sino sentir, sintetizar emociones y destilar sentimientos. 

Simple y complejo, el poeta inglés Alfred Tennyson dejó escrito "si pudiéramos comprender a una sola flor sabríamos quiénes somos y qué es el mundo". Sé de alguien que cuando le preguntaban el por qué de una determinada, concreta y, a priori, bastante inverosímil circunstancia respondía con una frase leída en una entrevista a la escritora Carmen Posadas: “todo puede llegar a cansar excepto la inteligencia”. 

domingo, 21 de octubre de 2018

La verdad se esconde

Santiago Auserón, líder del grupo musical de los 80 Radio Futura, y luego conocido como Juan Perro, músico de profesión, filósofo por formación universitaria y vocación en sus letras, escribe en su canción “En alas de la mentira”: “la mentira es algo que se esconde para no tener que existir”. El disco de 1985 en el que incluyó la canción se titulaba “De un país en llamas”. 

Esta semana el país oficial -no el real, al que estos rollos le importan exactamente nada- pareció avivar sus sempiternas llamas con una frase de la ex-ministra y dirigente del PP Isabel García Tejerina. “En Andalucía te dicen que lo que sabe un niño de diez años es lo que sabe un niño de ocho en Castilla y León”. 

Apenas pronunció sus palabras saltó la alarma generalizada en medios de comunicación y redes sociales. Todo el problema de España pasó a sintetizarse en esas veinticinco palabras y en una ingente cascada de estupideces llegadas desde todos los frentes políticos. “Los niños y los profesores andaluces son de 10” dijo Bonilla el escaso candidato andaluz del partido de Tejerina, sin pararse a explicar a continuación dónde está el misterio para que siendo todos de nota tan elevada sin embargo sus calificaciones no lo sean. 

“Atacan lo más sensible y más querido para los andaluces, nuestros niños” proclamó, desgarrada por el victimismo y rompiéndose la camisa patriótica, la sobrada presidenta andaluza sin pararse a reconocer que lo que dijo Tejerina es exactamente lo que dice el “informe Pisa” al valora con parámetros homogéneos la calidad y los resultados de la enseñanza en Europa. Es lo malo de que tu partido lleve cuarenta años gobernando, que o prendes fuego a las críticas o difícilmente puedes apartarlas de tus espaldas.

Por higiene intelectual omito otras decenas de declaraciones de “políticos replicantes” que se limitan a repetir, adjetivar y agrandar los argumentos que han oído al primer tonto de los suyos que sale a decir algo. Mejor eso que reconocer el gran fracaso de España con la educación. Que cada gobierno hace su ley educativa porque preocupa más la base ideológica del sistema que la garantía de formación libre y completa de los nuevos ciudadanos. O que el troceo por taifas autonómicos ha sido en esta materia la decisión más catastrófica de las tomadas en la Transición.

La política actual, como un jivarizante ritmo reggaeton, se permite sin rubor el lujo de girar en torno a frases de las que lo menos importante es si contienen verdad o no. En la política de este país, más en llamas de lo que lo ha estado hace muchas décadas, al contrario de lo que canta Auserón, es la verdad la que se esconde para no tener que existir. España mientras tanto, parafraseando la misma canción, cierra los ojos y baila al borde del tejado.

domingo, 14 de octubre de 2018

La fuerza de la gravedad

La fuerza de la gravedad hace que todos los cuerpos sean atraídos hacia el centro de la Tierra. Es imposible evadirse de ella salvo con un ingente gasto energético que permita alejarse de la superficie y más allá de la atmósfera terrestre. De acuerdo con un antiguo chiste, lo más importante es que permite que los habitantes del hemisferio sur mantengan sus pies pegados al suelo y no se caigan hacia el vacío.

Pedro Sánchez es presidente del Gobierno del reino de España gracias a la conjunción magnética de varias fuerzas políticas significativas en número de escaños. Nada anómalo por sí mismo en un sistema de democracia parlamentaria como es el nuestro pero en el que la unión de esas diferentes fuerzas tiene mucho menos que ver con la atracción entre ellas que con el rechazo de cualquier otra opción. 

Cuando el partido que ostenta el gobierno no salió de las urnas siendo la primera fuerza política sino con un tercio menos de votos y representación que la mayoritaria  y necesita sumar todo un “collage” de siglas y representaciones muy minoritarias y por lo demás prácticamente irrelevantes, ya las cosas empiezan a distanciarse de la analogía con las leyes de la física. Cuando los intereses de todos los que conforman la coalición parlamentaria son tan distintos entre sí que de forma natural generarían dispersión y no conjunción la única forma de mantener ésta es con asistencia artificial entre ellas.

Demostración, el día de la Hispanidad (por mucho que el concepto se haya preterido desde hace años por ese complejo absurdo de los españoles, asentado en la llamada “leyenda negra” instigada por países que creaban “reservas indígenas” mientras España, en el mismo continente, fundaba universidades y generalizaba el mestizaje), y día nacional de España  ningún representante distinguido de los partidos que apoyan el gobierno del PSOE (con solo 84 diputados) acudió a los actos de conmemoración institucional.

La pregunta es cómo de serio puede considerarse un país, cómo de estable su funcionamiento institucional y cómo de previsible su futuro, cuando sólo un tercio del parlamento respalda al gobierno y a la vez defiende el marco constitucional. Cuando los otros dos tercios o bien son oposición (caso de PP y Ciudadanos que suman 166 escaños) o bien son antisistema al abogar sin complejos por la ruptura con la Constitución del 78 ya sea desde la extrema izquierda de Podemos, bien desde el independentismo catalán y vasco.

Como vienen demostrando filosofía y ciencia, sobre todo de un siglo para acá, las reglas que rigen los fenómenos sociales son básicamente las mismas que ordenan los fenómenos naturales, de modo que tratar de mantener gobiernos sustentados sobre la nada viene a equivaler a negar la vigencia de la ley de la gravedad, lo cual se puede hacer libremente -no sin riesgo de que te traten de majadero- pero no por ello dejará de regir nuestros destinos. 

domingo, 7 de octubre de 2018

Genial Banksy

Hace dos años puede disfrutar en Roma de “Guerra, capitalismo y libertad”, la primera gran exposición organizada con 150 obras del grafitero Banksy. Quizás muchos de los lectores de esta columna crean no conocer nada de este artista. En torno a su identidad existe un gran halo de misterio desde la aparición de sus primeras obras en los muros de Bristol, su ciudad originaria. Sobre quién es se han dibujado diversas teorías y aunque parece que el tiro está bastante centrado, nadie asevera con total certeza cuál es su verdadero nombre, conformándose con afirmar que nació en 1975.

Sin embargo, basta teclear su alias en cualquier buscador de Internet para que aparezcan imágenes de sus grafitis que a todos suenan porque se han convertido en clásicos del arte y la iconografía urbanos del siglo XXI.  Sus policías con bombín, sus flores contra las armas, sus máscaras antigás ocultando las caras, sus ratas y sus monos poblando diferentes rincones urbanos…

Hace años que su figura me atrae, sigo sus acciones y su “biografía”. La visita a la exposición en el clásico (paradoja) Palacio Cipolla, en pleno centro de la parte más noble, financiera y comercial de la capital italiana fue premeditada, fruto de la admiración, para nada casual. Contra toda polémica y discrepancia, ser capaz de mantener oculto nombre y rostro en la sociedad exhibicionista de las redes sociales representa ya de por sí un mérito indudable. Ser capaz de crear desde la disidencia de todo, cuando no la clandestinidad, iconos tan bella e inspiradoramente subversivos solo está a la altura de genios como los que en otros tiempos rompieron moldes y corsés artísticos y sociales.

Desde la izquierda ideológica de los movimientos artísticos se abrazan sus mensajes murales contra las armas y el poder establecido, sus denuncias de los efectos negativos del capitalismo, su distorsión en el orden urbano pero le critican, no con menor vehemencia, su individualismo y su “falta de compromiso colectivo”, ese gran mantra de las ideologías colectivistas y liberticidas que ya no hablan de personas o ciudadanos sino de “la gente”. Lo tachan de frívolo, efectista e incluso mercantilista, probablemente porque rompe con el esquema, férreamente estalinista, en el que se ha encerrado a la transgresión para que sea considerada (¡vaya contradicción!) “políticamente correcta”.

Para los que piensan que todos los espíritus libres pueden ser domesticados, cautivados, sobornados y también para los que lo atacan acusándolo de servir aun inconscientemente a esos intereses, ha ejecutado su última genialidad. Al más puro estilo que le hubiera gustado relatar a Borges, creando una obra consistente en destruir una obra por él creada en una ceremonia sencillamente sublime: Nada más ser adjudicada por 1,1 millones de euros en la londinense sala de subastas Sotheby´s una de sus obras más famosas “Niña con globo”, una mini-destructora de papel ubicada en el marco del cuadro ha procedido a cumplir con su función. Arte efímero, podríamos decir. Genial Banksy.






domingo, 30 de septiembre de 2018

Un tonto con pistola

Lo normal de un tonto con una pistola cargada es que termine disparándose en un pie. Lo seguro es que antes se habrá llevado por delante a algún incauto que se le haya puesto cerca y a tiro.

Cuando de dos se pasó a cuatro fuerzas políticas representativas, nuestros políticos subieron la apuesta de sus propuestas electorales. Pero como cada vez es más estrecho el margen de maniobra dentro de lo que se considera políticamente correcto, los partidos no extremistas o antisistema agudizan sus promesas sobre cuestiones de forma para cubrir la necesidad de limitar el mensaje sobre el fondo de los asuntos a ese terreno de juego en el que los medios no los masacren ni alarmen al electorado.

Esas dos premisas las sintetizó Pedro Sánchez cuando acuciado por su debilidad interna en el PSOE y con riesgo de quedar incluso como última fuerza, empezó a prometer absurdos que sonaban bien sin pensar que muy pronto serían el disparo en su pie. En los niveles de actividad profesional, económica y empresarial de los que, en buena lógica, han de proceder la mayoría de los altos cargos de cualquier gobierno razonable y sensato lo normal es que éstos a lo largo de su trayectoria hayan buscado las mejores fórmulas de proteger su patrimonio.

Pedro Duque es ministro en la picota sin que haya hecho nada ilegal, ni que se haya demostrado irregular, ni inmoral, a diferencia de la ministra Delgado que según parece ha hecho las tres cosas al actuar como lugarteniente del condenado por prevaricación Baltasar Garzón en una poderosa y duradera mafia judicial y policial los últimos años. 

Lo de Duque viene por esa manía de la izquierda y del montón de hipócritas que a derecha, centro e izquierda se empeñan en decir que los ciudadanos (aunque siempre hablan de los otros, no de los que cada uno de ellos soporta) han de pagar cuantos más impuestos mejor. La cuestión con Duque no estriba en si paga más o menos sino si lo que hace es una opción permitida por la ley. Y lo es, por mucho que los siempre cambiantes y dudosos criterios interpretativos de la Agencia Tributaria generen la sospecha, y de entrada la condena social, sobre aquellos que buscan “optimizar” sus costes fiscales. Se hace equiparar esa búsqueda de formas eficientes con la evasión y se termina cayendo en el ridículo y en que los tribunales -después de largos plazos- dan la razón al contribuyente con mayor frecuencia que a la administración tributaria.

La cuestión es que con la promesa de Sánchez solo quedan dos opciones aceptables y una preferible. Las primeras la dimisión o destitución inmediata del ministro o por el contrario la retractación pública y formal de Sánchez sobre aquello que dijo en su momento. La preferible, disolución de las Cortes, convocatoria electoral y que cada uno pueda volver a prometer en limpio y desde cero aquello que considere.

domingo, 23 de septiembre de 2018

Algoritmos

Los algoritmos, cuya existencia se remonta al menos hasta la antigua Babilonia hace cuatro mil años, gobiernan hoy lo más avanzado de nuestra vida y el conjunto de nuestra existencia virtual. En Wikipedia se dice que “en matemáticas, lógica, ciencias de la computación y disciplinas relacionadas, un algoritmo es un conjunto prescrito de instrucciones o reglas bien definidas, ordenadas y finitas que permiten llevar a cabo una actividad mediante pasos sucesivos que no generen dudas a quien deba hacer dicha actividad”. En resumen, una secuencia de pasos lógicos, sencillos y limitados, que a partir de unos datos de inicio permiten solucionar un problema. 

El tiempo cósmico resulta de la extrapolación a un calendario que comprende un año natural, del tiempo total de existencia del Universo. En él, la vida promedio de una persona abarca apenas 0,15 segundos y toda la historia de la humanidad tan solo  los últimos veintiún segundos del día 31 de diciembre.

Un manual de instrucciones, las reglas para resolver una raíz cuadrada o una ecuación matemática son algoritmos de cuya bondad nadie dudaba hasta que, hace menos de un suspiro en términos de tiempo cósmico, se ha colado en cada ámbito de la vida la computación informática que permite la introducción de una cantidad ingente de datos de base y la realización de millones de operaciones por segundo -aunque prácticamente nada en comparación con la computación cuántica que tenemos a las puertas-.

Cada vez más nos llegan contenidos seleccionados por algoritmos que determinan qué nos interesa, de acuerdo con nuestros hábitos individuales y colectivos. La línea cronológica, la carta de la cual elegir qué plato queremos disfrutar es sustituida por la “sabiduría” de los algoritmos.

Ya Alan Turing, creador de la máquina “Enigma”, anticipó que las computadoras llegarían a pensar por sí mismas y hasta “escribir poemas de amor”. Los humanos somos simples y predecibles a pesar de los de cien a quinientos trillones de sinapsis (conexiones) neuronales con las que cuenta el cerebro de un adulto. Nos quedan las sensaciones, la creatividad y las emociones humanas que aún no han sido suplantadas por los algoritmos. Cuestión de tiempo. Leo que científicos han desarrollado una “piel” robótica con sensores táctiles que detectan y transmiten al cerebro la presión y el pulso de forma similar a la humana. Capaz de percibir contactos sutiles como el soplo del viento o el tacto de las gotas de agua. 

La pregunta -retórica- es si queda alguna esperanza para nuestro libre albedrío -¿Somos libres o simplemente ignorantes?-. Si nuestro pulso se acelerará de manera espontánea ante una sonrisa, una mirada o una caricia especiales y que diferenciaríamos de todas las demás o si todo serán reacciones programadas mecánicamente ya para siempre. Aunque como, en el mejor de los casos, vamos a vivir escasamente quince centésimas de segundo cósmico, podemos constatar lo relativo del concepto “para siempre”, que en inglés se escribe “forever”.