domingo, 31 de marzo de 2019

La Zamora vaciada

Hoy como nunca y por primera vez, en el centro de España levantan su voz las distintas Españas vacías, bajo el provocador nombre de “vaciadas”. Es esa España callada que viene a coincidir en buena medida con la España interior, la España rural, la “atrasada”, la que está fuera de los circuitos de la modernidad. La España envejecida, la que sigue perdiendo su sangre más joven. La España en blanco y negro. La profunda, no en el mejor sentido de la palabra. La que miran por encima del hombro con frecuencia los que viven en esas otras Españas pobladas, cosmopolitas,   costeras o capitalinas que se ven a sí mismas como coloristas, cuando, en no pocas ocasiones, los que lo hacen no son sino emigrados que de aquellas provincias venidas a menos vinieron a estas ciudades venidas a más.

No es Zamora la protagonista de la jornada. Como en otras tantas cosas llegamos en el furgón de cola, estamos allí pero con menor representación que otras provincias con más larga trayectoria reivindicativa como Teruel y Soria. Pero lo importante es iniciar el camino, salir del armario, tomar conciencia y levantar la voz para decir a otros y, sobre todo, para decirnos a nosotros mismos que queremos ser artífices de nuestro propio destino.

Aplaudo la decisión de las entidades organizadoras de reclamar que nadie lleve otros símbolos o emblemas que las banderas de cada provincia. Vivimos tiempos tan cargados de política que corremos el riesgo de asfixiar (o mantener asfixiada) la voz de la sociedad civil. No debe haber colores sino decisión unívoca de luchar por nosotros y nuestros  pueblos y ciudades. Nada va a venir regalado pero, en un momento histórico como el presente, en que el mundo “global” afronta un trascendental cambio de paradigma, equivalente como mínimo al que llegó con la revolución industrial, saber encontrar los nuevos caminos de la prosperidad es factible y, desde luego, necesario.

En este camino, más que nunca Zamora ciudad y cada uno de los municipios de la provincia deben trabajar en alianza, como debemos buscar -algunos ya estamos trabajando en ello- la colaboración e implicación de los zamoranos que viven fuera de nuestra provincia. Dicen los organizadores, y tienen razón, que es necesario un pacto nacional por el reequilibrio, por la consecución de medidas que contrarresten el riesgo de desertización humana de tantas y tantas zonas. 

En ese pacto debemos estar con los habitantes de todas las demás zonas afectadas pero, con independencia de ello, debemos ocuparnos directamente de lo que a los zamoranos nos afecta directamente. Ser competitivos, ser valientes, ser exigentes, ser creativos, ser innovadores, ser atrevidos y vanguardistas como lo hemos sido en otras épocas son el camino y la propuesta que pueden cambiar la línea de la historia. El mundo es distinto a como era hace escasamente un par de décadas. Apostemos también nosotros por soluciones distintas para ciudad y provincia. Formuló Albert Einstein que “no podemos resolver los problemas pensando de la misma manera que cuando los creamos”. 

domingo, 24 de marzo de 2019

Medallas de superación

No son las seis medallas conseguidas en total. No es que una sea de oro. No es que haya sido en dos disciplinas a priori tan complicadas para personas con capacidades distintas como ciclismo y piragüismo. No es el aplauso por el éxito de Elena, Gustavo y Alfonso, tres deportistas zamoranos de Asprosub pertenecientes al Centro Cristo de Morales de la Fundación Personas, nada menos que en los Juegos Mundiales celebrados en Abu Dhabi y en los que han representado a España. No es la satisfacción por los éxitos personales y la labor de equipo. 

No es el reconocimiento de la mejor medalla a la labor de Asprosub desde su fundación en los años 60 y su salto cuantitativo y cualitativo bajo la presidencia de Patricio (Patri, como “padre”) Santana, ese tipo grande, bueno y humilde al que cielo y tierra tanto le deben.

No son los resultados presentados por Caja Rural de Zamora en su balance económico del año 2018. No son los veinte millones de euros de beneficio. No es que éste se incremente en un veintiuno por ciento con respecto al ejercicio anterior. No es que el volumen de negocio de “nuestra” Caja haya aumentado un siete por ciento y supere ya los tres mil trescientos millones a pesar de la situación socioeconómica de nuestra provincia, o que el volumen de crédito nuevo suba un trece por ciento. 

No es que por las manos de sus doscientos setenta y siete empleados, jóvenes y pronto más de la mitad mujeres, se gestionen ya uno de cada tres euros del mercado financiero de Zamora y merezcan la confianza uno de cada cuatro euros del ahorro de los zamoranos. No son los seiscientos millones concedidos a empresas, a las pocas medianas y muchas pequeñas que componen nuestro tejido empresarial. A autónomos. A emprendedores. A soñadores que quieren quedarse en Zamora y generar riqueza y empleo. No es que sus ratios de eficiencia y solvencia sean sensiblemente mejores que la media de todas las entidades españolas aquél o del doble de lo exigido por la normativa bancaria éste.

Todo eso son fríos datos -números aunque yo haya querido escribirlos en letra- importantes, relevantes, que muestran dos casos de éxito colectivo inesperado en una provincia pequeña, poco poblada, escasa de recursos y poco premiada por el paso de la historia. No, lo verdaderamente importante o -prefiero esta forma de expresarlo- lo trascendente, lo que va más allá de la mera fachada, es la convicción que ambas experiencias destilan de que hay que hacer aquellas cosas en las que se cree, de que ni unas capacidades distintas a las comunes ni un escenario a priori nada favorable son impedimento para ganar el pulso al destino que parece fijado en las estrellas.

Los retos existen para ser alcanzados, las barreras para ser superadas. Caja Rural, por sí y por la génesis socialmente impagable de Zamora10 y Asprosub, a través de todo su itinerario de acompañamiento, formación e inserción, nos regalan cada día a los zamoranos las medallas que, orgullosos y satisfechos portaban a su vuelta Elena, Alfonso y Gustavo. Por ellos y por nosotros.

domingo, 17 de marzo de 2019

La hoguera de las vanidades

Es el título de la famosa novela, luego llevada al cine, del escritor americano Tom Wolfe en la que retrata las relaciones sociales en el ecosistema neoyorkino de los años 80 caracterizado por el ascenso de los grandes ejecutivos, el culto al dinero y las apariencias vinculadas al poder y el estatus económico. También la radiografía de una verdad tan cierta como la ley física de la gravedad que nos indica que todo lo que asciende tiene, más tarde o más temprano tendencia a caer, por mucho que mientras el ascenso se mantiene éste parece no conocer límite.

La hoguera de las vanidades despliega fulgurantes sus llamas, más incluso que ante el color del dinero -que junto al sexo se dice que son los dos elementos que real y exageradamente mueven el mundo-, ante las posibilidades del poder. El viernes, en conversación informal con la directora de este periódico y al filo del incendio de noticias que la tarde iba deparando, me recordaba la fecha en la que nos encontrábamos, “los idus de marzo”. “Tu quoque, Brute, fili mi”, tú también, Bruto, hijo mío, nos contaron que dijo Julio César al comprobar que entre quiénes lo asesinaban en esa fecha se encontraba Bruto, quien aunque no era hijo suyo sí lo era de su amante Servilia.

A poco menos de una cuaresma para las elecciones generales el escenario político estalla en plena ebullición, los ánimos se exacerban y las dagas brillan en la penumbra en la que se gestionan habitualmente las conspiraciones. Que el hombre es animal político “zoon politikon”, en el sentido de animal social, ya lo dejó establecido Aristóteles, pero dando una vuelta de tuerca a la expresión quizás debamos reflexionar por qué la política hace al hombre tan “animal”, tan instintivo, tan depredador. Por qué transforma de tal manera la cualidad humana. Poder, tal vez sea la respuesta o, más exactamente, apariencia del poder, de dominación. Y vanidad.

Con estos antecedentes cómo no comprender que resulte tan difícil transmitir que la razón última del ejercicio de la política (que junto con la agricultura entendía Catón, era la más noble actividad a la que el hombre podía dedicarse) no sea el afán de protagonismo, el deseo de vestir la púrpura, la ostentación de poder o riquezas, sino la contribución en escala humana -humilde por tanto- a la convivencia y al bien común de esa sociedad de la que como “zoon politikon” cada individuo formamos parte. 

La aportación de ideas y proyectos, el debate sobre ellos, la conjunción de los pareceres más diversos sobre las cuestiones que a todos nos afectan, a los presentes y a los que han de sucedernos en este recorrido por el que nuestra herencia genética va viajando de generación en generación, debería ser el objetivo de todos, de los que se dedican a la alta política y de los que simplemente queremos aportar algo en nuestro ámbito más cercano. Unos por España, otros, humildemente, por Zamora.


domingo, 10 de marzo de 2019

Pinceladas de mujer

Alguien me decía hace unos días que la única gran revolución pendiente era la de la mujer, entendiendo revolución no en el sentido clásico, violento y traumático de la palabra, sino como culminación definitiva y rápida de la evolución en la que la “lucha” de los sexos se encuentra inmersa desde el principio de los tiempos. 

Coincido plenamente con ese planteamiento en sus dos facetas,. Afortunadamente con la civilización nos hemos ido aproximando en derechos, deberes y compromisos, ayudados por el hecho de que la ciencia y la tecnología van virando la fortaleza que marca la superioridad de la fuerza bruta a la de la inteligencia y a las múltiples cualidades en que ésta se representa, múltiples caras de un mismo poliedro. 

Es innegable que lo ya recorrido es enorme en todo el mundo occidental y también, aunque aún algo menos y más recientemente, en España. También lo es que falta el avance final, la consolidación que se verá cuando nuestras mentes y sobre todo las de los más jóvenes entiendan la igualdad en el ámbito personal y social entre ambos sexos con la misma naturalidad con la que se entienden las diferencias biológicas entre ambos géneros. No falta mucho aunque los últimos metros no suelen ser los más fáciles.

El jueves en Madrid se inauguraba la primera de las muestras de un ciclo que he promovido junto con una magnífica embajadora de lo zamorano en la capital de España, Ruth Ruíz, y en el que, con la inestimable ayuda y acogida de la unión de autónomos y emprendedores UATAE y su secretaria general María José Landáburu, pretendemos abrir una puerta de salida y promoción a jóvenes creadores zamoranos en cualquiera de los campos de la creación artística.

No ha sido casual que la primera iniciativa esté protagonizada por Elena Ayuso, excelente pintora en pleno desarrollo de su potencial creativo y de configuración de un estilo muy propio, personal, femenino y,  por eso mismo, salvaje en el mejor sentido de la palabra salvaje, natural, instintivo, visceral, puro y sin artificio. No lo ha sido que UATAE haya decidido que en torno a su obra gire la conmemoración del reivindicativo día de la mujer (como si no todos los días debieran ser el de la mujer y también el del hombre). 


Intentaremos que a Elena (LNA) la sigan otros nuevos creadores zamoranos. Entre tanto su exposición, que permanecerá hasta el último viernes de marzo, tendrá ya con toda probabilidad una segunda parte, de nuevo en Madrid, en el centro cultural Matadero. Una pica en Flandes como la que la lucha por la igualdad pone y debe seguir poniendo cada día en nuestra sociedad. Pincelada a pincelada, trazo a trazo, no con algo tan históricamente masculino y desfasado como el puño, el palo o el insulto, sino con pinceladas de genio e ingenio, con la constancia y la perseverancia que surgen de saber que estamos no ya en el camino correcto, sino en el único posible y admisible. En la diferencia, iguales.

domingo, 3 de marzo de 2019

Miss Daisy lleva hielo a Macondo

Las informaciones del tráfico electoral nos señalan un incesante trasiego de políticos nacionales y autonómicos por nuestra provincia durante estas últimas y las próximas semanas. A falta de la esperada lluvia y ante la inexistencia de nevadas por esta primavera infiltrada en mitad de lo que todavía es invierno, las nubes son de ministros, consejeros, directores generales y comisionados especiales y las precipitaciones en forma de millonarias promesas en carreteras, empleos, repoblación y nuevas tecnologías.. Inversiones para invertir la inercia de los últimos años.

Como aquellos “sabios de Menphis” que nos cuenta García Márquez llevaron el hielo por primera vez al Macondo de los cien años de soledad, así se acercan a mostrarnos las maravillas que nos pueden traer, que nunca antes otros nos trajeron y que, piensan -quizás ni eso- que maravillarán nuestros ojos y colmarán nuestros anhelos de españolitos del rincón profundo.

Tal como Mr. Marshall, sean bienvenidos ellos y sus riquezas a Zamora. No es mala la película de Berlanga para representar un momento en el que nadie sabe quién gobernará en tan solo unas semanas ni en la nación ni en la región. Quién habrá de presupuestar y ejecutar la ristra de compromisos tanto tiempo demorados, tantas veces negados y ahora, de repente, tan fáciles de plasmar. Seremos cortos de entendederas, no digo que no, pero una cosa es serlo y otra que nos guste que exhiban que saben que lo somos. Para esto tampoco es mala película “El disputado voto del señor Cayo”, basada en la novela homónima de Delibes, ese otro españolito del rincón, más y mejor sabio que los de Menphis.

Nada que no sepamos en estos días de carnaval en el que todo se transfigura, unos para parecer lo que no son, otros para ser lo que no parecen. Unos que llegan de visita a lucir sus oropeles y lanzarnos confeti y otros que como Morgan Freeman en su papel de chófer pasean a la Miss Daisy de turno con la inclinación y obediencia debidas mientras portan, como en el fragmento de García Márquez, los cofres del tesoro que más pronto que tarde quedará en agua:

“Estaban obstinados en que su padre los llevara a conocer la portentosa novedad de los sabios de Menphis, anunciada a la entrada de una tienda que, según decían, perteneció al rey Salomón. Tanto insistieron, que José Arcadio Buendía pagó los treinta reales y los condujo hasta el centro de la carpa, donde había un gigante de torso peludo y cabeza rapada, con un anillo de cobre en la nariz y una pesada cadena de hierro en el tobillo, custodiando un cofre pirata. Al ser destapado por el gigante, el cofre dejó escapar un aliento glacial. Dentro solo había un bloque transparente, con infinitas agujas internas en las cuales se despedazaba en estrellas de colores la claridad del crepúsculo. Desconcertado, sabiendo que los niños esperaban una explicación inmediata, José Arcadio Buendía se atrevió a murmurar:
-Es el diamante más grande del mundo.

-No -corrigió el gitano-. Es hielo."