domingo, 31 de diciembre de 2017

El impasible

Digo adiós al negro, ácido, oxidado, corroído 2017, como si con esa personificación pudiera devolverle siquiera una mínima parte del daño que ha causado. Le enseño mis garras, el puño apretado señalando al cielo, como si con ese gesto inútil, impotente pero catártico pudiera amedrentar al impasible. Aprieto los dientes, frunzo el ceño, respiro sonoramente como si se tratase de movimientos de ajedrez que, en el tablero de la muerte, sirvieran para algo más que para reconocerse uno en su propia consciencia.

La flecha del tiempo que nos describe la física nos muestra la dirección que el tiempo traza en su recorrido, discurriendo sin interrupción del pasado hacia el futuro, pasando por el presente. La flecha nos marca también la irreversibilidad de ese trayecto, con una tendencia que indica, bajo el concepto de “entropía”, que en nuestro sistema natural el tiempo avanza siempre hacia un mayor caos, no hacia el orden. Que la tendencia general en la naturaleza es hacia el desorden. Desde el Big Bang hacia el futuro. Del uno al infinito.

Desde el principio de su tiempo, el hombre se ha preguntado primero a dónde va y después de dónde viene. Filosofía, metafísica, teología y física han buscado en cada recodo del camino las respuestas últimas a la única pregunta cuya respuesta correcta daría todas las demás respuestas. Pero como en la entropía de la segunda ley de la termodinámica, por cada respuesta que aparece se multiplican las preguntas. Y todo para volver al origen, al sólo sé que no sé nada socrático, que realmente no indica que no sepamos nada sino que nada sabemos “con certeza”.

Ahora un grupo de científicos ha logrado acabar con la irreversibilidad, actuando sobre las partículas subatómicas -en un concreto sistema cerrado y en laboratorio- y darle la vuelta a la flecha del tiempo para que señale hacia el pasado y no hacia el futuro, nos toca despedir desde el tren de la vida esa “estación termini” que fue el año que se va -curioso, decimos “que se va” a un año “que se queda” mientras somos nosotros los que nos vamos- hacia atrás y con él todo lo que no volverá.

Prefiero despedirlo con literatura y música antes que con física. Con “marina impasible” de José Hierro: “…Presente inmóvil -sin recuerdos, / sin propósitos-, soy ahora. / Todo está sometido a un orden / que yo no entiendo. Pero embarco / en la nave, y el marinero / me dirá su cantar, más tarde, / desde el éxtasis…” Con Borges, siempre: “El tiempo es la sustancia de la que estoy hecho. El tiempo es un río que me arrebata, pero yo soy el río; es un tigre que me destroza, pero yo soy el tigre; es un fuego que me consume, pero yo soy el fuego…”

Y escuchando en “El vencido” a Fito & Fitipaldis: “Dicen que estoy perdiendo el tiempo, / en vivir deprisa. / Mi vida pasa como el viento, / pero jamás sentí la brisa…”. O en “Lo que sobra de mí”: “Ahora sé que el cielo no está lejos, nosotros sí”. Impasible, el tiempo. Nosotros no.

domingo, 24 de diciembre de 2017

Siempre hay salida

Dice el alcalde, después de que la oposición en pleno haya rechazado su proyecto de presupuestos, que entramos en un callejón sin salida. Lo cual resulta un comentario fácil y superficial, poco digno de alguien que lleva tantos años en política -durante muchos de ellos actuando como azote inmisericorde de los gobiernos municipales- y, sobre todo, resulta incierto. Salidas a la situación hay muchas y fundamentalmente una, modificar el presupuesto negociando con los grupos de la oposición.

Cuando se gobierna en minoría es necesario ejercitar con manos derecha e izquierda una de las cualidades intrínsecas a la política, la negociación, el juego del encaje de las posiciones y pretensiones de cada parte. En esto es en lo que Guarido más negativamente está sorprendiendo a quienes no lo conocían en el plano corto. Hablo de su escasa flexibilidad y cintura políticas para hablar y negociar no ya con un PP descolocado -grogui, en términos pugilísticos- y que aún no sabe disimular su frustración por el fiasco electoral de la candidatura que encabezó Clara San Damián, sino con un grupo como el de Ciudadanos que le ha dado durante este tiempo muestras más que evidentes y apoyos responsables y esenciales para garantizar que el mandato no fuera, desde el inicio, ese callejón sin salida al que ahora alude, cuatro años desperdiciados para una Zamora tan necesitada de no desperdiciar ni un solo día.

También de la llamada de atención ciudadana que lo ha obligado a dar un golpe en la mesa de su propio equipo, cesar al concejal de participación ciudadana y comprometerse ¨a falta de poco más de un año para terminar el mandato” a visitar todos los barrios, lo que, a primera vista -y a segunda y tercera…- se supone que es lo que deben hacer un alcalde y un gobierno desde el primer día, no por obligación sino por vocación. 

Hablo por último del enfrentamiento, absolutamente sin precedentes en el ayuntamiento capitalino, con el interventor municipal, el funcionario público encargado por la ley de velar por la preservación del control de legalidad. Qué hubieran dicho Guarido y los suyos de haber ocurrido semejante escándalo con cualquier otro alcalde en los tiempos en que ante cualquier mínima advertencia de la intervención, poco menos que postulaba la intervención de la fiscalía y hasta del Séptimo de caballería.

No hay que hablar de callejón sin salida sino de proyecto agotado como se ve en la misma inestabilidad de la alianza de gobierno PSOE-IU con un equilibrio precario y mutuamente desconfiado como se ha manifestado durante la crisis de este pasado verano a raíz de la incorporación de una nueva concejal al equipo socialista. Que no haya posibilidad de una alternativa antes de la cita con las urnas no empece para que el alcalde y su equipo cambien autoritarismo por diálogo y negociación.

Tengan una feliz Navidad, amigos lectores y, para quienes no lo sea tanto, levanten los ojos hacia la luna y recuerden que no es menos bella por tener una cara oculta.

domingo, 17 de diciembre de 2017

SOS de la provincia de Zamora

El título de esta columna es el mismo con el que uno de los mejores políticos -y gran persona- que tuvo esta provincia, Juan Seisdedos, encabezó un magnífico estudio, más de doscientas páginas, publicado en 1977, albores de nuestra etapa democrática. En aquella ocasión se acompañaba con el subtítulo: un programa para su desarrollo.

Casualidades, su sepelio ha coincidido con el titular de primera página de La Opinión-El Correo de Zamora del viernes, que ratificaba que solo en el primer semestre del año nuestra provincia ha perdido casi otro uno por ciento de sus habitantes. Una dinámica descendente que, como he reflejado en numerosas columnas, se va acelerando en los últimos años por el paulatino envejecimiento medio de la población.

La proporción, cada vez más alarmante, entre el número de nacimientos y el de fallecimientos y los brutales datos que muestran el exilio a la búsqueda de oportunidades de futuro de los más jóvenes, los únicos que podrían contribuir a aumentar el número de nacimientos son, como aquel trabajo, la esencial radiografía de una provincia gravemente enferma y a la que no parece que nadie tenga mucho interés en transformar para salvar.

Sumemos que el mayor porcentaje de esos jóvenes que se van son aquellos que han alcanzado una mejor cualificación académica y profesional, para entender que el empobrecimiento en número de habitantes va acompañado de un dramático empobrecimiento de capacidades intelectuales, imprescindibles para el emprendimiento, la generación de riqueza y la aportación de valor añadido a las estructuras anquilosadas de una provincia que sigue debatiéndose entre una ensoñación burguesa, que realmente nunca ha existido, y un cada vez más férreo y mediocre control político (a cambio de nada), más propio de épocas de caciquismo autoritario que de una sociedad democrática, abierta y moderna. 

De Seisdedos se dice que era un político conservador, pero eso es una mera etiqueta ideológica. Más bien lo tengo por un liberal con sólidos principios éticos. Fundamentalmente trató siempre de ser un político transformador. Tal y como se pudo escuchar durante la ceremonia de su último adiós, de boca de un alcalde de la provincia, siempre recordaba que las personas han de estar por encima de las ideologías en la dedicación de quien ostenta cualquier responsabilidad pública. 

A tratar de facilitar las cosas y contribuir a hacer una provincia mejor para todos los que en ella vivimos dedicó lo mejor de su labor. Cierto que no tuvo el éxito que necesitamos, entre otras circunstancias por las trabas e intereses personales de algunos de los que a la hora de su marcha le han dedicado grandes palabras como si no representaran la antítesis de lo que Juan y otros pensamos que merece Zamora y los zamoranos. Al contrario que él, entienden que los partidos (ni siquiera las ideologías) están por encima de las personas y ellos, por encima de unas y otros. Quizás tengan razón y los equivocados seamos otros. Mi abrazo, Ina, para ti y vuestros hijos.

domingo, 10 de diciembre de 2017

Punto de fuga constitucional

En pintura se denomina punto de fuga al lugar hacia el cual confluyen las proyecciones de las líneas rectas paralelas a una dirección determinada. En  lenguaje menos técnico, el punto donde terminarían encontrándose todas las rectas de una pintura que apunten en la misma dirección. Configura lo que los profanos venimos a llamar perspectiva. El escultor, arquitecto y pintor del “Quattrocento” italiano Filippo Bruneleschi fue el primero en hallar la clave de la perspectiva al dar científicamente a través de la experimentación con el punto de fuga.

Más de quinientos años después del fallecimiento del florentino, en 1978, se redactó y aprobó la actual Constitución Española. Pieza clave sobre la que se ha elevado toda la arquitectura legal y de convivencia de nuestra democracia, y con la que los redactores tuvieron que hacer todo un alarde de flexibilidad e integración para poder salir adelante y alejar los truculentos fantasmas de la Guerra Civil, el franquismo y la Segunda República.

De ella, el Título Octavo, relativo a la organización territorial del Estado, fue el último en cerrarse por la dificultad para hacer confluir los distintos intereses políticos. Al final, solución de compromiso, un modelo abierto, inicialmente muy diferente para las tres comunidades llamadas “históricas” y que al final terminó en el famoso “café para todos”. Una solución sin un “punto de fuga” claro, donde cada comunidad podía ir a su ritmo y hasta el punto que considerara, sin un límite nítido al autogobierno.

El modelo ha funcionado durante este tiempo aunque nadie pueda afirmar si con un modelo más centralista el progreso hubiera sido menor. En todo caso, un modelo que en su propio desarrollo ha ido haciendo crecer el germen de la destrucción del edificio constitucional. Un modelo sin límite, en el que los dos grandes partidos no se han atrevido a poner coto a los excesos nacionalistas (favorecidos por la sobrerepresentación que la ley electoral les otorga) con la lengua o la educación. Un modelo en el que al estar solo permitido hablar de modificar la Constitución para ampliar las competencias autonómicas, nunca para reducirlas, no puede ser sino un modelo abocado al colapso.

Bruneleschi, famoso por hallar una solución arquitectónica válida para el hasta entonces irresoluble problema de la construcción de la cúpula de Santa María del Fiore, más conocida como “Il Duomo”, escribió al tribunal que debía adjudicar ese proyecto: “me propongo construir para la eternidad”. Es disculpable que los constituyentes trabajaran para la coyuntura del momento. No lo es que cuatro décadas más tarde, nuestros políticos sigan como derviches, dando vueltas sobre el mismo eje y no marcando un claro punto de fuga.

Hace un año me detuve y giré sobre mí mismo -plácidamente, como el mundo giraba entonces- en varios puntos de Florencia. Admiré la ambición, la armonía y la belleza intemporales creadas por los genios que dieron portazo al Medievo y abrieron el mundo al Renacimiento. Hoy España necesita espíritus renacentistas.

domingo, 3 de diciembre de 2017

Te recuerdo como eras

El gran etnógrafo español o el juglar sabio, como lo definía hace algún tiempo el titular de un periódico nacional recibe hoy el pequeño, cálido y emotivo homenaje que discípulos, amigos y seguidores le van a dar en el Teatro Principal. Allí estaremos, agradecidos, disfrutando de la esencia que destila toda una vida de trabajo en torno a los nervios que nutren y conforman nuestra cultura como pueblo.

Joaquín Díaz decidió un día pasar de las tablas al trascenio (paradójica palabra hablando de nuestra cultura que la RAE no acoge al lado de su complementaria proscenio, mientras admite backstage) y sumergirse con la pasión del arqueólogo a limpiar con su pincel el polvo con el que los años han ido ocultando nuestras raíces. Con la pulcritud del cirujano a discernir líneas principales y adherencias provenientes de toda influencia en este plasma que nos hace humanos, nos permite avanzar y al que llamamos cultura.

Sostiene Claude Lévi-Strauss, antropólogo de referencia mundial, que toda sociedad puede distribuir las culturas en tres categorías: las que son sus contemporáneas, pero residen en otro lugar del globo; las que se han manifestado aproximadamente en el mismo espacio, pero la han precedido en el tiempo, y aquellas, que han existido a la vez en un tiempo anterior al suyo y en un espacio diferente de aquel donde ella reside. 

En todas las categorías existen elementos que se repiten indefectiblemente. Dos de ellos son la tradición oral y la existencia de música en el lenguaje, el ritmo en las palabras y melodía en las composiciones. No hay cultura sin sus canciones, que surgen del pueblo, quizás guarecido alrededor de un fuego en invierno, reunido en una celebración comunitaria o evocando mitos, ritos y gestas -recuerdo cómo disfruté leyendo un prólogo de Agustín García Calvo a una edición de la gran epopeya finlandesa que es el Kalevala, completamente diferente y a la vez idéntica a las gestas de cualquier otra cultura-. Así se van trasladando de generación en generación, de boca a oído, hasta desaparecer en la bruma del tiempo por mucho que de ellas hayan surgido otras que continúen la eterna travesía.

La cultura, como la historia, es acumulativa, no estática. Sobre unas capas de sedimentos se van instalando otras que son las que vemos en la superficie de nuestra contemporaneidad. Desandar el camino, hurgar en los restos para tirar del hilo es recuperar el conocimiento de nuestro código genético social. Dice la antropología que la cultura es a las sociedades lo que la personalidad al individuo. Joaquín Díaz es, pues, en su trabajo de décadas, en su recuperación del pasado que va mucho más allá de las canciones, el juglar sabio que nos hace sabios. Que nos permite recordarnos como éramos y por lo tanto sabernos como somos.

Todo pasado es una trenza de miles de circunstancias, casualidades y causalidades, retorcidas por el recuerdo, que nos hacen hoy ser lo que somos. Te recuerdo como eras en el último otoño, escribió Neruda.

domingo, 26 de noviembre de 2017

El océano de silencio (remake)

Empecé a escribir esta columna sabiendo que el título sería el mismo que una bella canción de Franco Battiato. Apenas comencé a teclear creí recordar que ya había hecho una columna con ese título. Busqué en mi blog y allí estaba, sumergida en el plasma del tiempo, dormida, a la espera de que unos ojos la redescubrieran. Siete de abril de 2013. La releí, en tiempos y circunstancias tan distintos, para ratificar con no menos certeza que sorpresa que desde que nacemos y hasta que morimos somos básicamente los mismos. Variaciones sobre un mismo tema, alimentados de los estímulos e influencias que la vida nos va regalando o imponiendo a cada paso.

Somos un código genético completo y cerrado que va mucho más allá del mero agregado de genes. Un disco duro formateado, de una específica forma en cada caso, para que se vaya llenando de la información y sensaciones que cada día procesamos. Somos silencio que se va llenando del permanente ruido del entorno. Ruido acústico. Ruido visual. Ruido de comunicación. Ruido de relaciones. Ruido de confianzas y desconfianzas. De osadías y prudencias. Somos genes y ruido cósmico. 

Quizás por eso en ocasiones necesitamos del silencio en cualquiera de sus formas para adentrarnos en nosotros mismos. Para enlazar con el pasado, para proyectarnos al futuro. Silencio acústico cuando podemos oír el aire que nos rodea sin necesidad de que silbe el viento. Silencio visual cuando la quietud nos permite la contemplación de un paisaje, un alba o un crepúsculo, un cuadro o un rostro imposible ya. Silencio de contemplación. Silencio de meditación. Sumergirse en ese océano que suspende sobre nosotros el ruido último, el del tiempo y el espacio que en constante movimiento siguen reinando en el exterior de esa burbuja en que, como la placenta materna, se convierte el océano en que nos refugiamos.

Mi columna de hoy tenía la pretensión de hablar de cómo en este mundo de ruido permanente cometemos con frecuencia el error de tratar de combatir el ruido con más ruido, los desacoples con estridencia. Escribir en torno a la campaña del Ayuntamiento de Zamora contra la violencia de género que utiliza chistes machistas. Los juegos de contrastes funcionan en publicidad. Llamar la atención, escandalizar es buen reclamo. Pero no es este ruido el mejor camino para combatir el drama en el que día a día viven miles de mujeres. 

Grave traspiés del gobierno municipal que no se merecen las víctimas de ese otro océano de silencio que es el del terror, el de la complicidad de una sociedad que sigue mirando para otro lado ante la violencia de género. Que calla y tolera como ajenos episodios cercanos. El del más incomprensible dolor sin límites.

Parte de la letra de la canción del título es de la escritora Fleur Jaeggy, de ella una cita que  en catorce palabras dice, mejor que mis casi quinientas restantes, lo que yo, en todos los sentidos, quería expresar: “Y en el espejo sus ojos cristalinos, impregnados de fe, concisos como un epitafio”.

domingo, 19 de noviembre de 2017

La manada de hienas

El mal fija su atención en el bien para corromperlo. El bien se deja llevar con frecuencia por el atractivo transgresor del mal. Las hienas atacan en manada porque en solitario no tienen media torta. Las libertades como la dignidad y los derechos son personales, individuales e intransferibles. Tres premisas para un pensamiento.

Decía Bertolt Brecht que malos tiempos corren cuando hay que explicar lo obvio y  ahora vivimos malos tiempos amplificados por las redes sociales y los medios de comunicación. Una persona, una mujer esta vez -y casi siempre-, denuncia una violación en manada por parte de unas hienas que se hacen llamar a sí mismos “la manada”. Poco debería haber que explicar salvo dejar actuar a la justicia y esperar a su sentencia. Pero son malos tiempos para lo obvio.

¿Debe una mujer pedir perdón por ser mujer, o por ser joven, o por resultar atractiva? ¿Ha de pedir permiso a nadie una mujer para ejercer su libertad sexual cómo, cuándo y con quien le apetezca? ¿Qué derecho tiene nadie a restar una micra de valor a la libertad individual de elección y a la dignidad de una mujer, de una persona, por el hecho de que antes o después ejerza esa libertad cómo, cuándo y con quién le plazca? Tres preguntas para un escenario obvio que no es del teatro de Brecht sino la representación de una sociedad enferma.

Las hienas son depredadores que cazan grandes mamíferos, pero también son carroñeros cuando se presenta la ocasión. También el ser humano es biológicamente carroñero y, probablemente, buena parte de la obtención de las proteinas necesarias para el mantenimiento y evolución de la especie provenía en los primeros homínidos de la carroña que quedaba tras alimentarse otros carnívoros de mayor tamaño y fuerza. Quizás eso haya continuado transmitiéndose en nuestro ADN de generación en generación hasta llegar, de manera sublimada, hasta estos nuestros días en los que el instinto carroñero campa a sus anchas.

La prensa y las redes arden por el juicio contra la manada de hienas denunciada por violación en el último sanfermín. De un lado quienes se complacen en la carroña y en generar dudas sobre el hecho denunciado con cuestiones colaterales que en nada afectan a si hubo o no hubo violación. Del otro lado otras manadas que aprovechan este tipo de situaciones para hablar de revoluciones, patriarcados y otras monsergas. Unos y otros deberían hacérselo mirar. 

Lo peor es que también abundan quienes aluden con ignorancia o desvergüenza a la presunción de inocencia para los acusados. Olvidan que hay situaciones en las que aplicar la presunción de inocencia en términos absolutos al denunciado implica restársela al denunciante. En los delitos sexuales ocurre esto y por eso muchas veces no se denuncian. Dejemos que se juzgue si hubo o no violación en manada. Mientras no se pruebe lo contrario ellos son los presuntos violadores, ella la víctima. No hay más. 


domingo, 12 de noviembre de 2017

Es todo tan relativo

Recientemente en Tokio se han subastado dos breves notas manuscritas que Albert Einstein entregó a un mensajero en 1922 cuando éste le llevó un mensaje al Hotel Imperial, donde el genio, al que acababan de conceder el Nobel, se alojaba.

Según publican las agencias, se desconoce si el físico las entregó por no tener unas monedas para darlas de propina o si fue el mensajero quien no quiso aceptarla, que los japoneses son muy especiales para esos detalles. Matiz sin demasiada importancia, como tampoco la tiene (salvo para el patrimonio del penúltimo propietario de las notas) el hecho de que la puja haya superado el millón y medio de dólares.

En el primero de los manuscritos Einstein dice que “la calma y una vida modesta trae más felicidad que la persecución del éxito combinado con agitación constante. Noviembre 1922, Tokio”, en el segundo sintetiza “donde hay voluntad, hay un camino”. Sin discutir la profundidad del pensamiento que encierran ni el exitoso ejercicio de síntesis, que recuerda la bella aparente sencillez de algunos sublimes poemas “haiku” o de los jardines al estilo japonés, no son precisamente un completo tratado de filosofía. 

Así que por mucho que en estos tiempos de barroquismo mediático en que vivimos, algunos titulares hablen, con fácil juego de palabras, de la “Teoría de la felicidad de Einstein”, todo se hubiera quedado como una simple anécdota perdida en la memoria de aquel mensajero de no ser porque hasta un siglo después sus herederos han sabido conservar algo que en puridad no dejaba de ser insignificante. 

La primera de las citas es pura paradoja en la mente y la mano de quien justo en ese momento se encontraba en el punto más alto de reconocimiento mundial a su trabajo y éxito. La segunda, por su certeza absoluta, podría ser tildada de obviedad. Y sin embargo, suenan bien, huelen bien. Son como esos aromas esenciales que se encierran en pequeño frasco y se destapan con cuidado para que su magia nos llene pero no se nos escape. Los detalles más pequeños no tienen menor importancia que las grandes declaraciones. Igual que un verso hace a un poema y pequeñas pinceladas dan la fuerza al mejor cuadro. 

La anécdota de Einstein me trae a la memoria la imagen de “Noche estrellada”, la pintura de Van Gogh que sin ser ni pretender ser un tratado ni un estudio profundo de astronomía, transmite como ninguna fotografía de súper telescopio electrónico la inmensidad, la diversidad, la fuerza y el misterio del universo que habitamos. 

No hace falta un gran formato, bastan pequeñas pinceladas., cortos poemas o breves pensamientos. Tampoco para la felicidad  hacen falta grandes teorías o tratados, bastan pequeños detalles y belleza. Quién sabe dónde está el mucho o el poco, si como en el precio de la subasta, ¡es todo tan relativo!.

domingo, 5 de noviembre de 2017

Nihilismo

Me preguntaba qué escribir sobre la crisis catalana que no estuviera dicho. Cómo describirla de manera original o por dónde aventurar que irá la salida del conflicto, primero político y ahora ciudadano, que toma tales tintes surrealistas que merecería el toque final del genio (españolista) de Dalí. Tras unas cuantas vueltas, no demasiadas que no está uno para quemar neuronas en algo estéril, mi única respuesta es “nada”. 

Nada es la superioridad de clase, cultural, de modernidad y hasta moral que estos  únicos catalanes oficiales ven en sí mismos cuando se miran al espejo y hablan en televisión de los “casposos” del resto de España a los que nos perdonan la vida dejándonos respirar. Nada lo que el gobierno Rajoy-Soraya ha hecho cuando aún estaba a tiempo para circunscribir el conflicto a un enfrentamiento entre el gobierno de la nación y el de una comunidad autónoma y no desembocara en un enfrentamiento de ciudadanos contra ciudadanos, en guerras de banderas y canciones de Manolo Escobar contra caceroladas.

Nada lo que los gobiernos actual y anteriores han hecho para evitar el adoctrinamiento en las aulas durante casi cuarenta años y que ha conducido a que dos de cada tres incorporados a la mayoría de edad vayan siendo nacionalistas y por lo tanto independentistas ocupando la mayoría social y la plenitud institucional. Nada para garantizar a las familias que sus hijos puedan estudiar en su lengua materna cuando ésta es el español o para evitar el acoso incluso en los recreos a aquellos alumnos que se expresan normalmente en el idioma oficial común. Nada para hacer cumplir la Constitución y las reiteradas sentencias del Tribunal Supremo en materia educativa y lingüística.

Nada para limitar el influjo permanente de los medios de comunicación públicos en Cataluña, financiados con dinero de todos los españoles y que han generado esa imagen de uniformidad catalana en una sociedad aún hoy dividida por mitades. Nada para poner coto al reguero incesante de dineros y privilegios para alimentar unas pretensiones que han permitido vivir a sus burgueses muy por encima de sus posibilidades reales desde hace más de un siglo, en detrimento de la industria del resto de España. Nada lo que va a resolver una precipitada cita con las urnas -patada hacia adelante-, en la que, en el menos malo de los casos, el fiel de la balanza va a estar en manos de Podemos. 

Nada lo que en el fondo nos va en este juego de estrategias de alta escala a los que vivimos en esta otra España, deprimida y profunda, en la que las empresas no se van porque mueren antes, los autónomos caen como moscas o malviven y cuando el paro disminuye es solo porque baja la población activa por la emigración y el envejecimiento. Nos queda el consuelo de pensar que en el principio de los tiempos, de la nada surgió todo, pero quizás el “Big Bang” fuera también catalán.

miércoles, 1 de noviembre de 2017

Reconstruir Hiroshima

Iba a escribir "buenos días, amigos" pero permitidme que lo deje simplemente en un: "Hola, amigos", vuelvo, tres meses (y toda una Vida) después a publicar mi columna en La Opinión El Correo de Zamora. En este tiempo de silencio, El Espejo de Tinta ha cumplido sus diez años, más de 700 columnas desde aquella primera de septiembre de 2007. 

Disculpad el desahogo personal, hoy os dejo la más dura y sin embargo para mí la más bella aunque dEVAstadora. Los que me conocéis personalmente sabéis de qué os hablo, el resto al menos lo intuiréis. Salvo para los que sE VAn definitivamente, la vida sigue su curso como el río de Heráclito y la desolación debe dar paso, sin solución de continuidad, a la reconstrucción. RECONSTRUIREMOS.

Hiroshima como metáfora es algo que ha rondado mi cabeza durante este tiempo en el que también coincidió la conmemoración del aniversario del día (6 de agosto) en que "Little Boy" la borró del mapa en apenas un segundo igual que hiciera "Fat Man" con Nagasaki tres días después (9 de agosto). 105.000 muertos en un segundo y un suelo completamente arrasado sobre el que solo se mantuvo en pie el esqueleto de la "Cúpula de Gembaku" que es hoy, más de 70 años después, el símbolo de su reconstrucción.

Un último apunte en el mismo plano íntimo y personal que hoy comparto, profeso la creencia de que sin dejar que secuestren el presente o anulen el futuro, los recuerdos amados hay que mantenerlos vivos, porque lo vivido forma parte inescindible y eterna de lo que somos hoy y de lo que seremos mañana hasta que esta vida que nos trae, nos maneja a su antojo y nos lleva cuando quiere, decida que también nosotros hemos de decir "hasta Siempre". Profeso así mismo la fe de que hay que conmemorar la Vida y no la muerte. En estas dos claves mi mente, mi corazón y mi piel -mi alma en suma-, han querido jugar con su nombre -el de mi compañera durante 21 años, quien dio Vida a nuestras dos hijas que son nuestra particular cúpula de Gembaku y que por sí mismas justifican y dan razón a su existencia y la mía-. De las palabras que insuflan la vida a esta columna, veintitrés llevan en su seno el nombre EVA, una, "nAVEgando", lo lleva como en el reflejo de ese Espejo que da título a mis columnas y en otros dos casos su nombre se completa con la unión de dos palabras: "de quÉ VAlieron las ganas" y sobre todo en "Cómo no ser sombra longeva de la sombra que sE VA". Veintiséis veces en total. Un 26 de octubre nació quien tanta luz nos ha dado y, aún siendo EVAnescente hoy, tanta luz ha de seguir dándonos. Tanta como brillo irradia su eterna Sonrisa eterna ya.
TE QUIERO, EVA, for Ever.

Poema 5
Para que tú me oigas 
mis palabras 
se adelgazan a veces 
como las huellas de las gaviotas en las playas. 

Collar, cascabel ebrio 
para tus manos suaves como las uvas. 

Y las miro lejanas mis palabras. 
Más que mías son tuyas. 
Van trepando en mi viejo dolor como las yedras. 

Ellas trepan así por las paredes húmedas. 
Eres tú la culpable de este juego sangriento. 

Ellas están huyendo de mi guarida oscura. 
Todo lo llenas tú, todo lo llenas. 

Antes que tú poblaron la soledad que ocupas, 
y están acostumbradas más que tú a mi tristeza. 

Ahora quiero que digan lo que quiero decirte 
para que tú las oigas como quiero que me oigas. 

El viento de la angustia aún las suele arrastrar. 
Huracanes de sueños aún a veces las tumban 

Escuchas otras voces en mi voz dolorida. 
Llanto de viejas bocas, sangre de viejas súplicas. 
Ámame, compañera. No me abandones. Sígueme. 
Sígueme, compañera, en esa ola de angustia. 

Pero se van tiñendo con tu amor mis palabras. 
Todo lo ocupas tú, todo lo ocupas. 

Voy haciendo de todas un collar infinito 
para tus blancas manos, suaves como las uvas.
Pablo Neruda, “Veinte poemas de amor”



Reconstruir Hiroshima

Cómo reconstruir la devastada Hiroshima. Cómo soportar la destrucción. Cómo levantar vida nueva allí donde la muerte toda vida se ha llevado. Cómo elevar de nuevo la mirada al azul sangriento de donde llegó el destino. Cómo trocear el dolor para hacerlo digerible. Cómo abarcar lo inabarcable. Cómo asumir lo impensable. Cómo evaluar los daños. Cómo levar anclas y seguir navegando. Cómo encontrar sentido a algo cuyo sentido no puede ser tan siquiera buscado.

Cómo llenar de carne, piel y huesos las siluetas evanescentes que, en cada rincón, la explosión ha dejado convertidas en recuerdo. Evasivas sombras, hologramas. Cómo devolver al árbol la hoja muerta sin otoño. Cómo huir del eco de los silencios rebotando en las paredes. Cómo llenar los huecos de un futuro por devaluado tan huero. Cómo respirar un aire infectado de azufre. Cómo beber un agua de azufre contaminada. Cómo tomar un alimento cuya levadura se ha transformado en azufre. Cómo retornar de la quietud al bullicio. Cómo revivir el millón de hormigas que pululan por las venas sin esperar cada segundo al pie que ha de aplastarlas. Cómo hablar de mañana, qué palabra, tan cotidiana ayer como cruel hoy. 

Cómo reconstruir Hiroshima devastada. Sin techo ni paredes, sin sillones ni colchón. De qué sirvieron las fuerzas, de qué valieron las ganas, de qué las armas, de qué brazos y piernas y el devanar de cabezas. De qué las defensas en guardia. De qué los radares activos, si el viento de la mala sombra todo lo barre a su paso, inmisericorde y cruento sin que nada lo conmueva.

Cómo metabolizar la ira medieval y transformarla en la fuerza creadora que construyó catedrales. Cómo volver armónicas sístole y diástole y nutrirlas de oxígeno. Cómo mantener en marcha las levas del mecanismo del movimiento continuo. Respirar. Inspirar, expirar. Latir. Bombear. Insuflar. Extraer.  Y dónde protegerse del fuego. En qué cueva resguardarse del frío cuando nieva. Dónde guardar los sueños evaporados, dónde los anhelos, los pronósticos, los augurios. Dónde poner los pies a cada paso y que la suela no se quede pegada al suelo, fundida en el bulevar, cauterizada. Dónde no pisar excrecencias o llenar las vestiduras con el polvo de la destrucción. Dónde ubicar cada pieza del puzzle que la bomba hizo saltar por los aires. Millones de fragmentos en apenas un instante. Objetos sin sentido si su nombre se despoja del nombre de su dueño.

Reconstruir Hiroshima alrededor de la cúpula de Gembaku por mucho que llueva ácido. Duro hormigón sobre los cascotes. Negro asfalto sobre el lodo y el barro. Germinal simiente sobre la tierra yerma. Cómo no ser sombra longeva de la sombra que se va. En qué evangelio (en griego buena noticia) creer. “¿Cómo estás?”, es la pregunta que cada día más se repite. Reconstruyendo Hiroshima es, a pesar de la reiteración, mi nada mecánica respuesta.

domingo, 6 de agosto de 2017

Sorpresa Sánchez, no tanto

El CIS ha provocado el primer terremoto de principios de agosto al apuntar en su encuesta de intención de voto y valoración de líderes un explosivo ascenso de cinco puntos para el viejo-nuevo PSOE de Sánchez a costa de un considerable tropezón de Rajoy y su desconocido gobierno. El resultado se analiza con considerable sorpresa en la prensa pero desconozco, cosa que me parecería mucho más interesante, cómo se estará valorando de puertas adentro de los cuatro grandes partidos del arco parlamentario.

Titulo sorpresa porque, ciertamente nadie esperaba ese ascenso en intención de voto declarada. También porque a priori se podría presumir que cualquier incremento de ese tipo vendría acompañado de un descenso correlativo en PP, Podemos y Ciudadanos. Pero resulta que la radiografía del CIS lo que indica es que el muerdo de votos sería, en votos absolutos y también en porcentaje, de forma mayoritaria al PP y en menor medida a Ciudadanos, mientras que Podemos, la fuerza con la que en teoría iba a pelear Sánchez por el espectro electoral más a la izquierda, no solo no baja sino que sube aunque muy ligeramente. 

Sorpresa podría ser también la pérdida de gasolina, no tanto de Podemos, que sigue inflado, sino de los de Albert Rivera que permanecen bloqueados en esa franja entre el 13 y el 15 por ciento que les puede dar poder de influencia pero poco más. A Ciudadanos le falta estructura y apertura. Lo primero es lógico en un partido en sus primeros años de existencia nacional, aunque denota también que su gran exposición en los asuntos nacionales y de los grandes núcleos de población no va acompañada de una preocupación adecuada por la España de provincias pequeñas, menos pobladas y por lo tanto menos “mediáticas”; lo segundo apunta al riesgo de inmovilismo y caciquismo interno que tanto y con razón ha criticado en los grandes partidos. 

Por último, dato importante, resulta que en intención directa e inmediata de voto el PSOE superaría al PP. Esto último no quiere decir mucho, como se ha demostrado en numerosas citas electorales, pero sí demuestra una cosa. Con su desmarque del gobierno de Rajoy para enfrentarse, y ganar, a Susana Díaz, Sánchez se ha convertido en un líder del que los suyos no se avergüenzan, cosa que no parece ocurrir con Rajoy.

Titulo que no tanto, por varias razones. La primera el empuje del simpatizante socialista tras unas primarias en que derrota “al aparato”. La segunda, Rajoy ha mentido en el juzgado, delante de toda España. La tercera, la fecha en la que el sondeo se publica. Cuando media España está de vacaciones, más pendiente de la arena de la playa o las fiestas del pueblo que de ver el telediario o leer el periódico. Para que una encuesta sea sólida requiere no solo de los datos puros, sino de una “cocina” que los condimente con el recuerdo de voto entre otros elementos. De ahí que en función de cómo actúe el “cocinero” el resultado varíe notablemente. Agosto es mes propicio para terremotos dirigidos que luego se aplacan. No descarten, pues, los de Sánchez, que el cocinero haya dopado su intención de voto para en las próximas oleadas ir desmontando pieza a pieza, porcentaje a porcentaje, al “líder que nunca llegó a ser.” Hemos visto ya tanto, tantas veces…

domingo, 30 de julio de 2017

Habla Venezuela

He estado varias veces en la Venezuela de Chávez y Maduro. Conozco a empresarios, profesionales, políticos, funcionarios públicos y ciudadanos que viven allí, a otros que siendo venezolanos ya apenas visitan el país y a otros que hubieron de abandonarlo y no saben cuándo podrán volver. He tenido ocasión de conocer, reunirme, negociar y desarrollar proyectos con miembros de la administración venezolana -bolivariana, según la marca con la que Hugo Chávez invistió una revolución en la que muchos creyeron y que, como todas las revoluciones políticas, ha terminando tiñendo de terror las buenas intenciones de algunos de sus idealistas revolucionarios-.

Venezuela posee las mayores reservas petrolíferas del mundo, aunque su crudo no sea de tan buena calidad como el del mar del norte, el Golfo Pérsico o Nigeria. Aparte en su subsuelo se acumulan muy importantes reservas de gas y algunos de los minerales más demandados en el mercado o de mayor precio por el valor añadido de su aplicación en áreas de alta tecnología, incluido el oro. Por su ubicación, su climatología y recursos hídricos, es un territorio óptimo para el desarrollo de la producción agrícola. Suelo exponer, con menos exageración que admiración, que en cualquier punto de Venezuela tiras una semilla y seis meses después ha nacido una planta de la que puede estar comiendo una familia. Por último, desde el Caribe a la Amazonía, cada rincón de ese gran país es un recurso turístico en sí mismo.

Venezuela es hoy un buen ejemplo de que más que países ricos y pobres, existen países bien o mal administrados. Existen crecimientos económicos sólidos y equilibrados o de burbujas etéreas, coyunturales y crecimientos  en los que la llegada de dinero en grandes cantidades en un determinado momento, dispara la inflación y lo que debería enriquecer, termina empobreciendo a medio y largo plazo.

Quien no se ha detenido a leer lo que se ha escarbado por historiadores y economistas bajo la superficie, sigue sin explicarse cómo la España imperial del descubrimiento de América cayó en la mayor de sus crisis económicas y al hundimiento a partir de la llegada de barcos cargados con el oro y la plata de ultramar. Quien se aproxime sin más profundidad que la del mero espectador a la realidad socioeconómica de la Venezuela de hoy, no podrá entender la bancarrota absoluta en la que se encuentra uno de los países “más ricos” del planeta.

Venezuela demuestra una vez más y los venezolanos padecen, cómo la mezcla de populismo y comunismo, indefectiblemente termina sembrando el terreno más fértil de caos, miseria y destrucción (física y moral). A ello contribuyen quienes participan en el festín “llevándoselo en crudo” (convertido en divisas) y aquellos que, como algunos funcionarios públicos con los que he compartido trabajos y conversación y a los que respeto y admiro, entregan todo su esfuerzo y dedicación a cambio de un poco menos que inservible sueldo, en favor de un ideal, el fervor utópico en el que un día creyeron y del que hoy se ven apeados por la dura, cruda y contrastada realidad. 

El pueblo de Venezuela toma la palabra para reconquistar su destino y defenderse de quienes se han apropiado indebidamente de las esperanzas, ilusiones y recursos de su nación y del uso mismo de la palabra pueblo. Ánimo y suerte, hermanos.

domingo, 16 de julio de 2017

La piedra y el alma

Cuando era intención de la Junta de Castilla y León construir un centro de congresos en cada una de las capitales de provincia de la región, el entonces y actual presidente contactó con el alcalde de Zamora para solicitarle su opinión sobre cuáles serían los terrenos adecuados para ubicar el de esta capital. No sin cierto asombro recibió el mensaje de que mejor que un edificio de nueva planta era adaptar y rehabilitar el teatro de la Universidad Laboral. Esa misma mañana el presidente se trasladó desde Sayago, donde inauguraba una instalación de Sayagua, hasta Zamora para conocer el teatro del que le hablaban. Apenas entró en él, se alejó cualquier duda sobre la decisión a adoptar.

El siguiente paso fue una visita a Zamora del arquitecto navarro Patxi Mangado quien, conocedor de la importancia arquitectónica del inmueble, se hizo acompañar por el director de la cátedra de arquitectura Luis Moya, de la Universidad Politécnica de Madrid. Sobra decir que el proyecto les entusiasmó, aunque lo más importante fue escuchar cómo destacaron ambos la calidad arquitectónica de los proyectos de Moya, entre ellos el de Zamora y cómo, de haber nacido en otro país o incluso en España en cualquier otra época no marcada por el estigma del franquismo, el arquitecto tendría un reconocimiento al nivel del de los mejores arquitectos del planeta.

Por razones presupuestarias de la Junta y la llegada de la bíblica maldición de los años de vacas flacas, el proyecto quedó en agua de borrajas, apenas iniciada la construcción del edificio anejo al teatro. Así, una de las asignaturas pendientes de Zamora con respecto a su patrimonio, siguió a la espera de un día ser subsanada. Momento que parece haber llegado ahora y que esperemos no se trunque o retrase una vez más.

Dicho lo cual, el fin último de las cosas no solo está en que sean hechas, sino en que se hagan bien. El valor de los edificios radica en su calidad conceptual y constructiva, pero la elevación o deterioro de ese valor estriba también en el uso del que se dote a los espacios. El alma con el que se llenen los huecos que la piedra deja. En esto, Zamora y Castilla y León están en deuda con alumnos y profesorado del Conservatorio elemental y profesional de música, en el cual es infinitamente superior la calidad del alma que lo llena, que la de las decrépitas paredes e instalaciones que lo acogen. 

Zamora necesita unas instalaciones dignas, adecuadas, a la altura de las enseñanzas musicales y de los cientos de alumnos que cada curso construyen en él esa parte tan  históricamente arrinconada en España y tan radicalmente imprescindible para una sociedad más cívica, humana y humanista, como es la cultura. Aunque hoy los medios de comunicación y la política nos han acostumbrado a llamar cultura a manifestaciones de lo más variopinto -que en algunos casos apenas soportan el paso de unos pocos meses para ser olvidadas-, no todo es cultura. Sin ser usos excluyentes, la disyuntiva “centro cívico frente a Conservatorio” no solo es reduccionista e ideológicamente demagógica, sino profundamente injusta. Entre Mozart y la zumba la distancia no solo se mide en siglos.

domingo, 9 de julio de 2017

Ni olvido, ni perdón

Que veinte años no es nada, canta Gardel en su tango “Volver”. Sin embargo veinte años son mucho cuando aún no ha empezado la cuenta y vienen por delante, cargados de inquietudes, aspiraciones, expectativas y sueños. Son nada cuando al echar la vista atrás, en un solo segundo te ves en aquella fecha y el pasado se convierte en presente difuso, tamizado por la neblina del olvido, selectivo unas veces, inconsciente y azaroso otras. Son mucho cuando ese segundo de retroceso se empieza a llenar con los recuerdos de lo vivido, de las personas, los lugares y las circunstancias acaecidas, las batallas ganadas y las guerras perdidas. 

Hablar de veinte años por sí solo puede no decir mucho cuando ya se acumula más del doble desde la inscripción en el registro civil. Pero hablar en 2017 de 1997, y de este mismo mes de julio es hacerlo del día en el que fue asesinado Miguel Ángel Blanco. Un chaval joven, concejal de un pueblo pequeño, sobre el que recayó la vesania de esos hijos de la gran puta universal que es el terror totalitario.

Tres grandes delitos había cometido Miguel Ángel, creer en la democracia y la libertad, amar y querer hacer cosas por su pueblo y estar en ese punto exacto en el que la conjunción de los astros hace que la moneda lanzada por los dedos del destino caiga del lado de la cruz. 

La Guardia Civil había liberado de su atroz cautiverio de casi dos años al héroe involuntario Ortega Lara. Después de la euforia de la borrachera llega la resaca, había augurado otro hijo de la misma gran puta que es el ansia de sangre y el desprecio por la vida de los otros. Fue otro concejal, un cerdo (con perdón para tan magnífico animal por utilizar su nombre) que ahora escribe poemas desde una celda, el que dio la información necesaria y ayudó en el secuestro que condujo a lo que, mejor que de ninguna otra manera, fue llamado asesinato a cámara lenta, perpetrado por dos hombres y una mujer, sin que merezcan tales nombres. 

Aquel mes de julio España se unió, los españoles de bien nos abrazamos en confraternidad y dolor con independencia de ideologías. Mientras vi como Andrés, un gran tipo de Izquierda Unida, golpeaba, cabeza y puños contra una pared en la sede de aquel verdadero PP y sollozaba “mi madre que en su vida votará a la derecha, lleva dos días llorando”, los mal nacidos también se abrazaron entre ellos, unos brindando con ácido “txakoli” por el olor de la sangre y otros con vino caro a la vez que marcaban la estrategia para evitar que la reacción ciudadana los arrastrara al abismo de la justicia y de la historia a ellos y su hipocresía. 

Aunque algunas cosas empezaron a cambiar aquel día, lo peor es que es solo uno más en la lista de mil que causó el nacionalismo vasco a través de ETA. Mil víctimas para las que efectivamente veinte años ya no son nada. Ni olvido, ni perdón.