Iba a escribir "buenos días, amigos" pero permitidme que lo deje simplemente en un: "Hola, amigos", vuelvo, tres meses (y toda una Vida) después a publicar mi columna en La Opinión El Correo de Zamora. En este tiempo de silencio, El Espejo de Tinta ha cumplido sus diez años, más de 700 columnas desde aquella primera de septiembre de 2007.
Disculpad el desahogo personal, hoy os dejo la más dura y sin embargo para mí la más bella aunque dEVAstadora. Los que me conocéis personalmente sabéis de qué os hablo, el resto al menos lo intuiréis. Salvo para los que sE VAn definitivamente, la vida sigue su curso como el río de Heráclito y la desolación debe dar paso, sin solución de continuidad, a la reconstrucción. RECONSTRUIREMOS.
Hiroshima como metáfora es algo que ha rondado mi cabeza durante este tiempo en el que también coincidió la conmemoración del aniversario del día (6 de agosto) en que "Little Boy" la borró del mapa en apenas un segundo igual que hiciera "Fat Man" con Nagasaki tres días después (9 de agosto). 105.000 muertos en un segundo y un suelo completamente arrasado sobre el que solo se mantuvo en pie el esqueleto de la "Cúpula de Gembaku" que es hoy, más de 70 años después, el símbolo de su reconstrucción.
Un último apunte en el mismo plano íntimo y personal que hoy comparto, profeso la creencia de que sin dejar que secuestren el presente o anulen el futuro, los recuerdos amados hay que mantenerlos vivos, porque lo vivido forma parte inescindible y eterna de lo que somos hoy y de lo que seremos mañana hasta que esta vida que nos trae, nos maneja a su antojo y nos lleva cuando quiere, decida que también nosotros hemos de decir "hasta Siempre". Profeso así mismo la fe de que hay que conmemorar la Vida y no la muerte. En estas dos claves mi mente, mi corazón y mi piel -mi alma en suma-, han querido jugar con su nombre -el de mi compañera durante 21 años, quien dio Vida a nuestras dos hijas que son nuestra particular cúpula de Gembaku y que por sí mismas justifican y dan razón a su existencia y la mía-. De las palabras que insuflan la vida a esta columna, veintitrés llevan en su seno el nombre EVA, una, "nAVEgando", lo lleva como en el reflejo de ese Espejo que da título a mis columnas y en otros dos casos su nombre se completa con la unión de dos palabras: "de quÉ VAlieron las ganas" y sobre todo en "Cómo no ser sombra longeva de la sombra que sE VA". Veintiséis veces en total. Un 26 de octubre nació quien tanta luz nos ha dado y, aún siendo EVAnescente hoy, tanta luz ha de seguir dándonos. Tanta como brillo irradia su eterna Sonrisa eterna ya.
TE QUIERO, EVA, for Ever.
Poema 5
Para que tú me oigas
mis palabras
se adelgazan a veces
como las huellas de las gaviotas en las playas.
Collar, cascabel ebrio
para tus manos suaves como las uvas.
Y las miro lejanas mis palabras.
Más que mías son tuyas.
Van trepando en mi viejo dolor como las yedras.
Ellas trepan así por las paredes húmedas.
Eres tú la culpable de este juego sangriento.
Ellas están huyendo de mi guarida oscura.
Todo lo llenas tú, todo lo llenas.
Antes que tú poblaron la soledad que ocupas,
y están acostumbradas más que tú a mi tristeza.
Ahora quiero que digan lo que quiero decirte
para que tú las oigas como quiero que me oigas.
El viento de la angustia aún las suele arrastrar.
Huracanes de sueños aún a veces las tumban
Escuchas otras voces en mi voz dolorida.
Llanto de viejas bocas, sangre de viejas súplicas.
Ámame, compañera. No me abandones. Sígueme.
Sígueme, compañera, en esa ola de angustia.
Pero se van tiñendo con tu amor mis palabras.
Todo lo ocupas tú, todo lo ocupas.
Voy haciendo de todas un collar infinito
para tus blancas manos, suaves como las uvas.
Pablo Neruda, “Veinte poemas de amor”
Reconstruir Hiroshima
Cómo reconstruir la devastada Hiroshima. Cómo soportar la destrucción. Cómo levantar vida nueva allí donde la muerte toda vida se ha llevado. Cómo elevar de nuevo la mirada al azul sangriento de donde llegó el destino. Cómo trocear el dolor para hacerlo digerible. Cómo abarcar lo inabarcable. Cómo asumir lo impensable. Cómo evaluar los daños. Cómo levar anclas y seguir navegando. Cómo encontrar sentido a algo cuyo sentido no puede ser tan siquiera buscado.
Cómo llenar de carne, piel y huesos las siluetas evanescentes que, en cada rincón, la explosión ha dejado convertidas en recuerdo. Evasivas sombras, hologramas. Cómo devolver al árbol la hoja muerta sin otoño. Cómo huir del eco de los silencios rebotando en las paredes. Cómo llenar los huecos de un futuro por devaluado tan huero. Cómo respirar un aire infectado de azufre. Cómo beber un agua de azufre contaminada. Cómo tomar un alimento cuya levadura se ha transformado en azufre. Cómo retornar de la quietud al bullicio. Cómo revivir el millón de hormigas que pululan por las venas sin esperar cada segundo al pie que ha de aplastarlas. Cómo hablar de mañana, qué palabra, tan cotidiana ayer como cruel hoy.
Cómo reconstruir Hiroshima devastada. Sin techo ni paredes, sin sillones ni colchón. De qué sirvieron las fuerzas, de qué valieron las ganas, de qué las armas, de qué brazos y piernas y el devanar de cabezas. De qué las defensas en guardia. De qué los radares activos, si el viento de la mala sombra todo lo barre a su paso, inmisericorde y cruento sin que nada lo conmueva.
Cómo metabolizar la ira medieval y transformarla en la fuerza creadora que construyó catedrales. Cómo volver armónicas sístole y diástole y nutrirlas de oxígeno. Cómo mantener en marcha las levas del mecanismo del movimiento continuo. Respirar. Inspirar, expirar. Latir. Bombear. Insuflar. Extraer. Y dónde protegerse del fuego. En qué cueva resguardarse del frío cuando nieva. Dónde guardar los sueños evaporados, dónde los anhelos, los pronósticos, los augurios. Dónde poner los pies a cada paso y que la suela no se quede pegada al suelo, fundida en el bulevar, cauterizada. Dónde no pisar excrecencias o llenar las vestiduras con el polvo de la destrucción. Dónde ubicar cada pieza del puzzle que la bomba hizo saltar por los aires. Millones de fragmentos en apenas un instante. Objetos sin sentido si su nombre se despoja del nombre de su dueño.
Reconstruir Hiroshima alrededor de la cúpula de Gembaku por mucho que llueva ácido. Duro hormigón sobre los cascotes. Negro asfalto sobre el lodo y el barro. Germinal simiente sobre la tierra yerma. Cómo no ser sombra longeva de la sombra que se va. En qué evangelio (en griego buena noticia) creer. “¿Cómo estás?”, es la pregunta que cada día más se repite. Reconstruyendo Hiroshima es, a pesar de la reiteración, mi nada mecánica respuesta.