domingo, 31 de agosto de 2014

Rayuela

Se cumplen cien años del nacimiento de Julio Cortázar, en febrero treinta de su muerte y hace un año cincuenta de la publicación de Rayuela, antinovela de la que el escritor argentino refirió en una carta a Paul Blackburn “si te interesa saber lo que pienso de este libro, te diré con mi habitual modestia que será una especie de bomba atómica en el escenario de la literatura latinoamericana”.

En lo literario y en lo demás, las grandes transformaciones vienen con revoluciones más o menos cruentas. Éstas surgen por que el humus sobre el que arraigan las ideas, los principios, los hábitos y las costumbres de un tiempo va cambiando hasta alcanzar el momento en que permite generar el evento extraordinario, catalizador, transformador y, en cierto sentido, salvífico al que más tarde se llamará revolución. Ahí muere el antiguo régimen y nace el nuevo.
En la España política y social transitamos ya inmersos en los meses clave en los que empezará el Siglo XXI. Si la historia nos ha enseñado algo, es que no son los números los que dan inicio y término a los siglos, sino ciertas concatenaciones de acontecimientos no previsibles ni sometidos al calendario.

Decía Cortázar, hablando –no únicamente- de literatura, que “la realidad cotidiana en que creemos vivir es apenas el borde de una fabulosa realidad reconquistable, y que la novela, como la poesía, el amor y la acción, deben proponerse penetrar en esa realidad. Ahora bien, y esto es lo importante: para quebrar esa cáscara de costumbres y vida cotidiana, los instrumentos literarios usuales ya no sirven”. En este extraño verano del 14 percibo en la atmósfera ese olor a ozono que precede a la tormenta. Ese aroma de tierra mojada, minutos antes de que se desprenda la primera gota del cielo.
A la pata coja, en el juego de la rayuela, los niños tratan de alcanzar el cielo sin perder el equilibrio. A la pata coja, con los ojos de unos medio vendados y los de otros con mirada afilada, España avanza convulsa por los tiempos de la nueva revolución.

“¿Cómo escribir una novela cuando primero habría que des-escribirse, des-aprenderse, «partir à neuf», desde cero? Mi problema, hoy en día, es un problema de escritura, porque las herramientas con las que he escrito mis cuentos ya no me sirven para esto que quisiera hacer antes de morirme“. Veo en la frase de Cortázar, procedente de otra de sus cartas, una analogía, que hoy aún sólo se atisba, con la situación de nuestra vida democrática tan amenazada tanto por los que la mantienen anquilosada y cautiva como por los más emergentes de quienes quieren deconstruirla.
Cuenta Vargas Llosa que antes de irse de Argentina Julio tenía migrañas y fue a un médico que, tras examinarlo, le dijo que lo que tenía no era una enfermedad, sino un estado de opinión. Tal vez todo sea eso. Tal vez no.

domingo, 10 de agosto de 2014

Tontos del Siglo

Tan acostumbrados estaban ellos a que en España la tontería y la superficialidad no sólo salen gratis sino que generan pingües beneficios en fama, prestigio y reconocimiento social -además de económicos que es lo que les mola-, que pensaron que todo el monte es orégano.

A lo Alberti, se equivocó la paloma, se equivocaba. Pensó que Hollywood era Chueca. Se equivocaba. Y que el cine no era industria y cuenta de resultados, sino subvención y mamandurria. Y le tocó rectificar. A ella y a él.
Nuestros dos actores más internacionales, criados a los pechos de Almodóvar y acomodados en la troupe de los Bardem han metido la pata hasta el fondo. Tanto, que Penélope Cruz ha merecido la distinción del entorno hollywoodiense de “Tonta de la Semana”. No me alegra, porque como española que es, una fracción de tal distinción nos corresponde a los demás españoles.

Los mismos que buscan para dar a luz el exclusivo, elitista y caro-carísimo, además de judío, hospital Monte Sinaí son los que protegidos por esa poderosa secta española del pensamiento lelo y progre que domina nuestro cine piensan que pueden llevar su vacío y simple buenos y malos, a cualquier lugar del mundo. Y resulta que a veces pinchan en hueso y hacemos el ridículo.

Pasar de que te chupe una teta con sabor a “Jamón jamón” el chico de los “Huevos de oro” a resolver el conflicto israelí-palestino con tres simplezas y en voz alta para todo el mundo no es el mejor de los caminos para salir indemne.
Aquí, donde de historia, relaciones internacionales y geopolítica sabemos más o menos lo mismo que Franco cuando todo lo reducía a la famosa conjura judeo-masónica, recibirán hasta algún homenaje. Joder, es que llamar genocida a Israel es lo más, y a estas alturas mucho más “chic” que protestar contra el imperialismo yankee. Aunque las fuentes sean las mismas. Desde que a Obama le dieron el Nobel de la Paz antes de hacer nada, ya no hay manifestaciones en Europa contra los Estados Unidos.

Discrepo de que la distinción de tonta de la semana se la hayan otorgado por criticar a Israel. Cada uno debemos tener derecho a expresar nuestra opinión sobre cualquier asunto. Discrepo de los que la critican por morder la mano que le da de comer y muy bien, por cierto, con decenas de millones de dólares por salir en sus películas. Eso marcaría independencia, criterio y valentía. Libertad, en una de las palabras con más bello significado, por mucho que yo no comparta su opinión sobre tan complejo problema.
Yo la mención y no por una semana, sino por un siglo, se la daría por la inmediata rectificación (a los 30 segundos de que la llamara su representante, imagino). “Yo no soy una experta en esta situación y soy consciente de la complejidad de la misma”. De lo mejor que he oído. Y tan panchos.