lunes, 25 de abril de 2016

Casi cinco horas con Susana

No llegamos a las cinco míticas horas de Delibes -siempre recordadas en la adaptación teatral- pero no nos quedamos muy lejos y eso que nos faltaron otros tantos minutos como dedicamos a la plática -bello término del español que mantiene su uso en el rico lenguaje de Sudamérica y no tanto en España-. 

No fue un monólogo como el de Lola Herrera junto al Mario yacente, tampoco una entrevista como tal. Sí una conversación extensa e intensa, entre una periodista a la que conocí hace más de dos décadas y alguien que por aquel entonces iniciaba su dedicación política, primero de partido y después institucional durante doce años, aunque aquello ya suene a batallitas de abuelo, tras una década alejado de la escena.

Al final, ya sin bolígrafo, grabadora ni trazos convulsos sobre el cuaderno, me escuchó decirle que no es la política lo importante, pese a las toneladas de tinta y saliva que cada día se le dedican. No, al menos, la política en la visión estrecha y reduccionista a la que los políticos uniformados parecen querer constreñirnos. Lo importante es la vida y la vitalidad del entorno en el que vivimos, convivimos, cooperamos y competimos.

El pasado sirve para aprender y contribuir a valorar el presente en sus justos términos. El presente, para intentar colocar las siguientes piedras de eso que unos llaman libre albedrío, otros destino y otros, tengo para mí que los más acertados, ese orden extraño que rige el aparente caos del Universo. El matemático Lorenz describió dentro de la teoría del caos, el efecto mariposa -el simple aleteo de una mariposa puede terminar convertido en huracán en el otro extremo del mundo-, que demuestra cómo en sistemas complejos -y nada más complejo que la vida-, es muy difícil predecir con seguridad lo que va a ocurrir a medio plazo.

Reconozco que tras tantos años sin ejercitar el papel de entrevistado, reencontrarme con Susana, en diálogo y en choque, fue como hacer un recorrido por los más de ocho años de columnas semanales, un ir pescando ideas y conceptos ya dichos. Un “déjà vu” que recae sobre reflexiones ya antes plasmadas a golpe de “Espejo”.

Vean esta columna de hoy quizás como un simple truco literario, para acompañar el árido trabajo periodístico al que imagino Susana Arízaga habrá dedicado buena parte del sábado, de filtrado de ideas, desenredo de conceptos, juegos de palabras y guiños a retazos de realidad semiocultos detrás de los trampantojos que en nuestra subjetividad cada uno habremos interpuesto en medio de la conversación.

Al respecto, dejó dicho García Márquez que “El periodismo es una pasión insaciable que sólo puede digerirse y humanizarse por su confrontación descarnada con la realidad”. Claro que con más flema, el escritor británico G.K. Chesterton había dicho antes que “El periodismo consiste esencialmente en decir 'Lord Jones ha muerto' a gente que no sabía que Lord Jones estaba vivo”. Con mis respetos.


domingo, 17 de abril de 2016

Stella Polaris

Mucho antes de la llegada de los modernos sistemas de guía y navegación. Antes de la generalización de la brújula en el siglo XV, los antiguos marinos ya surcaban los mares alejados de la costa y rumbo a lo desconocido tratando de alcanzar el anhelo imposible de la línea del horizonte. Los primeros hombres que se atrevieron a partir rumbo a lo incógnito, no encontraron su punto de guía delante de sus pies o a unos metros de la proa, sino aguzando la vista y alargándola lejos y arriba hasta encontrarse con la estrella Polar fija en el eje de rotación de la tierra.

Los datos oficiales del Ministerio de Empleo y Seguridad Social, que el viernes recogía La Opinión-El Correo de Zamora, nos volvían a recordar que Sanabria está entre las comarcas con más paro de España, también la de Sayago se encuentra en los peores puestos de ese ranking y el conjunto de la provincia de Zamora lo mismo. Teniendo en cuenta que, como recogíamos en esta misma columna hace un par de semanas, la parte de nuestra población provincial que se encuentra en edad laboral activa es también de las más bajas por el envejecimiento de nuestra pirámide poblacional y la constante emigración de nuestros jóvenes, el panorama solo puede ser calificado como desolador.

Ante él, la pregunta es si los zamoranos como sociedad y cada uno de nosotros individualmente tenemos derecho a permitirnos mantener la indiferente resignación que se ha convertido en sello característico de nuestro ideario colectivo y que nos dirige, en funesta espiral sin fin, a perder un tercio de la población en los próximos 25 años. A la certeza de que en la mayoría de nuestras familias nuestros hijos harán su vida, inexorablemente, fuera de Zamora.

Una de esas jóvenes, Claudia, zamorana y ya ejemplar, ha obtenido con una beca Europa el reconocimiento a su búsqueda de la excelencia académica y personal -50 elegidos entre 4.500 candidatos- y su incorporación al programa que busca formar a los líderes sociales del mañana. Son los jóvenes la esperanza para esta tierra, pero es a los que ya no lo somos tanto a quienes nos corresponde romper los frenos y las barreras que les impide tener futuro en ella. 

No es tarea cómoda rebelarse contra la eterna siesta que todo lo fía a la acción de la providencia del cielo o del tiempo, ni contará con el entusiasmo de quienes encuentran en la inanidad y el adormecimiento su posición de ventaja y privilegio. 

Maqrol, el Gaviero de Álvaro Mutis, sabe que sólo se vive si se está en movimiento, ya  se surquen las aguas en una veloz lancha o en un desvencijado planchón. Leí que en el arte de navegar por la vida lo importante no es cómo soplan los vientos sino cómo se ubican las velas. Eso y no perder de vista nuestra particular Stella Polaris.


domingo, 10 de abril de 2016

Borges en mi laberinto

Como Teseo hiciera, buscando al minotauro cuya muerte habría de dar razón a su existencia, me deslizaba yo aquel día por los pasillos del laberinto de paredes hechas con libros apilados en estantes. Como tantas veces, no buscaba un libro concreto ni a un autor cierto. No había en mis intenciones una temática predispuesta. Solo dejaba pasar el tiempo, recorriendo con la vista las hileras de libros alfabéticamente clasificados en la sección de literatura de la biblioteca. 

Debió ser una tarde a principios de los ochenta (lo conté a propósito de Umberto Eco). Era en la Casa de la Cultura de Zamora. Cada tantos segundos y metros estiraba mis manos para tocar un lomo, extraer un ejemplar, leer las solapas y la contraportada, pasar unas cuantas hojas, volverlo a dejar en su sitio y, en una selección de esos reiterados movimientos, tratar de dejar fijadas en la memoria unas coordenadas de ubicación y unos datos básicos. Autor, título, temática. 

En esas estaba cuando reparé en un pequeño ejemplar en cuyo lomo se leía “J.L.Borges El Aleph”. Desde aquel día, Borges se convirtió para mí en el hilo de Ariadna que Teseo utilizó para hallar la salida del laberinto, el puerto al que siempre vuelvo entre otros recorridos literarios, el canto de las sirenas que como a Ulises, me atrae hacia la lectura cuando otras ocupaciones me alejan de ella, la ínsula Barataria en que hallar refugio y reposo.

En un incierto momento de estos ocho años y medio que llevo surcando por este Espejo de Tinta, alguien me preguntó cuánto había tardado en escribir cierta columna. Le respondí, “cuarenta y tantos años, amigo”. No añadí, pero quizás debería haberlo hecho, “y unas cuantas horas de lectura, y Borges y cientos de libros apilados en estantes que forman paredes que hacen laberintos y cientos de escritores que no he leído pero que han sido leídos por otros a los que sí leí, y las librerías y bibliotecas por las que he pasado y aquellas otras por las que no, pero que ahí estaban y por las que otros pasaron antes y pasarán después.

De vez en cuando incluyo menciones a Borges en mis columnas, es un placer que me doy, como dejar que lentamente se deshaga bajo la lengua una porción de chocolate negro de cacao puro. Este año lo haré más, por aquello de que en junio se cumplen treinta años de su fallecimiento. En este abril, mes de los libros, lo traigo al albur de mi encuentro con él en las páginas halladas en aquella biblioteca, cuando leo que en el sur de Londres los vecinos del barrio de Herne Hill se han encerrado en la suya porque su ayuntamiento ha decidido convertirla en gimnasio. 

Asterión, el minotauro, esperaba a quien con la muerte habría de hacerlo libre. Esos vecinos han pensado que un reducto de libertad no es mal lugar para encerrarse. Y no lo es.


domingo, 3 de abril de 2016

Prescindibles Diputaciones

Debió ser allá por el año 2004 cuando en la clausura de un curso de secretarios e interventores de Corporaciones Locales coincidí en mi intervención con el entonces alcalde de Valladolid en algo que ya muchos pensábamos entonces y seguimos pensando ahora. Que no tiene sentido, más allá de la conveniencia política partidista y coyuntural, la pervivencia de las Diputaciones o, cuando menos, las Diputaciones tal y como son ahora.

Cumplieron una función muy importante cuando había que dotar de las infraestructuras básicas como agua o saneamientos a nuestros pueblos. Las Autonomías no existían o solo daban sus primeros pasos, muy lejos de su actual tamaño y extensión con sus Delegaciones Territoriales, múltiples organismos y miles de funcionarios.

Analicemos objetivamente si la provincia de Zamora hoy estaría peor si durante los últimos 15 años la Diputación no hubiera existido, siendo asumidas sus competencias, presupuestos y funcionarios por la Junta en parte y el resto directamente por los propios Ayuntamientos individual o agrupadamente. 

Porque resulta que con ella -no digo que por su culpa-, la provincia de Zamora (datos oficiales del INE) mantiene una pendiente cada vez más acentuada de pérdida de población, se acelera la emigración de las generaciones más jóvenes en búsqueda de oportunidades laborales y se constata una pirámide demográfica en la que cada vez pesan más las franjas de edad superior. En las últimas décadas, la población total provincial ha pasado de 250.000 habitantes a los escasamente 185.000 actuales, de los cuales un tercio (algo más de 65.000) tienen una edad superior a 60 años. Con ello la proyección oficial indica que dentro de 12 años seremos sólo 162.000 zamoranos residentes y en 25 años unos 130.000.

En 1991 eran 127 los mayores de 65 años por cada 100 menores de 15 años, en 2011 (solo un cuarto de siglo más tarde) eran ya 267 y en 2015 nada menos que 280. En la misma línea, en 2010 se producían 472 nacimientos por cada 1.000 fallecimientos, cuatro años después eran sólo 391. Son muchos datos en un par de párrafos, pero recomiendo leerlos detenidamente. 

Si lo acompañamos con la tasa de actividad más baja de España, actividad industrial escasa y prácticamente testimonial en sectores no directamente relacionados con la transformación agroalimentaria y más de 16.000 parados, es legítimo y recomendable preguntarse si el actual modelo administrativo es el que más nos favorece o si la defensa a ultranza de cada nivel institucional no provendrá sólo de interés político de cada partido allí donde ese partido es preponderante mientras todo languidece.


Nuestros pueblos no han de desaparecer porque desaparezcan las Diputaciones ni van a estar más desatendidos de lo que lo vienen estando. Hacia dónde nos lleva el estatus actual es evidente. La esperanza y la pervivencia rural sólo vendrá de cambios y transformaciones en profundidad. Lo de las Diputaciones, eso sí, apenas debería ser el comienzo.