Son ya demasiadas las ocasiones en que Europa, la gran Europa como algunos gustan de llamarla, no ha sabido a estar a la altura de las circunstancias, de la historia y de la evolución humana que atesora a sus espaldas. Tras siglos de evolución jalonada por no pocos episodios de barbarie, el viejo continente ha viajado desde la época pre-civilización hasta nuestros días.
Sólo las hambrunas y guerras africanas o los genocidios asiáticos pueden compararse con la sublimación del mal en el hombre es lobo para el hombre con que Europa ha avergonzado al mundo, sin ir más lejos durante el siglo XX. Del nazismo al comunismo, de los campos de concentración al “gulag”; las ocasiones en que la cuna de la civilización ha mostrado la peor y más incomprensible de sus caras, han sido muchas.
De todas ellas, inhumanas y absurdas, las más recientes las originadas en el área de los Balcanes. Serbia, Croacia, Montenegro, Kosovo… son en el recuerdo y en la historia mucho más que meras ubicaciones geográficas. Son la representación del fracaso europeo en los últimos estertores del pasado siglo, magnífico por el avance del mundo pero dantesco por la guerra y la destrucción. Magnífico por el reconocimiento y consolidación de los derechos humanos y civiles y oprobioso por la intensidad de la violación de los mismos.
Es muy cerca de allí, en la actual frontera que separa a la Macedonia de Aristóteles, Alejandro Magno y Tolomeo de la Grecia de Homero, Platón y Fidias donde se hacinan en condiciones infrahumanas miles de refugiados, muchos de ellos niños, familias enteras de sirios, iraquíes, afganos y de otro buen número de nacionalidades.
Allí y ahora no parece lo más importante determinar si el éxodo masivo surgió espontáneamente ante la llegada de la guerra y la barbarie del ISIS o si, en todo o en parte, fue motivado por acciones organizadas. No es lo determinante valorar si entre todos los que llegan al pequeño enclave de Idomeni algunos sean simplemente terroristas camino del corazón de Europa. No lo es como primera medida cuestionarse por qué los inmigrantes deben ser acogidos en Europa mientras los más cercanos países árabes les cierran sus puertas.
Lo más importante es que la ofensa a la dignidad humana que suponen el hacinamiento, el barro, las enfermedades y los abusos cesen. “A todos nos ofenden estas imágenes… La situación es trágica y es un insulto a los valores de un mundo civilizado", afirmaba recientemente un alto dirigente de la Unión Europea, pero ésta sigue sin dar con la respuesta que solucione el problema. Tampoco dio con las que contestaran a las preguntas que hace unas semanas suscitó la foto del pequeño Aylan Kurdi, cuerpo sin vida arrastrado por las olas contra la arena de una playa turca.
No basta con que Europa esté muchos siglos por delante en el proceso de civilización. También tenemos que demostrarlo y no lo estamos haciendo.