domingo, 27 de noviembre de 2016

Crisol de paradojas

Por su trascendencia mundial, Fidel Castro era, probablemente, el último vestigio vivo del siglo XX. Una centena caracterizada por haber sabido exhibir lo mejor y lo peor de la condición humana. Siglo de paradojas en el que mientras el mundo evolucionaba como nunca antes hacia la humanización, alcanzaba algunas de las más impensables cotas de inhumana crueldad.

El siglo de la Sociedad de Naciones y de la ONU para tratar de alcanzar el concierto mundial versus el siglo de las ametralladoras despedazando a millones de soldados en la Primera Guerra Mundial y la extensión de la guerra al conjunto de la sociedad y a prácticamente el plantea entero en la Segunda. De los grandes avances científicos, médicos y tecnológicos para facilitar la vida del hombre a la atroces locuras del nazismo y el comunismo, las cámaras de gas, la degradación humana hasta límites inimaginables, los campos de concentración y el gulag. Del holocausto judío de Hitler a la la hambruna ucraniana de Stalin. De la penicilina de Alexander Fleming, salvífica para de millones de vidas, al genocidio de la “Revolución Cultural” de Mao Zedong en China y Pol Pot y sus Jemeres Rojos en Camboya.

Siglo de las libertades individuales y la extensión y profundización de la democracia como régimen de gobierno y dignificación de los pueblos pero también el de las grandes tiranías extemporáneas que se extendieron como la mala hierba en el tiempo y en el espacio. El siglo de la libertad de pensamiento y el del peor de los totalitarismos, el del control del pensamiento individual del fascismo y del comunismo. El de la intelectualidad comprometida con la libertad como Jean François Revel, o Hannah Arendt y los fascinados por la utopía como Sartre.

Fidel Castro fue en vida y lo es con su muerte, viva representación de esas paradojas y de los grandes enfrentamientos ideológicos todavía hoy presentes. El revolucionario que quería acabar con la opresión de los cubanos por la dictadura de Batista instauró la más opresiva dictadura de toda América. El libertador del pueblo, aclamado al bajar a La Habana desde Sierra Maestra, se transfiguró bajo el manido subterfugio de evitar la contrarrevolución en carcelero de sus ciudadanos, con la configuración de un Estado policial en el que cada vecino es delator de su vecino y la isla entera una cárcel en la que allí donde no llegan las celdas inhumanas llega la prohibición de abandonar el país. Llegó para que Cuba no fuera prostíbulo de los Estados Unidos y la dejó siendo el prostíbulo del hambre. Para que no fuera un casino de la mafia y se fue atesorando cientos de millones en paraísos fiscales.

No podemos decir que hay un tirano menos en el mundo porque su “alter ego” aún gobierna. Murió, halle su espíritu en la muerte la indulgencia que no mostró en vida y encuentren Cuba y los cubanos el camino de la libertad, la dignidad y la justicia que él les prometió y nunca dio.

domingo, 20 de noviembre de 2016

Primeros entre iguales

En una comunidad autónoma en la que la identificación de los ciudadanos con su proyecto regional es bastante escasa pese al transcurso del tiempo, la de tratar de acercar las instituciones a las nueve provincias no es una mala iniciativa. Así parece haberlo entendido la presidenta, Silvia Clemente, quien en el premeditadamente frío y grisáceo establishment institucional de Castilla y León sigue manteniendo el perfil político más acusado, y conste que lo digo en positivo.

Tengo para mí, no obstante, que objetivo y planteamiento se quedan un poco escasos. Me explico, claramente el objetivo buscado es divulgar, en este caso en Zamora, la misma existencia del parlamento autonómico, su función y cometidos y aprovechar para recordarnos que hay siete procuradores votados más que elegidos por los zamoranos, ¿alguien es capaz de citar al menos el nombre de tres?

Esos objetivos se cumplirán, como se cumple cada año, indefectiblemente, la condena que asola a los españoles, vivir en el país con mayor producción legislativa del mundo, con unas Cortes Generales y diecisiete más dos parlamentos autonómicos. Ya saben, si Mahoma no va a la montaña, la montaña viene a Mahoma. La cuestión es si el resto de los días de sesión plenaria o en comisiones, Zamora va a estar presente en la vida de las Cortes, en el estudio de sus problemas específicos y endémicos y en la búsqueda de soluciones a los mismos con la vista en el medio y largo plazo y no solamente en operaciones de maquillaje y palabras huecas que rebotan como el eco en las cuatro paredes que, una por año, encierran cada periodo legislativo.

Este es el objetivo que a los ciudadanos debe preocuparnos en una provincia (no la única, fatalmente, en nuestra región) que se desangra a marchas forzadas por brechas sobre las que, en el mejor de los casos, se vienen aplicando unas cuantas tiritas y, en los más comunes, buenas dosis de resignación, maquillaje y sombreado para que la foto no aparezca demasiado terrible ante la conciencia de los votantes.

Bienvenidas sean las Cortes y todos sus integrantes, auxiliares y acompañamiento. Mejor esto que nada, bueno es coser el territorio, dar mayores motivos de integración y actuación en común a los castellano-leoneses, pero vayan un poco más allá, porque no estaría de más que entre aprobación y aprobación de reiterativas normativas sobre todo tipo de cuestiones, supiéramos reservado un espacio en la agenda del resto del año para alejar con hechos ese pensamiento que los datos objetivos, duros, crudos y descarnados extienden entre nosotros de que aquí ya solo vamos quedando los más viejos y los más tontos.

Sobre ello, todos tenemos responsabilidad, políticos, agentes sociales, medios de comunicación, creadores de opinión y cada uno de los ciudadanos aunque, por razones obvias, unos más que otros. O, si lo prefieren, en aforismo latino, político y parlamentario,  también en esto hay “primus inter pares”. 

domingo, 13 de noviembre de 2016

Manhattan tomada


No creo que Trump sea la mejor respuesta ni la solución óptima a las necesidades actuales de los ciudadanos de Estados Unidos pero tampoco comparto la cruzada que los que, en cualquier ámbito, se mantienen en la atalaya miope de lo políticamente correcto han emprendido no ya contra el elegido presidente de la primera potencia sino contra la libertad con la que los ciudadanos de su país han decidido el voto.

En el imaginario colectivo de los medios de comunicación americanos, y en los europeos y españoles de forma igual de ferviente, no son los periódicos, televisiones y expertos en demoscpia los que se han equivocado con su análisis y pronóstico electoral. En la justificación de la asombrosa por inesperada victoria del histriónico Trump, los políticos de todo signo que han convertido la política en una monótona y aburrida retahíla de lugares comunes, postulados de laboratorio y mensajes de diseño, sin aristas, esponjosos y melódicos. Para todos ellos, quienes claramente se han equivocado han sido los votantes norteamericanos, por no sé cuántas taras de origen o aprendizaje que estos días no dejamos de escuchar.

Olvidan, quizás, lo más importante en nuestro sistema democrático, que salvo que volvamos a los postulados atenienses -y que sorprendentemente vuelven a tener defensores- en los que sólo aquellos investidos de unas determinadas dignidades podían decidir en el foro de los asuntos públicos, todos los ciudadanos tienen el mismo derecho a ejercer el voto y todos los votos valen lo mismo. Olvidan conscientemente que en el momento en que la papeleta entra en la urna o el nombre se marca en el sistema electrónico, un invisible tamiz despoja al voto de todos sus componentes subjetivos y lo convierte en un puro y objetivo número de respaldo a un candidato. Una vez emitido, por mucho que se empeñen algunos en pintarlo del color de la piel, del estatus económico, del nivel de estudios o del tinte de ciertas creencias, no hay un voto distinguible de otro cualquiera.

Esto es lo único real e inmediatamente positivo de la victoria de Trump, que la suma de sesenta millones de personas, ejerciendo su inalienable derecho individual a opinar y agregar para decidir, ha batido a ese plasma informe que aúna, agrupa y da pátina de  único pensamiento aceptable, a veces sobre la base de civilizados principios de convivencia y a veces con el engrudo de intereses espurios con el que lo políticamente correcto se impone. Otra nueva advertencia de lo necesario que es que política y democracia evolucionen con los tiempos y los ciudadanos. Que sirva de lección o aprendizaje no está, sin embargo, garantizado.

En la semana en la que nos dijo adiós Leonard Cohen, cierro con la primera estrofa de su “First we take Manhattan”:

Me sentenciaron a veinte años de aburrimiento. 
Por intentar cambiar el sistema desde dentro. 
Ahora vengo, vengo a recompensarlos.
Primero tomaremos Manhattan. Después tomaremos Berlín.


domingo, 6 de noviembre de 2016

Cuestión de tacto

Frank Wilczek, Nobel de Física, hace que su libro “El mundo como obra de arte”, publicado este año en España, gire en torno a una pregunta inicial: ¿Encarna el mundo ideas bellas? Toma para ello como hilo conductor lo que lógicos, físicos, filósofos y matemáticos vienen desentrañando desde hace siglos, una teoría física o filosófica o una ecuación matemática tendrán mayor probabilidad de certeza cuanta mayor sea su belleza y armonía.

Desde otra cara del mismo prisma, Umberto Eco en “Historia de la belleza” expone en un recorrido por la historia del arte, cómo a lo largo de la misma, bello viene siendo equivalente a bueno y a justo. Ya en la antigua Grecia, nos recuerda, el oráculo de Delfos responde a la pregunta sobre el criterio de valoración de la belleza: “Lo más justo es lo más bello”.

Coincidiendo con la terminación de mi lectura de Wilczek, se ha conformado el nuevo gobierno. Retorno de la política nacional al orden normal, tras un año, si no de caos sí de anomalía democrática, de gobierno en funciones y parlamento inactivo. En una democracia en la que primero Aznar y luego en mayor medida Zapatero y Rajoy se han empeñado en demostrar que cualquiera puede ser ministro (incluso presidente) siempre que no desentone de la ortodoxia exigida, no importa tanto quiénes sean los ministros, sino cuáles las políticas aplicadas. No los nombres y las fotos sino la ejecución de los programas, la visión a largo plazo, la responsabilidad y la ecuanimidad a la hora de buscar soluciones a los problemas de los ciudadanos. En suma, la armonía, belleza y justicia de la labor de gobierno. 

En contra de lo que es más cómodo para el gobernante, la escuálida mayoría del PP, ha exigido el acuerdo con Ciudadanos para 150 medidas esenciales y obliga también a involucrar al PSOE en el diseño de una legislatura que no requiere de la vista afilada de un líder fuerte, sino de la conexión entre quienes piensan diferente y el tacto sensible del llamado a gobernar.

Pensando en ello, volví a un fragmento de Wilczek: “Las arañas no tienen mucha vista […] En vez de eso, el universo sensorial de las arañas está basado en el tacto. Más en concreto, las arañas detectan las vibraciones de los hilos de sus telarañas, y a partir de esas vibraciones infieren la existencia de los objetos que las causan (en particular, almuerzos potenciales) […] su mundo es un mundo de conexiones y vibraciones”.

La pregunta que nosotros tendremos que ir desvelando es si, captando la vibración de los hilos de la sociedad civil, encarnará el nuevo gobierno ideas bellas en el sentido de armónicas, eficaces y beneficiosas para el conjunto de los españoles o por el contrario solo tratará de aprovechar los meses que le otorgue el débil equilibrio de fuerzas que han permitido su nacimiento para hacer más resistente, tupida y pegajosa la tela con la que el poder busca almorzarse a ese pequeño insecto que es el ciudadano.