domingo, 19 de enero de 2014

Nuevas voces

Las elecciones europeas van a suponer un escenario político completamente novedoso en la historia reciente de nuestra democracia. Está por verse si todo supondrá una simple marejada o bien una tormenta perfecta. Estamos a cinco meses de saberlo. En el primer caso, todo seguirá más o menos igual el día después. En el segundo serán muchas las cosas que empezarán a cambiar y a gran velocidad, tan solo a un año de las próximas municipales y autonómicas y a un máximo de año y medio de las elecciones generales.

En este previo, a la peor valoración de la política –representada por los errores de los grandes partidos y el chantaje de los nacionalistas- por parte de los ciudadanos, se une la pujanza emergente de otras fuerzas políticas que especializándose en ciertos nichos de la acción política empiezan a llamar a las cosas por su nombre.

Todo ello debidamente aderezado con una crisis económica de cuyos estragos la sociedad percibe cada vez más la causa en la crisis moral e institucional de los estamentos dominantes. El asco frente a la impresión de latrocinio generalizado e impune y al hoy vale una cosa y mañana la contraria y a la abdicación de los principios en beneficio de la táctica del corto plazo, hacen que la sociedad y más la sociedad políticamente participativa se revolucione y rompa determinadas ligaduras.

Así a la irrupción de UPyD y de Ciudadanos, se unen ahora la rotura del PSC en Cataluña y VOX, con Ortega Lara a la cabeza y un amplio grupo de militantes del PP provenientes en su mayoría de los ámbitos centristas y liberales, con postulados muy claros en materia de fiscalidad, lucha contra el terrorismo y regeneración política cuyos efectos sobre el PP aún están por verse.

En este contexto, las elecciones europeas serán un buen campo de pruebas de esos cambios que se atisban en nuestra madurez democrática y es llegado ya el momento de que lo inevitable vaya haciéndose ya real o tiene que esperar un tiempo más.

Cuando dentro de los partidos se silencia con sordinas totalitarias cualquier voz que no sea la del oficialismo dominante de turno. Cuando se confunde la capacidad de discrepancia interna con la división. Cuando se anula el debate porque éste hace que los más válidos venzan y eso no interesa a los mediocres que con frecuencia controlan el aparato de los grandes partidos. Cuando todo el argumento es que es necesaria la obediencia ciega y silente, amparándose en que la discrepancia interna es castigada por el electorado. Entonces, más tarde o más temprano, ocurre que si la voz libre no puede sonar dentro, huirá y sonará desde fuera.


Con UPyD, Ciudadanos, Vox y quizás con alguna formación más en el futuro, eso es lo que está ocurriendo. Con ellos en escena creo que seremos un poco más libres. Los otros partidos habrán de modernizarse y democratizarse y nuestra democracia será más sana y fuerte. Veremos.

domingo, 12 de enero de 2014

¿Quién gana?

De victoria en victoria hasta la derrota final. Batalla a batalla, la ETA iba sufriendo sus últimas derrotas en todos los frentes. Con la detención de sus asesinos por las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, con la ilegalización de sus organizaciones políticas y sindicales, con el cerco y laminación de sus actividades económicas y movimientos financieros, con la plena deslegitimación en el ámbito internacional, la cooperación de los gobiernos de algunos de sus tradicionales refugios y con la actuación firme y decidida del estado de derecho para impedir que el miedo, la coacción y el terrorismo fueran más poderosos que los votos de los pacíficos en urnas de pueblos y ciudades.

En resumidas cuentas, con la aplicación de la ley, toda la ley y sólo la ley, en frase que hiciera famosa y llevara a la práctica el PP de Aznar, convirtiéndose, junto con el de la austeridad económica y el Gobierno  honrado y eficiente y el de ser el partido cuyo discurso era el mismo en todos los territorios de España, en uno de los elementos catalizadores de la unión entre la sociedad y el partido del centro derecha español.

No es un problema de España. Lo es de la socialdemocracia imperante en Europa en el ámbito político, mediático y buena parte de la intelectualidad. Es un complejo de unas izquierdas que perdieron sus referentes, en unos casos con la caída del Muro, en otros un par de décadas antes con la decadencia y hundimiento de la recreación práctica soviética del marxismo. El terrorismo, cuando es de izquierdas, obtiene un punto de obscena comprensión. Siempre hay un fin que al menos en lo más profundo termina justificando los más execrables medios.

Eso empezó a ocurrir en los ocho años de Zapatero. Cuando más débil estaba la banda criminal se le da oxígeno. Y en esa inercia seguimos, en una situación con la democracia al borde de perder definitivamente el control –y la guerra-. La foto de la piara de terroristas excarcelados ha sido sólo el primer paso del definitivo desmoronamiento de la defensa frente a la ETA.

Diría Jaime Mayor -como otras veces ha dicho-, si no estuviera a expensas de que el dedo de Rajoy le renueve su designación para las elecciones europeas, que los terroristas por el mero hecho de anunciar que dejaban de matar (cuando realmente apenas tenían ya capacidad para hacerlo) están a punto de terminar de conseguir todo aquello que reclamaban pistola en mano. Hoy lo dicen Ortega Lara o la hermana de Gregorio Ordóñez.

Ya están en la calle, saldrá el resto. Ya en las instituciones y en las próximas municipales coparán ayuntamientos por mucho de que aparentemos tratar de evitarlo. Ya el PNV se manifiesta con ellos y un tal Garzón, de IU, llama ultras a las víctimas porque se mantienen intransigentes a favor de que se haga justicia y ésta se cumpla. Dicen que los buenos –en esto sí hay buenos y malos- ganamos batallas, pero estamos perdiendo la guerra.

domingo, 5 de enero de 2014

Pacto por Zamora

Se le pueden poner las pegas que se quiera, hablar de la temporalidad excesiva o cualesquiera otros matices, pero el dato del paro registrado de diciembre es el primer brote verde real en la crisis que arrastramos desde hace ya cinco años. Que el número de los inscritos en las listas del paro se haya reducido en más de 100.000 es incuestionablemente un magnífico dato. No para darse a la euforia o pensar que lo malo ya ha pasado. Cien mil son apenas una gota de agua en medio del charco de seis millones, pero sí parece ser el comienzo de la recuperación. Aún no marca tendencia, pero indica un punto de inflexión y hoy hay cien mil caras más felices que hace unas semanas.

Eso en el conjunto de España, porque la moneda sigue cayendo del lado de la cruz en Zamora con el peor dato, de lejos, de toda Castilla y León y 229 parados más. Es como para hacérselo mirar. Y si bien es verdad aquello tan manido de que a Zamora todo llega más tarde, también las crisis y las recuperaciones, el argumento en esta ocasión no sirve precisamente por no ocurrir lo mismo con las cifras de otras provincias similares a la nuestra.

Que las cosas no funcionan bien en la provincia de Zamora lo venimos viendo en las últimas fechas con el incesante goteo de malas posiciones estadísticas. La aceleración en la pérdida de población que desde hace décadas se viene produciendo en nuestros pueblos y ciudades o en los últimos años en la capital, rompiendo la tendencia precedente como leíamos esta misma semana, el envejecimiento generalizado de nuestra pirámide poblacional, el hundimiento de nuestra tasa de actividad y la descapitalización humana con la incesante marcha de los jóvenes con mejor formación son las más significativas.

Todos los indicadores en Zamora son, en este momento, negativos sin visos de cambio. Y lo peor en ello no es que no tengamos respuestas sobre lo que ocurre sino que al parecer nadie se pregunta al respecto o no con la profundidad y sinceridad que se necesita. Ni escucho las respuestas, ni percibo que se formulen las preguntas. Unos miramos para un lado, otros para otro, y el que más y el que menos de entre nuestros dirigentes, cuando va pudiendo, va buscando la huida más allá de nuestras fronteras provinciales.

Necesitamos un pacto por Zamora, al margen de ideologías, de estratos sociales, de protagonismos individuales, corporativos o gremiales. Un pacto no para que cada uno aporte sus recetas, sus reivindicaciones particulares e interesadas o sus llantos y resignaciones. Zamora necesita, los zamoranos necesitamos y los zamoranos tenemos que ser capaces de generar un pacto para desnudarnos, destapar nuestras vergüenzas históricas y profundizar en las causas de nuestro actual fracaso. Solo formulándonos las preguntas adecuadas podremos aspirar a encontrar las respuestas necesarias. No es fácil. Sí imprescindible y urgente.