miércoles, 29 de junio de 2011

La Zamora ingrávida

Antonio Machado, quien entre Sevilla y Francia se hizo en Soria más castellano que los castellanos, escribió, aquello tan bello de “yo amo los mundos sutiles, / ingrávidos y gentiles, / como pompas de jabón”. Con mucha menos poesía, eso mismo es lo que se le recita a Zamora cada vez que llega el momento de conformar un nuevo gobierno regional –ya no hablaremos de la política nacional en la que ni se nos conoce salvo por algunas brillantes excepciones, como Pepe Folgado o Ana Pastor quienes salieron de esta tierra siendo niños, en el PP o, en el PSOE, el ya casi olvidado Carlos Romero y Miguel Alejo, zamorano de nacimiento pero de trayectoria política íntegramente leonesa donde fue candidato a la alcaldía por dos ocasiones y donde intimó con Zapatero-. En ambos ámbitos, ya sea tras elecciones, ya tras remodelaciones, Zamora se vuelve ingrávida, levita y se desvanece.
Muchos en el mundillo político, empresarial y periodístico provincial, “sotto voce” eso sí, le echan la culpa a Valladolid, a León o a cada presidente autonómico que va pasando. No es mi caso. Y como tampoco creo que sea una maldición bíblica, una fatal casualidad o un castigo diferido por el hecho de que el primer presidente autonómico fuera zamorano y tuviera que dimitir, sólo me queda, salvo mejor criterio del lector, ratificarme en el convencimiento de que la culpa va a ser nuestra o, al menos, de quienes vienen dirigiendo en los últimos años nuestros dos grandes partidos provinciales.
No tengo la menor duda de que Herrera, como cualquier otro presidente, trata de formar un gobierno con los que considera mejores para cada responsabilidad concreta, de entre aquellos a los que conoce y aceptan, pero también tengo para mí que cuando en una provincia hay peso político también hay un consejero (a veces varios). Entre los nuevos, una vez más y van ya muchas (Vallvé, Valdeón o Isabel Alonso nacieron en Zamora, pero aterrizaron en la Junta desde Bruselas y Salamanca), no hay políticos surgidos en Zamora.
Curioso, tal vez sea que todos los válidos se han ido fuera, o, tal vez, que los que parten y reparten estén demasiado preocupados por evitar sombras que escapen a su particular control de calidad. Alguno lo disfrutó en un par de ocasiones, y aunque, evidentemente, cada uno tenga su opinión al respecto, el problema de fondo es que en Comunidades tan grandes y dispersas como la nuestra, la diferencia entre tener paisanos con peso ejecutivo en el Gobierno o no tenerlos, se cuenta indefectiblemente, en millones de euros en inversiones, en años de adelanto o retraso en la ejecución de los proyectos y en ayudas que llegan o no llegan a nuestros pueblos. Y sobrar, no sobra.
Alguien sabio, cuando yo aún me dedicaba a esas cosas, me dijo, convéncete, gusta el “político corcho”, ése que flota porque no pesa. Zamora sigue tranquila y gentil, es ingrávida.

domingo, 26 de junio de 2011

Prohibido no ser de izquierdas

En este país nada se nos da tan bien como el péndulo con el que nos balanceamos de un extremo al otro. España pasó, prácticamente sin solución de continuidad de la dictadura conservadora de Primo de Rivera y la monarquía descafeinada a la II República, que para buena parte de sus protagonistas más destacados nunca fue un fin en sí misma, sino un ensayo general para llegar a la revolución comunista-estalinista que pretendían imponer. De ahí, tras la Guerra Civil, al otro extremo, cuarenta años de plácida existencia para un dictador asentado en las posiciones de una derecha ya eclesiástica, ya fascista, ya tecnócrata y modernizadora pero con un mismo hilo conductor, su espíritu antiliberal.
Cuarenta años, en los que si nos limitáramos a escuchar lo que sale de la boca de casi todos los que la vivieron y muchos que la protagonizaron, sacaríamos la conclusión de que no tuvo ningún apoyo social. Lástima que la prosodia a la que nos tienen acostumbrados muchos de esos antifranquistas sobrevenidos y sus más cercanos familiares –que siguen teniendo destacados puestos políticos en gobiernos de todo color, pero paradójicamente más entre los socialistas-, se vean de vez en cuando desenmascarados por algún archivo o documento histórico, por algún libro que se publica o por el recuerdo de otros con los que compartieron pasado. Lástima que de vez en cuando, en televisión volvamos a ver las imágenes de las muestras de dolor que sucedieron a la enfermedad y muerte del dictador o las inacabables colas que se formaron para dar el último adiós a Franco. Muchos de los que formaban esas colas, apenas un lustro después, ya en democracia, convertían a España en socialista
Tenemos los españoles fama de ser gente de principios, por el honor hasta la muerte y todas esas cosas, de ser pasionales, firmes e intransigentes en cuanto a dar nuestro brazo a torcer o flexibilizar posturas, pero hete aquí que, sin embargo, España era muy mayoritariamente tradicionalista y conservadora con Primo de Rivera; unívocamente monárquica con Alfonso XIII; de derechas o de izquierdas, pero republicana hasta los tuétanos tras el 14 de abril (que no en las elecciones de ese día); franquista convencida mientras el General tuvo aliento y por último, fervorosamente democrática y sociológicamente de izquierdas, otra vez. España durante todas esas etapas históricas transcurridas en un espacio relativamente corto de tiempo, era el mismo país y sus habitantes sólo iban cambiando por el normal ciclo vegetativo.
Por eso no me sorprende que ahora le monten un número tremendo e insulten sin el menor decoro a una cantante que se decante por la derecha, que digan que cualquiera que se declare de derechas es un cretino o un cabrón. Quienes eso hacen son los mismos que en un régimen prosoviético hubieran ejercido de chivatos y azuzado las purgas o en el franquismo, encabezado las brigadas políticosociales. Quieren vendernos la mercancía averiada de la superioridad moral de la izquierda y aún consiguen que muchos, en la derecha, la compren.

miércoles, 22 de junio de 2011

Tiempos austeros

La España de las autonomías surgida a raíz de la aprobación de la Constitución del 78, ha ido cayendo a grandes pasos, aunque con diferente escala en función de las latitudes, en el comportamiento típicamente asociado al nuevo rico. Gasto desaforado, réplica de todas y cada una de las estructuras de poder y representación nacionales a escala regional, mastodóntica administración poblada año a año de mayor número de funcionarios, etcétera, etcétera, y todo ello multiplicado por diecisiete, porque ninguna Autonomía podía ser menos que las demás, tener un órgano representativo menos o no asumir todas las competencias y servicios posibles.

Las crisis y más las grandes crisis, no acarrean sólo males sino que, a veces, traen consigo una corriente purificadora que sirve para hacer ajustes y reequilibrios de ésos que, cuanto antes se hagan menos se notarán en lo negativo y cuanto más tardan en llevarse a cabo, más dramáticas serán las consecuencias a corto plazo de su adopción. Ahora, con España en una situación económica y financiera mucho más terrorífica de lo que a diario nos dicen y también de lo que queremos verla, hemos tenido la suerte de que unas elecciones hayan dado la vuelta a la tortilla del poder y tenemos también la suerte de que, a un máximo de nueve meses vista, vayan a celebrarse otras, lo que obliga a que quienes han prometido austeridad presupuestaria, ajustes en el gasto superfluo y gobierno cabal a no salirse del guión.

Ya en campaña, Mariano Rajoy había exigido a los líderes regionales del PP que ningún gobierno autonómico superara la cifra de diez consejeros y no sólo se lo han tomado al pie de la letra, sino que en la mayoría de los ya conformados, la media no supera los siete, reduciendo, en algunos casos a la mitad la composición preexistente, lo que, en cascada, supondrá la reducción de sociedades y organismos públicos, altos cargos, cargos de confianza y funcionarios adscritos en diferentes tareas a todas esas áreas.

No sólo Esperanza Aguirre, el verso suelto que más ha apostado siempre por el ajustado tamaño de la administración pública; esta vez, Castilla la Mancha o Baleares, por poner sólo dos de los ejemplos dónde históricamente el derroche no ha estado mal visto han seguido ese camino que, ya no hay duda, tomarán también otros presidentes autonómicos como el tradicionalmente mucho más austero de Castilla y León, donde el primer punto de inflexión se produjo ya hace muchos años con la llegada de José María Aznar, y su abolición, entre otras cuestiones, de las anecdóticas aunque significativas y famosas “Visa Oro”.

Quizás esta sea la oportunidad para que la cordura empiece a imperar en un ámbito del que en tantas ocasiones ha estado ausente. Quizás el futuro, aunque vuelvan los tiempos de bonanza pueda estar guiado por el sentido común y la responsabilidad de Estado. Con retraso, pero más vale tarde que nunca.

domingo, 19 de junio de 2011

A lo tonto

Tontos por malos o malos por tontos que, aunque no sea lo mismo, es parecido, es la única duda que puede quedarle a cualquier observador que analice con objetividad el comportamiento de España en el ámbito de su pervivencia como nación -la nación más antigua de Europa, habría que añadir- y en muchas cuestiones que, siendo mucho más anecdóticas, no dejan de atentar, como mínimo, contra el sentido común. La legalización de Bildu forma parte de una macabra operación que sólo pudo ser diseñada por un tonto aquejado de esa enfermedad ya convertida en epidemia que es el buenismo o por la pérfida mente de un sectario sin escrúpulos.
No me refiero al diseño formal, evidentemente obra de ETA, sino al diseño del proceso institucional que había de llevar a ETA a convertirse en la principal fuerza “política” del País Vasco. De Batasuna a Sortu, de Sortu a Bildu en etapas de duración milimétricamente calculada para que los plazos fueran los estrictamente necesarios y, tras el consabido rechazo por parte de la máxima instancia judicial española, el Tribunal Supremo, pudiera llegar a la máxima instancia político-jurídica, el Tribunal Constitucional con las horas justas para poder obtener el visto bueno y sin un minuto más de lo debido para evitar que la previsible polémica ciudadana pudiera hacer cambiar el criterio de alguno de los magistrados y dar al traste con la estrategia concertada en la negociación gobierno-asesinos.

Ahora algunos dicen sorprenderse (muy tontos o muy malos) de que los esbirros de los terroristas impidan, en los ayuntamientos en que vuelven a mandar, el acceso de los escoltas de los concejales del PP y del PSOE o de que quiten los arcos de seguridad que evitaban la entrada con armas en ellos; ya no hablamos de la retirada de la bandera española y la sustitución de las pancartas contra ETA por otras pidiendo el regreso o la amnistía de los terroristas presos. Si se sorprenden por esto, son capaces cualquier día de decir que no podían imaginar que la legalización de una coalición de la que formaban parte los terroristas iba a suponer que ingresen en sus arcas muchos millones de euros públicos y que manejen, controlen y distribuyan cientos de millones.

Hay otro problema muy serio para la seguridad individual de todos los ciudadanos, vascos y no vascos. El acceso a los datos personales del censo, de los expedientes tramitados en sus municipios y de los padrones tributarios. Direcciones, matrículas, participación en actividades económicas y un largo etcétera. Además Bildu va a controlar, más que previsiblemente, la Diputación General de Guipúzcoa. Teniendo en cuenta el peculiar régimen fiscal foral y un convenio suscrito, ya después de las elecciones, con la Agencia Tributaria para el “intercambio de información tributaria entre las dos administraciones de forma electrónica e inmediata y el acceso directo a las bases de datos de ambos organismos”, ETA va a tener al alcance de su mano, los datos tributarios de todos y cada uno de los españoles. Muy sensato todo.

miércoles, 15 de junio de 2011

Desmoronamiento institucional

Parece complicado que haya quien pueda seguir postulando la continuidad de esta legislatura hasta marzo del año que viene. Imagino que quienes lo hacen tienen sus razones, pero a mí se me hace imposible entenderlo, salvo desde el mero cálculo político partidista, en el sentido de que piensen que por mal que vayan las cosas, difícilmente pueden ir peor durante los próximos tres trimestres de lo que están ahora. Es un argumento, evidentemente, aunque asentados en él llevan –llevamos- los españoles dos años y, contra todo pronóstico gubernamental, cada vez vamos a peor. Tal vez piensan que, al no existir en estos momentos ni un solo indicador social o económico situado en posición favorable, ni uno sólo en perspectiva positiva, ni uno solo en expectativa de mejora a corto, ni siquiera a medio plazo, cualquier pequeña variación positiva puede ser explotada electoralmente. Claro que, se han quemado ya tantos cartuchos intentando anunciar brotes verdes que nunca brotaron, que va a ser difícil, razonablemente, que aún mejorando las cosas, la percepción cambie demasiado.

No es sólo el desmoronamiento económico, del tejido empresarial y del empleo. No sólo que el diferencial con Alemania esté por encima de los 250 puntos básicos, lo que para que todo el mundo lo entienda, quiere decir que conseguir el dinero prestado que España necesita (que es mucho), nos cuesta un 2,50 por ciento más que a Alemania y, que por lo tanto, cualquier inversión productiva que en España se haga debería poder dar al menos esa misma diferencia al alza en productividad, para no estar cada día a más distancia del motor de Europa. No es sólo que ya no se cree empleo ni en los meses en que siempre se creó o que hasta las empresas más sólidas, cuyo mercado esté circunscrito al territorio nacional, empiecen a tener dificultades serias.

No, es más grave, el desmoronamiento institucional al que esta situación de cálculos partidistas y electorales puros y duros puede abocarnos. Mal estamos cuando todo el mundo entiende, sin ir más lejos, que el Tribunal Constitucional es un órgano eminentemente político, por el método de elección de sus miembros y por el resultado de sus deliberaciones. Muy, muy mal debemos estar cuando tres de sus magistrados (de diferentes adscripciones ideológica y política, por cierto) presentan su dimisión y la acompañan con voces de alarma (de escándalo deberían ser) como las que han manifestado al decir que durante estos últimos meses en el TC, ha tenido la sensación de formar parte de un Tribunal secuestrado, o que las cosas salen mejor cuando se cumple la Constitución y salen peor cuando no se cumple. Ya, ya, lástima que esto otras veces algunos magistrados (o casi ninguno) lo hayan tenido tan claro. Lástima, quizás ahora algunas cosas más irreversibles que la situación económica no estarían como están y, entre otras, ETA no gobernaría vidas y haciendas de tantos españoles del País Vasco.

domingo, 12 de junio de 2011

Instantes eternos

Vivimos que a cada paso que damos, nuestra vida se va llenando de pasado, nuestro forjado vital se va tabicando de sueños, vivencias y recuerdos. Pasado mañana se cumplirán 25 años de que Borges muriera en Ginebra. Por aquel entonces yo había tenido ya la suerte de descubrirlo. Dice el escritor Agustín Fernández Mallo, líder de la llamada generación nocilla, y que acaba de ser premiado tras publicar “El hacedor de Borges. Remake” que Borges es "el grado cero de la literatura. En él se concentra toda la literatura anterior, lanzando una nueva literatura que llega a nuestros días. Tiene vida. Por su carácter poliédrico, sugerente. Puede ser estudiado desde las matemáticas, la astrología, la semiótica”…

Hace unos días escuché en persona a Vargas Llosa, desgranar, con la cadencia propia del prestidigitador, las palabras de su discurso, convirtiendo el auditorio en un oasis alejado de la efervescencia política y económica, de la frustración y la protesta social que todo parecía ocuparlo. La buena literatura, como la vida, llena sus páginas de palabras más o menos acertadamente escogidas, más o menos armónicamente ordenadas, pero no está en ello su valor extremo, sino en el esporádico aparecer de instantes, momentos, sensaciones o experiencias que superan lo normal, rompen el molde y nos estallan en las manos, los ojos, los labios, la piel y el respirar mismo. Como un abrazo especial en abril, como un bombón deshaciéndose entre la lengua y el paladar.

Son los poetas los grandes maestros en la creación de instantes. Un sólo poema justifica una vida entera, un solo verso convierte en magistral un poemario. Instante Neruda al leer en su Poema 20, “puedo escribir los versos más tristes esta noche”. Ayer saboreé con placer los cuarenta y cuatro poemas que, agrupados bajo el título de “chocolate, olvido y versos”, ha publicado la zamorana Amparo Enríquez. Conocí a Amparo hace algo menos de mil años en ese templo laico que para muchas generaciones fue y es “el Chillón” y, donde, como tantos otros, pasé bastantes más horas que en la Facultad, rodeado de amigos en esos años en que la amistad es credo y religión.

Vargas Llosa, mientras firmaba libros, lanzó una sincera carcajada al aire ante el comentario de un oyente sobre la bella palabra que protagoniza una de sus novelas. Borges, quien tanto en prosa como en verso sembró toda su obra de referencias a los cuentos de “las mil y una noches”, aprovechó los que sabía eran los últimos días que el cáncer le concedía a sus ojos abiertos aunque ciegos, para estudiar árabe. De “chocolate, olvido y versos” releí algunos versos de olvido y desamor marcados, como el buen chocolate, por su toque amargo sobre fondo dulce. Les dejo la última estrofa del poema por el que quiso el azar que abriera el libro, “…Ya nada ni nadie turbará mi sueño…,/ ¡se acabó el destierro!,/ yo quise olvidarlo,/ -lo dimos por muerto-/ …pero ya era eterno”.

jueves, 9 de junio de 2011

algo más que el pepino

Me sorprende que nos sorprenda que una teutona, por lo visto insatisfecha, cargue sin pruebas contra el pepino español y por arrastre contra frutas, verduras y hortalizas procedentes de nuestra huerta e invernaderos, sin hacer lo mismo cuando pensó que el origen de la intoxicación estaba en la soja alemana y sin que, cuando se descubre que ha metido la pata y que el pepino es inocente, tenga la mínima decencia política de reconocer su precipitación. Me sorprende que nos sorprenda que la Comisión Europea y con ella países que ni siquiera están en la Unión, corrieran a cerrar sus fronteras a cualquier producto español porque se habían producido fallecimientos en una zona muy concreta de Alemania causados, supuestamente por unos cuantos pepinos españoles.

Es que alguien puede imaginar que si, aunque amarguen lo mismo en ciertas circunstancias, los pepinos hubieran sido gabachos o alemanes, a un solo país europeo se le hubiera ocurrido bloquear la entrada de productos franceses. Pues no. Claro que es probable, que ante esa tesitura la reacción de sus gobernantes habría sido muy distinta, teniendo en cuenta que allí sí hay gobierno y no un extraño interregno como aquí, donde el presidente ha pasado a formar parte de una de las salas del Museo de Cera, otro gobierna y el conjunto de sus partidarios busca algún madero al que asirse tras el naufragio de mayo.

Ni Zapatero, ni su plenipotenciario vicepresidente han osado levantar mínimamente la voz en defensa de nuestros productos. Están tan en otras cosas más importantes para ellos, que una vez más han demostrado que nuestra economía y el respeto internacional de nuestro país les importan exactamente eso, un pepino. Ya hemos visto, durante la última semana y, sólo cuando ya estaba clara la inocencia de nuestro más verde producto, a la ministra de agricultura -antaño compañera revolucionaria, aburguesada luego a golpe de convenio urbanístico como sultana que fue de su Córdoba natal- con qué fuerza ha exigido, al cuello de su camisa que es para el que hablaba, las compensaciones económicas de quienes han generado el desaguisado.

Cómo nadie fuera, se va a tomar en serio a un país en el que casi todas sus regiones son naciones y sin embargo para España ese mismo término es un concepto discutido y discutible. Cómo, a un país en el que cuando se cambian los gobiernos, salen toneladas de documentos en las mismas bolsas de basura en las que entraron los fajos de billetes de los especuladores para algunos vividores del régimen, se atascan las trituradoras y se multiplican los nombramientos a dedo. Donde la corrupción está tan incorporada al código genético de los ciudadanos que se descubre que uno de cada veinte perceptores de la prestación por dependencia, estando muerto sigue cobrando.

Más que acción, España necesita regeneración y me temo que no va a bastar con que Paris Hilton o la ex de Amancio Ortega digan sentirse tentadas por incorporarse a las ya exangües filas del 15 M.

domingo, 5 de junio de 2011

Barandales

Barandales, dales, dales; Barandales, dales, dales; Barandales, dales, dales… Hablaba poco, pero no hay ni un solo zamorano que no conozca su voz. Voz de esquilas, sonora y fuerte, que no estruendosa, con la que durante los últimos veinte años nos llamó a ese tan necesario silencio que la Semana Santa reclama y nuestras almas agradecen. Barandales, dales, dales. Tañer de campanas soldadas a los brazos, como aquel Cid que recorrió los campos, sangre, sudor y hierro. Fuerza sobrenatural de hombre sencillo, que con imperceptible movimiento basta por sí sola para rasgar el aire, quebrar el ruido mundano y sembrar el silencio de la fe.
Barandales, dales, dales. Dicen que no sabía escribir, quien eso dijo es que no lo vio durante esa semana en que, año tras año, vanguardia de penitentes, regó con sonora tinta los renglones torcidos de las calles de Zamora. Cuentan que tampoco leer y sin embargo, en cabeza, asomando por encima de la túnica, sus ojos meciéndose entre la multitud y el vacío leían, claro que leían lo que está escrito en esos instantes en que el tiempo en Zamora se detiene.

Barandales, dales, dales. Claudio elevó al parnaso de la poesía las calles de Zamora, al cielo del verso el rumor y el discurrir del Duero Duradero, como Blas de Otero lo hiciera con sus puentes “que el de piedra es el que quiero”. A unas y a otros el Barandales añade su música, metáfora de la vida, siempre igual, siempre distinta y nunca monótona. También Ricardo Flecha esculpió con sus manos grandes su refinada poesía en el bronce con el que solidificó siglos de espíritu del Barandales. La historia se escribe con el nombre de los héroes y la sangre de los humildes. Barandales, dales, dales. La Semana Santa graba con letras de oro a los nombres ilustres, que la han dirigido y agrandado -muchas veces vanitas vanitatis-, pero las agujas que los bordan son del vulgar metal del que están hechos los hombres del pueblo a los que no es necesario recordarles -tempus fugit-, que el tiempo pasa rápido y polvo somos.

Barandales, dales, dales. Otro vendrá a sustituirlo, a ser nuevo eslabón de la cadena que engarza el futuro en el pasado, que veinte años no es nada y también es mucho, en esta Zamora lenta. Uno y otro seguirán, tañer de esquilas, acompañando los pasos de los cofrades, como almas errantes, bajo las flores de abril. Por las empedradas calles y rúas del casco antiguo, del primer ensanche y de los barrios extra pontem. “Por los puentes de Zamora, sola y lenta, iba mi alma. No por el puente de hierro, el de piedra es el que amaba. A ratos miraba al cielo, a ratos miraba al agua. Por los puentes de Zamora, sola y lenta, iba mi alma”. Barandales, dales, dales; Barandales, dales, dales; Barandales, dales…

miércoles, 1 de junio de 2011

Rubalcracia

Con todos sus defectos, la peor de las democracias es preferible a la mejor de las dictaduras. Con todos sus defectos, aún no se ha inventado un mejor sistema de encauzar la actividad y la vida política que a través de los partidos políticos. El día que se invente algo mejor, podremos optar por ello, hasta entonces, lo que deberíamos es dedicar nuestros esfuerzos individuales y colectivos a mejorar el sistema político, a perfeccionar nuestra democracia y a democratizar el funcionamiento de los partidos, instrumento esencial para la conversión de la voluntad agregada de los ciudadanos en ley.

El modelo de las primarias a la española, del PSOE, era un sistema de participación política escasamente participativo en realidad, proclive a ser dirigido y manipulado y muy constreñido aún por la falta de convicción de los dirigentes y de exigencia de los militantes llamados a participar en ellas. Apenas si podían considerarse un estadio inicial en la evolución democratizadora que nos ha de llevar a lo que ya en 1978 quedó constitucionalmente instituido, que los partidos en su estructura interna y funcionamiento deberán ser democráticos. Pero con todo, suponían un primer paso avanzado sobre lo que planteaban el resto de las fuerzas políticas.

Uno, que de socialista lo único que tiene es la amistad y el buen trato con algunos de los que profesan tal credo, escribió, sin embargo, en más de una columna que aún siendo muy imperfectas, eran mejores esas primarias que las no primarias. Para algo en lo que se me ocurre escribir bien del PSOE, van y se lo cargan sin el menor decoro. Peor aún. No es que el poder del aparato, hábilmente manejado desde hace meses por el tándem Rubalcaba-Blanco, haya servido para un majestuoso “dedazo”. No es tampoco que a una militante, ministra y aspirante a candidata le hayan cortado de cuajo la ambición y las ganas, en un macabro episodio de contenido tan siniestro que uno prefiere no verlo más de cerca que reflejado en su mirada hundida y su trágico semblante durante una rueda de prensa en la que, explicando por qué quería presentarse, anunció su retirada. No, lo peor de todo es que al más puro estilo orwelliano, al asesinato del sistema de primarias, siguen llamándolo la celebración de las primarias –con un solo candidato, a la búlgara, claro, que el que tuvo retuvo-.

Lo mismo da un dedazo que otro, o que 300 como los que afirma haber recibido quien presume de saberlo todo de todos y que mira con ese aire de suficiencia que exteriorizan quienes piensan que, en esto y en lo demás, el fin justifica los medios. Si en lugar de avanzar en democracia, retrocedemos, la reivindicación de los “indignados” del movimiento 15-M tendrá que ir siendo asumida por muchos más que los que acampan en las plazas. Sorprende que aún haya tantos dispuestos a creer que la democracia debilita y no que fortalece a quien la ejercita.