domingo, 29 de noviembre de 2015

Noticias con estrella

Pedro Mario y Óscar Manuel no son precisamente una novedad. Son ya muchos años los que llevan convirtiendo a Benavente en una de las referencias culinarias más importantes del noroeste peninsular. Su restaurante “El Ermitaño” se ha convertido en parada obligatoria para muchos de los que surcan la A-6 y la Ruta de la Plata. 

Ya tuvieron una “estrella Michelín”, como la tuvo otro grande, Antonio González en su “Rincón de Antonio” en Zamora, en aquellos años en los que parecía que la provincia se decidía a recuperar un remoto pasado de esplendor para buscar un mejor futuro a corto plazo. Por aquellas cosas sutiles y no siempre objetivas, ambos restaurantes perdieron ese prestigioso reconocimiento unos años después, hasta que esta semana hemos sabido que desde ahora en Benavente vuelve a brillar.

La búsqueda de la excelencia en cualquiera de las actividades humanas marca la diferencia de los mejores frente a los demás. En estas tierras, somos muy poco dados a primar ese esfuerzo suplementario de los que nos hacen a todos un poco más grandes por su mayor auto-exigencia, a aquellos que nos dan una lección de éxito cuando este viene del sacrificio, la vocación y el trabajo coherente. Por eso me alegro mucho más cuando afloran ejemplos como el de El Ermitaño al recuperar una estrella que no los hace mejores, pero sí más conocidos y más atractiva a Benavente y al conjunto de nuestra provincia. Y no olvidemos que, hoy por hoy, pese a las políticas a veces un tanto erráticas y sin estrategia a largo plazo es precisamente el turismo nuestra principal opción de progreso a la espera de otras en las que no se ha indagado lo suficiente de momento.

Hace unas semanas era una pequeña frutería en la capital “La Huerta de Bea” en plena confluencia de Cardenal Cisneros con las Tres Cruces la que lograba entre miles de candidatas el reconocimiento como mejor frutería de barrio de España. Ahora El Ermitaño, confiemos en que todo sea tan solo un suma y sigue al que se vayan sumando otros y que estos no tarden en llegar.

Como otra muy agradable novedad que aún no alcanza al mes y medio que se ha hecho realidad. Otro clásico en la restauración provincial, “El Labrador”, del monstruo Cecilio Lera, deja el Mesón que lo ha acogido durante décadas y cambia de sitio y nombre, sin abandonar Castroverde de Campos, a un nuevo y acertadísimo local. Allí Cecilio en la dirección e inspiración y Minica entre pucheros y fogones, dan el impulso definitivo para continuar adelante aunque cediendo los galones de mando a Luis Alberto en lo que ya es el “Restaurante Lera”. Un sitio donde comer con el sabor de siempre pero mejor que nunca. Las horas vuelan cuando se disfruta y eso es lo más característico de un lugar que empieza también a oler a estrella.

domingo, 22 de noviembre de 2015

La amenaza islámica

Ninguna religión nació para la guerra y la violencia, sino para la paz. Sin embargo todas, en uno u otro momento, de una u otra manera han caído en la tentación de la violencia, en las garras del ejercicio de la opresión. No es por lo tanto una cuestión fundacional la que diferencia, en cuanto a la utilización de la violencia, a unos credos de otros. Sean religiones monoteístas, sean politeístas, a lo largo de la historia todas han sido pacíficas y todas crueles.

Por ello no hay que poner la lupa en la propia religión sino en el avance de la sociedad en la que la religión se desarrolla y a la que a la vez influye y determina de manera sustancial. En el avance de la civilización en la que se desempeñan. Las religiones nacen en un contexto social y en él avanzan. En función de la era en la que esa sociedad se vaya encontrando, la religión y sus representantes, sacerdotes, rabinos, imanes o como quiera que en cada caso se llamen, tendrán mayor o menor capacidad de control no sólo de la acción religiosa sino de los poderes civiles.

El problema del Islam no es el Islam en sí mismo. El problema radica en el uso que a su servicio algunos hacen de él. En la manipulación con la que se trata de frenar la evolución social, al convertir a algunas de sus sociedades y tratar de hacerlo en todas, en teocracias totalitarias que llegan o se mantienen en el mundo con mil años de retraso. El problema surge cuando una locura de corte medieval se trata de imponer con medios, armas y bagajes del siglo XXI en una esquizofrenia sin sentido. Si aplicamos a Goya aquello de que el genio de la razón produce monstruos, qué no será capaz de producir y ofrecernos el genio de la sinrazón. 

El terrorismo de marca islámica es el más peligroso no solo porque no respeta la vida de los demás, sino sobre todo porque al caer en el más dramático de los fanatismos no respetar la propia.

En ocasiones, hablando con expertos antiterroristas baqueteados en la lucha contra ETA, me comentaban que de un atentado lo más fácil es cometerlo, lo complicado es la huída del lugar del crimen. A los terroristas islámicos esto no les importa, por lo que tienen realmente fácil actuar y nosotros muy difícil la lucha contra ellos sin renunciar a los mayores avances de la civilización occidental -guste o no decirlo, de influencia judeocristiana-, la libertad y los principios inspiradores del Estado de Derecho.  

Por lo mismo no debemos renunciar a esos principios en nuestras sociedades y en nuestras legislaciones en aras a una falsa tolerancia. Quienes vienen a incorporarse a nuestras sociedades han de aceptar sus normas y adaptarse a sus modos. Lo dijo Blair: No es la alianza de civilizaciones, sino la de los civilizados.


domingo, 15 de noviembre de 2015

El olvido que seremos

Escribe Jorge Luis Borges en su poema 


“Aquí. Hoy”

Ya somos el olvido que seremos. 
El polvo elemental que nos ignora
y que fue el rojo Adán y que es ahora,
todos los hombres y que no veremos.

Ya somos en la tumba las dos fechas
del principio y del término, la caja,
la obscena corrupción y la mortaja,
los ritos de la muerte y las endechas. 

No soy el insensato que se aferra
al mágico sonido de su nombre;
pienso con esperanza en aquel hombre

que no sabrá que fui sobre la tierra. 
Bajo el indiferente azul del cielo
esta meditación es un consuelo.”


De este poema el primer verso da título, como a esta columna, a un hermosísimo libro del colombiano Héctor Abad Faciolince, un maravilloso alegato contra toda violencia, la del fanatismo que mató a su padre en su Medellín natal y cualquier otra de las formas en las que habitualmente se manifiesta en las más cotidianas y grises zonas de la convivencia humana. 

Es también un ejercicio de exaltación sencilla y dulce del amor puro e incondicional de un padre por sus hijos y la huella indeleble que ese amor deja en sus almas y vidas. Por esto y por algo muy personal quería traer a estas letras al argentino y al colombiano.  Rondaba aún en el aire el acre aroma de la muerte, endulzado sin embargo por la ternura del recuerdo, tras el fallecimiento esta semana de mi padre. Sorbía la sal de la vida licuada en lágrimas perfumadas de infinito agradecimiento, cuando el presente volvió a vapulearnos con la tragedia de París y a recordarnos que todos somos uno, en lo personal y en lo universal.

Todos somos el bien y el mal. La belleza y la barbarie. Los más tiernos sentimientos y las más aterradoras acciones. La penicilina y el Kalashnikov. Todos somos el cordero y el lobo. Todos la vida y todos la muerte. El maestro y el alumno. Todos Caín, todos Abel. Todos el Adán que recita Borges y todos el último hombre que habite un día la tierra. Todos el barro con el que el Alfarero nos dio forma y el polvo elemental del que nació y en el que morirá el Universo que, en un minúsculo e insignificante fragmento del tiempo y del espacio, habitamos. Todos la flor y el estiércol. Y sin embargo a cada uno se nos ha dotado del albedrío para, en cada instante y circunstancia, hacer el bien o sembrar el mal. 

En lo universal la tragedia de París fue un episodio que sigue y antecede a otros en un río sin fin. En lo personal, me quedo con los versos que como epígrafe recoge Abad Faciolince del poeta alemán-israelí Yehuda Amijai (1924-2000): 

“Y por amor a la memoria 
llevo sobre mi cara la cara de mi padre”.


domingo, 8 de noviembre de 2015

Un proyecto de futuro

Y ahora que unos y otros ya nos han presentado las listas electorales con las que nos tientan a las urnas, no estaría de mal que cada uno individualmente se fuera preparando para responder  la gran pregunta que deberíamos hacernos por estos lares y que es si alguien por aquí o un poco más allá, tiene un proyecto de futuro para Zamora.

Ya sé que es más cómodo y probablemente esperado hablar de la supuesta alta política que se residencia en Madrid, en las distintas instituciones que conforman la estructura del poder en España. O de los nombres que unos y otros, por elección, proposición, designación o descomposición, ponen delante de nuestros ojos para tentarnos a las urnas un par de días antes de que la lotería nos saque de pobres y podamos, por fin, fundir las tarjetas de crédito en las compras navideñas.

Es más sencillo hablar de siglas e idearios, asumidos, adoptados o heredados. De etéreas convenciones e íntimas convicciones. Mucho más fácil ese debate que nos iguala, relativamente, a todos y permite que en lugar de pensar podamos hacer descansar nuestra responsabilidad, en los debates, tertulias y chalaneos de los platós televisivos mientras en el sofá nos aislamos de los fríos que preceden al invierno.

A todo ello podremos dedicar conversaciones y páginas, pero no deberíamos quedarnos sin hablar sobre la otra cuestión. Con crisis o sin ella, Zamora necesita un plan de futuro. No es suficiente dejar que las cosas vayan cayendo por su propio peso, porque precisamente eso es lo que harán si no se cambia la dinámica. Tener mejores infraestructuras que nunca facilita el escenario pero no garantiza por sí mismo la solución a nuestros males endémicos, y que no por repetidos debemos dejar de mencionar y tener presentes en todo momento.

La despoblación de nuestra provincia. El envejecimiento de nuestro perfil demográfico hasta límites insoportables. La huída obligada de buena parte de los más capacitados entre nuestros jóvenes. La ausencia de expectativas a futuro para quienes aún no están en momento de integrarse en el mercado laboral. Ls crisis de nuestro comercio. La falta de respaldo a las iniciativas empresariales emprendedoras. La lenta agonía del mundo rural que se agrava año a año. La práctica desaparición del siempre escaso tejido indurstrial… 

Cada uno de esos problemas merece mucha más atención que cualquiera de los lemas publicitarios y las proclamas mitineras con las que habitualmente adornamos las campañas electorales. Por eso, siendo ésta una ocasión por muchas razones distinta a las anteriores, no deberíamos conformarnos sin esperar algo más de nuestros candidatos y no después, si son elegidos, sino antes, para que nos definan, fuera de argumentarios madrileños, qué idea tienen para la Zamora del futuro y para los zamoranos de hoy y de mañana. Confío en escuchar de viva voz, propuestas y soluciones concretas, palpables y medibles. Sinceramente, confío en ello.

domingo, 1 de noviembre de 2015

Cataluña: Sedición y secesión

Araceli Mangas es Catedrática de Derecho Internacional Público y Relaciones Internacionales en la Universidad Complutense (antes lo fue en la de Salamanca, donde tuve la fortuna de ser alumno suyo). Miembro de la Real Academia de Ciencias Morales y Política, autora de numerosas publicaciones y de vez en cuando articulista en el diario El Mundo. Moderada, no extremista ni alarmista. Sencilla, no amiga de  artificios para llamar la atención. Su carácter y forma de manifestarse son lo más alejado de esas y esos “vedettes” mediáticos que proliferan por las tertulias televisivas.

La traigo a este Espejo porque el miércoles publicó en ese periódico un artículo en el que, bajo el título “Cuenta atrás para el Estado catalán”, con la finura y exactitud del cirujano pero la contundencia del herrero golpeando la forja sobre el yunque, desgrana, disecciona, analiza y diagnostica de la manera más clarividente que yo haya visto o leído hasta el momento y en apenas mil palabras de lenguaje claro y transparente, alejado de tecnicismos, el qué, el por qué y el para qué o, si lo prefieren, el dónde, de dónde y hacia dónde, del reto secesionista y sedicioso que hoy afrontamos en España. 

Si fuera factible, me limitaría a reproducir palabra por palabra su particular “crónica de una muerte anunciada”, sin quitar una letra ni añadir salvedad alguna. Como ello no es posible, invito a localizar fácilmente el escrito, entre otros sitios en mi “blog” de Internet “El Espejo de Tinta”. 

Mientras, me limito a enumerar algunas de las ideas fuerza de su reflexión, en un ejercicio necesario aunque injusto de simplificación por mi parte.  Si alguien se asusta por lo que dice, fundamentalmente en las cercanías del Partido Popular, le aconsejo que vuelva a leer mi primer párrafo y para su tranquilidad sepa que la catedrática ha participado en diferentes ocasiones en actos públicos de este partido. Digo esto, porque abre su artículo con la siguiente frase poco apta para mentes demasiado “ortodoxas”: “Desde 2012, con la indiferencia de un Gobierno de España perezoso e inepto, la sedición toma cuerpo en Cataluña”.

Se centra a continuación en la radical gravedad de la solicitud formal de convocatoria urgente del pleno del Parlamento catalán para aprobar una “declaración que llevaría, de consumarse, a impedir la aplicación de las Leyes de España o a cualquier autoridad española el legítimo ejercicio de sus funciones, en fin, a la proclamación del estado independiente de Cataluña”. Explica la enorme trascendencia que para España tiene evitar que esa aprobación se produzca y por qué no es suficiente esperar a actuar con posterioridad a la misma y dejar todo en manos de un Tribunal Constitucional cuyas decisiones en buena medida ya no son cumplidas en Cataluña y dejarán de serlo completamente a partir de la aprobación pretendida. No es ciencia ficción, a la secesión no se llega por el acuerdo, sino por la desobediencia a las leyes, la sedición.


Pero, mejor que a mí, amigos, léanla a ella.

Artículo de Araceli Mangas en El Mundo.

Cuenta atrás para el Estado catalán
Desde 2012, con la indiferencia de un Gobierno de España perezoso e inepto, la sedición toma cuerpo en Cataluña. Las fechas para romper la unidad nacional y la integridad territorial de España ya están marcadas en la solicitud formal de convocatoria urgente de un pleno del Parlamento catalán cuyo fin es aprobar la declaración que llevaría, de consumarse, a impedir la aplicación de las Leyes de España o a cualquier autoridad española el legítimo ejercicio de sus funciones, en fin, a la proclamación del estado independiente de Cataluña: a partir de esa proyectada declaración, el Parlament «no se supeditará a las decisiones de las instituciones del Estado español, en particular del Tribunal Constitucional» y ordena al Govern ejecutar la declaración.
Las instituciones autonómicas catalanas se han comportado como un estado de facto desde hace bastante tiempo entre la indolencia e ingenuidad, cuando no complicidad, de las instituciones del Estado y los partidos políticos nacionales. Ya sólo tienen que dar los pasos formales y definitivos que anuncian: dejarán en treinta días de respetar la autoridad del Estado y no aceptarán ninguna autoridad ni el imperio del Derecho sobre el Parlamento y el Gobierno catalán. 
En una situación extrema como la que se viene precipitando en Cataluña desde 2012 el paso a la independencia es factible y creíble dada la inacción del Gobierno de la Nación. No sólo no ha tomado la delantera para agotar las vías de diálogo y entendimiento sino que no ha reaccionado ante nada y ha dejado hacer todo. Se ha permitido que declaraciones de autoridades públicas de Cataluña (del Legislativo y Ejecutivo) rechacen la aplicación de las leyes o se instalen en la arbitrariedad sin que pase nada. Hace tiempo que las sentencias del Tribunal Constitucional y del Supremo no se aplican o se aplican a discreción sin que pase nada. Se permite que en los ayuntamientos y otros edificios públicos prescindan de la bandera de España y otros símbolos del Estado y que ondee la ilegal bandera independentista, sin que pase nada. Sólo la UEFA hace respetar la bandera de España multando la presencia de banderas independentistas. Los independentistas han demostrado que se puede violar la ley española todos los días sin que pase nada y que en ese territorio sólo se hace respetar la voluntad de sus caciques depredadores. España no ha defendido su carácter de Estado responsable de la ley en todo el territorio. El Gobierno del presidente Rajoy no ha impedido el despliegue de formas de la estatalidad de Cataluña.
El presidente Rajoy nunca se tomó en serio el desafío del Gobierno catalán y de una parte de la sociedad catalana y se negó al diálogo político en múltiples formas (comisiones técnicas, regeneración política que ilusionase a todos...). Rajoy pensó que la ley todo lo puede; como ni el Derecho Internacional faculta a Cataluña para invocar la secesión unilateral ni la Constitución española lo permite, no había que hacer nada. Pero que el Derecho no faculte para invocar la secesión no impide que la reclamen y logren por la vía de los hechos (principio de efectividad), paso a paso, con paciencia de casi cuarenta años. Tampoco estaban facultados los pakistaníes respecto de la India independiente, o los pakistaníes orientales (Bangladesh) para separarse del Pakistán independizado de la India, o los eritreos respecto de Etiopía, o los sursudaneses respecto a Sudán y todos ellos lograron su Estado. 
La formación y nacimiento de un Estado no se rige por el derecho interno sino por la fuerza de los hechos. Los partidos independentistas ya han puesto a prueba la inanidad del Gobierno Rajoy. Lo habitual es que el territorio que se separa o pretende separarse no tenga la autorización del Estado del que se quiere separar. Por ello, lo esencial es no permitir que los hechos y elementos conducentes a la formación de un nuevo Estado tengan lugar ni se den más pasos. La creación de estados está ligada al principio de efectividad y no al de legalidad ni legitimidad. Lo que importa es el hecho y no el modo por el que haya nacido (secesión no permitida por el derecho interno, lucha armada...).
Por ello, aparte de cualquier posible recurso judicial contra esa solicitud de declaración, en todo caso tiene que impedirse la convocatoria del pleno conducente a la cuenta atrás para la independencia y que el pleno pueda celebrarse con ese orden del día. Hay que actuar antes de la formación de los actos de la estatalidad formal. Con todas las posibilidades que da la Constitución y la ley y sin miedo a utilizar los diversos preceptos en vigor para situaciones extremas; no hay nada más grave en la historia de un pueblo que la ruptura de la unidad nacional; sí, hay algo igual de grave, una guerra, (in)civil o internacional. 
No hay fatalidad alguna en la solicitud de las fuerzas independentistas catalanas al pleno del Parlament sino incuria e irresponsabilidad del Gobierno de España que desafía cinco siglos de historia ensimismado en la ley que no hace cumplir. La organización y preparación de los delitos son atribuibles a personas concretas de las fuerzas independentistas, pero no es menos grave quien no impide su comisión ni persigue a los delincuentes. La deshonra y responsabilidad histórica no será de quien dijo que aceptaría todo lo que viniera de Cataluña sino de quien pudo haber encauzado este reto y sobre todo debe impedirlo ya con todos los medios. Olvidemos los reproches por lo pasado.
En este momento supremo, el Gobierno de España debe apelar a la corresponsabilidad política de todos los partidos políticos que defienden la unidad nacional. Muchos españoles confiamos en que PSOE y Ciudadanos actúen con patriotismo constitucional y que el PP no aproveche la defensa de la integridad territorial para obtener réditos electorales. Todos juntos sin más reproches. 
Un Gobierno no puede limitarse a respetar la ley; la función del gobernante es hacer aplicar la ley. Dura lex, sed lex (dura ley, pero ley). El Derecho Internacional faculta al Estado para impedir la ruptura de la unidad nacional e integridad territorial, bienes públicos protegidos por normas seculares y la práctica de Naciones Unidas. También el Derecho de la Unión Europea (art. 4.2 TUE) reconoce al Estado su deber y derecho de defender la integridad territorial y le da toda suerte de facilidades legales para ello. 
No tenga miedo el Gobierno de España de ejercer esa función esencial de todo Estado y haga respetar ya la soberanía nacional y su Constitución. España y su Gobierno no han cesado de citar e invocar las leyes democráticas a las fuerzas independentistas; no pueden seguir abusando de la paciencia de la democracia hasta destruirla. Ha llegado el momento de recordar que la justicia democrática ciñe espada. Todos unidos. 
*Araceli Mangas es catedrática de Derecho Internacional Público y Relaciones Internacionales (Universidad Complutense) y miembro de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas.