domingo, 26 de febrero de 2023

Y la oposición tocando el trombón

 Imaginemos a unos padres de familia que están encantados de tener dinero en el banco mientras en los últimos años uno de su cuatro hijos ha muerto de hambre, otro está grave por congelación al haber bloqueado los radiadores y no repuesto los cristales rotos de algunas de las ventanas de la casa y otro se ha tenido que marchar para poder vivir en condiciones medianamente tolerables. Imaginemos que además esos padres presumen ante sus familiares porque acaban de cambiarle los zapatos a sus hijos y aunque son bastante feos, incómodos y no exactamente de su talla antes iban casi descalzos porque los anteriores llevaban años rotos.

¿De qué le sirve a los ciudadanos que su alcalde presuma de tener superávit en las cuentas, más ficticio que real, si la ciudad aparece abandonada, sucia o desordenada? Si ha tardado casi ocho años en renovar los contratos de servicios más importantes para la ciudad y eso que estaban caducados desde el principio. De qué les sirve ese superávit contable que da a conocer el mismo día en que salta la amenaza de que los zamoranos puedan quedarse sin servicio de autobuses urbanos con grave perjuicio fundamentalmente para los habitantes de los barrios menos céntricos, porque la gestión del equipo de gobierno sea incapaz de equilibrar los costes y de actualizar el contrato.

Para qué le sirve a la ciudad y a los ciudadanos tener superávit sobre el papel cuando en lugar de bajar los impuestos para hacer una ciudad más competitiva y atractiva se han subido, obligando a los vecinos a soportar el tirón a sus bolsillos para que el dinero se quede en el banco. Si la ciudad está más sucia que nunca o si los contenedores con los que se ha sustituido a los anteriores -destartalados porque habían doblado su periodo de vida útil recomendable- son los más feos y de peor calidad del mercado. Si los jardines palidecen por el abandono y en el conjunto de las infraestructuras se seleccionan los materiales y el diseño por lo barato y cutre y no por lo que los servicios técnicos, el sentido común y la comparativa con otras ciudades indicarían para una capital de provincia que quiere vivir del turismo, de su atractivo para vivirla y disfrutarla. Si los servicios sociales se manejan de manera sectaria con encontronazos permanentes con los profesionales que desempeñan su labor en esos campos. O si el conjunto de los empleados municipales sufren un clima difícilmente tolerable por el comportamiento despótico de la mayoría de los concejales de gobierno.

¿Entonces, lo anunciado por el alcalde es superávit económico o es déficit para la ciudad? Porque no viene de haber movido el culo de la poltrona para conseguir más que raquíticamente la llegada de fondos europeos o de otras administraciones o de mejorar la eficacia recaudatoria. Viene de no ejecutar, año tras año, las inversiones comprometidas y que la ciudad necesita, pese a presupuestarlas también año a año. Viene de hacer presupuestos falaces de los que apenas se ingresa una parte de lo previsto pero como no se invierte prácticamente nada las partidas van pasando de ejercicio en ejercicio como si fuera dinero nuevo cuando solo es marear la perdiz mientras Zamora cierra por derribo. Y la oposición, tocando el trombón.


domingo, 19 de febrero de 2023

Un canto a la vida

 Otra vez las pantallas se llenan de imágenes que paran el corazón y rasgan el alma. Cientos de edificios dejan de ser el hogar de paz y seguridad para convertirse en amasijo de hormigón y hierro envolviendo en sus brazos, ahora garras, a sus moradores. Esta vez no ha sido el hombre, sino la naturaleza la que ha olvidado fronteras pero ha cavado su fosa abriendo las entrañas como fauces en una región entre Turquía y Siria para devorar, en un solo instante o en larga y desesperante agonía, miles de vidas.

La naturaleza nos crea, nos da apariencia de autonomía y eternidad y nos devuelve a ella sin que nadie sepa cuándo va a ocurrir ese retorno a Itaca que es la muerte. Entre medias de un acontecimiento y el otro nos permite la vida, en una ofrenda más afortunada para unos que para otros y nos otorga el goce y el placer de la felicidad ya sea por instantes, ya por largos periodos de tiempo.

El resto depende de nosotros. Ver un amanecer junto al mar, notar la infinitud de un desierto o de un blanco paisaje polar, sentir la brisa en el rostro o contemplar el crepitar del fuego en una chimenea nos anuncian que somos solo unos invitados en la vida y el planeta. Escuchar a un niño pronunciar su primera palabra, encontrar y sentir el amor, notar la irrefrenable necesidad de acariciar o vibrar con una mirada, una sonrisa, un beso. La música de Mozart, Beethoven o Sibelius. La pintura de Velázquez, las formas de Miguel Ángel o Rodin en la piedra o el bronce. Un poema de Aleixandre o un relato de Borges, nos dicen que del barro podemos hacer al hombre y del presente transcendencia. Que no es menos bella la frágil apariencia de una orquídea cultivada que la etérea belleza de un silvestre campo de amapolas.

Cuando días después de la tragedia entre los restos de desolación aflora la vida a la superficie y se manifiesta en el llanto de un bebé rescatado, la incredulidad de un joven liberado o el silencio de un anciano devuelto al mundo del que ya se despedía, el universo nos dice que siempre (casi siempre más bien) queda la esperanza para el que no se rinde. Porque nacemos para la vida y porque hacemos vida a cada paso. A veces para bien, a veces para mal. A veces para la cultura, la solidaridad y el compromiso. Otras, mejor olvidar para qué.

Frente a la fuerza de la naturaleza poco se puede hacer cuando viene en contra pero su saldo a la postre siempre es positivo. La vida permanece y avanza desde el principio de los tiempos. Fluye igual en campo abierto que entre los escombros y no le afectan las miserias humanas que tanto nos preocupan en este insignificante fragmento de tiempo en el que existimos que, a pesar de su brevedad, merece un canto. El único canto verdadero.

domingo, 5 de febrero de 2023

Conservadurismo o reforma para Zamora

De cara al proceso electoral que culminará en mayo se podría haber esperado del PSOE, extinguido por el predominio excluyente de su grupúsculo dirigente que dio como conclusión el hundimiento hasta quedarse en tres concejales hace cuatro años, una apuesta rupturista con las disciplinas de familia que lo han llevado a su suelo, para ofrecer a cambio algo fresco y novedoso a sus potenciales votantes. Sin embargo el candidato designado no podría ser más continuista. Conservadurismo de obediencia. 


Se podría haber esperado del PP, tras las reiteradas huidas en tromba de votantes, ya no solo escapando de sus siglas sino de su propio espectro ideológico, una apuesta por la reforma interna a lo largo de los últimos años y un empezar la casa por los cimientos y no por el tejado, para tratar de recuperar respaldo, votantes y equipos. Pero no parece que, a día de hoy, ese sea el camino elegido, sino el de la conservación de los puestos que aún sustentan -menos que nunca- para las mismas caras y nombres desde hace muchos años. Conservadurismo de rancio cierre de filas.


No se podía esperar de las filas del caudillo Guarido otra cosa que lo que parece va a ocurrir. Continuará siendo candidato después de ocho años sin sacar adelante ninguno de sus proyectos estrella y dejando a la ciudad en el mayor estado de abandono y parálisis que se recuerde. Continuará porque hay demasiada gente alrededor que no puede apostar por ningún cambio que no sea suicida y prefieren confiar en que el engaño de una imagen siga aportando una magia sustentada solo en humo. Conservadurismo de incapacidad e imposibilidad de sustitución. 


Se espera de quien, desde un flojo resultado de Ciudadanos cuando más al alza estaba, pero merced al desastre de los populares, ha ostentado la presidencia de la Diputación, más formal y para la galería que real y de consecución de mejora alguna para nuestra empobrecida y abandonada provincia, que presente su candidatura con palabras más atrevidas que lo que hasta la fecha han sido sus acciones en pro de nuestros pueblos y ciudades, porque una vez que se encuentra un asiento son pocos los que lo entienden como algo solo temporal. Conservadurismo vano y de autoprotección individual.


Resulta que Zamora no está en momento de esperar o en circunstancias en las que tenga algo bueno que conservar de estos últimos años. Cuando la provincia se desangra y muere por vejez y desolación. Cuando la capital ha perdido la línea de los sesenta mil habitantes y cada semana cierran varios establecimientos en el centro y ya nunca se abren en los barrios. Cuando el tan zamorano virgencita, virgencita, que me quede como estoy ya ni siquiera es una opción porque como estamos es en caída libre, lo que se necesita no es conservadurismo de fotos y asientos sino reformismo de ideas, actitudes y aptitudes. Cuando lo que hay es que mirar al futuro, atreverse a romper disciplinas y a volver al fuego y al frío para forjar una nueva Zamora para nuestros hijos, ver que lo que se pone sobre la mesa es solo puro y duro conservadurismo no es la mejor de las noticias. Tendremos que preguntarnos si quedan sitio y fuerzas para la reforma por el futuro y por Zamora.