domingo, 20 de agosto de 2023

Cuando PP y Vox dejen de hacer el tonto

 Cuando PP y Vox dejen de hacer el tonto podremos tener esperanza para España frente al tétrico Tetris con el que nos vuelve a amenazar Sánchez para los próximos cuatro años rodeado de arcaicos comunistas disfrazados de modernos ecologistas y misioneros del buenismo más vacío y de todos aquellos cuya razón de ser o de seguir existiendo es precisamente la destrucción de la nación más antigua de Europa.

Salvo para los muy sectarios cuyas anteojeras no les dejan ampliar ni siquiera unos grados su reducido ángulo de visión o para aquellos cuyo exacerbado extremismo los lleva a defender solo postulados casi medievales; para el resto de los simpatizantes de las ideas de centro-derecha resulta muy difícil entender por qué estos dos partidos políticos caen una y otra vez en la trampa que desde la izquierda y buena parte de los medios de comunicación -cada vez menos de comunicación y más medios de transmisión- les tienden.

Llevan PP y Vox los últimos meses enzarzados en un quítame allá esas pajas permanente que lo único que puede propiciar es que uno le arañe unos cuantos votos al otro sin que ello suponga cambiar el equilibrio de bloques en el que el centro- derecha nacional compite contra la izquierda y la extrema izquierda nacionales y la suma de todos los independentismos, desde los más rancios de la derecha vasca y catalana como los más antisistema y radicales.

El resultado lo hemos visto en las elecciones generales para incomprensión y drama de unos y sorpresa y alborozo de los otros en una campaña en la que mientras no hemos contemplado un solo ataque entre PSOE y la amalgama de partidos que conforman Sumar, ni siquiera con los independentistas, en paralelo nos hemos tragado una movida surrealista y absurda en Extremadura y vemos y aún sigue siendo más absurda otra en Murcia. Para completar el cuadro, la ruptura de cara a la conformación de la mesa del Congreso hace que aparezca casi ridículo cualquier pensamiento de que pudieran evitar y evitarnos la continuidad de la presidencia de Sánchez.

No tiene ningún sentido que PP y Vox no mantengan una interlocución permanente y directa en un momento en el que nos jugamos tanto en España. Quien más tiene que ceder es quien más puede y en este caso no se entiende que el PP no haya facilitado a Vox un puesto en la mesa de los cuatro que ha obtenido, como no se entiende el empeño desde Vox se pone una y otra vez en menoscabar y hasta ridiculizar la figura del presidente del PP. Unos y otros solo se miran la punta de la nariz y allí ven como rival a su más cercano sin captar que entretanto otra vez les han comido la merienda. De esas batallas estériles el único fruto verdaderamente relevante es la desmovilización de su electorado mientras arman la movilización del electorado rival.

Luego nos dirán que España se desangra, que la economía se va a pique y la sociedad se divide y enfrenta. Mientras tanto no ven la viga en el ojo propio y todo sigue siendo, básicamente, hacer el idiota.


domingo, 13 de agosto de 2023

No es que Sánchez sea o no presidente

 No es que Sánchez sea o no sea presidente del Gobierno de nuevo. Eso lo marcan las normas de la democracia y con ella nuestro santo capricho colectivo como votantes y ya debería ser bien sabido por todos que en política ganar solo puede ser sinónimo de gobernar. El resto brindis al sol, ladridos de los perros a la luna. De ahí que no se entiendan, aunque las respectivas parroquias lo compren, el exacerbado entusiamo, las risas y los bailes ante las sedes de los partidos políticos en noches electorales como la del pasado 23-J, cuando el rompecabezas necesario para sumar mayoría absoluta puede llegar a ser más endiablado que nunca (y el término se ajusta como anillo al dedo).

No es que por no ser su candidatura la más respaldada en las urnas, Sánchez deba renunciar a ser presidente. Frente a los sistemas presidencialistas, en los cuales los electores eligen directamente presidente, en los sistemas con prevalencia (teórica al menos) parlamentaria, los votantes elegimos representantes y luego ellos votan candidato a la presidencia de acuerdo a sus intereses y conveniencia y con igual legitimidad tomen la decisión que tomen.

No son pues esas las cuestiones clave en este momento en España. La cuestión es si para sumar los respaldos imprescindibles para superar agónicamente los escaños conseguidos por el centro derecha español además de los pactos naturales con la otra gran (aunque mermada) fuerza política de izquierdas, es legítimo, es prudente, es consecuente y es decente desde un punto de vista ético entrar en el chalaneo, someterse al chantaje y obligar a la nación en su conjunto a soportar la humillación por parte de aquellos cuyo único objetivo realmente declarado y firme es acabar precisamente con la nación que da sustento a nuestra estructura constitucional, territorial y social. La nación más antigua de Europa, mal que les pese a los de las ensoñaciones históricas pro independencia.

La cuestión es si pueden entrar en la bolsa de la negociación aspectos como la amnistía política a convictos y confesos condenados por perpetrar un golpe de estado contra nuestra democracia consolidada. La cuestión es si es tan siquiera asumible que en la negociación, desesperados ante el abismo de la pérdida del poder, se admita como interlocutor normal y con rango de jefatura a alguien como Puigdemont que si no fuera por esto, tan solo tendría la consideración legal y ciudadana de prófugo de la justicia. De huido de nuestro sistema judicial, de fugado de unas leyes y una justicia creados para hacernos a todos los españoles jurídicamente iguales en derechos y obligaciones.

La cuestión es también si, a falta de esclarecerse aún más de trescientos asesinatos, se puede sin vergüenza ni acusación de traición al pueblo español y a la sangre de sus asesinados, incluir en la ecuación a quienes desde EH Bildu, cabeza del iceberg etarra, no colaboran con la justicia, no se han arrepentido y siguen justificando, ensalzando y glorificando a las asquerosas ratas que empuñaban las pistolas y disparaban en la nuca. El fin no siempre justifica los medios.