domingo, 26 de febrero de 2017

Volver cada mañana

Como el tango de Gardel, con cien años más de los que su letra menciona, podríamos escribir: “Sentir/que es un soplo la vida/que veinte años no es nada/que febril la mirada/errante en las sombras/te busca y te nombra”. 

Son 120 los años que este febrero cumple la cabecera “El Correo de Zamora”. Más de cuarenta y tres mil días saliendo a la calle, llegando y llevando a las casas de los zamoranos el pulso de su ciudad y provincia. Ahora que vivimos los tiempos más críticos de su historia para la prensa de papel en todo el mundo, sin que la ventaja en difusión universal del soporte digital compense la caída del número de ejemplares vendidos y lectores conseguidos por la edición tradicional, es buen momento para echar la vista atrás y rendir homenaje en éste, a todos los diarios que, como su propio nombre indica, nos han venido trayendo cada día noticia de lo más cercano y de lo acaecido en los más recónditos lugares del planeta.

La prensa es la mejor garantía para la supervivencia de la libertad y por ello obsesivo objeto de deseo para quienes pretenden controlar, limitar y cercenar el ámbito de las libertades civiles e individuales. Con todos sus defectos, sin la prensa el mundo sería hoy mucho peor de lo que es. 

Siendo máxima más que conocida la de que lo único que es verdad segura en cualquier periódico es la fecha, mientras que el resto puede estar sometido a la subjetividad o los intereses particulares, resulta de ello que la independencia de criterio y la libertad no se instalan en una u otra cabecera concreta y determinada, sino que resultan de la confluencia y choque, a veces virulento, de todas las que existen con sus dispares principios fundadores, ideario y línea editorial.

Y con ellas los periodistas, soldados de una vieja profesión tan denostada como temida, que cada día tejen las historias que, como Penélope, la noche desteje para al día siguiente volver a andar el camino, surcar de tinta las mismas páginas e ir, de forma imperceptible y con la exactitud del más perfecto reloj suizo, adaptando el lenguaje, el pensamiento y los valores al pulso vital de una sociedad siempre en movimiento, en evolución y ebullición. Como Gardel en su “Volver”: “La vieja calle/donde me cobijo/tuya es su vida/tuyo es su querer”, periódico y periodista tienen su razón de ser no en los despachos oficiales sino en la calle. 

En “Conversación en La Catedral” Vargas Llosa hace preguntarse al joven periodista Zavalita desde la puerta del diario La Crónica “¿en qué momento se había jodido el Perú?”. Esa es la pregunta a la que, tras casi una década como invitado a ocupar un espacio en las páginas de La Opinión El Correo de Zamora, animo a sus profesionales a seguir planteándose cada mañana al sentarse ante el teclado. Que ciento veinte años no es nada, dicen.


domingo, 19 de febrero de 2017

Burbujas de justicia

Da igual lo que nos digan, lo más extraño es que todavía haya quien pontifique con infalibilidad aparente aquello tan gastado de que “todos somos iguales” ante cualquier circunstancia, institución o construcción vital.

Vaya por delante que no es algo que pienso y escribo como crítica, protesta o queja. Tampoco es algo que me parezca bien, que apoye o respalde. Más bien es algo que constato con una prístina seguridad por el mero acto de apreciar la realidad física en la que vivimos.

Desde que nacemos y hasta que morimos somos distintos unos de otros, en esencia y en circunstancia. Apenas damos la primera bocanada autónoma fuera de la placenta que nos individualiza en origen, ya nuestra incursión en el mundo es única, personal e intransferible. También es distinto cómo la vida nos recibe y acoge. Somos al final fruto de ese majestuoso azar por el que pudiendo hacer millones de burbujas en el agua jabonosa del baño, nunca habrá dos exactamente iguales, en forma, volumen, peso, colores o textura.

Y no cambian las circunstancias a medida que como animales sociales nos vemos inmersos en ese artificio que hemos ido creando, tan real como la biología misma, que son las normas de la civilización. También ahí, como las burbujas, tomos somos distintos de todos y como tales somos tratados, si bien es cierto que el marco de convivencia que conforman las leyes, usos y costumbres, tratan de que esas diferencias sean cada vez menores y menos dependientes de la arbitrariedad o la fuerza.

Por eso la ley, nominalmente igual para todos, es un gran invento y por eso su aplicación debe hacerse de manera lo más independiente posible. Protegida de las presiones de los poderosos o del capricho de la amistad o la enemistad. Desde el siglo XVI consta la Justicia representada con los ojos vendados, aunque con frecuencia podamos pensar que la venda no es lo suficientemente opaca o deja algún resquicio abierto por el que se cuela la luz que contamina sus decisiones.

Claro que la justicia no es igual para todos porque como creación humana es imposible que alcance la sublime perfección que a ella le exigimos y no al resto de creaciones humanas. Lo importante es que todos la respetemos y para ello lo esencial es que los que pueden hacerlo no la prostituyan y los que la observan y auscultan no prejuzguen sus decisiones. 

Tan vacuas y probablemente alejadas de la realidad serán las afirmaciones tajantes que estos días vamos a escuchar en un sentido y el contrario sobre “la sentencia del siglo”, como lo han venido siendo durante el eterno proceso transcurrido hasta llegar a este momento. Como suele ocurrir, como la vida misma, ni la justicia es cándidamente pura, ni se puede rechazar que para quienes más denuncian algunos tratos desiguales, no fuera una desigualdad equivalente pero en sentido inverso lo único que aceptarían.

domingo, 12 de febrero de 2017

Conservar o reformar para avanzar

Apenas concluida la maratón electoral que nos ha tenido colgados de las urnas durante los dos últimos años, llega la cascada de congresos de los principales partidos de la escena política española. Si el pasado fin de semana era Ciudadanos, este son esos el PP y Podemos. Queda solo el PSOE, cuyo proceso se va a extender aún durante bastantes semanas en ese camino casi refundacional en el que se encuentra inmerso el más antiguo de los partidos españoles. 

Para cualquier analista político que debiera diseñar el contexto ideal para su análisis, el tiempo que ahora mismo vivimos reuniría buena parte de esas características “ideales”. 

El entorno internacional se ha tornado pleno de incertidumbres, liderazgos inesperados y propuestas políticas que se aferran a proteccionismos que creíamos completamente desfasados por la fuerza imparable de la globalización. El Brexit, Trump, la ruleta política francesa bajo la amenaza del peso de los extremismos catalizados por el Frente Nacional, la crisis migratoria y el terrorismo islámico suponen un rosario de variables que nos indican que nadie puede saber a día de hoy cómo van a estar las cosas en los próximos años, o apenas en unos meses, en el mundo y, especialmente, en la nueva Europa que puede morir antes de terminar de dar sus primeros pasos.

La situación económica nacional sigue castigada por una crisis para la que el PP, con un gobierno de amplísima mayoría absoluta y el control institucional mayoritario de comunidades autónomas y corporaciones locales, no supo aplicar las recetas adecuadas y en algunos casos ensayó tratamientos contraindicados, perjudicando a los sectores más débiles e importantes de nuestro sistema productivo. Autónomos y pequeñas empresas sufren no solo los efectos de la crisis en sí, sino de la obsesión fiscal recaudatoria de unos gobernantes preocupados por cumplir los compromisos europeos de lucha contra el incremento del déficit público por la vía de las subidas de impuestos y no del control y ajuste del abundante gasto superfluo de las administraciones públicas. Instaurar políticas que reviertan la situación, generen confianza y apoyo y contribuyan activamente a la mejora del empleo y de la renta nacional

Todo ello con el aditamento de las múltiples rupturas sociales derivadas de la revolución tecnológica y de la comunicación en que estamos inmersos. De las diferencias y desequilibrios territoriales por causas políticas y económicas cada vez más acentuadas. Del choque de las viejas estructuras de los partidos, anquilosadas en las prácticas de funcionamiento no democrático, con la mayoría de edad ciudadana de sus afiliados y simpatizantes que quieren puertas y ventanas abiertas, modernidad y capacidad de decisión liberada del secuestro por unos pocos. 

Cuando ya no hablamos de dos partidos consolidados y únicos, sino de un abanico de cuatro fuerzas tratando de ganar o conservar espacios, las decisiones del día a día pesan, pero serán sobre todo las estrategias troncales que ahora se impongan las que determinarán quienes tendrán el predominio político a pocos años vista.

domingo, 5 de febrero de 2017

El enigma de la Esfinge

Narra el mito que desde una de las montañas al oeste de Tebas, la Esfinge devoraba a todos los seres humanos que se pusieran a su alcance, atemorizando a todos cuantos conocían de su existencia. No obstante, antes de comerse a los viajeros, les proponía un acertijo que si era respondido con acierto evitaría que fueran devorados, siendo el más frecuente aquel en el que formulaba la siguiente pregunta: ¿cuál es el ser que anda primero con cuatro, luego con dos y después con tres patas y que se vuelve más débil cuantas más patas tiene?

Sólo Edipo consiguió decir a la Esfinge que “el Hombre”, que primero gatea, luego se yergue sobre sus dos piernas y termina la vida ayudándose de un bastón para poder caminar, era la respuesta correcta a su acertijo, salvando su vida y la de los tebanos y provocando la muerte del monstruo.

Nos dice la FEMP algo que hace tiempo sabemos, que nueve de cada diez pueblos de nuestra provincia están en riesgo de desaparecer, todos aquellos con una población inferior a mil habitantes. Que somos no una de las provincias, sino “la provincia” de España que más población ha perdido en 2016 con casi tres mil habitantes menos lo que supone más del uno y medio por ciento de nuestra población total. Y que en nuestras áreas rurales, para andar a cuatro patas ya apenas nace nadie, a los de dos para poco más les sirven que para unirse al éxodo tan pronto llegan a la edad adulta, y sobre los de tres, con cada vez más peso proporcional en el conjunto, la naturaleza va cumpliendo su ley implacable como basta para comprobarlo, acercarse a la cada vez más amplia sección de esquelas de nuestro periódico.

Mientras tanto, quienes nos gobiernan y lo han venido haciendo en los últimos tiempos nos distraen, asustan o adormecen, con discusiones bizantinas. Que si son galgos o podencos. Que si cuidado con quien hablas o te reúnes. Que el mantenimiento de lo que hay y “de los que estamos” es el único futuro posible. Algunos todavía tienen el desparpajo de decirnos que las Diputaciones son imprescindibles para la supervivencia de los pueblos mientras van devorando los recursos en su propio sostenimiento y no en aquello para lo que deberían servir y ya se ha demostrado que no sirven.

Solo si no nos resignamos podremos conseguir un día matar a ese monstruo por el que nuestra región y en destacada manera la provincia de Zamora se desangran y vacían de vida, la despoblación, el envejecimiento, la falta de oportunidades para nuestros jóvenes.  

No hemos hallado aún la respuesta de Edipo, pero sabemos que lo que no sirve es mantener inmutables las circunstancias, instituciones, políticas, liderazgos sociales y actitudes individuales y colectivas. No podemos permanecer anquilosados en ese dulce hacer nada con el que, como la Esfinge una vez bien comida, miran para otro lado quienes con más denuedo tendrían que estar actuando para cambiar las cosas.