Creo haberlo escrito ya,
pero cada vez voy estando más convencido, a medida que se alejan los tiempos de
mi ocupación política, nada o muy poco sé de estrategia política y electoral. Y
eso que dediqué en aquellos tiempos muchas horas a la acción y también a la
reflexión sobre tales cuestiones. Sobre el trasfondo último de los flujos
electorales. Sobre, en definitiva, qué es lo que los partidos deberían ofrecer
a los ciudadanos y cómo éstos reaccionan ante los distintos estímulos que se
les ofrecen.
Circula en estos días por
twitter un trino que cuestiona que al Partido Popular le parezca más
presentable lucir en su campaña electoral de las elecciones europeas a la
ministra Mato o a Carlos Floriano que al expresidente Aznar.
Sin entrar a valorar los
dos primeros nombres, o algunos otros de los que subirán a los escenarios
mitineros para que los aplaudan los incondicionales y los veamos el resto en
los telediarios, considerar que Aznar no es un activo capaz por sí mismo de sumar
más votos que casi todos los demás juntos, a mí, pobre ignorante, me parece una
estupidez supina.
Más si, como se percibe en
cada acto de este partido, no hay miedo sino pavor a los votos “propios” que
declaran que se van a ir a las alternativas minoritarias o de reciente
nacimiento, a la desconocida dimensión del voto oculto que vaya a seguir el
mismo camino y sobre todo al aterrizaje mayoritario en los terrenos de la
abstención que va a ser, según parece, la opción más elegida por el conjunto
del censo electoral.
Más si, por ello, partido,
Rajoy, Arriola y candidato pretenden que los afiliados y simpatizantes “de
siempre” sean el flotador al que aferrarse para no hundirse en porcentaje de
voto (aunque esto parezca importar menos que garantizarse quedar al menos una
décima por encima del PSOE a la hora del escrutinio, por mucho que eso suponga
debatirse entre la nada y la miseria).
Más si, en paralelo, se
pretende convertir la incipiente recuperación económica que nos anuncian en
“leit motiv” de la campaña, siendo como es Aznar la imagen de la mejor gestión
económica gubernamental de nuestra etapa democrática con mucha diferencia sobre
las demás, incluida la actual.
No hagan mucho caso, ya
les he confesado mi desfase respecto de la nueva política. Tanto que tampoco
había caído en que el simpático y bonachón Arias Cañete, quien tiene su destino
asegurado con independencia del resultado, fuera un líder político de tal
entidad como para calificarlo como “el mejor de los nuestros”. Hombre, entre él
y Valenciano la cosa parece obvia, pero de una conclusión a la otra. En fin,
que no entiendo la necesidad de unas hipérboles que todo el mundo sabe que
nadie se cree.