domingo, 27 de septiembre de 2020

Tampoco es la república

Llevamos meses preguntándonos si detrás de muchas de las actuaciones, determinaciones y manifestaciones del gobierno de coalición PSOE-Podemos, lo que subyace es la apuesta por la abolición de la monarquía para implantar la idealizada república. Lo que parecía mera ocurrencia de unos cuantos pensadores, opinadores o políticos es hoy propósito oficialmente declarado por una de las fuerzas políticas que forman el gobierno y el propio vicepresidente de la nación, sin el rechazo, la corrección o siquiera la matización por parte del presidente.

Ambos, y también el muñidor de su alianza, el todo-influyente Iván Redondo, conocen lo inestable de una coalición de este tipo. También son conscientes de lo desleales y volubles que son el resto de fuerzas políticas que apoyaron la investidura y de las cuales dependen para su primer gran reto, la aprobación de los presupuestos con los que respaldar el empeño por transformar nuestra democracia. De un régimen liberal, representativamente plural y de alternancia, a un régimen hemipléjico donde solo la izquierda empapada de cochambre ideológica totalitaria gobierne, entre el silencio de la izquierda sensata, tolerante, abierta y moderna; la incredulidad y la protesta debidamente achicada por las televisiones y otros medios, de un centro derecha estigmatizado por un supuesto pecado original; y el enfrentamiento visceral de una derecha que se vaya tan al extremo que les permita justificar frentismo y ruptura.

Ante esa inestabilidad en la que ni Sánchez se fía de Iglesias ni Iglesias de Sánchez y ante esos objetivos, ocurre como en esos números de circo en los que alguien se desplaza con una inverosímil cantidad de platos sobre sus manos y sabe que ha de seguir moviéndose o toda la vajilla se romperá estrepitosamente contra el suelo. Así, lo que empezaron siendo gestos dejados a la interpretación de cada uno, contra el Rey, contra la Constitución o contra la separación de poderes, son ya exhibiciones directas de veto al Rey, de cambio de facto del modelo constitucional de convivencia y de purga y control del poder judicial por parte del ejecutivo.

Esto va muy rápido. Tanto que lo impensable hace menos de un año es hoy evidencia. Ahora ya sabemos que tampoco es la república lo que quienes marcan la senda del gobierno quieren, sino “su república” en la que como en la revolución del 34 y el gobierno del Frente Popular del 36, resulta que ya no cabemos todos. Días tristes cuando se ensalza a Largo Caballero, Negrín, La Pasionaria, ETA o el FRAP y se arrincona el espíritu socialista de paz y concordia de Julián Besteiro y de la Transición del 78. Días tristes en los que, en esta Zamora moribunda y sin rumbo, -dramática metáfora- dos corazones socialistas de profundas convicciones no reñidas con la tolerancia, han dejado de latir. Dos personas buenas. Dos amigos con los que uno compartiría cualquier cosa. De los que tanta falta harán en estos tiempos que se nos vienen. Hace unos días Emilio Petisco. En este triste fin de semana, tan prematuramente, Manu Arribas. Que su recuerdo nos ilumine para que seamos capaces de parar a tiempo a los iluminados. Mi afecto a sus esposas y familias.

domingo, 20 de septiembre de 2020

La metamorfosis

Cuando el alcalde de aquella pequeña capital se despertó una mañana tras un sueño intranquilo, se encontró en su cama convertido en la resultante de que su verdadero yo, tras años intentando ocultarlo, se hubiera rebelado. Cuidadosamente giró sobre sí mismo hasta conseguir apoyar el pie izquierdo sobre la alfombra acolchada. Decididamente -sintió mientras se desperezaba- hoy no va a ser un buen domingo.

Tras revisar someramente la prensa del día y echar un vistazo a las redes sociales  empezó a teclear en su perfil en una de ellas con ánimo enfebrecido y espíritu inmoderado mientras pensaba -esta vez en voz alta- ¡Bendita dictadura del proletariado! Cuánta libertad sobra y cómo faltan unas miles de habitaciones sin Estado de derecho. 

Aún con el regusto amargo del café y la democracia hiriéndole en el paladar, se convenció de que no había sido una buena idea atreverse con las primeras páginas de aquel libro de Kafka que desde hacía tantos años acechaba, incógnito, bajo la luminosa biografía de Dolores Ibárruri.

* * *

Sobre mi Espejo de Tinta del pasado domingo, escribió el alcalde Guarido en su perfil de Facebook una sutil y educada reflexión que reproduzco a continuación (él, sin embargo, no reprodujo mi columna): “EL RENCOR DEL SR. MACÍAS. Una vez más el ex teniente de alcalde falangista Ángel Macías escribe hoy en La Opinión de Zamora un articulito contra el “matrimonio Guarido Rivera” (el Alcalde Guarido y la teniente de alcalde Laura Rivera) y el también teniente de alcalde Miguel Ángel Viñas al que le pone todos los calificativos de las diversas tendencias comunistas, creyendo que con eso le vitupera. ¿Pero realmente el Sr. Macías, cree que nosotros damos miedo a los zamoranos? ¿Cree el señor de la mano en el pecho que concurrió a las elecciones municipales con “Por Zamora”, con el apoyo de algunas entidades financieras, y que se llevó un “hostión electoral”, que sus ataques hacen mella en el honor del Sr. Viñas?. Más bien demuestra el rencor político que tiene. La derecha siempre gobernó con espionajes mafiosos (Kitchen), con corrupción (Gürtel), con despilfarro (edificio inexistente en Zamora promovido por Macías que nos costó 5 millones)…¡qué diferencia con la izquierda de Zamora! Por mucho que intenten lanzarnos calificativos comunistas solo conseguirán reforzarnos. Y es que vale más el ejemplo de cada uno y lo que ha hecho en la vida, que todo lo demás. Y en Zamora, Sr. Macías, nos conocemos todos. A Miguel Ángel, el de las camisetas, como dice vd., también.”

Después de leerlo, me preguntó mi amigo Ezequiel “¿está nervioso o lo pones nervioso?. Es su naturaleza -le contesté- no soy yo. Ezequiel me recordó que el primer capítulo del totalitario es no permitir que la verdad se interponga ante su manipulación de la realidad. La misma mentira repetida muchas veces se transforma en arma revolucionaria. El segundo, estigmatizar, “aniquilar civilmente” a cualquiera que no sea de su cuerda. ¿Falangista tú? ¡Me troncho! Más Kafka y menos kafkianos.

domingo, 13 de septiembre de 2020

¿Estalinista o maoísta, señor Viñas?

Dice el tercero que junto con el matrimonio Guarido-Rivera conforma la tríada que gobierna el ayuntamiento de la capital: “Ya me gustaría a mí la dictadura del proletariado, pero no la tenemos, tenemos una democracia”. Lo hizo esta semana en el Pleno municipal contestando a la concejal Cruz Lucas. Confío en que el secretario de la institución, continuando con su fiel prestación de servicios, recoja la frase literalmente en el acta de la sesión. Indudablemente merece pasar a la historia una afirmación tan profunda como sincera de la identidad ideológica del equipo al que los zamoranos hemos otorgado, de forma tan mayoritaria, la facultad de gobernarnos durante estos ocho años.


En lo que no ha caído el concejal Viñas, poco dado según parece a profundidades intelectuales, es en la cuenta de que las dictaduras del proletariado tienen un leve defecto conceptual y práctico a la hora de su ejecución (como macabro anillo al dedo le va este término). Lo decía en abril de 2019 en una entrevista en El País, Yan Rachinski, director de la ONG rusa Memorial: Más de un millón de personas fueron fusiladas. Cuatro millones, enviados a campos de trabajo. Cerca de 6,5 millones, deportados durante las purgas de la dictadura de Josef Stalin. Socialistas, anarquistas, miembros del Partido Comunista Soviético, opositores, cualquiera que diera muestras de ser “enemigo del pueblo”. En total son cerca de 12 millones de personas que deberían ser rehabilitados”. Y esto hablando de un periodo en que la dictadura del proletariado llevaba lustros consolidada y ya no cabía más purga que entre ellos mismos, nada más que en función del matiz del rojo y de la necesidad del líder de limpiar cada cierto tiempo los escalones inmediatamente inferiores para que el resto siguieran aplaudiéndolo a él y sólo a él.


Habrá que creer al concejal Viñas, Guarido, Rivera y resto de trasnochados comunistas de nuestra plaza Mayor. Claro que les gustaría -pregúntenle a algunos, no pocos, funcionarios-, siendo ellos los opresores, no los oprimidos, claro. Los que pudieran hacer que no hubiera normas solo mutables por el procedimiento democráticamente establecido, sino directrices y consignas emanadas directamente de  uno de sus comités del pueblo que sirven para quitar al pueblo libertad, dignidad y vida.


Afortunadamente aún tenemos una democracia y no una dictadura del proletariado, ni de las de verdad, ni de las de las ensoñaciones de Viñas y compañía. Aunque he de decir que al rebufo de esta tontería del concejal, he recordado a mi amigo Ezequiel, quien curtido en las filas del comunismo durante la transición, me apuntaba hace poco con desengañada sorna: “Nos dividíamos entre eurocomunistas y prosoviéticos; profundizando más, entre marxistas y leninistas, estalinistas y troskistas. A partir del mayo parisino del 68, de Sartre y de la Revolución Cultural china incluso entre reformistas y maoístas. Ahora, de lo más que se puede tildar el pensamiento de todos estos de las camisetas es de mahouista”. Ezequiel, te estás convirtiendo en un peligroso liberal, ve con cuidado, le advertí.