domingo, 29 de septiembre de 2019

¿Funciona? ¡Funciona!

Cuando una institución, del tipo que sea, funciona se nota fácilmente aunque no siempre el reconocimiento llegue pronto ni sea universal. Caja Rural de Zamora celebró en la noche del viernes una nueva edición de la entrega de los premios que su Fundación concede cada año a personas e iniciativas zamoranas destacadas en diferentes ámbitos. Reconocimiento al esfuerzo, méritos y éxitos de aquellos entre nosotros que demuestran ser los mejores en lo suyo, ya sea por los resultados que obtienen ya por la perseverancia o la capacidad de adaptación al cambio de los tiempos. Aquellos, de los que en definitiva más orgullosos podemos sentirnos o mejor aún, aquellos a los que más agradecidos debemos estar como sociedad.

Cuando una institución de la sociedad civil lidera a esa misma sociedad de forma natural, sostenida en el tiempo, sin imposiciones de ningún tipo y fruto del trabajo, la inteligencia en la estrategia, la capacidad de reacción a las necesidades de sus clientes o usuarios y la valentía para competir de igual a igual con rivales de mucho mayor tamaño, potencia y capacidad de apabullamiento, es normal -aunque no siempre se produce así-, que reciba el reconocimiento generalizado de los ciudadanos. Respaldo que suele ir muy por delante del recibido de las otras instituciones, las públicas, cuando se rigen menos por principios de servicio al conjunto de los ciudadanos y perspectiva a largo plazo que de táctica política, preservación del estatus personal y recelo frente a todo lo que pueda remover esa dulce paz de la inactividad que tan provechosa resulta con frecuencia para sus mantenedores.

La gala del último viernes de septiembre no es sino el broche final a su actividad día a día y al proceso de rendición de cuentas de la Caja de Zamora a sus cooperativistas, sus clientes y al conjunto de la sociedad de la que se nutre, ya no solo en la provincia de Zamora, sino cada vez más en otras limítrofes como León, Orense y Valladolid. 

Aprobación y comunicación social de unas cuentas que año tras año van siendo mejores en lo estrictamente financiero, más sólidas y con mejores garantías para enfrentarse a los retos del futuro en lo que a solvencia y capacidad de gestión se refiere. Pero también, he aquí la gran diferencia con respecto a todas y cada una de las demás instituciones financieras que operan en nuestra provincia o aquellas otras en las que podemos operar a través de Internet, resultados que cada año son mejores en cuanto a su vocación fundacional de transformar los beneficios económicos en beneficio social para una provincia tan escasa de impulsos como la nuestra.

La asistencia masiva, solo limitada por la capacidad de acogida del recinto de IFEZA, supone el reconocimiento a los galardonados, pero también y sobre todo, el reconocimiento de la sociedad zamorana a su Caja y a los profesionales que la hacen posible. El banco de Zamora. De cada uno de nosotros, en lo grande y en lo pequeño, depende que su futuro ayude al de Zamora y los zamoranos. ¿Funciona? ¡Funciona!

domingo, 22 de septiembre de 2019

Volver a las urnas

En contra de lo que con contagiosa simpleza se está extendiendo por redes sociales y medios de comunicación, no es ningún drama tener que volver a las urnas el 10 de Noviembre. El drama sería no tener urnas. Tampoco es la peor de las opciones posibles tener que afrontar una nueva campaña electoral (como si no viviésemos una permanente campaña electoral aún en las fechas en las que no hay sufragio a muchos meses vista). Peor opción sería tener un gobierno que nos arrastrara a terrenos peligrosamente pantanosos en lo económico y fiscal, al estrangulamiento de los derechos individuales, la ruptura social o el resquebrajamiento de la soberanía nacional. 

Hablemos de España, de la oportunidad que se nos abre de reflexionar sobre qué nación y qué tipo de gobierno realmente queremos. Al margen de maximalismos ideológicos, de conjeturas sobre liderazgos personales que se nos presentan como formando parte -quizás sobra el “como” en esta frase- de un show televisivo. De acuerdo, ya lo hicimos en abril. De acuerdo, la política ha fallado y no se han trabajado todas las líneas de diálogo, consenso y negociación para que la investidura hubiera llegado a buen puerto. De acuerdo, la aritmética hubiera permitido fórmulas de gobierno que ni siquiera se han intentado. Pero ahora la voluntad agrupada de todos los ciudadanos vuelve a tener la palabra y eso no es malo.

Que la política, o mejor dicho nuestros políticos -cada uno en su grado, que ni mucho menos tienen todos la misma responsabilidad en lo ocurrido porque no todos tenían las mismas posibilidades de suma- no haya estado a la altura de lo que se presupone en una democracia madura y consolidada no implica que hayan fallado los instrumentos democráticos. Por eso, aunque sea legítimo llamar a la abstención, al cabreo y a no sé cuántas otras acciones, lo sensato es pararse a pensar cuál es la mejor forma de ayudar a nuestro país, a nuestra provincia y con ello a nosotros mismos. Y sí, a la vez, dar un toque de atención a aquellos políticos que conscientemente (aunque se pueda calificar más bien de inconsciencia) no han sabido estar a la altura.

En democracia, definida por Winston Churchill como el menos malo de los sistemas de gobierno conocidos, todos los votos son útiles y todos otorgan lectura para aquellos que no se empeñan en taparse los ojos con las manos. Los votos que otorgan escaños, los que siendo sobrantes permiten a una fuerza política ser la más votada y también los que recaen en fuerzas que aún sin obtener representación sirven para manifestar que no todos pensamos igual y que hay que acordarse de aquello de lo que casi nadie se acuerda nunca fuera de fechas electorales, por ejemplo, de Zamora y los zamoranos, de la secular ausencia de oportunidades no en función de estrato social sino de ubicación geográfica.

Votar es proponer, manifestar, también premiar y castigar, pero sobre todo es decir estoy aquí y quiero decidir sobre nuestro futuro.

domingo, 15 de septiembre de 2019

Evitar el "frentismo"

La iniciativa de Pablo Casado de volver a abrir el PP al pensamiento y el debate ideológico, en primer lugar y al pensamiento liberal en su más amplio espectro y sin límites estrictos ni por la derecha ni por la izquierda me parece la mejor noticia nacional de los últimos años.

La cercanía de las urnas, y en España llevamos unos cuantos años con las urnas permanentemente cercanas, suele llevar a la exacerbación de las diferencias frente a las coincidencias. A la definición de los oponentes con los matices más afilados. A la descalificación con términos que da igual no se sostengan ni conceptual ni históricamente. Lo que importa es ser eficaces para asentar en el imaginario colectivo las notas que identifican a los malos (todos los demás) y a los buenos (los nuestros).

Juego de tronos, podríamos definirlo y quedarnos relativamente tranquilos. Ladridos de los perros a la luna -utilizando y parafraseando versos de Bécquer-, voces que hacen correr cuatro políticos que buscan alcanzar o mantener el respaldo de los votantes. El problema es cuando esa exageración del discurso -legítima cuando se queda en el ámbito de la escenificación del debate político- trasciende a otros ámbitos sociales en los que no es tan claramente diferenciable dónde se separa el juego dialéctico del enfrentamiento personal de los seguidores de cada bando. Así nos hemos acostumbrado en los últimos meses a que, siguiendo la creación del laboratorio de un determinado partido político con mayor prédica que otros entre los profesionales de los medios de comunicación, se refieran a los tres partidos del centro y la derecha como “las tres derechas” (a la sandez del “trifachito” todavía no se atreven claramente), incluso en titulares que se suponen limpiamente informativos y no valorativos.

El lenguaje no es neutral ni plano y la forma menos honesta de hacer uso de él es llevar a la simpleza cuestiones complejas como las ideológicas. Es muy fácil y por desgracia demasiado común en la actualidad llamar fascista o facha a todo aquel que se sitúe, por ideas o simplemente por militancia, en cualquier punto a la derecha del que habla. También es muy fácil, y desgraciadamente vuelve a sonar lo que fue muy común hace algunos años, llamar marxista o rojo a cualquiera que se posicione ligeramente más a la izquierda del que hace la calificación.

Quienes lanzan esas corrientes de opinión son plenamente conscientes de que tales simplificaciones no responden a la realidad, pero saben también que habrá muchos que sin pararse a razonar asumirán el discurso y lo utilizarán a discreción como arma arrojadiza. ¿A qué lleva eso? A lo mismo que ha llevado la exacerbación de los nacionalismos regionales, al enfrentamiento civil, a la ruptura de la convivencia, al maniqueismo destructivo. 

En España, piel de toro y sangre caliente, de la que dijo Machado que de cada diez cabezas nueve embisten y una piensa, es peligroso promover el “frentismo” que no admite términos medios. La iniciativa de Casado es buena, precisamente, por ir a contracorriente.