domingo, 24 de noviembre de 2019

¿Es la república?

El mayor problema del resultado electoral de hace quince días, esto es, la dificultad aritmética para investir un gobierno estable y responsable no se hubiera dado en un país con políticos normales y un líder del partido más votado leal a su nación, a su constitución y a su historia. No se hubiera dado porque no habría habido repetición electoral cuando dos de sus fuerzas políticas principales y colindantes -aunque no coincidentes- en sus postulados ideológicos sumaban mayoría absoluta tras las elecciones de abril.

Aparte de la vanidad intrínseca al personaje y de la avalancha de noticias, rumores y “fakes” mediáticos y políticos, no está de más que nos preguntemos qué es lo que hay un paso más allá de ese empeño en provocar la repetición electoral sin más argumento que el de repetir con la consistencia de un mostrenco y la chulería del abusón del colegio que o me dejáis gobernar en solitario o nos vemos los puños en las urnas.

El mayor problema generado por este absurdo es que ahora ya no hay mayoría estable que puedan conformar dos partidos colindantes lo que hace que parezca única solución lógica aquella salida que no es solución sino profundización en la debacle. Queda un atisbo de esperanza en que todo se vaya al traste y, en una convulsión desde dentro del PSOE, pongan de patitas en la calle a Sánchez, de forma que se pudiera articular una gran coalición constitucionalista, de estabilidad y progreso encabezada por otro socialista, tal vez García Page. Algo se está trabajando al respecto pero no parece fácil su llegada a puerto. 

Descartada a priori una tercera cita electoral, solo queda un adefesio de pacto posible en el que, desde las vísceras, el PSOE se una a la ultraizquierda más liberticida y añeja y a quienes, desde la extrema izquierda o la más alcanforada derecha clasista y racista, ya no utilizan otros términos distintos del de independentistas para definir su objetivo político. Un gobierno Frankenstein hecho cuya conformación no será la meta sino solo el inicio para esa transformación radical que algunos pretenden.

En su día, esas vísceras del PSOE las encarnaron Prieto y Largo Caballero en contra del criterio de Julián Besteiro y otros que como él creían en la democracia y no en el totalitarismo soviético. Aquéllos ganaron, éstos perdieron, como todos los españoles de bien, con una trágica y despiadada Guerra Civil desatada en el 36 pero que comenzó en el fracasado intento revolucionario del 34 y continuó con la estalinista utilización del asesinato político selectivo y el genocidio calculado como instrumentos políticos.

¿Y si no fuera el gobierno lo que se busca sino cambiar el régimen constitucional para desbloquear la independencia que algunos catalanes y algunos vascos pretenden imponernos al resto de ciudadanos de toda España? ¿Y si no es hacer políticas de izquierdas lo que se pretende sino sustituir la democracia liberal y la libertad económica por eso otro que ya sabemos? ¿Exageración o ciencia ficción? ¿En pocas semanas será la república la primera excusa?

domingo, 17 de noviembre de 2019

Utilidad

Lo hemos visto en estas últimas elecciones más que nunca antes. Más que cuando UCD pasó del poder a la antesala de su desaparición una vez que, cumplida su misión nada especialmente atractivo o novedoso podía ofrecer a los españoles. Los votantes castigan a aquellos partidos que no consideran útiles para gestionar el presente o garantizar su tranquilidad o bienestar. futuros.

Hablar de esto, que parece antediluviano pese a haber ocurrido hace menos de cuarenta años, debería ayudar a que en tiempos revueltos y que tienden a reforzar los apoyos de los extremos, todos, pero especialmente los políticos asumieran la responsabilidad que de ellos se espera. La de ejercer de guías cualificados de la nación y de los militantes y votantes de sus propios partidos.

En el conjunto de España, Ciudadanos ha pagado brutalmente el desgaste de los pactos de gobierno autonómicos y locales a la vez que el desgaste del no pacto con el PSOE para el Gobierno de la nación. Una especie de esquizofrenia del votante por la que, tanto los que saben que no había ninguna intención por parte de Sánchez de gobernar en coalición, como los que de ningún modo querían que se prestara ese apoyo por parte del partido naranja, han decidido darle la espalda hasta el límite de la humillación. Una parte se han ido a la abstención y el resto a siglas aparentemente más útiles para frenar a una izquierda cada vez más radical.

En Zamora los electores han vuelto a castigar a un PP que no hizo ningún propósito de enmienda pese a haber perdido en abril -por primera vez en su historia- el segundo diputado por la provincia. No ofreció ningún estímulo nuevo con mínimo tirón que le permitiera recuperar parte de sus antiguos votantes, a los que han seguido despreciando pese a estar claro que se irían a VOX. “Representar al PP es vender Coca-Cola, los clientes vienen solos” hemos llegado a escuchar no hace tanto.

Electores cansados de un partido que dejó hace mucho tiempo de ser útil a esta provincia y cuyos dirigentes -ande yo caliente, ríase la gente- marcaron en la permanencia personal el objetivo de la que fue fuerza política homogénea en la provincia y hoy no gobierna Zamora, Benavente ni Toro. No preside la Diputación, tiene menos procuradores regionales que nunca y acaba de perder un diputado porque sus votantes han preferido respaldar a un partido con candidato madrileño, al que aquí nadie conoce ni el conoce nada de aquí como él mismo viene a reconocer.

La herida no ha sido más grande porque también ha sido castigado un PSOE que muchos de sus votantes tradicionales consideran les ha sido expropiado. por un pequeño grupo que hace y deshace a su antojo. Pese a todo, los máximos dirigentes provinciales populares y socialistas presumen satisfechos por los resultados. Al fin y al cabo, “los que tenían que estar” siguen estando a sueldo del erario público. Ellos a Zamora no pero Zamora a ellos sí les es útil.

domingo, 10 de noviembre de 2019

El Muro que no cayó

Hace ya treinta años veíamos en televisión imágenes de Berlín, la capital cercenada por el hormigón y las alambradas. La ciudad, ensombrecida en su lado Este y que lucía en el technicolor del final de la prodigiosa década de los ochenta en el Oeste, bullía como una olla con dos presiones distintas. 

La “Democrática” (siempre el totalitario corrompe el lenguaje con su podredumbre ideológica), de ciudadanos con vestimentas, rostros, gestos y pasos uniformados de acuerdo al canon comunista para los países satélites del Leviatán soviético que los constreñía en horizontal con un telón de acero y en vertical con su puño de hierro. Vitalmente triste, anémica de bienestar y muerta en libertades, derechos y dignidad humana. La democrática, avanzada, rica y de ciudadanos libres.

Hace solo treinta años que aquella cicatriz en el corazón de la capital alemana empezó a desaparecer. Hasta esa fecha nadie del lado occidental quería pasar al oriental. En sentido inverso muchos se jugaban incluso la vida por tratar de cruzar bajo la sombra de las ametralladoras de los protectores del pueblo.

Nada asusta más al totalitario comunista que el que sus ciudadanos quieran huir de su “libertad real” a echarse en brazos de la opresión capitalista y como eso es lo que venía ocurriendo por miles y de forma acelerada en los últimos tiempos a pesar de las trabas legales para cruzar la frontera, el gobierno decidió cerrar ésta completamente, desencadenando uno de los momentos más bellos de los tiempos modernos para la humanidad y para la libertad de los pueblos -que, aunque se siga intentando ocultar con bastante éxito, solo puede existir si parte de la libertad de los individuos-

Si algo ha demostrado el comunismo en su negra historia son su capacidad innata e ilimitada para el crimen y su habilidad para culpabilizar a los demás regímenes de la falla más insignificante y exonerarse a sí mismo del crimen más atroz. Treinta años después todos hablamos de la caída de, como sus constructores lo llamaron, la “muralla de protección antifascista”. Pero el muro no cayó. El muro hubo de ser derribado. Desmontado ladrillo a ladrillo desde las mismas entrañas de un pueblo sometido por el comunismo redistribuidor de la miseria económica y moral. 

De aquél queda la historia, la memoria de los muertos y los vivos y unos cuantos fragmentos aún en pie. No era el único, otros muros se mantienen férreos, en Cuba, China, Corea, Venezuela y, como como en la canción de Pink Floyd, ladrillo a ladrillo el mismo socialismo marxista, con otra apariencia sigue blanqueando la construcción de su muro contra la democracia, en Chile, Ecuador, Bolivia, Hong Kong…

Decía Pablo Iglesias que “el cielo no se toma por consenso, sino por asalto”, eso hicieron los alemanes del Este en 1989 buscando la libertad. Nada nos dicen del infierno de opresión que el comunismo trata de extender desde hace cien años en contra de la sociedad liberal, democrática y moderna basada en los derechos humanos. 

domingo, 3 de noviembre de 2019

¿Predicciones? electorales

Decía el Nobel de física por sus estudios sobre la estructura del átomo y la radiación Niels Bohr, que “hacer predicciones es muy difícil, especialmente cuando se trata del futuro”. Bohr se dedicó a la ciencia construyendo los cimientos de la mecánica cuántica, el paradigma vigente para tratar de explicar los elementos básicos del mundo físico. Su frase, sin embargo, no hubiera sido menos acertada de haberse dedicado a estudiar y opinar sobre política o sociología.

En esa situación nos vemos a solo una semana de unas elecciones generales sorprendentemente abiertas para estar tan cercanas a las anteriores. En el PSOE sudan y dudan ahora sobre el acierto de querer llegar a toda costa a una repetición que sus estrategas esperaban que los catapultara a gobernar en solitario. En Podemos respiran aliviados viendo cómo recuperan el pulso después de un momento en el que parecía que podrían pagar todos los platos rotos del “affair” Sánchez-Iglesias y una vez comprobado que con el “proyecto Errejón” la montaña parió un ratón.

En el centro derecha el PP iba lanzado al alza hasta que, una vez más, cuando poco tenían que perder y mucho que ganar, decidieron frenar cambios y recuperar las anclas rajoyistas que previamente los llevaron al desastre. Resultado, donde avizoraban superar los cien escaños, empiezan a ver infranqueable el muro de los noventa. En Ciudadanos se soñaron Ícaro. En lugar de reforzar sus alas y ser conscientes de para qué habían surgido y por qué los votantes les habían dado su apoyo, despegaron los pies del suelo y ahora tratan de que el calor no los derrita. Probablemente se mantendrán en un resultado mejor del que los pronósticos anuncian pero nada volverá a ser lo mismo. En cuanto a Vox, fijaron una base electoral que pocas razones tiene para bajar, fruto de los errores y medias tintas de los demás.

En Zamora lo lógico sería que el PP, que dejó de ser por primera vez el más votado en favor del PSOE y perdió el segundo diputado y el tercer senador, recuperara su posición previa. Pero en conjunto la candidatura actual no es mejor. Ninguna incorporación que impulse la recuperación y una lista al Senado que lastra cualquier aspiración de sumar y no restar al empuje nacional -otro físico, Einstein, decía que no apliques las mismas fórmulas si quieres resultados distintos-. Podría recuperar el diputado si la caída de Cs le favoreciera pero también puede ser que éstos lo mantengan o que vaya al PSOE si sigue siendo la fuerza más votada. 

Queda otra opción, que la sorpresa la dé Vox. Nadie cuenta con ello pero en votos no quedó tan lejos en abril, menos de cinco mil de distancia; le favorecerían el castigo al PP provincial -tal vez así tomarían nota- y dos decisiones: presentar un solo candidato al Senado para captar votos disconformes de otras opciones y centrar la campaña solo en sus líderes nacionales ante el vacío provincial. Recordando a Bohr, será más fácil acertar en las predicciones el día 11. Salud y acierto, amigos. De Zamora, ya saben, nada…