Los mandamases que han llevado a Europa a
hacerse trampas en el solitario, admitiendo y protegiendo la entrada en el euro
de países que no cumplían los requisitos financieros exigidos por la propia
Unión, como Grecia y Chipre, tratan, ahora, de salvar los muebles y ocultar sus
vergüenzas con una medida a la que sólo se me ocurre un nombre que ponerle,
atraco.
No es que el maquillaje de las cuentas de
griegos y chipriotas fuera excelente o que hiciera difícil de descubrir lo que
se escondía detrás de él. Más bien es que había tanto interés en que crecieran
los mercados internos de la Unión Europea, que haciendo de su capa un sayo,
decidieron mirar para otro lado cuando el olfato anunciaba olor a chamusquina.
Ahora, cuando el incendio ha llegado y
amenaza la estabilidad del propio sistema euro, a los políticos y funcionarios
empiezan a urgirles medidas excepcionales que eviten el colapso. Ahí entra en
danza Chipre y la improvisada (aunque no falta de premeditación) aprobación del
expolio de las cuentas de los ahorradores de la pequeña isla del Mediterráneo.
Iba a ser de todas las cuentas, aunque al
final no se atrevieron ante la negativa del propio gobierno chipriota a
evidenciar la completa pérdida de soberanía nacional. Ahora transmiten que sólo
las de más de 100.000 euros, como si eso ya fuera asumible y justificable.
Enraizamos de nuevo con la moral de la vieja Europa, es malo el dinero. Bueno,
no todo, sólo el que está en manos privadas y no bajo el control político de
los gobiernos.
Nos dicen que no es una prueba para otros
países, pero no son pocas las ocasiones en que, a lo largo de los últimos
meses, hemos visto cambiar los criterios, los dogmas políticos y las
directrices comunitarias. Además, una vez admitido como algo normal para los ciudadanos
de una parte de la Unión, sólo no será utilizado para otros por una razón, que
las cosas puedan arreglarse sin que ello sea imprescindible. En caso contrario,
que nadie dude de que en este continente de credo intervencionista tan
arraigado, la medida se extenderá bajo el viejo paradigma de que el fin
justifica los medios y la propiedad privada un mal que no se ha podido
erradicar.
El único hecho diferencial estriba en que
se empieza por Chipre porque es lo suficientemente pequeño como para que sus efectos
sean controlables. No soy fatalista. Probablemente no llegue a extenderse algo
que no es un impuesto, sino un saqueo en toda regla. Pero lo grave es el hecho
mismo de que por no dejar caer a los bancos, se pueda robar cuatro de cada seis
euros ahorrados por cualquier ciudadano.